Un reino solamente de sacerdotes

Un reino de sacerdotes, apartados para Dios.

En Éxodo 19:6 dice: «Vosotros me seréis un reino de sacerdotes«. Dios escogió a Israel para que fuese un pueblo distinto. Dios nunca tuvo el propósito de que Israel fuera como las demás naciones. La intención de Dios nunca fue hacer que Su pueblo escogido fuera igual que el resto, sino un pueblo distinto, un pueblo enteramente formado de sacerdotes. Esto marcaría una distancia entre Israel y las naciones.

El deseo de Dios es que la nación completa fuera un grupo de sacerdotes -todos apartados y santificados para Dios. Ellos sin duda serían diferentes de las otras naciones.
“Dios se deleita en separar a los hombres de la tierra para Su servicio, y se complace en ver [que todos] vivan dedicados a Sus asuntos”

Israel perdió el sacerdocio

La situación en Israel se deterioró. Durante mucho tiempo sólo los levitas tenían acceso al tabernáculo. Las restantes tribus estaban excluidas. Esto es un panorama de lo más triste. Sólo un pequeño grupo dentro del total podía ejercer como sacerdote. El resto dependía de los de la tribu de Leví. Su acceso estaba por ello muy limitado. Pedro en su primera epístola nos dice que “somos real sacerdocio” (2:9). Juan, poco antes de morir nos dice que somos un reino, sacerdotes para nuestro Dios y Padre (Ap 1:6). El sacerdocio universal, universalmente asumido, recibido, respondido y practicado es una gran victoria de Dios. Una clase intermedia de sacerdotes, por encima del resto de los creyentes, constituye un fracaso para Dios hoy, y un deleite para el enemigo. Sólo cuando caemos, retrocedemos, somos tibios, corruptos o estamos degradados, necesitamos que otro asuma el papel de contactar a Dios en nuestro lugar. Hemos de decir “¡No!” de manera firme a cualquier clase de intermediación.

Recobro mediante la iglesia

El Antiguo Testamento es sólo un cuadro, la realidad de esto se haya en el Nuevo Testamento. La realidad del sacerdocio está en la iglesia hoy. Esta misma intención de Dios se ha trasladado completamente a la iglesia hoy: Obtener un sacerdocio. Israel, mediante su pecado, anuló e imposibilitó el deseo original de Dios de establecer una nación sacerdotal. Esto está siendo recobrado hoy mediante la iglesia. Por ello el llamado de Dios es que todos los hijos de Dios hoy deben ser sacerdotes, que vivan apartados del mundo para Dios, aparte de los asuntos mundanos e inmundos y dedicados a los intereses de Dios para el propósito de Dios.
Los redimidos son una nación completamente destinada a esperar, seguir y servir sólo a Dios (Ro 1:9) donde todos sean estos sacerdotes, que van a Dios, reciben a Dios, son llenos de Dios y están dedicados por completo a Dios. El Señor nos introdujo en el sacerdocio mediante Su obra redentora (Ap 5:10) para que todos los llamados -no algunos de ellos, no los más capacitados, no los más dotados..-, sean sacerdotes. Si somos sobrios y tenemos una visión clara, podemos responder a la siguiente pregunta de la siguiente manera:
¿Cuántos sacerdotes debe haber? Exactamente el número de los redimidos por la sangre del Cordero.

En la presencia del Señor

Cuando permanecemos -y aún vivimos- en la presencia del Señor, entonces llegamos a ser un reino de sacerdotes para Dios. Allí hay un disfrute mutuo difícilmente descriptible y ciertamente imposible de encontrar en otro sitio. Dios es nuestra porción, para nuestro suministro adecuado y suficiente. Nosotros somos Su tesoro. ¡Aleluya, esto es maravilloso!

 ¿Qué somos?

En cuanto a nuestra persona somos hijos de Dios y en cuanto a nuestra ocupación somos sacerdotes. Así que hemos sido llamados para recibir al Dios Triuno como el Espíritu, Quien es el Hijo con el Padre, y esa es la vida divina disponible mediante la cual somos regenerados para llegar a ser hijos verdaderos de Dios, engendrados, no adoptados (Ef 1:5; He 2:10), cuya única ocupación sea el sacerdocio (Ap 1:5-6; 5:10).

Un sacerdote

¿Qué es un sacerdote? No es propiamente un cura tradicional o alguien que trabaje para Dios, ni siquiera alguien profesional que de manera continua reciba un salario.
«Para entender lo que es un sacerdote, necesitamos ver el plan eterno de Dios (Ef. 3:11; Gn. 1:26): El plan de Dios consiste en forjarse a Sí mismo en un grupo de personas a fin de ser la vida de ellas y que ellas puedan ser Su expresión (Ef. 3:16-17a, 21; Col. 3:4)”.
El hombre está diseñado y creado para recibir a Dios, ser lleno de Dios, saturado de Dios, empapado, constituido y absolutamente ocupado y poseído por Dios, y para que, como resultado, Dios fluya de él. Cuando Dios fluye de nosotros, estamos expresando a Dios, es decir, Dios mismo llega a ser nuestra expresión, como resultado de ser nuestra vida y nuestro vivir.
La Biblia de principio a fin nos muestra que Dios quiere obtener un sacerdocio. Todas las cosas gloriosas en la Biblia están relacionadas con el sacerdocio (Ap. 21:11; 22:3b). El hombre fue destinado y creado para recibir a Dios, para ser lleno, saturado y empapado de Dios, y para que Dios fluyera de su interior a fin de ser una expresión viva de Dios; ésta -dice- es una breve definición de lo que es un sacerdote.
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Ref:
  • La palabra santa para el avivamiento matutino, “El recobro del sacerdocio con miras al edificio de Dios”, semana 2, “La definición de lo que es un sacerdocio”
  • Estudio de cristalización de Éxodo, tomo 2
  • Mensajes para edificar a los nuevos creyentes, de Watchman Nee, tomo 3, págs 952-953
  • The Collected Works of Watchmen Nee, tomo 57, págs 199-200
  • The Collected Works of Watchmen Nee, tomo 57, pág 201

Regresar a la normalidad como sacerdotes para ser edificados juntos

¿Qué es un sacerdote?

Un sacerdote, según la revelación pura de la Biblia -de ningún modo en términos tradicionales- es un ser humano normal. Por extensión un creyente normal es uno que vive en el espíritu, como Pablo en Romanos 1:11, sirviendo al Señor allí en adoración. 

Primeramente es alguien que comprende «que el plan de Dios consiste en forjarse en un grupo de personas a fin de que Él pueda ser su vida y ellos puedan llegar a ser Su expresión (1P 2:5,9; Ap 1:6). Si no servimos a Dios, no importa ninguna otra cosa, nuestra persona y acciones son anormales desde la perspectiva de Dios. El estándar es nuestra relación con Dios, la naturaleza de la misma y nuestra posición (5:10).

Por otro lado, un sacerdote no es alguien que trabaja para Dios, sino alguien que “recibe a Dios, que está lleno, saturado impregnado de Dios, y de cuyo interior Dios fluye a fin de que él sea una expresión viva de Dios» (1P 2:5,9). Esto significa que sirve a Dios en su espíritu, siendo vivificado por Dios, completamente guiado por Dios (Ro 1.9; 8:11, Ef 3:16-21;). Nuestro concepto debe cambiar. El verdadero sacerdocio debe ser recobrado.

¿Cómo?

Debemos abrirnos primeramente a Dios. Esto significa que debemos ser plenamente receptivos a Dios. Es seguro que Dios desea entrar. Si nosotros le abrimos las puertas de manera amplia, Él entrará para inundarnos consigo mismo. Hay miles de creyentes que han pasado por esta etapa y pueden -podemos- testificar que cuando nos abrimos a Dios, Él entra en nosotros y somos llenos de Dios, esto desde el punto de vista de Dios es uno de los requisitos para que Él llegue a ser nuestra expresión, es decir, para que nosotros lo lleguemos a expresar. Desde nuestro lado esta es una experiencia superior, maravillosa, indescriptible. No hay logro, cumplimiento, entretenimiento, motivación o actividad que iguale a ser lleno de Dios en cuanto a su plenitud y disfrute.
Una vez que nos abrimos a Dios, somos llenos con Él y completamente impregnados (1Ts 5:23). De este modo somos uno con Dios y somos vestidos de Él exteriormente como poder, sino que en nuestro interior Él lo satura todo (Lc 24:45; Ef 5:18).

Una vez llenos y saturados de Dios…

Así, y de manera espontánea, Él fluirá desde nosotros. ¿No quiere usted ser lleno y saturado con Dios? ¿No anhela que Él fluya de usted? Esto es lo máximo, algo absolutamente satisfactorio y fuera de este mundo. Dios es el creador de todas las cosas y el sostenedor de todas las cosas con la Palabra de Su poder. Este Dios maravilloso es único y eterno, sobrepasa cualquier otra cosa en majestad, poder, excelencia, dulzura y perfecciones.
Este Dios inimitable entró en la humanidad y llegó a ser el Espíritu dador de vida, el otro Consolador, para traer todas las riquezas de Dios a nosotros, a nuestros interior, a nuestra limitada y pequeña aldea humana personal. Este Dios puede llenarnos y sólo necesita que nos abramos a Él y llegar a ser unidos con Él (Ef 6:17). Una vez que esto ocurre, comenzamos a ser edificados con otros en este fluir de vida (Jn 7:38; Ef 2:21-22).

Resultados

FluiráAsí que debemos vivir únicamente por los intereses de Dios y servirle a Él, no trabajando para Él, sino recibiéndole, siendo llenos de Dios. Los intereses de Dios consisten en forjarse en un grupo de personas, un sacerdocio santo y real, como Su morada. Para ello, Él debe llenarnos y fluir desde el interior de nosotros. Así Él llega a ser nuestra vida y nosotros obtenemos Su expresión viva, es decir, expresamos a Dios de manera apropiada.
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Señor, Amamos Tu edificación. Nos abrimos a Ti para ser llenos. Sabemos que puedes y quieres saturarnos contigo. Te alabamos por Tu plan. Revélanos Tu plan aún más. Cuánto te necesitamos. Sabemos que quieres impartirte en el hombre para edificar así Tu morada. Guíanos para que podamos ser los creyentes normales, que te sirven abriéndose a Ti, recibiéndote a Ti, siendo saturados contigo, y siendo revestidos contigo como poder, para que Tu edifiques Tu hogar. Gracias, Señor.
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Ref:
  • El recobro del sacerdocio con miras al edificio de Dios”, semana 2, “La definición de lo que es un sacerdocio”
  • Estudio-vida de Éxodo pág 1408, disponible para leer online aquí.

El sacerdocio y el reinado producen la imagen y el dominio de Dios

Nuestro Señor es maravilloso. Su plan es maravilloso. Cuando vamos a Él y tenemos comunión con Él, es tan dulce, tan indescriptiblemente satisfactorio. Las personas que prefieren entretenimientos y conductas independientes de Dios es porque no han probado la exquisita y absolutamente superior experiencia de recibirlo, disfrutarlo, ser llenos de Él, sostenidos por Él y guiados por Él. No se trata de explicaciones, ni de religión, ni de hacer cosas u observar determinados preceptos, está relacionado con ser llenos del Dios disponible cada día, para que el nos suministre con todo de una manera tan disfrutable. La comunión interior con Dios, el fluir de Dios en nosotros es simplemente lo más excelente y magnífico que podamos tener, lo cual proporciona la extraña certeza de peso y coherencia que de otra manera no se siente. ¡Señor, e amamos, te recibimos, atesoramos tu presencia y tu comunión! ¡No queremos perder tu comunión en nuestro interior! ¡Sigue fluyendo desde nuestro interior, sigue regándonos y llenándoos durante todo el día! ¡Eres tan precioso para mí! Gracias, Señor.

Ya habiamos compartimos los aspectos principales de Cristo, como renuevo doble, de Jehová y de David, para cumplir el propósito de Dios, siendo nuestro Sumo Sacerdote Real. Vimos que todos los tipos de sacerdocio en el registro bíblico están incluidos en Cristo para llevar a cabo la economía de Dios, comenzando por resolver el asunto de nuestro pecado al ofrecerse como Ofrenda ante Dios, aceptada por Dios, derrotar al enemigo de Dios, y llegar a ser el Espíritu vivificante, al cual recibimos al creer, para ser suministrados con todas las riquezas de Dios, y ser salvos por completo del mundo, el pecado, el yo, la muerte y los resultados de la muerte. En este proceso, que incluye la encarnación, el vivir humano, la crucifixión, la resurrección, la ascensión y el regreso como el Espíritu, para traer al Dios Triuno a nosotros, para poder llenarnos Consigo mismo hasta rebozar, constituirnos, ocupar y poseer todo nuestro ser, para cumplir el deseo del corazón de Dios, para que nosotros seamos los sacerdotes reales hoy y nación santa, y anunciemos las virtudes de Aquel que nos llamó de las tinieblas a Su luz admirable, y así muchos puedan recibir a Dios, al ser convictos de pecado y juicio, recibir al Señor y funcionar apropiadamente como los sacerdotes de hoy, con vistas a la edificación de Su Casa.

Imagen y dominio

Fuimos creados a Su imagen para ejercer dominio

«El sacerdocio y el reinado tienen como finalidad la imagen de Dios y Su dominio. El sacerdocio hace que el hombre tenga la imagen de Dios y el reinado hace que el hombre tenga el dominio de Dios” para llevar a cabo la intención original de Dios.

En Génesis 1:26 vemos 2 aspectos principales relacionados con la creación del hombre: Imagen y dominio. «La imagen tiene como objetivo la expresión de Dios y el dominio tiene como objetivo la representación de Dios, a fin de derrotar a Su enemigo”. Cuando el hombre fue creado, a la imagen de Dios fue creado. Dios quiere expresarse a través del hombre. Cuando recibimos al Señor y nos abrimos a Él y lo disfrutamos, Él se expresa en nosotros. «La imagen tiene como objetivo la expresión de Dios».
Fuimos creado para ejercer dominio. Ninguna otra criatura fue creada para ejercer dominio. Cuando Dios nos hizo, esto fue una etapa muy especial de la creación, porque colocó un espíritu dentro de nosotros, lo cual generó un alma, que es la clase de vida superior -más compleja y elevada- en la creación. Fuimos colocadas en el centro del Edén, frente al árbol de la vida, cuyo fruto representa y contiene la vida divina. «[Este ] dominio tiene como objetivo la representación de Dios a fin de derrotar a Su enemigo”.

Imagen y sacerdocio

“El sacerdocio tiene como objetivo la imagen -la expresión- de Dios”. ¿Cómo es esto? Es probable que algunos ni siquiera han visto nunca esta relación entre el sacerdocio y la imagen de Dios. Un sacerdote es aquella persona elegida y escogida por Dios para intermediar entre Dios y los hombres, y servir. Esta intermediación, siguiendo el registro bíblico, tiene 2 órdenes diferentes, el de Aarón y el de Melquisedec. El sacerdote de Aarón presenta las ofrendas de los hombres frente a Dios para resolver el pecado de los hombres. El de Melquisedec, más elevado, consiste en venir de parte de Dios, con la autoridad y el poder de Dios, para impartirnos Dios a nosotros.
El sacerdote que va a Dios en representación de los hombres resuelve el problema del pecado de los hombres y es para beneficio de los hombres. El sacerdote que ha ido a Dios y que ha sido lleno de Dios, saturado de Dios y rebozando de Dios, adquiere el poder y la autoridad de Dios, la autoridad real que tiene que ver con el reinado, para suplir al hombre. Recordemos a Melquisedec, cuando sale al encuentro de Abram. Él era un rey y sacerdote del altísimo, es un tipo de Cristo y representa el sacerdocio divino, que -a diferencia del de Aarón- no está relacionado con las ofrendas de los pecadores hacia Dios, sino con el suministro de Dios a los hombres para la salvación completa de ellos. ¡Aleluya!
¡Todos, en la práctica, debemos ser estos sacerdotes! Dios sólo puede ser apropiadamente expresado cuando el hombre va a Dios y le permite fluir por medio de él. Esto ocurre cuando contactamos a Dios, nos mezclamos con Dios y somos así transformados y conformados a la imagen de Cristo. Como un reino de sacerdotes, o un sacerdocio real, somos la expresión de Dios, Su manifestación hoy, Su habitación y morada. «Somos Su Casa espiritual como el sacerdocio santo». Por ello el sacerdocio tiene como objetivo la expresión de Dios, lo que está relacionado con Su imagen.

Reinado y dominio

Después de considerar el sacerdocio como la vía que usa Dios para alcanzar Su expresión -la línea del sacerdocio es la de la de la imagen-, veamos que “El reinado tiene como objetivo la autoridad del Señor, Su dominio. Los reyes representan a Dios junto con Su autoridad y poder para derrotar a Su enemigo (Mt 28:19-20; Ro 16:20)». Así que la línea del reinado es la del dominio.
Un rey recibe poder y autoridad para reinar de parte de Dios. Los creyentes que reinan en la vida de Dios, son aquellos que han recibido de Dios el poder y la autoridad, al ir a Dios, mezclarse con Dios, ser llenos de Dios, aún repletos de Dios hasta rebozar, y más todavía, constituidos con Dios, regidos completamente por Dios, siendo absolutamente uno con Dios y de este modo poseen la autoridad y el poder de Dios. Esto no ocurre por nuestros esfuerzos heroicos sino por la gracia de Dios que nos ha sido designada e impartida (Ro 5:17, 21).

La redención, el milenio y los creyentes derrotados

La sangre de Cristo nos redimió e “hizo de nosotros un reino, sacerdotes para Su Dios y Padre” (Ap 1:5-6).
En el milenio los vencedores serán sacerdotes que se acercan a Dios y a Cristo. Ellos serán reyes también, gobernando sobre las naciones juntamente con Cristo (Ap 2:26-27; 20:4, 6).
Por otro lado, aquellos creyentes que sean derrotados perderán esta maravillosa recompensa. Aún queda esperanza para ellos: Después del castigo en el milenio, en la Nueva Jerusalén, en los cielos nuevos y la tierra nueva, servirán a Dios como sacerdotes y representarán a Dios en el reinado (22: 3, 5). ¡Amén!
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Ref:

Cristo es el renuevo doble para el cumplimiento del propósito de Dios como Sumo Sacerdote y Rey

Cristo es el renuevo de Jehová y de David

¡Cristo es el renuevo de Jehová y es el renuevo de David! (Isaías 4:2; 11:1). Me encanta esta frase. Contiene e implica lo divino, lo humano, el proceso y fluir de Dios, la encarnación, la salvación, el sacerdocio, la economía de Dios, el propósito divino, Cristo, nuestra experiencia de Cristo, el reino de Dios…

Renuevo de Jehová y de David

Esto es un misterio y al mismo tiempo una maravilla. ¿Jehová necesitaba ser renovado? Estas es una pregunta genuina. Jehová Dios no tenía -ni tiene- ningún problema en cuanto a Su naturaleza o Su condición. El no envejece. Él siempre es el mismo, permanentemente fresco y nuevo.
No hay corrupción ni deterioro en Dios. El Dios de entonces esencialmente es el mismo Dios de ahora, sin embargo Dios tiene un deseo y un propósito. Para cumplir el primero y llevar a cabo el segundo Él necesitaba fluir, es decir, extenderse hacia la humanidad, entrar en la humanidad. ¡Esto ocurrió! ¡Ya ocurrió!
Este renovar fue llevado a cabo mediante la encarnación (Juan 1:1, 14). ¡Dios se encarnó! ¡Cristo es el renuevo de Jehová y el renuevo de David! ¡Aleluya! ¿Podemos describir técnicamente esto? ¿Aún podemos entenderlo como entendemos, por ejemplo, la fotosíntesis? La respuesta es «no» a ambas preguntas. Como hemos comentado, este es un misterio de Dios. El hecho claro es que Dios se hizo carne, se introdujo en la humanidad, y llegó a ser un hombre perfecto en la persona de Jesús.
“Renuevo de Jehová» se refiere a Su procedencia divina y “renuevo de David» tiene que ver con Su procedencia humana.
Entonces Cristo como renuevo de Jehová proviene, desciende de Dios, y Él es Dios; y como renuevo de David, desciende, proviene de David, quien es hombre, y Él mismo es hombre.

Cristo Sumo Sacerdote y Rey; y consejo de paz habrá entre ambos

Cristo es el Sumo sacerdote Real

En Zacarías 6:12 vemos que el profeta le habló a Josué, el sumo sacerdote de entonces, diciendo que Cristo sería el Renuevo de Jehová para edificar el templo de Jehová, como sumo sacerdote y Rey. Leemos “llevará majestad y se sentará y regirá en su trono; será sumo sacerdote en su trono”. Nuestro sumo sacerdote y nuestro Rey -Cristo- ocupa ambos cargos con absoluta y perfecta armonía para la edificación de Su Casa, como vemos en Zacarías 6:13: “ y consejo de paz habrá entre ambos”. “Ambos” habla del sacerdocio y el reinado de Cristo.

Cristo es el único capacitado para desempeñar ambos cargos, el cargo y oficio sacerdotal, y la dignidad de Rey, un sacerdote real y un rey sacerdotal, porque Él es Dios-hombre. Cristo desempeña ambos cargos para la edificación de la iglesia como templo de Dios.

El sacerdocio real, el aarónico y el divino

El sacerdocio aarónico resuelve el asunto del pecado. Una vez resuelto el asunto del pecado, queda la cuestión de la muerte. La muerte, producida por el pecado (Ro 5) y sus resultados debían ser resueltos también. Los resultados de la muerte, según Romanos 8 son la vanidad, la corrupción, la esclavitud, el deterioro y el gemir… Es por causa de estos resultados de la muerte que necesitamos el sacerdocio divino, que está lleno de vida y nos proporciona vida.
Cristo es el sacerdote perfecto y todo-inclusivo. Él también es Rey. Cristo es el sacerdote real o Rey sacerdotal, en perfecta armonía y unión, sin ningún conflicto entre ambos, para derrotar a Su enemigo y edificar la Casa espiritual. Recordemos también a Hageo 1:1-2 donde el gobernador y el sumo sacerdote se mencionan juntos.

Ministerios terrenal y celestial de Cristo

Mientras Él estuvo en la tierra, durante Su ministerio terrenal, Cristo fue sacerdote según el orden de Aarón. El sacerdocio del orden de Aarón presenta las ofrendas de parte de los hombres ante Dios para para resolver el asunto de sus pecados. Era necesario que el pecado fuera quitado de en medio, por ello Cristo en Su etapa terrenal se ofreció a Dios como ofrenda por nosotros para quitar el pecado de en medio, y nos llevó consigo (He 9:14, 26).
Sin embargo, en Su resurrección y ascensión, después de Su muerte, Él trascendió el sistema de ofrendas del orden de Aarón y fue designado Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec (5:6, 10), ya no para ofrecer sacrificios por el pecado, ya resuelto mediante la ofrenda única y exitosa en la cruz, sino para ministrarnos -servirnos, presentarnos y que tomemos- el pan y el vino celestiales (Ref: Mateo 26:26-28).
¿Qué significa esto? Este pan y este vino representan nuestra alimentación completa y suministro celestiales. Ellos consisten en el mismo Dios, que está disponible como el Espíritu vivificante que recibimos al creer para nuestra completa salvación. Esta maravillosa disponibilidad de parte de Dios es posible como resultado del proceso de encarnación, vivir humano con su ofrenda única y aceptada, su crucifixión, y la resurrección culminada en la ascensión, para nutrirnos, refrescarnos, sostenernos, consolarnos y fortalecernos (He 7:25). ¡Esto es maravilloso!

Hebreos 7: Sumo sacerdote y rey

El libro de Hebreos trata acerca del Cristo celestial. Dentro de este asunto lo principal es que Él es el Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec -Rey de justicia y Rey de paz-, lo cual incluye el reinado, con poder y autoridad (2:17; 4.14; 5:6, 10; 6:20; 7:1-3, 28; 8:1-2; 9:11: Sal 110:1-4).
El ministerio celestial de Cristo en Su ascensión incluye Su reinado, en el cual Él gobierna sobre la tierra y administra nuestros asuntos; también incluye Su sacerdocio, donde Él intercede por nosotros, llevando nuestro caso delante de Dios y ministrándonos a Dios mismo a nosotros. Esto es para la edificación de la iglesia como templo de Jehová, el templo de Dios.

Objetivos del sacerdocio real

Este sacerdocio real, con todos sus resultados y efectos, tiene 2 objetivos principales: Combatir contra los enemigos de Dios para traer justicia y paz, con el propósito de que Dios pueda ministrarnos al Dios Triuno procesado, del que hablamos anteriormente, disponible como el Espíritu que da vida, para que sea nuestro disfrute y suministro diarios (vs 1-2; Gn 14:18-20).
Cada día necesitamos al Dios Triuno -recordemos el maná- para ser alimentados, avivados, y suministrados por Él. Cada día normal para un creyente normal incluye ser lleno del Señor para disfrutar de una salvación real y plena ese día -no en un futuro lejano ni en un pasado remoto-. Esto es espiritual y al mismo tiempo algo muy práctico y experimentable, además es nuestra necesidad evidente.
Aquí llegamos al segundo objetivo del sacerdocio real, que es nuestra salvación en Su vida hasta la glorificación de todos los elementos derivados de la muerte y relacionados con ella. Este sacerdocio divino equivale a la ausencia de muerte y la presencia de vida (He 7:25, 28; Ro 5:10; 8:19, 21, 23, 30).

La piedra en Betel llega a ser la casa de Dios y nuestra casa

El sueño de Jacob contiene los elementos más importantes de toda la Biblia

El sueño de Jacob es lo más importante en toda la Biblia porque se desarrolla hasta la plenitud de todas las cosas

El sueño de Jacob es crucial para la revelación de Dios a lo largo de toda la Biblia. De hecho, allí se revelan cuatro elementos fundamentales que serán desarrollados en la Escrituras posteriormente, hasta Apocalipsis.  En el post anterior vimos que Jacob tuvo un sueño. Este sueño no provenía de él mismo, sino de Dios. Es el sueño de Dios, el cual progresivamente llega a ser nuestro propio sueño. Jacob lo había perdido todo. Estaba sin techo y en completa soledad. La primogenitura que había robado a su hermano, que era mayor que él, había ocasionado que tuviera que huir lejos de todo lo que era familiar e importante para él, y estaba en el desierto. Allí tuvo este sueño celestial (Génesis 28:11-22).

El sueño de Jacob contiene varios elementos como la piedra, la casa, el aceite, la columna y la escalera. Todos estos asuntos serán desarrollados más adelante en las Escrituras y constituyen el corazón de la revelación de la economía de Dios en la Palabra.

¡Señor, gracias por el sueño de Jacob. Gracias porque eres un Dios que se revela. Gracias por el ministerio neotestamentario disponible. Señor, Te amamos. Señor, amamos Tu Palabra. Revélate a nosotros. Gracias por esta visión-sueño de Betel. Gracias que nos has escogido para ser piedras vivas para Tu edificio. Abre nuestros ojos. Prepara nuestro corazón. Gracias que esta mañana te estamos disfrutando en Tu Palabra. Revela tu edificio a nosotros. Revela nuestra condición esta mañana para tomarte como si fuera la primera vez. Eres tan disfrutable. Gracias Señor por Tu economía. Amén!

Génesis 28:22 Esta piedra que he erigido como columna será casa de Dios

La piedra y la casa de Dios en el sueño de Jacob

Jacob tomó una piedra del lugar donde estaba y la usó como almohada. Es la primera vez en la Biblia que se menciona una piedra. Anteriormente sólo podemos ver la piedra de ónice en 2:12 y los ladrillos relacionados con Babel. La piedra siempre tiene como fin el edificio:

  • A Pedro el Señor le cambió el nombre de Simón a Cefas a (Juan 1:42), que quiere decir Pedro (piedra).
  • En Mateo 16:13, el Señor le preguntó a Sus discípulos: “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?”, Pedro contestó: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”, el Señor Jesús replicó: “Yo también te digo que Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia” (Mateo 16:16-18).
  • Cuando Pedro escribió Sus epístolas, dijo “Vosotros también, como piedras vivas, sois edificados como casa espiritual (1 Pedro 2:5). Aquí vemos a “piedra” y “casa” estrechamente relacionadas. 
  • Pablo retomó el concepto al decirle a los corintios que ellos eran “Edificio de Dios” (1 Corintios 3:9) y nos advierte en el siguiente versículo respecto a la manera en que edificamos y lo materiales que usamos, porque toda obra será probada con fuego.
  • Tanto las piedras para el edificio de Dios en 1 Corintios 3, como las piedras preciosas para edificar la Nueva Jerusalén, en Apocalipsis, muestran que las piedras son para la edificación de la casa de Dios de manera muy coherente y sostenida.

La piedra que Jacob usó como almohada fue erigida por él como columna, derramando aceite sobre ella. Antes de Génesis 28 no encontramos columnas en el registro bíblico:

  • En el relato acerca de Babel y su torre no hay columnas, sin embargo sí encontramos dos grandes columnas en el templo que levantó Salomón (1 Reyes 7:21).
  • En Gálatas 2:9 vemos a Pedro y Juan como columnas de la iglesia, y en Apocalipsis 3:12 vemos a los vencedores como columnas en el templo de Dios.

Tampoco podemos encontrar casas antes de Génesis 28:

  • Abraham, Isaac y Jacob vivían en tiendas.
  • Después del sueño en el desierto Jacob no nos habla de una tienda, que era lo más familiar para él y su cultura, sino de la casa de Dios. Esto es significativo. 
  • La casa de Dios es Su descanso, Su satisfacción y Su expresión.
  • La casa finalmente será agrandada hasta convertirse en una ciudad que expresa a Dios (Apocalipsis 4:2-3; 21:11).

El aceite simboliza a Dios alcanzando al hombre. Dios es Triuno, el Padre como fuente, el Hijo como corriente y el Espíritu es el fluir que llega a nosotros. Dios está en los cielos, pero también está en el hombre. Esto está representado en el derramamiento del aceite que Jacob hace sobre la piedra-almohada:

  • Una vez que la simple piedra recibió el aceite perdió su naturaleza común y se convirtió en la casa de Dios.
  • Es importante que veamos que lo que hace que la piedra común se convierta en la casa de Dios es la presencia de Dios.
  • Cuando Dios está presente podemos hablar de casa de Dios.
  • Sin Dios, no importa cuánta estructura haya, no hay morada divina.
  • Para que una casa sea nuestra, nuestro hogar tiene que estar ubicado dentro de ese edificio. Lo mismo sucede con Dios.
  • El aceite representa a Dios que llega al hombre.
  • La existencia, presencia y derramamiento de ese aceite sobre la piedra común es lo que hace que esa piedra represente la piedra viva de la casa espiritual de Dios, que no es algo común. Es Dios quien transforma lo común en santo mediante Su presencia.
  • La persona de Dios es lo único santo del universo. Cuando Él está, la santidad está. no existe santidad en la corrección, en la pulcritud, en las buenas acciones.

¿Podemos decir que una buena acción es mala? No. ¿Podemos decir que es santa en sí misma? Tampoco.

Antes de ser salvos no había algo sólido en nuestro interior en lo que pudiéramos apoyarnos. No importa cuánto tuviéramos o cuánta seguridad hubiera a nuestro alrededor, dónde vivíamos o cuál fuera nuestra edad o educación. Todo era ligero y relativo. Cuando recibimos al Señor entonces algo estable y verdaderamente sólido vino a nosotros, y está ahora en nosotros. Puede que hayamos pasado por dificultades después de ser salvos, pero profundamente en nuestro interior sentimos algo sólido sobre lo que podemos apoyarnos y en lo que podemos descansar.

Esta roca sólida es la naturaleza, el elemento mismo de Cristo, forjado en nuestro ser. Nosotros fuimos hechos del polvo de la tierra (Génesis 2:7). Romanos 9 indica que somos vasijas de barro, y no de piedra… a los ojos de Dios el lodo jamás puede ser nuestro descanso. [Lo que es meramente humano no puede] ser nuestro verdadero descanso… Nuestra almohada es el elemento divino, Cristo mismo forjado en nuestro ser.

La naturaleza divina es la roca en nuestro ser. Cristo no es barro, sino roca, la roca. Cristo forjado en nuestro ser es Dios mismos transformándonos de barro en roca para Su edificio. Después del sueño, Jacob erigió la piedra como  columna. Esta piedra, que es el material únicamente idóneo para el edificio de Dios, debe ser nuestro material de edificación. Dios descansará cuando esta piedra sea erigida como columna para Su casa. En ese momento nosotros descansaremos. El material adecuado erigido y establecido para la edificación produce el descanso de Dios porque obtiene Su casa, y nuestro descanso porque obtenemos nuestra casa.

Cristo forjado en nosotros nos convierte en piedras vivas y Dios obtiene Su morada anhelada; y nosotros obtenemos nuestra morada cuando Cristo se forja en nosotros. Sólo las piedras vivas habitan en la morada de Dios. ¡Aleluya! Dios y nosotros tenemos casa. Dios en nosotros y nosotros en Dios. Es glorioso ver esta morada mutua. La piedra-almohada de Génesis 28 llega a ser la casa de Dios, que es nuestra casa, llega a ser Su reino, que se expande hasta ser una ciudad. ¿Este sueño es maravilloso! ¡Esta visión es maravillosa!

Ref:

  • La palabra santa para el avivamiento matutino, Estudio de cristalización de Génesis (5), semana 25, cuyo tema es «El sueño de Bet-el»
  • Estudio-vida de Génesis mensajes 72

Betel, el sueño de Dios, de Jacob y nuestro sueño

Dios sueña con obtener la Nueva Jerusalén, que es la morada eterna de Dios y Sus elegidos (Ap 21:2, 22)
Dios sueña con obtener la Nueva Jerusalén, que es la morada eterna de Dios y Sus elegidos (Ap 21:2, 22)

El sueño de Dios, nuestro sueño.

Dios tiene un sueño, que es Su anhelo, el cual cumple Su propósito. Éste consiste en obtener la Nueva Jerusalén, que es la morada eterna de Dios y Sus escogidos redimidos (Apocalipsis 21:2, 22).

El principio básico de un sueño es que en él nos ocurre algo imposible. Nuestra salvación fue un sueño, el sueño inicial de nuestra vida espiritual. Nosotros fuimos salvos aún cuando era imposible. Nuestra entrada en la vida de iglesia también fue un sueño espiritual. Todo aquel que ha entrado en la vida de iglesia ha tenido un sueño en el cual se ha producido algo imposible.

Siguiendo este principio, el sueño de Dios es no solamente algo maravilloso sino que es algo completamente imposible según nuestras percepciones y capacidades naturales. Dios tiene un sueño, y aunque es imposible para el hombre es posible para Dios. Este sueño es maravilloso y por definición es algo imposible, pero es un sueño que Dios está llevando a cabo. Este sueño consiste en la obtención y edificación de la casa de Dios, Betel.

Dios se propuso llevar a cabo una serie de pasos para cumplir el anhelo de Su corazón, para ello creó todas las cosas, y en el centro de la creación colocó al hombre. El hombre fue creado de manera sustancialmente diferente de todas las demás partes de Su creación. El hombre fue creado a Su imagen, conforme a Su semejanza, con un espíritu que generó un alma viviente, la clase de vida más elevada exceptuando la vida divina, le encomendó al hombre Su autoridad (Génesis 1:26) para que el hombre fuera capaz de contenerlo y expresarlo. ¡Aleluya! Entonces el hombre fue puesto en el huerto del Edén, frente al árbol de la vida, para que comiera del fruto de este árbol y recibiera así el elemento de Dios.

Sin embargo, el hombre, instigado por el enemigo, comió del árbol del conocimiento del bien y del mal, e ingirió el elemento letal del enemigo. Esta es la caída del hombre. Ahora el pecado y la muerte están en el hombre y constituidos en su ser.

Pero Dios aún tiene un sueño. Para su cumplimiento se hizo hombre, vivió como tal, murió sin pecados, resucitó y ascendió para regresar como el Espíritu vivificante (Juan 14:16-18; 1 Corintios 15:45; 2 Corintios 3:17-18; ) para morar en el hombre y constituirse en él. Esta es la clase de procedimiento perfectamente excelente e imposible que Dios hace posible para cumplir Su sueño de edificar Su casa. ¡Aleluya!

El elemento de la vida de Dios, que el hombre había perdido cuando cayó, vuelve a estar disponible en la práctica. Dios vuelve a ofrecerse al hombre. Dios vuelve a estar accesible. El hombre es redimido por Dios para que el hombre recobre la posición adecuada para tomar y recibir a Dios. Entonces cuando el elemento de Dios está en el hombre y el elemento del hombre está en Dios, queda establecida la base para la edificación de la morada de Dios:

La casa de Dios es el lugar para el descanso de Dios, Su satisfacción y Su expresión. Dios se siente en Su hogar cuando está en Su casa (Efesios 2:22) y es la manifestación de Dios en la carne, Dios manifestado en el hombre (1 Timoteo 3:15). Finalmente, la casa de Dios será ampliada como la Nueva Jerusalén (ver Apocalipsis 4:2-3; 21:11), Su sueño Dios tuvo un sueño, una ciudad edificada, como consumación de Su economía; esta edificación es la mutua edificación de Dios en el hombre y del hombre en Dios: El edificio de Dios es un Dios-hombre, un edificio en el cual Dios es el hogar del hombre (Salmos 90:1; 91:1, 9) y el hombre es el hogar de Dios (Isaías 66:1-2; 57:15; Juan 14:20, 23; 15:5; Apocalipsis 21:3, 22).

El sueño de Dios llega a ser nuestro sueño. La esencia de cualquier sueño espiritual genuino es la confluencia de Dios y el hombre. Nada que tenga que ver con Dios sin el hombre, o que trate del hombre excluyendo a Dios, tiene que ver con Cristo. Cristo es la escalera espiritual que trae el cielo a la tierra y une la tierra con el cielo (Juan 1:51).

El sueño de Jacob es el sueño de Dios

El sueño de Jacob es el sueño de Dios, Betel, la casa de Dios, que es la morada de Dios y el hombre.
El sueño de Jacob es el sueño de Dios, Betel, la casa de Dios, que es la morada de Dios y el hombre.

El sueño de Jacob fue un sueño de la meta de Dios, el sueño de Bet-el, el sueño de la casa de Dios (Génesis 28:10-22), la cual hoy es la iglesia (1 Timoteo 3:15) y cuya consumación será la Nueva Jerusalén.

Jacob fue escogido por Dios desde el vientre de su madre. Él estaba al tanto de esto, sin embargo vemos cómo actuó de manera negativa, fue un engañador, robó, mintió y fue astuto de manera inapropiada.

Dios había asignado de antemano la primogenitura para Jacob. Él mismo quería la primogenitura de una manera muy intensa. Para alcanzar su objetivo se comportó como un suplantador, mentiroso, ladrón, es decir, usó sus habilidades naturales, fue completamente independiente de Dios. El agarrar el calcañar de su hermano fue algo que hizo siempre a juzgar por la sagacidad e impureza con que actuó.

Jacob anhelaba la primogenitura y la bendición paterna, para ello fue habilidoso, usó triquiñuelas e hizo planes que más bien parecían conspiraciones. Todo esto no le llevó a obtener y disfrutar la primogenitura, sino que este fue el medio que Dios usó para tratar con él, quebrantarlo como hombre natural, y que alcanzara la madurez, para el apropiado disfrute y ejercicio de Su primogenitura. Todas estas cosas que vemos en Jacob no llegan al estándar de la justicia de Dios, y en su camino Dios tenía que cortarlas de raíz.

Ya que Jacob robó la bendición que su hermano Esaú debió haber recibido de parte de su anciano padre, tuvo que huir de la casa familiar hacia donde vivía su tío Labán con su familia. En Genesis 28 vemos que el llegó a un lugar en el desierto, un sitio inhóspito y en una situación de soledad. Allí, tomó una piedra, la puso como almohada y se quedó dormido.

Una vez que, producto de su comportamiento bajo y criticable, tuvo que huir hacia el desierto, él durmió solo y desamparado, y tuvo un sueño en el que vio una escalera que alcanzaba hasta los cielos. Vio ángeles que subían y bajaban por ella. En este sueño Dios le hizo una promesa inimaginable: Que llegaría a ser una bendición para toda la tierra. Esta promesa estaba relacionada con la simiente, la tierra y con él mismo. Esto es increíble. ¿Cómo es posible que alguien como Jacob recibiera una revelación tan elevada, importante y excelente de parte de Dios?

Al despertar dijo: Seguramente esta es la casa de Dios; este es un lugar increíble, esta es la puerta a los cielos. Y tomó la piedra-almohada y la erigió como una columna, derramando aceite sobre ella, y llamó Betel a ese lugar. Jacob, un suplantador y un engañador, fue obligado a huir de la comodidad de su casa y a vagar por el desierto y allí Dios salió a su encuentro y le proporcionó un sueño que se convertiría en lo más importante en Génesis y en toda la Biblia.

Siempre en nuestra vida, todos y cada uno de nosotros, llegamos en algún momento a un punto en que nos encontramos alejado de todas las cosas que nos son agradables y conocidas. Es allí donde Dios sale a nuestro encuentro y nos da un sueño. Dios está esperando que nos hallemos en un lugar que nos permita estar listos y ser receptivos para Su revelación a nosotros. Dios nos espera para mostrarnos Su sueño, que llega a ser nuestro propio sueño; del mismo modo en que el sueño de Dios llegó a ser el sueño de Jacob.

Hoy la casa de Dios es la iglesia

El sueño de Jacob se está cumpliendo hoy. La esfera en la que esto ocurre es la iglesia (1 Timoteo 3:15). Este cumplimiento es gradual. Su plenitud y consumación lo tendremos en la Nueva Jerusalén, que es la morada eterna de Dios y el hombre  (ver Apocalipsis 21:3, 22).

En el Antiguo Testamento la casa de Dios era el tabernáculo y posteriormente el Templo. Hoy la casa de Dios es la iglesia. Dios mora en Su iglesia. La iglesia es donde el hombre y Dios están juntos. Es el encuentro de Dios y Sus escogidos y redimidos, la morad actual y real de Dios.

¡Dios, actualiza nuestro sueño de Ti. Muéstranos más de Ti para Tu propósito. Hoy Tu sueño está parcialmente cumplido. Revélate a nosotros. Queremos tener una experiencia nueva, fresca y rejuvenecida de Ti. Continúa madurándonos en nuestra filiación para que Tu casa esté completada. Sigue adelante con Tu edificación. Queremos ser Tu satisfacción y descanso. Sigue mezclándote con nosotros. Amén!

El sueño de Dios es la Nueva Jerusalén. Cuando pensamos en el sueño de Jacob y el sueño de Dios, si vemos la Nueva Jerusalén, la edificación de un Dios-hombre corporativo como morada mutua de Dios y el hombre, un edificio en el cual somos la morada de Dios (Isaías 66: 1-2; 57:15; Juan 14:20, 23; 15:5; Apocalipsis 21:3, 22) y Él es nuestra morada Salmos 90:1; 91:1, 9), entonces está llegando a ser nuestro propio sueño. ¡Alabado sea el Señor! Este no es un edificio material hacia el cual nos dirigimos salvando un espacio o un tiempo. La edificación de Dios produce un edificio espiritual para el cual el hombre debe ser edificado en Dios y Dios edificado en el hombre. Esto no sólo es maravilloso, sino que es la maravilla única que ocupa el corazón de Dios y satisface a Dios. Lo que cumple el propósito de Dios.

Si como creyentes nuestro sueño consiste en ser la morada de Dios y y que Dios llegue a ser nuestra morada. Si esta visión, este sueño, nos ocupa y nos cautiva, entonces es ciertamente nuestro sueño. En este caso, sin importar nuestro grado de madurez, edad física o trasfondo, podemos declarar: «¡Gracias Señor por Tu sueño que es el sueño de Jacob, que es ahora nuestro sueño, que cumple Tu propósito. Amén!«

Estas son notas de mi disfrute del Señor

  • – en «La palabra santa para el avivamiento matutino, Estudio de cristalización de Génesis (5), semana 25, cuyo tema es «El sueño de Bet-el», que puedes obtener aquí y aquí,
  • – en el Estudio-vida de Génesis mensajes 68 y 72,
  • – en el libro «El árbol de la vida, capítulos 1 y 5,
  • – junto con los versículos referidos y sus notas correspondientes de la Santa Biblia versión recobro, que puedes obtener aquí o (para los residentes en España) aquí.

 

Todas las cosas son sombras de Cristo

Cristo es el cuerpo de todas las sombras.

Nuestra comida, nuestra bebida, nuestra ropa, nuestra casa, nuestro descanso y satisfacción son todos sombras de Cristo. Como nuestra sombra cuando estamos al sol, todos estos asuntos y cosas son sombras de Cristo.

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«Todos los aspectos de nuestro vivir son sombra de Cristo. Él es la comida, la bebida, el completamiento, el descanso, la luna nueva y la fiesta verdaderos. Diariamente comemos y bebemos de Él, semanalmente tenemos completamiento y descanso en Él, y durante todo el año Él es nuestro gozo y disfrute (Colosenses 1:17-18, 3:11; 1Corintios 10:3-4; Mateo 11: 28-29; Juan 1:5, 8:12)

nadie os juzgueEl Cristo que amamos es bello y maravilloso. Este Cristo atractivo es la esencia de la Biblia. «La Biblia abarca un miles de asuntos y trata un sinnúmero de doctrinas, pero tiene un sólo centro, Cristo mismo». Los cristianos deberíamos estimar todas las cosas y evaluarlas según Cristo, ni más ni menos, el cual es (y debe llegar a ser en la práctica) nuestro todo. Sería estupendo que pudiéramos llegar a trascender la tradición y asimilar la revelación que encontramos en la epístola a los colosenses, donde Cristo está presentado como la realidad de nuestra comida, bebida, descanso, disfrute… Si hacemos esto nuestra manera de vivir ya no será la misma.

Cristo experimentado es nuestro premio.

Colosenses 2:16-17, en el versículo 18, Pablo habla de un premio. Este premio precisamente consiste en disfrutar a Cristo como el cuerpo de todas las sombras. ¡Aleluya! Esta es una revelación sencillamente magnífica.  Disfrutar a Cristo es el premio mayor. Cuando alcanzamos a experimentar a Cristo, Cristo en nuestro disfrute es en sí mismo el premio. En Su disfrute nosotros estamos experimentando al Señor, que incluye todas las riquezas disponibles. Esto es incomparable; más allá de cualquier cosa que pueda ser escrita y descrita. Cuando no tenemos el disfrute de Cristo, nuestra vida está vacía, la Palabra carece de sentido, todo está gris y nos sentimos tan desanimados.

«Según [Colosenses] 1:26, la parte de la palabra de Dios que el ministerio de Pablo completó fue «el misterio que había estado oculto desde los siglos y desde las generaciones pero que ahora ha sido manifestado a Sus santos». Este misterio es Cristo en nosotros, la esperanza de gloria (v. 27). Por mucho conocimiento que tengamos de la Biblia, la revelación divina que logremos aprehender estará incompleta si no experimentamos a Cristo cada día, cada semana, cada mes y cada año… Si carecemos de la experiencia y disfrute de Cristo, también carecemos de la revelación divina. El completamiento de la revelación divina depende del Cristo que experimentemos»

La vida cristiana es un asunto de experimentar a Cristo. Cristo, quien es el Dios completo, como el Espíritu vivificante, está en nosotros. Así nuestro acceso a Él no es simbólico sino real, directo, orgánico y efectivo. Hemos de experimentar a Cristo en cada cosa que hagamos. Hemos de verlo como la sustancia de cada aspecto de nuestra vida, en le comer, en el beber, en el vestirnos… «aún el hecho de respirar debe recordarnos de nuestra necesidad de respirar a Cristo espiritualmente» (2Corintios 4:16; Filipenses 1:19-21).

Cristo debe ser disfrutado como la realidad de todo lo que necesitamos.

Cristo es nuestro aliento (Juan 20:22); Cristo es nuestra bebida (4:10, 14; 7:37-39); Cristo es nuestro alimento (6:35, 57); Cristo es nuestra luz (1:4; 8:12); Cristo es nuestra vestidura (Gálatas 3:27); Cristo es nuestra morada (Juan 15:5, 7; Salmos 90:1, 91:1).

¡Gracias, Señor, que eres la realidad de todas las cosas. Queremos experimentarte. Queremos contactar contigo y disfrutarte. Que seamos los que te disfrutan cada día, en cada cosa. Revélate a nosotros para que te veamos. Queremos ser conscientes de ti en nuestra vida diaria. Queremos tomarte y aplicarte en todo. Gracias que estás disponible. Tú eres nuestra comida y bebida; nuestro descanso y completamiento; nuestra satisfacción y alegría; nuestra casa y nuestro aire; nuestro disfrute y nuestra satisfacción. Amén!

Notas tomadas a partir de la lectura, oración y disfrute de La Palabra santa para el avivamiento matutino, La visión celestial, semana 2: La Visión de Cristo, junto con los versículos señalados y sus notas correspondientes de la Santa Biblia versión recobro, editada por Living Stream Ministry, y los fragmentos citados de y referenciados a:

Estudio-vida de Colosenses, mensajes 15, 24-25; A General Sketch of the New Testament in the Light of Christ and the Church, part 2: Romans through Philemon, cap. 19; The Collected Works of Witness Lee, 1965, t.1, «The Experience of Christ in Galatians, Ephesians, Philippians, and Colossians, cap. 1; Los cuatro elementos cruciales de la Biblia: Cristo, el Espíritu, la vida y la iglesia, páginas 53-54; Estudio- vida de Colosenses, páginas 309, 503, 506-508; estudio-vida de Colosenses, mensajes 35 y 55; El misterio de Dios y le misterio de Cristo, capítulo 2; La visión celestial, capítulo 1; Mensajes para aquellos en le entrenamiento del otoño de 1990, capítulo 18; The Collected Works of Witness Lee, 1966, tomo 1, «Christ-Our Portion», capítulo 3.

 

 

El arrepentimiento por causa del reino

Juan el bautista comenzó su predicación diciendo «Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado (Mateo 3:2). Notemos que nunca nos dice: «Arrepentíos y seréis salvos» o «arrepentíos o iréis al infierno.

«La palabra arrepentirse significa cambiar de parecer, cambiar de manera de pensar». Está relacionada con el cambio en nuestro razonamiento, «conceptos, ideas, filosofía e, incluso nuestra teología. Todos tenemos necesidad de arrepentirnos… [tenemos que arrepentirnos de todo, aún de lo que es bueno]. Tenemos que cambiar nuestra perspectiva».

¿Por qué es necesario arrepentirse por causa del reino? Porque sin importar quiénes somos, dónde estamos o cuáles son nuestros conceptos favoritos, no estamos en realidad a favor del reino. Necesitamos arrepentirnos. Podemos estar a favor del mal, del bien, de la educación, de dejar las escuelas, de las misiones, de la contemplación solitaria, de la religión, de los dones, del cristianismo, de los dones… nada de esto es el reino. Necesitamos arrepentirnos. La era neotestamentaria es la era del reino. Si no estamos en el reino y no vivimos para el reino, sin importar ninguna otra cosa, tenemos que nos arrepentirnos.

¡Señor, Tú eres nuestra luz. Brilla en nosotros para que nos arrepintamos. Un arrepentimiento cabal y profundo, de todos nuestras opiniones y preferencias. Queremos arrepentirnos de nuestros planes, de nuestras cosas buenas. Revélate a nosotros en Tu Palabra. No queremos dejarte solo. Anhelamos ser uno contigo. Queremos estar en el reino de una manera clara y práctica. Señor, hemos de aprender a permanecer y vivir para el reino. Ten misericordia de nosotros para que seamos habitantes del reino. Gracias que por nacimiento hemos hallado acceso a tu reino. Revela Tu reino a nosotros. Amén!

Ref: “El reino” de Witness Lee, capítulo 1.

Para llevar a cabo la economía de Dios necesitamos la visión celestial

Sólo llevaremos a cabo la economía de Dios, de acuerdo al deseo del corazón de Dios, haciendo la obra del Cuerpo (Efesios 3:9; Hechos 13:2) cuando seamos reconstituidos por la visión de la economía de Dios, que nos revela y nos muestra una escena extraordinaria, de manera gloriosa e interna, de Dios.

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Debemos recibir una visión para servir a Dios. Solamente existe una manera apropiada de servir a Dios y ésta no consiste en nuestros gustos, en lo que es usual, en aquello que se considera mejor o más adecuado, ni siquiera lo que es más ventajoso. Tampoco está relacionado con nuestras preferencias, acuerdos o necesidades exteriores, sino de la revelación. El verdadero servicio servicio cristiano debe ser puro en su constitución:

«Ningún elemento humano (natural) debe ser introducido en el servicio a Dios, es decir, nada de nuestro pasado, nada que sea chino [ni europeo], nada que sea viejo, ni tampoco nada que sea nuevo… La visión celestial detiene las prácticas y métodos terrenales de los siervos de Dios. La visión celestial nos corrige».

Para q s conviertan

Recientemente compartíamos que la visión celestial nos dirige o encamina a la meta de Dios, que es la edificación del Cuerpo de Cristo cuya consumación será la Nueva Jerusalén (Efesios 4:16; Apocalipsis 21:9-10). Todo el que sirve debe hacerlo con una visión (Hechos 26:19; 9:3-5; 10, 12, 15-16, 20, 22), la cual proviene de Dios, no de nuestro yo, nos muestra a Dios, nos relaciona con Dios y nos constituye (Mateo 16:17; Gálatas 1:15-16; cfr. Isaías 50:10-11). Si no tenemos una visión celestial significa que nuestros ojos espirituales internos están cerrados. En este caso no vemos a Dios y Su economía. Puede que haya velos delante de nuestros ojos, que no haya luz aunque nuestros ojos estén desvelados o abiertos o que simplemente estemos en la posición incorrecta u orientados erróneamente. Sólo el Señor puede proporcionar una visión celestial y sólo Dios es capaz de rescatarnos de nuestra condición actual.

«Existe la urgente necesidad de que algunos, al igual que Ezequiel, busquen a Dios, contacten a Dios y sean los sacerdotes de Dios que ministren delante de Dios. Si Dios obtiene tales Ezequieles en la actualidad, entonces los cielos les serán abiertos, la gente en la tierra podrá ver las visiones celestiales y las cosas celestiales se cumplirán en la tierra»

Es importante que nos demos cuenta que no todos los creyentes reciben la visión de la misma manera. Ejemplo: Pablo la recibió directamente. Timoteo la recibió mediante Pablo, en la comunión con Pablo, sin embargo ambos fueron personas que sirvieron siendo obedientes a la visión celestial (Hechos 22:14; 2Timoteo 3:14-15). Recibir la visión celestial es nuestra responsabilidad. Hay dos asuntos prácticos que incidirán en cuánto seamos capaces de ver, y esto influirá en la naturaleza de nuestro servicio. Primero, tiene que ver con la cantidad de cosas y asuntos de los que somos capaces de desprendernos. A nuestro ser natural le gusta hacer tesoro de todo. No sólo el dinero puede llegar a ser nuestro tesoro, sino nuestra carrera, nuestra posición social, nuestros planes, nuestros conceptos y opiniones, aún las buenas revelaciones del pasado pueden llegar a ser cosas de las que debamos desprendernos. Lo segundo es que hemos de abrirnos al Señor. Aún el abrirnos al Señor para contactarlo, disfrutarlo y obtenerlo de manera genuina, es algo que debemos llevar a Él. Tenemos la urgente necesidad de abrirnos al Señor para tomarlo. (Mateo 5:8; 2Timoteo 2:21; Jeremías 15:19; Deuteronomio 10: 2-3; 2Corintios 3:18). Podemos orar así: ¡Señor, sé que debo abrirme a ti, pero no sé cómo. Intuyo que me abro a ti muy poco. Señor, enséñame a abrirme de manera que puedas revelarte a mí. Me abro a ti hoy confiando en Ti. Señor, toma el control. Amén! Debemos ser obedientes a la visión celestial obedeciendo al Señor en aquello que ya hemos visto y sobretodo tomando a Cristo como nuestra vida, evitando ser distraídos de Él hacia las múltiples cosas que pertenecen al mundo, siendo diligentes en mantener el contacto actualizado, fresco y libre de obstáculos (Hechos 22:14-15; Juan 7:17; Colosenses 3:4; 1Tesalonicenses 5:17).

¡Señor, te amamos. En ti confiamos. Gracias que hoy estás disponible y expresado. Te necesitamos como nuestra luz y como nuestro todo. Abre nuestros ojos, retira los velos, ilumina para que te sirvamos apropiadamente. Traemos todas las cosas delante de ti y nos presentamos nosotros. Nos abrimos para contactarte y tomarte como nuestra vida. Danos una visión fresca. Amén!

Ref:

La visión rectora en la Biblia es la economía de Dios

El Dios Triuno, para llevar a cabo Su propósito, se forja en Su pueblo escogido y redimido para saturar todo su ser de la Trinidad Divina para producir y edificar el Cuerpo de Cristo, cuya edificación, cuya consumación será la Nueva Jerusalén (1 Timoteo 1:4; Efesios 3:9; 16-17; 4:4-6; Apocalipsis 21:2; 9-10).

El Dios Triuno, para llevar a cabo Su propósito, se forja en Su pueblo escogido y redimido para saturar todo su ser de la Trinidad Divina para producir y edificar el Cuerpo de Cristo. Para llevar a cabo Su propósito de esta manera, Dios se hizo carne, pasó por el vivir humano, murió, resucitó y llegó a ser el Espíritu vivificante (1Corintios 15:45) para poder entrar en nosotros como vida e impartirse en cada creyente para producir la iglesia, que es el Cuerpo de Cristo, que además es la Casa de Dios, el reino de Dios y el complemento de Cristo, que alcanzará Su plenitud y consumación como la Nueva Jerusalén (1 Timoteo 1:4; Efesios 3:9; 16-17; 4:4-6, 1:22-23; Apocalipsis 21:2; 9-10; Juan 1:14; Apocalipsis 21:2).

Si vemos la visión celestial de la economía de Dios y ésta llega a forjarse dentro de nosotros, el efecto será poderoso y duradero (Proverbios 29:18, Hechos 26:19). Cuando el apóstol Pablo testificaba ante el rey Agripa, todo cuanto menciona no  es una doctrina, teoría, credo religioso ni alguna teología, sino una visión celestial, en la cual el apóstol vio las cosas divinas relacionadas con la impartición del Dios Triuno en Su pueblo escogido, redimido y transformado. Todo lo que Pablo predicó en Hechos y lo que escribió en sus catorce epístolas, desde Romanos hasta Hebreos, constituye una descripción detallada de la visión celestial que él recibió.

poderoso y duradero

Nuestra verdadera transformación proviene de la operación del Dios Triuno dentro de nosotros, no de cierto sistema ético, o de simplemente tener mayores conocimientos o que nuestras intenciones sean mejores. Cuando recibimos la visión, a partir de que nuestros ojos sean abiertos, que los velos caigan y que el Señor nos ilumine, para que la revelación contenida en las Escrituras sea revelada a nosotros, nuestro ser completo cambiará. Ya no volvemos a ser los mismos. No es posible tener una visión como la que Pablo tuvo y quedarnos igual. Nuestros conceptos previos se disiparán, nuestra actitud, conversaciones, pensamientos y prioridades serán cambiadas. Sentiremos un gozo interno inefable y un sentido definido y evidente del disfrute del Señor y Su presencia (Hechos 9:3-9, 11-12, 20, 22; Filipenses 3:4-8). Antes de recibir la visión Pablo pensó que perseguía sólo hombres, sectarios peligrosos; estaba seguro que con su acción estaba corrigiendo a los equivocados, malvados y heréticos (Hechos 24:14). El creyó que sus actos eran estrictamente terrenales, sin sospechar que estos hombres estaban unidos con Dios en Cristo por su fe en Él. Finalmente ver que estaba persiguiendo a Jesús fue para él una conmoción enorme, una visión profunda, elevada y radical, que afectó a toda su persona, su futuro, sus acciones, su entendimiento, sus planes y todo.

Dios, además, le mostró el Cuerpo de una manera muy clara y práctica. Inmediatamente no le dio una tarea para que la llevara a cabo sino que le mostró que necesitaba un miembro del Cuerpo que lo iniciara en la identificación con el Cuerpo. Esta visión del Cuerpo fue clave para el posterior ministerio de Pablo y para todo el ministerio neotestamentario. Saulo vio que sus muchos conocimientos previos, sus grandes capacidades, su comprensión y entendimiento anteriores no le servían a Dios, quien lo cegó. Ahora sus ojos espirituales estaban abiertos y podía abrir los ojos de otros (Hechos 26:18). Vio que había sido llamado y elegido previamente (Gálatas 1:15). Ahora, como cautivo de Cristo en Su procesión triunfante que celebra la victoria de Cristo (2Corintios 2:14), era un ministro de Cristo.

La visión celestial nos cautiva y captura; nos reconstituye, nos rige, nos restringe, nos regula y nos resguarda (Proverbios 29:18). Para que la visión tenga un efecto duradero necesitamos que sea forjada en nosotros (Hechos 9:3, 5). Entonces somos limitados de una manera saludable a la línea central de la revelación en las Escrituras, la economía de Dios (1Timoteo 1:4), cuando la luz del evangelio de la gloria de Cristo resplandece en nosotros para la iluminación del conocimiento de la gloria de Dios (2Corintios 4:4, 6). Entonces nuestra vida llega a estar llena de sentido y propósito, y nos encontramos motivados, energizados, perseverantes (2Timoteo 1:9; Hebreos 12:1-2) y somos dirigidos a la meta de Dios (Filipenses 3:3-14; 1Timoteo 1:4). El problema con muchos cristianos hoy es que tienen su propia meta y aducen que su meta privada es para la gloria de Dios. Muchos hoy conocen y pueden hablar de su propia meta y propósito, pero no saben cuál es la meta y propósito de Dios. Para experimentar a Dios de manera apropiada debemos ver cuál es la meta de Dios. Esto implica que debemos ver cómo Dios está alcanzando esa meta, para poder formar parte de este único proceso celestial, donde somos uno con el Señor en Su mover. Este es el camino en el cual Él lleva a cabo Su propósito, y cumple Su anhelo, revelado en las Escrituras.

La visión está relacionada con el mover y el propósito de Dios. Dios se revela en Cristo como el Espíritu a nosotros, en estrecha concordancia con lo que Él está haciendo, la manera en que lo realiza y según lo que quiere llevar a cabo. Por ello, mediante la visión, nos llevará a actuar en consonancia consigo mismo (Hechos 10:1-33; 13:2). Cuando recibimos la visión de manera genuina tenemos un camino práctico para seguir adelante, Cristo es claro y visible para nosotros, tenemos el denuedo necesario para avanzar (1Timoteo 26:18-19), somos guardados en la unidad real e introducidos en la unanimidad (Efesios 1:17-18, 4:3; Hechos 1:14, 2:46, 4:24, 5:12).

¡Señor, nos abrimos a Ti para que Te reveles a nosotros. Confesamos que estamos carentes. Confesamos que somos independientes aún de Ti. Vamos a ti en este momento sólo por Tu misericordia. Danos una visión celestial de Tu economía. Revélanos Tu propósito, Tu meta, Tu deseo y Tu anhelo. Revélate a nosotros para ser uno contigo. No estamos de acuerdo con ser lo que somos hoy. Captúranos y cautívanos, ilumínanos y arrástranos. Necesitamos un nuevo comienzo. Restaura el gozo inefable en nosotros. Tú eres fresco cada día. Que tu meta sea nuestra única meta. Que tu manera sea nuestra única manera. Que Tus prioridades sean nuestras únicas prioridades. Ponemos todo en tus manos, Señor. Gracias. Amén!

Ref: La Palabra santa para el avivamiento matutino, La visión celestial, semana 1: La visión que rige y regula; la visión de la economía de Dios.

Que el Señor nos lleve a un monte alto y nos libere para ver la visión

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Necesitamos orar. Es urgente entre los cristianos. Me refiero a orar de una manera específica, en una dirección definida. Hablo de una oración al Señor para que seamos conducidos a un monte alto por causa de nuestra actual condición. Como Juan, que cuando el Señor le dio la visión de Babilonia él estaba en un sitio desolado, el desierto, pero para recibir la visión de la Nueva Jerusalén, fue llevado a un monte alto, que es “una esfera trascendente, a fin de tener una visión que fuese de largo alcance, una visión excelente”.

Debo confesar que yo el primero y el más necesitado necesito el monte alto donde el Señor en Su misericordia, en Su amor y para Su economía se presente a nosotros de una manera en que seamos alumbrados de manera radical y profunda (Ap 21: 9-10; Hechos 10-16).

Hemos de aprender a venir diariamente a la Biblia cuando venimos al Señor y a venir al Señor cuando leemos la Biblia. Hacer una confesión cabal y luego no ser negligentes en este asunto ya que los pecados son un obstáculo en nuestra relación con el Señor y pudieran disminuir la eficacia en nuestra interacción con la revelación divina.

Leer la Palabra con oración es algo que nos encanta hacer. Esta práctica es muy saludable por cuanto las Escrituras, en su esencia, son Espíritu y vida. No es una herramienta nada adecuada la mente para tomar la Palabra cuando funciona ella sola, como cuando leemos un periódico. Hemos de ejercitar nuestro espíritu en la lectura de la Palabra. No sólo orar antes de leer sino leer con oración, invocando Su nombre, diciendo amén, convirtiendo la Palabra en nuestra oración para obtener el beneficio más profundo de nuestro tiempos de lectura.

Si ejercitamos nuestro espíritu al leer la Palabra obtendremos revelación de la misma porque más que absorber conocimiento, que lleva a un entendimiento natural, tendremos comunión con el Señor en Su Palabra, que lleva al disfrute de Cristo y a la revelación, lo que hará que tengamos una visión celestial. Es necesario que el Señor resplandezca sobre Su revelación para que nosotros veamos. Es simple el hecho que necesitamos una visión. A menudo descuidamos nuestra relación con el Señor y somos naturales cuando de la Palabra se trata. Pensamos que la Biblia es un libro ético, un compendio de buenas enseñanzas o un registro histórico acerca de un gran maestro religioso y otras cosas.

Este entendimiento pertenece a los rudimentos del mundo y no tiene nada que ver con un cristiano, hijo de Dios, nacido de nuevo, en el reino, miembro del Cuerpo y la familia de Dios, participante de las riquezas de Cristo para la edificación espiritual que alcanzará su final y consumación plena como la Nueva Jerusalén, que es la incorporación terminada y suprema de la unión de Dios y el hombre y la culminación del Cristo agrandado en ascensión. Todas estas cosas en realidad tienen muy poco que ver con un enfoque académico y formal de la Palabra de Dios, especialmente en lo que se refiere a la experiencia del cristiano y el ministerio del Nuevo Testamento para el propósito de Dios. Necesitamos orar para que los velos nos sean quitados, necesitamos la luz para poder tener la visión. Sin la luz no podremos ver, aunque los velos hayan sido quitados y también tendremos el entendimiento de la visión mediante la sabiduría del Espíritu.

¡Señor, tú conoces nuestra necesidad mejor que nosotros mismos. Nos ponemos en tus manos. Llévanos a un monte alto. Ya no queremos estar en el valle donde estamos. Llévanos a un monte alto y libéranos. Oramos ahora con sentido de urgencia. Señor, libéranos de la dictadura de nosotros mismos. Sácanos de nuestro yo, de nuestras propias experiencias. Incluso de aquellas buenas experiencias del pasado. Sálvanos de nuestro conocimiento, incluso de aquel bueno y bíblico. Para que podamos estar en una nueva esfera. Necesitamos estar elevados para tener un gran panorama. Necesitamos acceder a una vista trascendente de la visión gloriosa. Amén!

Esto no sólo tiene que ver con una persona, el que ora, aunque también, sino que tiene que ver con todos. Los que amamos al Señor, los que hemos sido regenerados al creer y recibir al Señor en nosotros, queremos servirle apropiadamente. Queremos funcionar de manera adecuada, tener una relación profunda y satisfactoria con el Señor pero sobre todo queremos que Dios sea satisfecho y Su propósito sea cumplido. Por ello cuando presentamos a otros la Verdad que hemos recibido, en términos espirituales, no se trata de enseñar conocimiento, procedimientos e información aprendidos. este hecho no debe ser un montón de conocimientos y procedimientos que hemos aprendido en un aula o grupo académico. Más que una “enseñanza, doctrina o conocimiento obtenido a través de una lectura, sino una visión”. Esta visión que recibimos en el espíritu bajo el resplandor de la luz divina (1 Timoteo 4:6; 1Juan 1:1-3).

Ministrar la Palabra en realidad significa que algo que hemos recibido como una visión espiritual y celestial es presentado a otros (2Timoteo 2:2, 15, 25, 1Juan 1:1-3; Apocalipsis 1:11a).

“Cuánto desearía que cada hermano tuviera esta clase de actitud y deseo, y le dijéramos al Señor: Deseo ser liberado y llevado a un lugar fuera de mí mismo, deso ser liberado de mis pecados malvados y también de mis experiencias buenas y espirituales. Aunque he tenido ya muchos logros, deseo ver una visión que sea más elevada, más grande, más profunda, más rica, y de mayor alcance y trascendencia”, la visión gloriosa de Dios.

Ref:  La Palabra santa para el avivamiento matutino, La visión celestial, semana 1: La visión que rige y regula; la visión de la economía de Dios.

Las visiones de Dios nos hacen ver las cosas divinas, espirituales y celestiales

DSC_0051Podemos aprender las ecuaciones, los nombres de los elementos químicos o ciertas habilidades sociales, sin embargo Pedro supo que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios viviente y en este caso, el Señor le dijo:

“Bienaventurado eres, Simón Barjona, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino Mi Padre que está en los cielos” (Mateo 16:16-17).

Él no aprendió nada, no cosechó una habilidad o entendimiento a partir de cierto entrenamiento o ejercicio académico, ni siquiera aplicando conocimiento previo, sino que a Él le fue revelado, dado como visión, es decir, mostrado. Él “vio” que Jesús, su maestro, el caminaba junto a Él y les hablaba maravillosamente es el Cristo y que este Cristo es Dios mismo como hombre. ¡Esto es maravilloso!

Nosotros como cristianos conocemos el número de libros del Nuevo Testamento, incluso podríamos hablar de muchos de ellos con razonable certeza, o hablar el evangelio de salvación a alguien más, no obstante debemos ver que necesitamos una visión y una visión es una revelación. Esta revelación está contenida en las escrituras. La Palabra de Dios es esta revelación, pero permanece cerrada, lo que significa que la revelación que está contenida allí no es nuestra revelación o no ha sido revelada a nosotros. ¡Necesitamos revelaciones como Pedro!

Necesitamos ver qué es ser hijo del Dios viviente, que ocurrió en la muerte de Cristo, el significado intrínseco de la iglesia y el candelero, qué ocurrió en la resurrección, la diferencia entre la divinidad entrando en la humanidad y la humanidad entrando en la divinidad, el destino final de la edificación de Dios, el Cuerpo de Cristo y muchos aspectos más que forman parte de la economía neotestamentaria de Dios.

Si no tenemos una visión genuina y real, no importa cuántos grados escolares hayamos superado y qué nivel profesional hayamos alcanzado, ni siquiera nos servirá el gran amor que Dios tiene por nosotros, Sus promesas o Su poder para tener una experiencia cabal y satisfactoria y un servicio verdadero. Si nosotros en la práctica no estamos en la posición adecuada, con la orientación apropiada y la condición correcta frente a Dios, estaremos profundamente carentes. Después que Pedro recibió la revelación del Padre habló la verdad y fue diferente, lo cual no hubiera sido posible con ningún esfuerzo humano o con las mejores de las intenciones.

Carentes

Para recibir una visión necesitamos tres cosas: Revelación (que el velo delante de nuestros ojos espirituales sea retirado), luz y vista (Efesios 1:17-18). Aún cuando el velo nos es quitado, si no tenemos luz (Salmos 36:9) no veremos (2 Corintios 4:6; 1 Juan 1:5,7).

“Cuando la luz divina resplandece sobre la revelación divina contenida en la Palabra; la revelación divina llega a ser la visión divina; cuando además de esto tenemos la vista, podemos ver la visón celestial» (Efesios 1:17-18, 3:9)

Si nuestro espíritu no es regenerado, es decir, si como el Señor le dijo a Nicodemo, no nacemos de agua y del Espíritu no podremos acceder de ningún modo a la luz divina que resplandece en nuestro espíritu, necesaria que la revelación en la Palabra llegue a ser nuestra visión. Así que hemos de ser hechos hijos de Dios, genuinos, no adoptados, para que el elemento de Dios esté en nosotros y así tengamos real acceso a Él. ¡Aleluya! Significando que Espíritu esté en nuestro espíritu. Además necesitamos ejercitar nuestro espíritu, que es contactar al Señor en nuestro espíritu, en la Palabra, para disfrutarlo como nuestras riquezas, sólo entonces serán alumbrados los ojos de nuestro corazón y sabremos cuál es la esperanza a la que hemos sido llamados, las riquezas de Su gloria, la herencia que tenemos, la supereminente grandeza de Su poder, la operación del poder de Su fuerza, la realidad de la resurrección, el reinar en vida con Cristo de una manera muy real y práctica, la victoria en Cristo, Cristo como nuestra ascensión, la consumación y final de esta era, Cristo como nuestra Cabeza, la dependencia maravillosa y necesaria, le árbol de la vida como principio rector de nuestra experiencia y práctica, el Cuerpo de Cristo como la suprema incorporación orgánica de lo divino y la humanidad regenerada, el Cristo agrandado y expandido para llegar a ser la Nueva Jerusalén (Efesios 1:17-23, Apocalipsis 21:2, 9-10). ¡Aleluya! ¡Esto es insuperable y celestial!

¡Señor, concédenos revelaciones frescas y genuinas. Que lleguemos a tener una visión. Muéstranos el panorama paso a paso. Desvela tu economía para nosotros. Nos presentamos a ti para disfrutarte y tomarte como todas las cosas. Revélate a nosotros. Límpianos y purifícanos. Gracias que por tu sabiduría y revelación disponibles. Gracias por Tu Palabra y Persona vivientes. Gracias que hoy está en nosotros. Gracias que eres accesible. Gracias que la iglesia es Tu plenitud. Gracias por tu realidad en nosotros. Gracias por tu salvación completa. Te alabamos Señor, amén!

Ref: La Palabra santa para el avivamiento matutino, La visión celestial, semana 1: La visión que rige y regula; la visión de la economía de Dios.

Necesitamos una visión celestial

DSC_0057Todos los cristianos necesitamos una visión celestial (Hechos 22:14). El apóstol Pablo, cuando era un religioso voluntarioso y muy bien educado en la ley y las normas externas, el fariseo Saulo de Tarso, tenía muchos conocimientos. Era un hombre reputado por su autodisciplina, se devoción, su consecuencia con aquello que consideraba correcto y sus obras. Este hombre excepcional perseguía a los cristianos porque pensaba que eran enemigos de Dios, que eran unos advenedizos traidores y que ponían en peligro la religión verdadera con sus creencias y prácticas erróneas, es decir, Pablo estaba equivocado absolutamente en todo. Sin embargo es comprensible que nos preguntemos cómo es posible que un hombre tan entregado a su religión, inteligente y talentoso pudiera errar de manera tan completa.

Sí, él estaba lleno de información correcta y apropiada, valoraba mucho la tradición de sus mayores y ancestros, amaba la letra de la ley entregada por Dios a Moisés, sin embargo, espiritualmente estaba ciego. Esta es la respuesta. No era capaz de ver. En la experiencia espiritual ver es entender recibiendo una revelación de Dios.

Camino a Damasco, donde Saulo se dirigía para arrestar a los cristianos y llevarlos a Jerusalén (Hechos 26:12), brillo la luz celestial y entonces escuchó la voz del Señor (Hechos 26:13), le habló al Señor, le aceptó como Señor, recibió luz con respecto a la naturaleza de aquellos a los que perseguía, ció cómo era en realidad la relación entre estos hombres y el Señor, que es la base para la realidad del Cuerpo de Cristo, fue liberado tanto de su propio pueblo como de los gentiles, le fue dada una comisión y fue dejado muy claro o inválido e incapaz que en realidad era sin Cristo.

La comisión que Pablo recibió otra vez estaba relacionada con que los hombres creyeran y fueran traídos a la luz, lo cual está en aposición, en el texto, con ser sacados de la potestad de Satanás y recibir una herencia (Hechos 26:14-19).

Pablo necesitaba una visión celestial y el Señor le proporcionó está visión. A partir de este momento él comenzó a ver, y por ende fue restringido por esta causa a seguir al Señor a la manera del Señor, a servir al Señor, a testificar del Señor apropiadamente y a tener una relación orgánica con el Señor, más allá de la relación simbólica y objetiva que tenía antes, basada en el cumplimiento de una normativa con el esfuerzo humano.

Todo y cada uno de nosotros necesitamos una visión celestial. Sin tal visión careceremos de la guía necesaria, del freno saludable (Proverbios 28:19) y de las restricciones que nos guardan. Una vez recibida la visión tenemos un panorama claro que nos cautiva, nos rige y nos regula. Esta es la visión de la economía neotestamentaria de Dios, que incluye aquello que Dios está haciendo, cómo lo está haciendo, por qué lo está haciendo y para qué. Esta visión no es más que el Cristo viviente y activo revelado a nosotros, presentado ante nosotros para que seamos salvos cada día y vitalizados para ser verdaderamente uno con Él en realidad.

Una vez que Pablo fue alumbrado y recibió a Cristo para llevar a cabo la voluntad de Dios en obediencia, él oró incesantemente por nosotros para que Dios nos diese “espíritu de sabiduría y de revelación en el pleno conocimiento de Él” y para que, alumbrados los ojos de nuestros corazones, nunca antes, sino después de este hecho, supiéramos “cuál es la esperanza a que Él [nos] ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de Su herencia en [todos nosotros”] (Efesios 1:16-18).

Pablo alumbrado

Cuando Pablo se refiere al espíritu de sabiduría y revelación estaba diciendo que nuestro espíritu que ha sido regenerado por el Espíritu de Dios al morar Dios como Espíritu en él (en nosotros). Ese espíritu regenerado, que contiene el elemento divino, nos fue dado por Dios para que tengamos sabiduría y revelación para conocerlo a Él y a Su economía. Esta sabiduría en nuestro espíritu es para conocer el misterio de Dios y la revelación viene del Espíritu que mora en nosotros para que el velo de la ignorancia de la ausencia de Dios nos sea quitado. Una vez que somos desvelados poseemos la capacidad de entender las cosas espirituales, que significa que hemos recibido la vista. Entonces el Espíritu revela estas cosas a nuestro entendimiento espiritual.

Cuánto necesitamos las revelaciones de Dios. Mucho. A veces hasta tengo la certeza que no podemos saber exactamente cuánto necesitamos en realidad las revelaciones de Dios. Después de una pequeña experiencia siempre tendemos a creer que hemos visto mucho y allí nuevamente cae le velo y se retira la luz, volviéndonos a la oscuridad y a la ceguera.

¡Señor, en realidad dependemos de ti pero nos rebelamos en nuestra ceguera. Resplandece en nosotros para que los velos caigan. Cuánto te necesitamos para que nuestros ojos sean abiertos y limpiados para que la revelación contenida en la Palabra llegue a ser nuestra. Nos entregamos a ti una vez más. Nos presentamos tal como somos. Queremos ser diligentes en hacer confesión cabal sin introspecciones, pero te necesitamos. Sálvanos de la oscuridad. Señor, no vemos. Rescátanos en la práctica de la ignorancia satánica que son sus tinieblas. Tráenos de vuelta a Ti. Preséntate a nosotros. Gracias que eres el Espíritu en nuestro espíritu. Gracias que nos has señalado de antemano para salvación. Gracias que estás. Te pedimos que tomes el control. Desconfiamos de nosotros, y aún de nuestro buen criterio. Gracias porque sabemos que necesitamos una visión celestial. Amén!

Ref: La Palabra santa para el avivamiento matutino, La visión celestial, semana 1: La visión que rige y regula; la visión de la economía de Dios.

El Señor Jesús fue un seguidor que repitió

DSC_0052«Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado» (Mateo 3:2). Así comenzó el ministerio de Juan el bautista. El reino estaba presente como elemento principal en el ministerio de Juan. La cercanía del reino era la causa de este ministerio. Podemos decir que al Nuevo testamento se le dio inicio con el reino porque Dios quiere obtener un reino para cumplir Su propósito. Juan el bautista estaba cargado con el reino. Él anunciaba, alertaba y amonestaba porque el reino de los cielos estaba muy cerca (Mateo 10:7). Era una línea muy definida. Él no improvisó ni fue original, sólo fue esa voz que clamaba en el desierto (Mateo 3:3).

Cuando el Señor comenzó a predicar no buscó ideas nuevas para proyectar una imagen de originalidad. Esto hubiera sido el fin. Anunció la cercanía del reino de los cielos (Mateo 4:17).  Si hoy alguien predicara de este modo seguro que sería el fin de la predicación del reino, porque la mayoría buscaría apartarse de este hablar en la constante búsqueda de originalidad. El Señor Jesús ciertamente no fue original, los apóstoles no fueron originales, existe una línea temática a lo largo del nuevo Testamento que es estable.

repetir y seguir

«El Señor Jesús no fue el primero en predicar el arrepentimiento por causa del reino, sino que fue el segundo». ¡Qué maravilloso que el Señor Jesús repitiera y diera continuación a la predicación de Juan el bautista».

¡Gracias, Señor, por tu reino. Gracias que nos estás abriendo este asunto. Gracias por los hermanos antes que nosotros. Gracias por aquellos a los que has dado una revelación. Gracias por el pastoreo de ellos. Danos una revelación con respecto al reino. Que veamos. Sólo podemos ver en Tu luz. Señor, resplandece y brilla. Te necesitamos. Enséñanos a repetir, continuar y seguir. Que seamos seguidores de otros apropiadamente. Amén!

Ref: “El reino” de Witness Lee.

Dios quiere obtener un reino para cumplir Su propósito

DSC_0015Dios quiere obtener un reino. «El cumplimiento de Su propósito depende en gran medida del reino» (ref. Mateo 4:23). Necesitamos luz para ver con claridad la necesidad que Dios tiene de obtener un lugar donde Él pueda ejercer Su autoridad, reinar, restaurar todas las cosas …»y entonces, vendrá el fin» (Mateo 24:14).

Cuando creímos y recibimos a Dios en Cristo como el Espíritu en nuestro espíritu, la vida de Dios entró en nuestro ser para que pudiéramos vivirle a Él. ¡Esto es misterioso y maravilloso! Hoy somos hijos de Dios precisamente como resultado de este hecho. Somos hijos de Dios engendrados por Él, no hijos adoptados. La adopción no cumpliría con los requisitos necesarios para hacer que accedamos y participemos del reino de los cielos, es decir, «ver y entrar» lo que significa ver en términos de un revelación para poder entrar, o sea estar en el reino (Juan 3:3, 5). Somos hijos nacidos del Espíritu al haber creído no por haber sido creados por Dios. ¡Aleluya que somos hijos auténticos de Dios! ¡El elemento de Dios está en nosotros! (2 Pedro 1:4) ¡Hemos sido trasladados a Su reino! (Col 1:13).

El reino es importante para Dios. Debemos ver esto. Necesitamos permanecer abiertos a Dios para recibir, no simple información contada por otros acerca de Dios, sino una revelación. necesitamos una revelación de Dios. Una vez que Dios se revele a nosotros, aún de manera básica, ya no volveremos a ser los mismos. Dios necesita un reino. ¿Es importante para nosotros que Dios precise de un reino para cumplir Su propósito? ¿Hemos comenzado a entrar en este asunto del reino? ¿Hemos orado o estamos orando con carga por este asunto? ¿Le hemos pedido a Dios que se revele a nosotros? ¿Hemos visto algo del reino? Es vital para Su economía tener un reino, un gobierno real, y eficaz, ahora.

Revelación de Dios

En Mateo 6:9-12 tenemos la oración que el Señor les indicó a Sus discípulos como una manera. Fijaos que esta oración comienza con el reino y concluye con el reino. «Venga tu reino». «Porque tuyo es el reino…»

Dios escogió a Abraham para obtener una nación. Cuando sacó a sus descendientes, el pueblo de Israel, de Egipto, les dijo: «Vosotros me seréis un reino de sacerdotes y gente santa» (Éxodo 19:6). En esta declaración tenemos «reino», «sacerdotes» y «gente santa». El objetivo de Dios, Su anhelo y necesidad es tener un reino de personas que estén bajo Su autoridad, que le sigan y obedezcan, personas que le expresen, le ministren y le muestren a todo el mundo. Personas que lleven Dios a la gente y la gente a Dios, dependiendo sólo de Dios, disfrutándole y experimentándole. Este reino compuesto por personas que estén llenos de Dios, con la vida de Dios y la luz de Dios, para que Dios pueda cumplir Su propósito. La nación de Israel era un tipo de la iglesia, un símbolo y una sombra de la realidad que es la iglesia hoy.

Hoy Dios está disponible como el Espíritu que es todo-inclusivo, procesado y consumado para residir en los creyentes y hacer Su hogar en los corazones de ellos para que seamos constituidos de Dios mismo y Cristo sea formado en nosotros, que es la edificación de Su Cuerpo, Su morada, todo lo cual alcanzará la consumación como la Nueva Jerusalén (Apocalipsis 21:2). ¡Aleluya!

¡Señor, cuánto te necesitamos. Abre nuestros ojos. Necesitamos urgentemente una revelación. Qué pequeña y escasa es nuestra visión. Preséntate a nosotros. No nos importa el tiempo que hayamos sido cristianos. Desechamos el pasado y todo lo logrado para ganarte hoy. Tú eres fresco y nuevo cada día. Levántanos, Señor. Muéstranos tu reino y tu propósito. Que tu urgencia sea la nuestra. Que tu meta sea la nuestra. Gracias, Señor. Amén!

Ref: «El reino» de Witness Lee.

Imagen, autoridad y vida divinas

DSC_0049En la creación del hombre por parte de Dios están implicados 3 asuntos muy importantes que necesitamos ver con toda claridad: La imagen de Dios, la autoridad de Dios y la vida de Dios (Génesis 1:26, 2:9)

«El hombre fue hecho a imagen de Dios a fin de expresarlo y ha recibido Su autoridad a fin de representarlo».

Si no hubiéramos sido creados a la imagen de Dios de ninguna manera podríamos expresar a Dios y sin Su autoridad dada al hombre no seríamos capaces de representarlo de ninguna forma. Podemos decir que no es posible expresar a Dios y representarlo sin Su imagen y Su autoridad. Su autoridad incluye ejercer dominio sobre la tierra y derrotar a Satanás.

El tercer elemento es la vida divina, sin la cual no podemos realizar las dos funciones anteriores en la práctica, a pesar de que potencialmente podríamos hacerlo. Para poder expresar realmente a Dios y representarlo con Su autoridad necesitamos poseer la vida de Dios, es decir, es preciso que tengamos a Dios como nuestra vida.

Imagen y autoridad de Dios

Por ello, al inicio de Génesis encontramos el árbol de la vida, en el centro del huerto (Génesis 2:9) que representa y contiene la vida divina, o sea a Dios con Su vida divina disponible para el hombre. La intención original de Dios es que el hombre comiera de este árbol y recibiera la vida eterna. El hombre necesitaba esta vida para alcanzar su plenitud tanto en existencia como en función, es decir, para poseer la plena imagen de Dios, expresando completamente a Dios y ejercer la autoridad que le fue dada para derrotar al enemigo.

La autoridad de Dios tiene que ver con Su reino, que es una esfera donde Dios ejerce Su autoridad y que todo reino esencialmente tiene que ver con un tipo de vida. El reino animal está limitado a los individuos que poseen cierta clase de vida. Un pino no podría pertenecer al reino animal porque la clase de vida que posee no es la propia de un animal. Así mismo el reino de Dios está relacionado con el ámbito de la vida divina. Por ello Dios tiene que impartir Su vida en nosotros para que podamos acceder en realidad a Su reino y que Su reino nos incluya para poder participar en la obra y el gobierno de Dios.

Este proceso fue interrumpido por Satanás cuando sedujo al hombre para comer del fruto del árbol equivocado. Este árbol no proporcionaba al hombre el elemento adecuado y previsto, sino que el hombre fue constituido por el elemento mismo de Satanás, con lo que la caída no fue sólo un simple acto exterior de desobediencia sino que además corrompió el ser mismo del hombre y en éste fue insertado (y mezclado con él) la naturaleza del pecado (que produce pecados) y la muerte. La caída del hombre cronológicamente ocurrió en un momento después de la creación de Dios y antes de que pudiera comer el fruto del árbol de la vida.

¡Señor, alumbra nuestros ojos. Danos una revelación respecto a tu vida y tu propósito. necesitamos que abras nuestros ojos. Nos presentamos a ti y nos abrimos a ti. Señor, cumple tu propósito y quita nuestros velos. Confiamos en ti, que completarás tu obra. Ten misericordia de nosotros y presérvanos para ti. Sálvanos y constitúyenos. Gracias por la vida eterna. Sigue expandiendo el evangelio del reino para la consumación de tu plan. Amén!

Ref: «El Reino«, capítulo uno, de Witness Lee.

Podemos beber a Cristo (II)

Anteriormente vimos que podíamos (y necesitábamos) beber al Señor como el agua viva. Sin embargo, ¿cómo hacer esto de una manera simple, eficaz y práctica? Regresemos a Isaías 12:3-6:

“Por tanto con regocijo sacaréis aguas de los manantiales de salvación, y diréis en aquel día: Dad gracias a Jehová; invocad Su nombre. Dad a conocer entre los pueblos Sus obras; haced recordar que Su nombre es exaltado. ¡Cantad salmos a Jehová, porque ha hecho algo majestuoso! ¡Sea sabido esto por toda la tierra! Clama y da grito resonante, oh habitante de Sión, porque grande es en medio de ti el Santo de Israel”.

Allí vemos que dar gracias a Jehová restablece y restaura, o refresca y aviva nuestra comunión con el Señor. Cuando somos agradecidos con respecto al Señor, esto indica que la obra y la Persona maravillosa de Dios han sido reveladas a nosotros y nuestra relación con Él es saludable, y que nuestra condición es contraria a los hombres egoístas y anti-Dios de 1 Timoteo 3:2. Podemos decir:

¡Gracias Señor por tu Persona! ¡Gracias por tu salvación! ¡Eres maravilloso y me has salvado! ¡Te agradezco que estés disponible! ¡Gracias por tu muerte eficaz y todo-inclusiva! ¡Gracias, Señor, aleluya!

Isaías dice que lo segundo es invocar el nombre de Señor. Esto es tan simple y profundo. Invocar el nombre el Señor no es un ritual, un procedimiento mágico o un amuleto; esto sería superstición. Dios existe, está vivo, es el Espíritu en nuestro espíritu, accesible, maravilloso, dulce, oportuno, suficiente y capaz. Es cuestión de experimentar al Señor, de clamar al Él para que nos salve. Invocar es llamar audiblemente, pero implica que tenemos la certeza de la presencia de aquel a quien llamamos y esperamos ciertamente que conteste y acuda para nuestra salvación. Durante el día, en nuestra labores cotidianas, podemos invocar Su nombre «¡Oh, Señor Jesús!». Sólo consiste en llamarle «¡Señor Jesús!». Sentirán cuán dulce es Su nombre, lo que indica que Su persona es dulce e íntima. El Señor nos escucha (2 Samuel 22:7). Cuando invocamos el Señor se hace más cercano (Lamentaciones 3:57). Todos deberíamos invocar el nombre del Señor (Sofonías 3:9). Todo el que invocare el nombre del Señor será salvó (Romanos 10:13). Ahora continuemos con las otras cuatro maneras prácticas, según Isaías 12, para beber a Cristo como agua viva:

Dar a conocer entre los pueblos Sus obras: «…¡Él ha hecho tantas cosas de las cuales podemos hablar a otros! Él vino a esta tierra y vivió una vida perfecta; Él murió por los pecados de toda la humanidad; resucitó y ascendió; vino a ser el Espíritu vivificante para darnos vida eterna y produjo a la iglesia como Su Cuerpo mediante Su muerte y resurrección». ¿Esto no es lo más maravilloso que habéis oído? Cuando compartimos estos con otros, al igual que cuando damos gracias o invocamos Su nombre, somos avivados en nuestro espíritu, porque participamos del Señor, lo tomamos, lo aplicamos, lo vivimos y estos es extraordinariamente maravilloso y práctico. Compartamos con otros aquello que le Señor es, lo que ha hecho, lo que está haciendo, la manera en que lo disfrutamos, cómo es nuestro gozo presente, por qué y para qué. Una vez que hacemos esto somos pastoreados por el Señor, infundidos consigo mismo y somos salvos. Cuando creímos y el Señor como el Espíritu vino a nuestro espíritu, nacimos de nuevo y fuimos incorporados a la familia de Dios que es la esfera del reino de Dios, siendo partes o miembros de la Casa de Dios, fue algo asombroso, inédito antes que el Señor resucitara, sin embargo, este evento está en el pasado para todos nosotros. Todos necesitamos disfrutar a Dios cada día, ser salvos cada día y permitir cada día que el Señor crezca en nosotros, se expanda en nosotros, sea infundido en nosotros, cuide de nosotros, se revele a nosotros y se forme en nosotros para ser uno orgánicamente con él y seamos madurados para la consumación del plan de Dios como la Nueva Jerusalén. ¡Aleluya! Si compartimos lo que Dios es y hace estamos identificados con Él, hablamos Sus palabras y no las nuestras, y así lo bebemos, siendo vivificados, saciados y llenos de Cristo.

¡Gracias Señor que eres nuestra agua viva! ¡Gracias Señor que nos satisfaces y nos sustentas! ¡Oh, Señor Jesús! Amigos lectores: El Señor, quien es Dios en la eternidad, se hizo carne para estar entre nosotros, introdujo la divinidad en la humanidad al encarnarse, vivió entre nosotros, nos conoció como hombre, murió sin pecado propio y resucitó hasta ascender para introducir la humanidad en la divinidad. ¡Qué maravilloso! ¡Qué único! Hoy como el Espíritu vivificante, incluye la divinidad, la humanidad, el vivir humano, la muerte, las resurrección victoriosa y la ascensión, tal como el unguento de la unción, que contenía varios ingredientes diferentes, el Señor es nuestro unguento que nos unge con Su persona para salvarnos, santificarnos, purificarnos, transformarnos, renovarnos, conformarnos y finalmente glorificarnos completos. Sólo debemos abrirnos a Él y decir: «Señor, sálvame» para ser parte de este plan único.

Hacer recordar que Su nombre es exaltado: En Filipenses 2:9 vemos que el nombre del Señor es sobre todo nombre. Cuando compartimos esto con otras personas bebemos de los manantiales de la salvación, porque estamos colaborando y siendo uno con la obra restauradora que Dios lleva a cabo desde la caída. En Colosenses 1:18 vemos que el Señor tienen la preeminencia, es decir, es lo primero. Cuando en nuestro hablar testificamos de esto estamos hablando la verdad, la realidad de Dios. Como lo primero, lo más elevado, lo exaltado por encima de todo, lo principal, el centro y el todo, estamos participando del Señor, quien es el agua viva para nosotros y lo bebemos. Muchos tenemos la experiencia de estar muy cansados, y cuando le hablamos del Señor a alguien somos inmediatamente restaurados. Siempre que ministramos a alguien este Cristo maravilloso, somos nosotros mismos los principales ministrados, porque le bebemos como agua de vida. Si usted le dice a otra persona: «¿Sabes? El nombre del Señor está por encima de cualquier otro nombre, no importa cuán importante o famoso sea. Yo invoqué este nombre un día y el Señor mismo respondió y vino a mí. Hoy lo invoco siempre. Está disponible para mí y es maravilloso». En ese momento estará bebiendo de Cristo como las aguas de la salvación.

Cantar salmos a Jehová: Cantar al Señor es maravilloso. Es otra manera de beber y es muy poderoso en términos de nuestra experiencia del Señor. Recuerdo un himno que comienza así: «Firmes y adelante, huestes de la fe…» que es poderoso y marcial, solemne y victorioso, u otro muy íntimo y cariñoso que comienza de la siguiente manera: «Mi Señor, cautivo en tu belleza, abro a ti todo mi corazón» (os recomiendo seguir ambos enlaces y escucharlos). «Efesios 5:19 nos instruye a hablar unos a otros con salmos, himnos y cánticos espirituales, y también a cantar y salmodiar al Señor en nuestros corazones. ¡Entre más cantemos al Señor con nuestros corazones durante nuestro día, más regados y refrescados seremos!» No importa qué situación tengamos, cantar al Señor es extraordinariamente eficaz para regresar a una posición en la que nuestra comunión con el Señor es real, prevaleciente, íntima y preciosa.

Clamar y dar grito resonante: Muchas veces he estado intentando orar pero mi mente está dispersa, o llena de pensamientos que no tienen nada que ver con el Señor, hasta perezosa o ansiosa, irremediablemente interpuesta entre el Señor y yo. En este caso, ¿ha probado usted gritar al Señor? ¿O invocar Su nombre en voz más alta de lo usual? Esto podríamos intentarlo cuando estemos solos en casa o en el campo, con fuerza, quizás repetidamente, sin restricciones externas. «Usted puede clamar con desesperación: “Oh Señor, ¡te necesito! ¡Te necesito ahora mismo! Estoy tan seco, y hasta muerto. Señor Jesús sé Tú mi vida. Sin Ti, no puedo salir adelante. Señor, vengo a Ti para beber. ¡Oh Señor, sacia mi sed!” También puede clamar para alabar y dar gracias al Señor y dar un grito resonante al decir en voz alta: “¡Alabado sea el Señor! ¡Jesús, eres tan bueno! ¡Te amo, Señor Jesús!” Cuando clamamos de esta manera al Señor, somos salvos de nuestros pensamientos en nuestra mente y bebemos profundamente del Espíritu vivificante como el agua de vida».

Ref: Artículo «Seis maneras de beber a Cristo como el agua viva«, blog en español de Bibles for America (Biblias para América).

Podemos beber a Cristo

DSC_0094En entrada anterior comentamos acerca de nacer de nuevo para poder acceder al reino. Habíamos visto en la Palabra que esto es una cuestión de vida (no de posición académica o filosófica respecto a un hecho). No se trata de entender algo pensando, ni de hacer ciertas cosas, ni de posición social ni de estudios. Es necesario nacer de nuevo al recibir la vida de Dios en nosotros cuando creemos para acceder al reino de Dios (Juan 3:3), que es la esfera donde Cristo reina. Él puede salvarnos. Él quiere salvarnos. Nosotros necesitamos la salvación de Dios, sin embargo hasta que no nacemos de Dios no podemos disfrutar de Su salvación efectiva (Juan 3:5-6), maravillosa y todo-inclusiva. Necesitamos abrimos a Él y pedirle que entre en nosotros. Entonces tenemos acceso libre a este Cristo maravilloso.

Cuando somos salvos, esto significa que nos encontramos en la posición adecuada para experimentar, disfrutar a Cristo. También significa que somos hijos de Dios (1 Juan 3:2), nacidos por Su vida y con Su naturaleza (2 Pedro 1:4), hijos auténticos, no adoptados. Se refiere a que Dios está en nosotros en Cristo como el Espíritu.

Una vez que creímos y fuimos hechos hijos de Dios con Su vida eterna (Juan 3:16) podemos (y debemos. ¡Es maravilloso) beber a Cristo. Esta mañana he disfrutado el post de «Bibles for America» (Biblias para América). Allí vemos que nos remite a Isaías 12: 3-6. Esta es una porción muy rica y profunda (y a menudo pasada por alto) en términos de la experiencia que el creyente tiene de Cristo.

“Por tanto con regocijo sacaréis aguas de los manantiales de salvación, y diréis en aquel día: Dad gracias a Jehová; invocad Su nombre. Dad a conocer entre los pueblos Sus obras; haced recordar que Su nombre es exaltado. ¡Cantad salmos a Jehová, porque ha hecho algo majestuoso! ¡Sea sabido esto por toda la tierra! Clama y da grito resonante, oh habitante de Sión, porque grande es en medio de ti el Santo de Israel”.

La práctica de beber a Cristo como el agua viva es simple, está claramente revelada en la Palabra y al mismo tiempo es profunda, muy beneficiosa, necesaria para conocer a nuestro Amado y vital para nuestro crecimiento y experiencia diaria de salvación. Veamos:

Dar gracias: Ser agradecidos es una actitud que indica que tenemos una relación saludable con el Señor y que vemos claramente cuánto ha hecho por nosotros. No agradecer al Señor es objetivamente una ingratitud e indica que estamos en una condición deplorable, típica de los hombres enemigos de Dios de los «postreros días» (1 Timoteo 3:2) profetizados por el apóstol Pablo. Si somos ingratos estaremos espiritualmente secos; no sentiremos el fluir y la frescura de Cristo en nosotros porque de alguna manera estaremos negando lo que Él es, ha hecho y está haciendo por nosotros. «Le podemos agradecer específicamente por todo lo que Él es y por todo lo que ha hecho. Podemos orar así: “Señor, gracias por ser la luz del mundo. Gracias, Señor, por venir a nosotros y amarnos. Gracias, Señor Jesús, por ser mi luz y mi camino. Gracias por Tu vida en mí”. Esto podemos hacerlo a lo largo del día. Cuando damos gracias al Señor sentimos Su presencia interior, somos avivados.

Invocar el nombre del Señor: Quizás esto sea nuevo para algunos hoy. Sin dudas es una práctica que se ha perdido desde los días de Isaías y aún posteriormente durante el siglo I. En Génesis 4:26 dice que «En aquel tiempo (nacimiento de Enós) los hombres comenzaron a invocar el nombre de Jehová». Mientras apedreaban a Esteban, él invocaba al Señor (Hechos 7:59). Vemos en Romanos 10:10-13 y 1 Co 1:2, y a lo largo de toda la Biblia que los hombre invocaban el nombre del Señor como parte de su práctica de disfrutarlo continuamente de una manera simple y efectiva. Cada vez que llamamos Su nombre audiblemente, estaremos bebiendo del Señor como el agua viva disponible a nosotros para saciar nuestra sed.

Hoy he visto claramente lo importante que es mantener la comunión con el Señor todo el día, mientras trabajamos, estudiamos, viajamos o esperamos en una cola podemos dar gracias al Señor aún por las cosas más pequeñas, inclusive aquellas que no son muy agradables. Esto nos coloca en una posición en la que beberemos del Señor como el agua viva al disfrutarle. También podemos invocarle: «¡Oh, Señor!» «¡Señor Jesús!» «¡Señor Jesús, te amo!»

Ref: Artículo «Seis maneras de beber a Cristo como el agua viva», del blog en español de Bibles for America (Biblias para América).

Nacer de nuevo

Hoy he disfrutado mucho de la porción de hoy del blog de «Bibles for America» (Biblias para América) relacionada con el nuevo nacimiento de aquellos que creen en el Señor y se convierten en cristianos. Ha sido refrescante. El post inicialmente plantea algunas cuestiones para introducir el tema, que en sí mismo no es simple, pero está presentado de manera muy llana y clara, y básicamente podemos parafrasear con tres preguntas:

— ¿Nacer de nuevo significa un nuevo comienzo?

— ¿Nacer de nuevo es un voto solemne que la persona realiza en favor del bien y la moralidad?

— ¿Nacer de nuevo es necesario para todas las personas, incluso aquellas que son muy buenas?

Tenemos el capítulo 3 del evangelio de Juan un hombre llamado Nicodemo, que era un hombre notable entre los judíos. De este señor sabemos que era un hombre de elevado rango dentro del pueblo de Israel, pues leemos que era «un principal». Así que era muy importante tanto religiosamente como en la sociedad. Él dijo: «Sabemos que has venido de Dios como maestro» (Juan 3:2). Él estaba interesado en las enseñanzas, que es lo que un maestro da. Esto es algo que todas las personas pueden entender y aún encontrar lógico porque recibir enseñanzas, explicaciones y respuestas con el propósito de ser mejores y estar más informados es completamente natural, sin embargo la respuesta que le dio el el Señor es excepcional: «De cierto, de cierto te digo: Él que no nace de nuevo, no puede ver el reino de Dios» (Juan 3:3). Aquí la perplejidad de este principal judío fue grande. Él respondió: «¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?» (Juan 3:4). Las palabras del Señor fueron entendidas e interpretadas por Nicodemo de manera natural. Es normal que estuviera tan confundido. El Señor continuó: “De cierto, de cierto te digo: El que no nace de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es” (Jn. 3:5-6).

Lo que Nicodemo buscaba de manera natural resultó ser un despropósito. Era una pregunta natural y típicamente religiosa. Yo he sido muy impresionado al leer y orar hoy estos versículos. He sido pastoreado por el Señor y he sido expuesto en mis carencias al entrar en esta palabra hoy.

¡Gracias Señor porque eres luz para nosotros siempre que nos abrimos a Ti. Eres fresco y nuevo cada vez. Gracias que te revelas progresivamente a nosotros y te podemos experimentar como salvación cada día. Gracias por tu Palabra rica y abundante! Amén.

El caso de este judío que fue a ver al Señor en privado es el mismo que podemos tener nosotros, aún habiendo nacido de nuevo, cuando carecemos de la visión, y la experiencia apropiadas. Veamos, un reino consiste en una esfera de autoridad, determinada por cierta constitución, que apunta a la naturaleza intrínseca y la identidad propia de ese reino. Por ejemplo: El reino animal está compuesto por todos los animales, que por supuesto poseen la vida animal. Un animal no tiene que hacer nada para entrar en ese reino, porque lo que él es, espontáneamente determina su pertenencia. Cuando un gato nace como tal, este nacimiento determina su pertenencia. Cuando un ternero nace la identidad que tiene, en virtud de la vida que posee por nacimiento, hace que sea parte del mundo animal, es decir, del reino animal. El nacimiento es el procedimiento único, genuino y lógico de obtener la vida que nos hace pertenecer a un cierto reino. Igualmente ocurre con las plantas y los seres humanos. De nuestros padres recibimos la vida humana que nos hace ser integrantes o miembros de la esfera humana, del reino humano. ¿Nosotros tenemos la vida humana? Entonces somos humanos y estamos en el reino de los seres humanos, no en el reino animal ni en el vegetal. Así de simple. No se trata de cuánto nos esforcemos para llegar a pertenecer al reino vegetal, nunca lo lograremos porque la vida inherente a las plantas no es nuestra vida. Hemos nacido como personas y no como árboles. Por todo ello, el reino de Dios es ajeno a nosotros por la misma causa. Para ser partes del mismo necesitaríamos la vida divina, la vida de Dios, es decir, la vida eterna en nosotros. No obstante, ¿cómo podemos tener la vida de Dios, si, efectivamente, como razona Nicodemo, no podemos más que salir del vientre de nuestra madre más que una vez, y eso ya ha ocurrido? Hemos sido concebidos por nuestros padres y eso es un hecho consumado.

Cito: «Intentar parecernos a Dios o comportarnos como Él, no nos hace parte del reino de Dios. Lo más que puede hacer nuestro excelente comportamiento es ser un buen ejemplo del reino humano. La única forma de entrar en el reino de Dios es por medio de tener la vida divina de Dios. Y la única manera de tener la vida divina de Dios es por medio de creer en Cristo y nacer de nuevo» (…) Externamente, Nicodemo no tenía ningún problema moral o pecaminoso. Sin embargo, el Señor le mostró que le hacía falta una cosa bien crucial. Igual que Nicodemo, no importa cuán nobles, buenos o rectos seamos en nuestra vida humana, no poseemos la vida divina. Es necesario nacer de nuevo con la vida divina de Dios«.

Es maravilloso lo que el Señor le está declarando a Nicodemo. Está revelando no sólo el meollo del problema («no tienes la vida divina de Dios»), sino que está mostrando el camino práctico («debes llegar a tenerla»), lo que finalmente ocurrió, pues esta vida, la vida divina de Dios, antes absolutamente inalcanzable para nadie que no fuera Dios mismo, en la resurrección que consuma con la ascensión, llegó a estar disponible para el ser humano. ¡Esto es grandioso y sin precedentes!  ¡Aleluya! En 1 Pedro 1:3 el apóstol bendice al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, porque cuando creemos simplemente nos regenera mediante la resurrección del Señor.

Recordemos que la salvación de Dios para nosotros es completa y eficaz, e incluye la redención, la justificación y la regeneración. Las dos primeras nos reconcilian con Dios y la última nos vivifica, porque la vida eterna nos es impartida para que llevemos «una relación de vida, una relación orgánica con Dios». Así que nuestra relación con Dios no es lejana, simbólica o ética, sino de vida. La vida del Dios Triuno, llega a ser nuestra vida. Recibimos la vida de Dios en nuestro espíritu humano. Somos nacidos de nuevo. ¡Qué alivio! ¡Qué alegría! ¡Qué previsión y provisión de parte de Dios para nosotros! ¡Qué maravilloso plan! ¡Qué salvación tan eficaz y completa!

Para recibir la vida de Dios hoy tenemos que pedírsela a Él. ¿Cómo? Necesitamos arrepentirnos, lo que significa que debemos volver nuestro corazón a Él de manera sincera y real, si más, y creer en que lo que Él ha hecho es verdadero. Podemos sólo decir: «Señor, te necesito. Te recibo ahora mismo como mi vida«. Les aseguro que así y sólo de esta manera, entraréis en el reino de Dios, naciendo de nuevo en el reino de Dios.

El artículo del blog de «Bibles for America» concluye aludiendo a que hemos nacido de simiente incorruptible (1 Pedro 1:23). Es incorruptible esta simiente porque contiene la vida de Dios, que es lo único en todo el universo que no se llega a corromper nunca. Cuando hablamos la Palabra de Dios, esa vida es trasmitida para que otros, al creer, sean también vivificados mediante la impartición de esta vida, que es la regeneración. Cuando somos salvos, es decir, cuando nacemos de nuevo, no podemos «desnacer». El proceso es irreversible, aunque posteriormente, como con cualquier otro nacimiento, de cualquiera otra vida, es necesario la alimentación y el crecimiento.

Recomendamos la lectura del artículo completo en su fuente original: «¿Qué significa nacer de nuevo?» del blog «Bibles for America». Este post no es una reproducción ni una ampliación del mismo, sino unas breves anotaciones personales resultados del disfrute del autor al leerlo y orar.

En Cantar de los Cantares

Hoy he vuelto a leer Cantar de los Cantares. Una gran historia de amor. Siempre que regreso a este libro veo cosas nuevas.

La vida cristiana es en realidad un romance divino entre nosotros y el Señor. Podemos tener una visión más adusta y doctrinaria pero eso nos llevaría a perder el significado intrínseco de la vida cristiana que es la relación íntima, profunda, real, afectiva con nuestro Amado, y ciertamente erraríamos el blanco. Nos quedaríamos secos, sin sal, sensibles al mundo y ajenos a Dios, hagamos lo que hagamos y sin importar lo que digamos. Cuando nuestra relación con el Señor es restablecida, refrescada y reiniciada, entonces estamos llenos del Señor. Tenemos entonces esa convicción profunda de Su presencia y de Su obra. Es real y cercano para nosotros, lo experimentamos y lo conocemos. Gustamos de Él y le damos espacio para que Él obre en nosotros. Tenemos paz, no tranquilidad de tipo sicológica o circunstancial. Tenemos esa paz misteriosa e indescriptible que va más allá de todo entendimiento.

He visto que en Cantar de los Cantares hay una progresión continua en la experiencia de los creyentes y como resultado, un incremento en el nivel de madurez de los creyentes, representados (todos) por la Sulamita, que es directamente proporcional a la profundidad de la relación que ésta tiene con su Amado, nuestro Amado, que va siempre en dirección ascendente a lo largo del libro.

En el primer capítulo, la Sulamita anhela ansiosamente y de manera desesperada el contacto íntimo con Su amado. Aquí vemos que la que ama a Cristo ha logrado experimentar cierta medida de Su amor pero quiere algo más profundo. En este primer capítulo ella es una persona fuerte y natural, aunque ama al rey (mucho según se puede leer) pero aún se encuentra en el mundo, esclavizada por este sistema satánico y necesitada aún de transformación. El rey le dice en el versículo 9: «Te comparo, mi amor, a una yegua entre los carros del faraón.» Aquí tres elementos a tener en cuenta, «yegua», animal noble y hermoso, pero brioso y a menudo independiente, «entre los carros los carros», refiriéndose a que está firmemente sujeta. ¿Dónde? Pues finalmente la referencia a Faraón da a entender que está en el mundo. Cuando creemos y recibimos al Señor, lo amamos tiernamente y a menudo no tenemos problemas para testificar de este amor recién descubierto, pero todavía hay poca transformación interior todavía, poca madurez. Así comienza este libro, que continúa en varias etapas:

Llamada a ser liberada del yo mediante la unidad con la cruz; llamada a vivir en ascensión como nueva creación en resurrección; llamada con mayor intensidad a vivir detrás del velo mediante la cruz después de la resurrección; participando en la obra del Señor y finalmente abrigando la esperanza de ser arrebatada. Todos estos niveles nos contienen y representan a nosotros en nuestra experiencia gradual con nuestro Señor.

Finalmente, en el último versículo del último capítulo dice: «Apresúrate, amado mío, y sé semejante a la gacela o al cervatillo sobre los montes de especias.» Aquí tenemos la poderosa oración de la que ama a Cristo para que regrese en el poder de su resurrección (gacela o cervatillo) para establecer Su reino dulce y hermoso (montes de especias) que abarcará y llenará toda la tierra, según vemos en Apocalipsis 11:1 y Daniel 2:35. Es estupendo ver el cambio (no sólo externo) de la que ama, a lo largo del libro.

«Señor, que tengamos una relación normal contigo. Anhelamos una relación personal profunda, de carácter ascendente. Anhelamos experimentarte en el disfrute de tu persona maravillosa. No queremos quedarnos igual. Necesitamos conocerte para madurar y crecer en ti. Gracias Señor por tu disponibilidad a nosotros. Amén.»

El Padre, el Hijo y el Espíritu: Coexistentes y coinherentes

A inicios del 2011 publicamos unas citas acerca de la coexistencia y la coinherencia, sobre la experiencia y el disfrute del «Libro de lecciones nivel 2: El Dios Triuno – El Dios Triuno y la persona y obra de Cristo» contenido en la biblioteca online de la web de Living Stream Ministry.

Podemos ver ejemplos de la coexistencia en Mateo 3:16-17. Allí podemos ver claramente a los tres de la deidad, el Padre hablando del Hijo, el Hijo subiendo del agua y el Espíritu descendiendo sobre el Hijo. Un cuadro ciertamente maravilloso. Los tres existen simultáneamente, es decir, existen al mismo tiempo. Existe el padre al tiempo que existe el Hijo mientras existe el Espíritu. La existencia de ninguno de ellos niega la existencia de los otros dos. En Juan 8:26, el Señor se refiere al Padre como «Aquel que me envió». Él no se envió a Sí mismo. La existencia múltiple tiene como fin llevar a cabo la economía de Dios, que es el plan de Dios que cumple el deseo y el propósito de Dios.

Está claro que podemos diferenciar al Hijo del Padre, al Padre del Espíritu y al Espíritu del Hijo y observar claramente  a cada uno de ellos. Es posible distinguirlos y hasta contarlos. Tampoco nadie puede decir que el Padre descendió en forma de paloma o que el Espíritu fue bautizado en las aguas del río Jordán por Juan el bautista. Aquí es donde muchos se preguntan: ¿Son tres Dioses separados? La respuesta es definitivamente No. A lo largo de todas las Escrituras nunca vemos tal separación. Nadie puede aducir separación sobre una base bíblica seria. No es eso lo que está revelado en la Palabra. En realidad Dios es uno y es tres.

En Deuteronomio 6:4 dice: «Oye, Oh Israel, Jehová es nuestro Dios; Jehová uno es«. Además, en Romanos 3:30, en Gálatas 3:20 y en Jacobo (Santiago) 2:19 se menciona que Dios es uno. En el evangelio de Juan, versículo 9, después que Felipe le dijo al Señor que le mostrara al Padre, podemos leer:  «Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe?»… hablando en primera persona como el Padre, para luego cambiar inmediatamente a hablar en primera persona como el Hijo, en el mismo versículo, diciendo: «El que me ha visto a Mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre?»  Y en el versículo 10 continúa: «¿No crees que Yo estoy en el Padre, y el Padre está en Mí ? Las palabras que Yo os hablo, no las hablo por Mi propia cuenta, sino que el Padre que permanece en Mí, Él hace Sus obras«. Aquí vemos claramente que el Padre permanece (existe y mora de manera permanente) en el Hijo. Así que el Padre está en el Hijo y el Hijo está en el Padre. Podemos decir que el Padre y el hijo son coinherentes, existen el uno en el otro, además de ser coexistentes, como vimos en el párrafo anterior, basándonos en Mateo 3:16-17.

Por otro lado, consideremos Juan. 8:29. En este versículo el Señor dice: «Porque el que me envió, conmigo está; Él no me ha dejado solo, porque Yo hago siempre lo que le agrada«. «El que me envió» (el padre) está con el Hijo en este versículo. La preposición «con» no debemos entenderla como indicativo de acompañante completamente diferente que podrían ser separados, sino como que uno  es inherente al otro, habitando en el mismo espacio al mismo tiempo, a la vez que pueden ser distinguidos. Distinguibles pero inseparables. El Hijo, además, echa fuera los demonios por el Espíritu Santo (Mateo 18:28), no por Sí mismo, es decir, el Espíritu Santo mora en el Señor. Aunque es distinguible con respecto a Él, no puede ser separado del Señor.

En Juan 14:26 leemos que el Padre enviaría al Espíritu en nombre del Señor y que el Espíritu nos enseñaría todas las cosas y nos recordaría las palabras del Señor. La nota 3 de este versículo en la Biblia de Estudio «versión recobro» dice: «En 5:43 se nos dice que el Hijo vino en el nombre del Padre, y aquí que el Padre envió al Espíritu Santo en el nombre del Hijo. Esto comprueba no solamente que el Hijo y el Padre son uno (10:30), sino también que el Espíritu Santo es uno con el Padre y con el Hijo. El Espíritu Santo, quien es enviado por el Padre en el nombre del Hijo, no sólo es la realidad que procede del Padre, sino también la realidad que proviene del Hijo. Este es el Dios Triuno — el Padre, el Hijo y el Espíritu — que finalmente llega al hombre como el Espíritu». Esto es estupendo. El Dios Triuno ha venido a nosotros completo, como el Espíritu, para traernos la realidad de todo lo que Él es, todo lo que ha llegado a ser y todo lo que tiene para nuestro disfrute y salvación.

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Permanecer limitados por el Cuerpo y ser conscientes del Cuerpo

El buen depósito  —  Anteriormente mencionamos el terreno único sobre el que debe establecerse la iglesia por una cuestión práctica de vital importancia: Mantener la unidad del Cuerpo. La iglesia debe seguir el patrón bíblico, una iglesia por cada unidad poblacional (ciudad), no cada calle o área dentro de una localidad.

Debemos tomar la iniciativa de ser limitados por los otros miembros del Cuerpo

Según 1Co 12:18, los creyentes han sido colocados dentro del Cuerpo según la soberana voluntad de Dios.  No es aconsejable ni saludable ejercer estrategias políticas para alterar este orden, sino que debemos permanecer todo el tiempo en el espíritu para permitir a Dios, que según Su beneplácito Él ordene todas las cosas como Él quiere.

Tanto nuestra posición como nuestra función son ordenadas por la Cabeza. Las funciones de cada cual son diferentes, aunque siempre interdependientes (Ro 12:4) e importantes para el Cuerpo (1Co 12:15). Es crucial que así como Dios asigna la posición y la función de cada uno, nosotros aprendamos, no solamente a cumplir con nuestra porción, sino que la aceptemos como la perfecta voluntad de Dios para nosotros. Cuando nuestra posición y función en el Cuerpo son aceptadas por nosotros, nos encontramos en una posición normal frente a Dios, donde podemos experimentarlo y disfrutarlo apropiadamente. El no estar donde Dios quiere que estemos y no funcionar de acuerdo a Su orden es una barrera que nos separa del fluir divino.

Hoy muchos hermanos tenemos la tendencia a preguntar a otros qué pasa que a veces no experimentamos a Dios adecuadamente o que el disfrute que tenemos no es profundo y satisfactorio. Bueno, la respuesta a eso es compleja (y puede ser diferente en cada caso) y requiere de mucho discernimiento, pero el no obedecer a Dios puede ocasionar esta dificultad. Necesitamos seguir a Dios, que no significa establecernos un plan de trabajo sino obedecer a Dios y estar dispuestos a tener un vivir de dependencia saludable con respecto a Él. Por otro lado, tomar la iniciativa no se refiere aquí a emplear todo nuestro tiempo en hacer cosas, sino, por el contrario, a tomar una profunda decisión de obedecer a Dios, aún (y especialmente) cuando eso parezca no muy agradable.

Servir a Dios en Su Cuerpo es lo contrario a servirnos a nosotros mismos según nuestra opinión, preferencias y comodidad. Servir a Dios en Su Cuerpo significa que debemos permanecer en el terreno de la unidad, pues así como hay un solo Dios, una sola fe y un solo bautismo, y también hay un solo Cuerpo. El camino recto para conocer a Dios, crecer en la vida divina, ser partes de la edificación, ser edificados y edificar a otros es experimentar la cruz en nuestras circunstancias para que la plenitud de Cristo, Su resurrección, sea nuestra experiencia. En términos escriturales y según la enseñanza apostólica, no existe la iglesia en la que podamos ir para ‘alejarnos de la iglesia’. Ese tipo de reservorio alternativo donde vamos cuando no estamos cómodos en la iglesia que está en la ciudad donde vivimos, no existe según el orden revelado de Dios.

En realidad todos los creyentes, miembros en el Cuerpo, no son iguales. De hecho tienen características, trasfondos, talentos y capacidades diferentes y ellas son el constituyente de nuestra función en ele Cuerpo. Nuestra función está determinada por estos asuntos. Hay una clara relación entre lo que somos y cómo somos y la función asignada por Dios a nosotros.

Muchas preguntas. Una respuesta

«¿Cómo sabemos a qué iglesia debemos ir? Esta pregunta toma mucho tiempo a los creyentes. ¿Cuál es la iglesia que se ajusta mejor a mi nivel educacional y social, o que coincide con lo que yo quiero hacer? ¿Cuál es la iglesia en la que me tratarán mejor y me darán todo aquello que yo me merezco? ¿…la iglesia que me dice aquello que coincide con mi propia comprensión de las cosas humanas y divinas?» A todas estas preguntas y muchas más en ese estilo corresponde, si somos sobrios y bíblicos, una sola respuesta, perfecta, completa y segura: «La iglesia que se encuentra en el lugar donde resides.» Sé que puede haber muchos ‘peros’, sobre todo en estos tiempos en que estamos acostumbrados a una ‘pluralidad de iglesias’ y toda una apología de este sistema.

Recuerdo aquella historia del hermano que iba en un autobús con la Biblia en la mano y otro cristiano, al verlo, le pregunta: «¿Eres hermano?». «Sí», fue la respuesta, «soy hermano». Inmediatamente escuchó ‘la pregunta de rigor hoy’: «¿A qué iglesia perteneces? La respuesta a continuación es modélica en todos los sentidos, y refleja una comprensión profunda y cabal del asunto de la iglesia con una visión sólida y madura. Le dijo: «Pertenezco a la misma iglesia a la que pertenecía Pablo, Martín Lutero, tú y todos los cristianos verdaderos». Hubo un breve silencio y el otro cristiano respondió con un aire de esperanza, pero tristemente. «¡Eso sería maravilloso»!

Para el crecimiento y desarrollo del Cuerpo, hemos de conocer nuestra medida en el Cuerpo y no sobrepasarla, estando dispuestos a ser limitados por ella (Ef 4:7, 16; Ro 12:3, 6). Medida es una palabra maravillosa en el Nuevo Testamento. Sin embargo, hoy la escuchamos siempre con el sentido de algo negativo. Esa es una señal de lo alejado que verdaderamente estamos del espíritu de la revelación y la comprensión espiritual de la misma.

Cuando sobrepasamos nuestra medida, la establecida por Dios, ordenada por Dios, que refleja la voluntad de Dios y que está respaldada por Su fluir y abundancia, abandonamos la unción de la Cabeza, pues interferimos en el orden establecido soberanamente por Dios, y como consecuencia estorbamos a Dios con nuestra desobediencia e individualismo. En ese caso, sin dudas, no tenemos una mente cuerda y sobria, llena del Señor y anulamos el debido orden de la vida del Cuerpo.

También leer: Debemos tomar la iniciativa de permanecer firmes sobre el terreno único de la iglesia

Ref: Tomar la iniciativa como ancianos y hermanos responsablessemana 7, intitulada Tomar la iniciativa de estar firmes sobre el terreno único de la iglesia, de permanecer sujetos a la limitación del Cuerpo de Cristo y de ser conscientes del Cuerpo en unanimidad, días 2 y 3.

Debemos tomar la iniciativa de permanecer firmes sobre el terreno único de la iglesia

El buen depósito – Cuando hablamos del terreno único de la iglesia, nos referimos al terreno genuino de la unidad de la iglesia. En el segundo capítulo de 2 Corintios vemos a la iglesia en Corinto. Es interesante que el apóstol no se dirige a una de las iglesias en la ciudad de Corinto ni a la asamblea de las iglesias en esa ciudad, sino a la iglesia en Corinto. ¿Qué relevancia tiene esto? La localidad es importante por cuanto es el medio práctico para  que la iglesia exista de manera concreta en cierto lugar. Sabemos que la iglesia está compuesta por la totalidad de los redimidos y salvos en todo lugar y en todo tiempo, pero al ser criaturas sujetas al tiempo y al espacio, no podemos reunirnos todos, ya sea por la barrera del tiempo, ¿podríamos reunirnos hoy con Martin Lutero? o el espacio ¿podríamos reunirnos aquí con los hermanos que viven en Asia?

El aspecto de la localidad es importante para la existencia, la expresión y la práctica de las iglesias de un modo tangible y práctico. La iglesia en Corinto, es decir el total de todos lo santos en esa ciudad, existía en esa ciudad griega en un momento determinado. El testimonio de Cristo entre ellos se establecía y manifestaba en ese lugar y no en otro, por la razón simple de que ellos habitaban allí. Ellos edificaban el Cuerpo de Cristo en esa locación, sin que su ubicación estorbara este propósito. El Cristo que experimentaban y ministraban es el mismo Cristo de los hermanos en Roma o en Tesalónica, sólo que era expresado en un sitio diferente de aquellos. Esto no solamente es posible sino recomendable, pues el Cristo que disfrutamos es para ser mostrado, dado, modelado, enseñado y entregado a otros.

Leer también: Para guardar la fe, necesitamos la fe y una buena conciencia

Por otro lado, la predicación del evangelio, la oración, la proclamación y enseñanza de la verdad y las reuniones se desarrollaban en la ciudad sin que por esto podamos decir que ellos eran sectarios. ¡No lo eran! No lo eran por la sencilla razón de que ellos habitaban en Corinto y no en otro sitio, pero su testimonio, la verdad que conocían y practicaban, las enseñanzas que recibían y la salvación que llevaban a cabo era única y una, la misma de todos los demás cristianos en otras ciudades del imperio y en otros tiempos.

Vemos en hechos 8:1, 13:1 y en Apocalipsis 1:11 que en cada lugar existían una iglesia local. La localidad revelada para que la iglesia exista está determinada por la ciudad, que es la unidad práctica mínima, no una calle, un barrio, o un grupo específico menor que la totalidad de los hermanos. Según las Escrituras los límites de la ciudad son los límites básicos de la iglesia allí, no más cerca, no más lejos.

Cuando nos reunimos sobre el terreno de la ciudad, sin tomar ningún otro parámetro, favorecemos que el pueblo de Dios se mantenga siendo uno, al seguir las indicaciones de Dios en la Palabra, sin divisiones artificiales, basadas en consideraciones culturales, doctrinales o de barrios (Sal 133; Jn 17:11, 21-23; 1Co 1:10; Ef 4:3-4). En segundo lugar, el único nombre en el que el pueblo de Dios debe reunirse es el de nuestro Señor, cuya realidad es el Espíritu; denominarnos usando cualquier otra consideración, buena o mala, es dividirnos según las perspectiva divina, es cometer fornicación espiritual (Mt 18:20; 1Co 1:12; 12:3).

Debemos mencionar dos puntos más en relación a este asunto que es de vital importancia: En el Nuevo Testamento, la habitación de Dios, Su morada está en nuestro espíritu, previamente regenerado por el Espíritu Santo que vino a vivir en la parte más profunda de nuestro ser, nuestro espíritu, cuando creímos. Reunirnos para adorar a Dios es ejercitar nuestro espíritu regenerado, contactando a Dios, disfrutando a Dios, experimentando a dios, cuando estamos juntos. Esta es la reunión cristiana, cuando ejercitamos nuestro espíritu para entregarnos a Dios, disfrutar a Dios y permanecer en Él, haciendo todas las cosas en / para Dios Jn 3:6; Ro 8:16; 2Ti 4:22, Ef 2:22; Jn 4:24; 1Co 14:15).

Por último, en relación a nuestra adoración a Dios (no sólo estando reunidos) lo normal sería experimentar la aplicación práctica de la cruz de Cristo, representada por el altar (Dt 12:5-6, 27), al rechazar la carne, el yo y la vida natural y adorar a Dios única y exclusivamente con Cristo (Mt 16:24; Ga 2:20). Cualquier otra cosa podría ser más cómodo, más fácil, más de acuerdo a consideraciones naturales pero no sería apropiado y no sería la adoración apropiada que Dios anhela y necesita y que lleva a cabo Su propósito en esta tierra hoy.

Ref: ‘Tomar la iniciativa como ancianos y hermanos responsables‘, semana 7: Tomar la iniciativa de estar firmes sobre el terreno único de la iglesia, de permanecer sujetos a la limitación del Cuerpo de Cristo y de ser conscientes del Cuerpo en unanimidad, día 1 y 2.

Orando porque permanezcamos en el Señor

Gracias, Señor, porque Tú eres viviente, presente y real. Estamos tan agradecidos que Tú seas Dios y hombre. Señor, Te amamos porque Tú nos has amado primero. Gracias que te encarnaste en Jesús para entrar en la humanidad. Gracias que te hiciste hombre voluntariamente. Gracias que has venido a por nosotros. Gracias, Señor, que hoy comenzamos este programa de leer la Biblia con oración progresivamente, y que nosotros tengamos la herramienta práctica para compartirlo con otros. Tú eres un Dios revelado y compartido. ¡Aleluya! Ponemos en Tus manos cada una de los detalles y nos entregamos enteramente para Tu propósito…. [ Leer artículo completo]

Fuente: Orando-leyendo la Biblia

Para guardar la fe necesitamos la fe y una buena conciencia

El encargo del apóstol.

En 1Timoteo 1:18 dice:

«Timoteo, hijo mío, te confío este encargo en conformidad con las profecías que se hicieron antes en cuanto a ti, para que por ellas milites la buena milicia»

La palabra «encargo» del versículo 18, según la usa el apóstol, incluye todos los asuntos mencionados en los versículos anteriores, del 1 al 17. Aquí vemos, por el lado positivo, la economía de Dios y las enseñanzas diferentes por el lado negativo. El encargo que Pablo le hace a Timoteo consiste en la economía de Dios y las enseñanzas diferentes.

La fe subjetiva.

Inmediatamente después que el apóstol le hace el encargo a Timoteo, explicando el medio para cumplir con el encargo y una consecuencia práctica, en el versículo 19, dice:

«Manteniendo la fe»

Aquí «fe» se refiere a la acción de creer, que surge cuando tenemos contacto con la Palabra () y Dios se infunde en nosotros por este medio y por el Espíritu. Esta fe, que es subjetiva porque está y opera en nuestro interior, uniéndonos con Dios, enfatizando el Espíritu y la vida, por ello es orgánica; es real, no simbólica; es viviente, no alegórica, quiere decir, ocurre en realidad en la esfera de la fe, por medio de la Palabra y a partir del Espíritu, que es Dios en Cristo como el Espíritu al infundirse en nosotros. Esta fe implica la acción de creer, caracteriza a los que creen en Cristo y los distingue de los que guardan la ley, que hace hincapié en la  letra, la forma de ordenanzas, la relación con la letra ¡Amén!

Vida y naturalezas divinas que nos hacen hijos de Dios.

De esta forma recibimos la vida y la naturaleza divinas que permite que seamos engendrados como hijos verdaderos de Dios, miembros del Cuerpo de Cristo y el nuevo hombre, que expresará a Dios por toda la eternidad. La fe en nuestro interior genera una unión orgánica con el Dios Triuno. Debemos militar la buena milicia por / con esta clase de fe. Ser soldados o milicianos teniendo esta clase de fe, que permite a Dios llevar a cabo Su economía en / entre nosotros para llevar a cabo Su propósito. Esta es la clase de fe con la que debemos funcionar y no intentando cumplir la ley.

Pablo era muy claro con respecto a que militar la buena milicia, es decir, la milicia que cumple el propósito de Dios, que está centrada en la economía de Dios (de la que el apóstol es modelo) es por medio de la fe y no por las obras de la ley. ¡Aleluya! La fe proviene de nuestro contacto con Dios y nos introduce en una unión orgánica con Dios.

Una buena conciencia.

«[Manteniendo…] una buena conciencia» (1Ti 1:19).

Además de la fe, necesitamos una buena conciencia. Buena en el sentido de limpia, pura, sin ofensa, tal como vemos en Hechos 24:16. Esta buena conciencia cuida y guarda nuestra fe; la preserva y la protege. Es el órgano que Dios toca una vez que hemos tenido contacto con Él por la fe. Nuestra vida cristiana necesita una conciencia sin ofensas ni impurezas. Nuestra conciencia se mantiene limpia y sensible al tener contacto con el Señor.

Cuando permanecemos en el espíritu y nuestra relación con Dios no tiene obstáculos ni impedimentos, nuestra conciencia se mantiene saludable. Nuestra vida cristiana ha de ser un vivir en continua comunión con Dios para tener una buena conciencia que salvaguarda la fe y nuestra vida cristiana. Siempre que haya alguna ofensa sin solucionar en nuestra conciencia la fe se escapará, no podrá operar apropiadamente. Sentiremos que no la tenemos, que no está. Para militar en contra de las enseñanzas diferentes en cualquier iglesia local, debemos guardar la fe, que es el contenido que es guardar la fe, debemos tener fe y buena conciencia. Sin esto sucumbiremos ante las enseñanzas diferentes. Ceder ante las enseñanzas diferentes no es dejar de pelear exteriormente, sino el perder nuestra buena conciencia, que dejará escapar nuestra fe subjetiva y de este modo dejaremos de llevar a cabo el encargo del apóstol que nos hace a todos a través de Timoteo.

La fe objetiva.

Guardar la fe es objetivo. Aquí «fe» se refiere a todo lo todo lo que creemos, al contenido del evangelio completo según la economía neotestamentaria de Dios.

Ref:

Estudio vida de 1 y 2 Timoteo, Tito y Filemón, mensaje 2, Living Stream Ministry

Cuando amamos al Señor como el primer amor nos arrepentimos y hacemos las primeras obras, que son nuestro testimonio como candeleros que alumbran Cristo

Cuando la maravillosa Persona del Señor Jesucristo es revelada a nosotros, no podemos menos que amarlo y adorarlo hasta lo más. Cuando vemos, tocamos, disfrutamos y experimentamos al Señor quedamos rendidos a Sus pies. Esta experiencia es de un profundo gozo y regocijo, genera alabanzas, exclamaciones de júbilo y muestras de amor triunfante. Nuestro primer amor en todos los casos es personal, nunca es hacia algo abstracto como un sentir, o pensado racionalmente, como una obra correcta, la belleza académica, la gran dignidad ética o una afirmación descriptiva de gran lustre estético. No es así en la práctica. 

Nuestro amor es profundamente humano y es hacia la Persona del Señor. Nuestro amor, que experimentamos y disfrutamos en nuestro espíritu regenerado con el Espíritu del Señor, es de la misma naturaleza maravillosa, misteriosa, extática e indescriptible. Nuestro amor emana de la misma Persona del Señor, de Sus características, Su dulzura, Su hermosura, Su carácter único y especial, Su “olor”. ¡Amamos al Señor, aleluya!

No hemos percibido ni conocido al Señor en Su plenitud aún, pero lo que tenemos, lo que hemos visto, tocado y conocido es absolutamente suficiente para estar “enfermos de amor” (Cnt 2:4-5). Todo nuestro amor emana de la visión que tenemos del Señor. Este es el primer amor, cuando el Señor es lo primero para nosotros; cuando Él es nuestro centro y aporta significado a todo lo demás; cuando Él no sólo es la fuente de nuestra vida, sino la fuente de todo sentido y realidad; cuando estamos llenos de Él, cautivados, extasiados, exultantes, maravillados, en lo alto, unidos completamente a Él, y Él es el dueño de todo lo que somos y tenemos. En Cantar de los cantares vemos que la bandera, el estandarte que el Señor extiende sobre nosotros es amor. Esto significa que el amor es nuestro lema y que todo lo que hacemos se basa en este amor. Sólo entonces nuestras obras serán conformes a este amor, que es el mejor amor. No vemos ni podemos aceptar nada inferior a esto. ¡Amén!

Nuestras obras están estrechamente relacionadas con el tipo de amor que conocemos. El primeramor produce la primeras obras (Ap 2:4-5). En Efesios 4:15-16 vemos a los miembros del Cuerpo de Cristo funcionando (obras de fe, no obras de la carne) apropiadamente. Estas causan el crecimiento del Cuerpo. Como el crecimiento sólo lo puede dar Dios, vemos que este funcionar es en amor, es decir, ocurre en la esfera divina, en la esfera de la experiencia de Dios, del amor de Dios, y como producto del mismo, es decir, “en amor”. Estas “primeras obras” no son algo visible para obtener reconocimiento y elogios, sino llevadas a cabo en secreto, como las coyunturas operan en secreto. Si el amor no es nuestra motivación nuestras obras no son las obras de amor. Cuando el amor de Dios está presente, toda obra edificará la iglesia, es decir habrá acoplamiento real, entrelazamiento, compenetración armoniosa y no habrá opiniones, disensiones ni divisiones. No podrán existir cruzadas personales; necesidades insanas de reconocimiento y prevalencia sobre otros; no encontraremos que nuestras palabras por sí mismas o las maneras específicas de hacer algo serán el centro para los santos, ni veremos a los santos esperar reconocimientos y posición de parte de los demás. 

Cuando la motivación es el amor de Dios experimentado, para hacer las obras en Cristo, en vida y en amor, entonces no tendremos nada que nos divida los unos de los otros, ni unos serán superiores a otros en términos jerárquicos-religiosos, tampoco podremos hallar obras “individuales” ni aspiraciones ni a hermanos “haciendo carrera”; sólo el crecimiento del Cuerpo, en todo en Él, en amor, la bendición de Dios que es la presencia todo-inclusiva y todo-extensiva de Cristo en todos y cada uno. Esa plenitud estará en nuestra experiencia, y disfrutaremos el rebozar del Espíritu y la pureza de Cristo, lo que producirá el testimonio auténtico, que glorifica (expresa) a Cristo y cautiva a todos. Esto es un hecho y podemos estar confiados que el amor de Dios es una bandera, un estandarte sobre todos nosotros, manifestando y exhibiendo que somos amados de Dios y amados por Dios y más que vencedores (Ro 8:31-39), tendremos en /entre nosotros este amor que todo lo conquista y que prevalece sobre todo.

En este caso, el enemigo será vencido, con su poder sobre el sistema actual, sus patrañas astutas, de mentiras y confusión. Este amor, experimentado, expresado y modelado es nuestro testimonio. Nuestro testimonio es Cristo mismo expresado en nosotros. Cuando estamos llenos de Cristo, ligados en comunión apropiada a la Cabeza en todo, sin reservas, dobleces, tesoros ocultos, preferencias paralelas y gustos ajenos, somos la expresión de Cristo; nuestro corazón resplandecerá con el evangelio de la gloria de Dios (2Co 4:4, 6), sin velos ni cegado por el dios de este siglo, y los hombres verán esta luz, y seremos los candeleros hoy, aquellos que reflejan a Cristo como la luz de los hombres para que ellos vean y sean conducidos a la salvación y finalmente la plenitud de Cristo, cautivados por Dios completamente.¡Amén!

Ref:
– Estudio-vida de proverbios, Eclesiastés y Cantar de los cantares, mensaje 11;
– El Cantar de los cantares, capítulo 1;
– Estudio de cristalización de Cantar de los cantares, mensajes 1-2;
– La vida y la edificación como se presentan en Cantar de los Cantares, capítulos 2-3;
– Estudio-vida de Efesios, capítulos 8-10, 75.
Disponible online en Living Stream Ministry

Pablo era un modelo para nosotros, por ser alguien que está bajo la economía del Dios inmutable e incorruptible, frente a la degradación de la iglesia

Saulo de tarso había blasfemado y perseguido. Un blasfemo es uno que habla contra Dios, y un perseguidor es uno que actúa contra el hombre. Como fariseo estricto que era no hubiera blasfemado a Dios de la manera en que él lo comprendía, según la tradición en que había sido educado (Hch 22:3; Fil 3:4-5). No obstante, él era un opositor feroz del Señor Jesús, persiguiendo y asolando a la iglesia (Hch 22:4; Ga 1:13, 23), llevando al extremo el hábito de los judíos de perseguir al Señor Jesús. Cuando él estaba en la oscuridad de la letra y la religión no podía percibir que lo que estaba haciendo era blasfemia contra Dios, aunque se preciaba de estarlo haciendo precisamente por la razón contraria. Una vez que recibió la luz, esta revelación le permitió ver. Él dice que era ignorante, pues la ignorancia es permanecer en tinieblas, justo como él se encontraba. Él estaba ciego y como consecuencia actuaba ciegamente al oponerse a la economía neotestamentaria de Dios.

«Habiendo yo sido antes blasfemo, perseguidor e injuriador; mas me fue concedida misericordia porque lo hice por ignorancia, en incredulidad. Y la gracia de nuestro Señor sobreabundó con la fe y el amor que están en Cristo Jesús… Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero. Pero por esto me fue concedida misericordia, para que Jesucristo mostrase en mí el primero toda Su longanimidad, y quedara yo como modelo para los que habrían de creer en Él para vida eterna. Por tanto, al Rey de los siglos, incorruptible, invisible, al único Dios, sea honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén».

Esta es una porción de 1 Timoteo 1:13-17. Allí vemos que Pablo fue establecido como modelo para nosotros por ser alguien cuyo centro y todo era Cristo. Él estaba bajo la economía de Dios, era mayordomo de dicha economía, desvelador de la misma, heraldo y producto de ella. Es significativo que esta porción que nos muestra claramente a Pablo como modelo comienza por «blasfemo, perseguidor…», continúa con «misericordia… gracia… con la fe y el amor que están en Cristo Jesús…» y termina dándole honor y gloria a Dios. ¡Aleluya! Es notable que él aquí reconoce la  blasfemia, pero sólo luego de su conversión de fariseo y perseguidor fanático en cristiano consagrado y apóstol.

A este fariseo se le concedió misericordia y después recibió gracia. La misericordia va más lejos que la gracia para alcanzar al indigno. La gracia del Señor no sólo abundó en el caso de Pablo y de cada uno de los pecadores, sino que sobreabundó con la fe y el amor que están en Cristo. La misericordia y la gracia posterior vienen a nosotros de parte del Señor; la fe y el amor van al Señor de nuestra parte como tráfico espiritual entre el Señor y nosotros. Por medio de la fe recibimos al Señor (Jn 1:12) y por medio del amor disfrutamos al Señor que recibimos (Jn 14:21, 23; 21:15-17).

Así como Pablo llegó a ser un modelo para los pecadores. Todos los hombres, no importa su historia u origen, pueden ser visitados por la misericordia de Dios y ser salvos por la gracia de Dios. Todos podemos ser salvos por la gracia de Dios. El modelo es Pablo. Todos podemos recibir la vida increada, la vida de Dios, el máximo don y la bendición más alta, disponible absolutamente para todos aquellos que creen en Cristo.

Por último, la alabanza en el versículo 17, que Pablo da a Dios proviene de la salvación de Dios en Pablo, del carácter del ministerio y la experiencia del apóstol, y está relacionada con la decadencia de la iglesia. Él tenía una fe firme, una certeza absoluta y una confianza ilimitada en el Dios que es incorruptible, puro, eterno, inmutable, digno, todo-suficiente frente a la degradación de la iglesia.

Ref: Estudio-vida de 1 y 2 Timoteo, Tito y Filemón, mensaje 2

Amar al Señor con el primer amor es darle al Señor la preeminencia y que Él sea el todo en nuestra vida

Al ser modelos de Cristo, debemos tomar a Cristo como lo primero para nosotros; para ser modelos de Cristo, hemos de amar a Cristo con «el primer amor» (Ap 2:4), el mejor amor, la clase de amor que hace que estemos llenos de él, lo anhelemos, lo tomemos en cada cosa. y que Cristo sea el todo para nosotros en la práctica. 
AMAR al Señor con el primer amor, darle EL PRIMER LUGAR en todas las cosas
– Es arrepentirnos y hacer las primeras obras, cuando el Señor ha dejado de ser lo primero y el todo para nosotros, que son las obras que proceden del primer amor (Ap 2:5; 1Ts 1.3; 2Co 4:5).
– Es tener una relación personal, afectuosa, íntima y espiritual con el Señor (Cnt 1:1-4).
– Es llevar una vida diaria de avivamiento matutino para la satisfacción de nuestro Señor, al entregarnos completamente a Dios  (Sal 110:3), hablar fielmente las palabras de Dios, según la dirección de Dios, escuchar obedientemente a Dios y sin reservas  (Is 50:4-5) y tener  comunión con Dios, procurando Su voluntad y Su beneplácito para servirle en el evangelio (Mr 1:35).
– Es mantener un vivir de consagración, como los nazareos de hoy, apartados para Dios y saturados de Dios para ser bendición para los otros hijos de Dios al impartirles a Dios mismo en Su Trinidad Divina (Sal 110:3; Nm 6:1-9, 22-27).
– Es llevar una vida de oración (1S 12:23; Mt 6:6; 14:22-23; Dn 6:10; 2:17-18; 1Ti 2:1; 2Ti 1.3; 1Ts 5:17).
– Es amar la Palabra de Dios teniéndola como nuestro tesoro, pasar tiempo en ella, pensar y reflexionar en ella (Sal119:11, 14-15, 23, 48, 72, 78, 97, 99, 111, 113, 119, 127, 140, 147-148, 159, 162-163, 165, 167).
– Es gobernados de manera directa y sin ningún otro intermediario por Dios, ya que Él está en nosotros (Ex 33.11; 14; 13.21-22, 2Co 2.10).
. Es amar la iglesia en el Cristo que ama la iglesia (Ef 5:25; 2Co 12.15; 1co 16:24).
– Es amar el ministerio que edifica la iglesia (2 Co 8:5; 1 Jn 1:3 Ef 4:11-12).
– Es vivir, andar, servir y ministrar en nuestro espíritu (Ga 5:25; Fil 3.3, 2Co 3:6; Zac 4:6; Jue 9:9; 1S 2:30).
– Es tomar al Señor como la fuente de aguas vivas. Esta es la intención de Dios en Su economía, convertirse en la fuente, el origen, el grifo de donde emanan las aguas vivientes para impartirse en Sus escogidos, para el disfrute de Su pueblo, y que la iglesia, que es el complemento, el aumento (agrandamiento) y la expresión de Cristo, sea producida, llegando a ser Su plenitud.
– Es comerlo a Él, como el árbol de la vida, que significa disfrutarlo a Él como suministro de vida, siendo el asunto más importante de nuestra vida de iglesia (Ap 2:7).
– Es contactarlo, tomarlo, recibirlo, gustar de Él y disfrutarlo continuamente (Is 57:20 nota 1).
– Es tomarlo como nuestra centralidad, es decir, nuestro centro que une todo lo demás, lo vertebra y aporta sentido a todo lo demás.
– Es tomarlo como nuestra universalidad, es decir, nuestro todo, el centro, el contenido, el significado, la esencia, la circunferencia y todo de nuestro universo personal (Col 1.17, 18).
– Es agradar al Señor en todas las cosas. Ese, en una relación y experiencia normales con / en el Señor, ha de ser nuestro empeño y aspiración, viéndolo como un honor y reconociéndole su significado preponderante, su efecto trascendente y su valor supremo sobre todas las demás cosas (2Co 5.9; Col 1:10; He 11.5-6).
– Es no tener obstáculo alguno entre nosotros y Dios, como “un cielo despejado a manera de cristal en el cual está el trono de zafiro de Dios”. Esto se refiere a estar llenos de la “atmósfera (ambiente), condición y situación celestiales de su presencia reinante, permitiéndole que el gobierne y reine en nuestro interior (Ez 1.22, 26).
– Es asirnos de Él tomándolo como la Cabeza, lo cual es que tenemos que permanecer íntimamente vinculados, relacionados con Él como Aquel que reina sobre nuestra vida en todos sus aspectos y rincones, dejándolo tomar todas las decisiones y establecer todas la prioridades en ella, pidiendo “el consejo de Jehová” en cada detalle de nuestra vida y obra cristianas (Col 2:19; Jos 9:14; Fil 4:6-7).
– Es dar la preeminencia a Dios como el fluir de vida que experimentamos, que es el fluir, la dirección y el mover del señor Jesús en todo lo que somos y hacemos en nuestro interior, entonces en la práctica, de manera muy prevaleciente, notable y visible, Él reinará en nosotros en nosotros como Aquel que resplandece, redime, reina, fluye e imparte el suministro, estando nosotros identificados plenamente con Él disfrutando todo lo que Él es y hace (Ez 47:1; Ap 22:1-2).
– Es “ser dominados, gobernados, dirigidos, guiados y movidos por nuestro espíritu mezclado”, disfrutando el reposo verdadero como cautivos Suyos verdaderos (2 Co 2:13-14).
– Es “entronizarlo con nuestras alabanzas”, que es lo más elevado, y sublime que los hijos de Dios pueden hacer (Sal 22:3; 119:164; 34:1).
Ref:
– El Cantar de los Cantares, de Watchman Nee, capítulo 1;
– Estudio de cristalización del Cantar de los cantares, mensajes 1-2;
– La vida y la edificación se presentan en Cantar de los cantares, capítulos 2-3;
– Los vencedores, capítulo 2-3 y
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Debemos ser modelos apropiados y vivientes de Cristo en la tierra

Todos los creyentes, sin importar la edad, su crecimiento en la vida divina, su madurez natural, el tiempo en que han sido salvos y su trasfondo cultural, son hijos de Dios y miembros del Cuerpo de Cristo. Todos somos de la familia de Dios. Así que, en ese sentido, todos debemos recibir la Palabra de urgencia en cuanto a ser modelos, llegar a ser modelos, es decir, que son aquellos que muestran a Cristo a otros, como hijos genuinos que somos. Un modelo es alguien cuya función es modelar, entiéndase mostrar, lucir algo. El modelo pierde su identidad como tal, una vez despojado de aquello que modela. Modelo también es patrón, ejemplo de algo. Hemos de ser personas que muestran a Cristo a otros y que son ejemplos al hacerlo.
Cuando reflejamos a Cristo, los que están a nuestro alrededor saben de manera espontánea que tenemos algo diferente, que contenemos algo que ellos no poseen y que ese algo es maravilloso y superior. Ellos llegan a conocer a Cristo mediante nosotros, mediante nuestro vivir y hacer. Por ello hemos de estar dispuestos y debemos aspirar a ser modelos eficaces y cabales del Cristo estupendo, dulce, maravilloso y amoroso que mora en nosotros. Los modelos enseñan a otros en Sus virtudes humanas los atributos divinos de Dios. Un modelo auténtico no es aquel que ha transformado y condicionado sistemáticamente su exterior siguiendo una disciplina religiosa, sino aquel que se ha entregado completamente a Dios y lo vive, para expresarlo, llegando ser él mismo la expresión de Dios.
El Señor Jesús fue un modelo. 
El Señor «disfrutó al Padre como la gracia más rica y el amor más dulce» para de esta manera vivir por causa del Padre y para expresarlo. Todos los que vieron a Jesús vieron al Padre, pues Él modelaba al Padre. No sólo vivía por el Padre, sino que este mismo vivir era la expresión del Padre. Pedro dijo que nosotros debemos ir en pos del Señor, Quien es nuestro modelo, para ser Su reproducción (1P 2:21). Según Juan, «como Él es, así somos nosotros en este mundo» (1Jn 4.17)
Pablo fue un modelo.
Pablo fue un creyente que vivió a Cristo. Para Pablo, Cristo no era muy importante, ni siquiera era lo más importante para Él, sino que cristo era el mismo vivir de Pablo, lo cual es algo superior a lo anterior, así que Pablo era alguien que vivía a / por Cristo y lo expresaba, así que los creyentes podían ver a Dios en Pablo. La gloria de Dios era la expresión de Dios en Pablo. Esto significa que Pablo magnificaba a Cristo. ¡Qué vivir el de Pablo! ¡Qué ejemplo práctico tan elevado y puro el de Pablo para nosotros! Todo esto era así no por la virtud natural o el esfuerzo titánico de Pablo. Esto llegó a ser así «por la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo» en Pablo y para el bien de todo el Cuerpo de Cristo.
Pablo le encomendó a Timoteo que fuera un modelo, y a nosotros.
Timoteo fue un modelo, según Pablo le encargó, «en palabra, conducta, amor, fe y pureza» (1 Ti 4:12). Todos debemos ser imitadores de Dios, como hijos amados, no por nuestra vida natural sino por Su vida divina en nosotros. Es por la vida divina que nosotros podemos ser perfectos como nuestro Padre es perfecto, no por ningún sistema o receta exterior (Mt 5:48). También debemos ser imitadores de Cristo, como Pablo lo fue. Nosotros imitamos  aquellos que imitan a Cristo. Esta es la única razón para hacer esto. Sin Cristo, imitar a un hombre no tiene ningún sentido, pero Pablo era un modelo para nosotros establecido por Dios entre nosotros y para nuestro bien (1Co 11:1, 4:16).
Los Tesalonicenses eran un modelo corporativo. 
Eran un modelo para los otros creyentes. Aquellos que eran imitadores de los apóstoles llegaron a ser modelos para los demás. Ellos eran imitadores de las iglesias y al mismo tiempo modelo para las iglesias; lo segundo por causa de los primero (1 Tes 1:6; 2:14). Como el apóstol enseñaba lo mismo en todas las iglesias, así que el testimonio de Jesús era el testimonio común y único.
 
Ref:
– Entrenamiento para ancianos, libro 1: El ministerio del Nuevo Testamento, capítulo 3
– Estudio-vida de 1 Tesalonicenses, mensajes 12-13
– The Collected Works of Watchman Nee
– Speaking Christ for the Building Up of the Body of Christ, capítulo 3.
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Proyecto Orar-leer las Escrituras

Este blog se está gestando como consecuencia de nuestra practica de orar las Escrituras segun recomienda el apóstol Pablo en Efesios 6:17-18, que nos dice que recibamos

“la palabra de Dios con toda oración y petición orando en todo tiempo en el espíritu”… [ Leer artículo completo ]

Fuente: Orando-leyendo la Biblia