Que el Señor nos lleve a un monte alto y nos libere para ver la visión

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Necesitamos orar. Es urgente entre los cristianos. Me refiero a orar de una manera específica, en una dirección definida. Hablo de una oración al Señor para que seamos conducidos a un monte alto por causa de nuestra actual condición. Como Juan, que cuando el Señor le dio la visión de Babilonia él estaba en un sitio desolado, el desierto, pero para recibir la visión de la Nueva Jerusalén, fue llevado a un monte alto, que es “una esfera trascendente, a fin de tener una visión que fuese de largo alcance, una visión excelente”.

Debo confesar que yo el primero y el más necesitado necesito el monte alto donde el Señor en Su misericordia, en Su amor y para Su economía se presente a nosotros de una manera en que seamos alumbrados de manera radical y profunda (Ap 21: 9-10; Hechos 10-16).

Hemos de aprender a venir diariamente a la Biblia cuando venimos al Señor y a venir al Señor cuando leemos la Biblia. Hacer una confesión cabal y luego no ser negligentes en este asunto ya que los pecados son un obstáculo en nuestra relación con el Señor y pudieran disminuir la eficacia en nuestra interacción con la revelación divina.

Leer la Palabra con oración es algo que nos encanta hacer. Esta práctica es muy saludable por cuanto las Escrituras, en su esencia, son Espíritu y vida. No es una herramienta nada adecuada la mente para tomar la Palabra cuando funciona ella sola, como cuando leemos un periódico. Hemos de ejercitar nuestro espíritu en la lectura de la Palabra. No sólo orar antes de leer sino leer con oración, invocando Su nombre, diciendo amén, convirtiendo la Palabra en nuestra oración para obtener el beneficio más profundo de nuestro tiempos de lectura.

Si ejercitamos nuestro espíritu al leer la Palabra obtendremos revelación de la misma porque más que absorber conocimiento, que lleva a un entendimiento natural, tendremos comunión con el Señor en Su Palabra, que lleva al disfrute de Cristo y a la revelación, lo que hará que tengamos una visión celestial. Es necesario que el Señor resplandezca sobre Su revelación para que nosotros veamos. Es simple el hecho que necesitamos una visión. A menudo descuidamos nuestra relación con el Señor y somos naturales cuando de la Palabra se trata. Pensamos que la Biblia es un libro ético, un compendio de buenas enseñanzas o un registro histórico acerca de un gran maestro religioso y otras cosas.

Este entendimiento pertenece a los rudimentos del mundo y no tiene nada que ver con un cristiano, hijo de Dios, nacido de nuevo, en el reino, miembro del Cuerpo y la familia de Dios, participante de las riquezas de Cristo para la edificación espiritual que alcanzará su final y consumación plena como la Nueva Jerusalén, que es la incorporación terminada y suprema de la unión de Dios y el hombre y la culminación del Cristo agrandado en ascensión. Todas estas cosas en realidad tienen muy poco que ver con un enfoque académico y formal de la Palabra de Dios, especialmente en lo que se refiere a la experiencia del cristiano y el ministerio del Nuevo Testamento para el propósito de Dios. Necesitamos orar para que los velos nos sean quitados, necesitamos la luz para poder tener la visión. Sin la luz no podremos ver, aunque los velos hayan sido quitados y también tendremos el entendimiento de la visión mediante la sabiduría del Espíritu.

¡Señor, tú conoces nuestra necesidad mejor que nosotros mismos. Nos ponemos en tus manos. Llévanos a un monte alto. Ya no queremos estar en el valle donde estamos. Llévanos a un monte alto y libéranos. Oramos ahora con sentido de urgencia. Señor, libéranos de la dictadura de nosotros mismos. Sácanos de nuestro yo, de nuestras propias experiencias. Incluso de aquellas buenas experiencias del pasado. Sálvanos de nuestro conocimiento, incluso de aquel bueno y bíblico. Para que podamos estar en una nueva esfera. Necesitamos estar elevados para tener un gran panorama. Necesitamos acceder a una vista trascendente de la visión gloriosa. Amén!

Esto no sólo tiene que ver con una persona, el que ora, aunque también, sino que tiene que ver con todos. Los que amamos al Señor, los que hemos sido regenerados al creer y recibir al Señor en nosotros, queremos servirle apropiadamente. Queremos funcionar de manera adecuada, tener una relación profunda y satisfactoria con el Señor pero sobre todo queremos que Dios sea satisfecho y Su propósito sea cumplido. Por ello cuando presentamos a otros la Verdad que hemos recibido, en términos espirituales, no se trata de enseñar conocimiento, procedimientos e información aprendidos. este hecho no debe ser un montón de conocimientos y procedimientos que hemos aprendido en un aula o grupo académico. Más que una “enseñanza, doctrina o conocimiento obtenido a través de una lectura, sino una visión”. Esta visión que recibimos en el espíritu bajo el resplandor de la luz divina (1 Timoteo 4:6; 1Juan 1:1-3).

Ministrar la Palabra en realidad significa que algo que hemos recibido como una visión espiritual y celestial es presentado a otros (2Timoteo 2:2, 15, 25, 1Juan 1:1-3; Apocalipsis 1:11a).

“Cuánto desearía que cada hermano tuviera esta clase de actitud y deseo, y le dijéramos al Señor: Deseo ser liberado y llevado a un lugar fuera de mí mismo, deso ser liberado de mis pecados malvados y también de mis experiencias buenas y espirituales. Aunque he tenido ya muchos logros, deseo ver una visión que sea más elevada, más grande, más profunda, más rica, y de mayor alcance y trascendencia”, la visión gloriosa de Dios.

Ref:  La Palabra santa para el avivamiento matutino, La visión celestial, semana 1: La visión que rige y regula; la visión de la economía de Dios.

Las visiones de Dios nos hacen ver las cosas divinas, espirituales y celestiales

DSC_0051Podemos aprender las ecuaciones, los nombres de los elementos químicos o ciertas habilidades sociales, sin embargo Pedro supo que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios viviente y en este caso, el Señor le dijo:

“Bienaventurado eres, Simón Barjona, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino Mi Padre que está en los cielos” (Mateo 16:16-17).

Él no aprendió nada, no cosechó una habilidad o entendimiento a partir de cierto entrenamiento o ejercicio académico, ni siquiera aplicando conocimiento previo, sino que a Él le fue revelado, dado como visión, es decir, mostrado. Él “vio” que Jesús, su maestro, el caminaba junto a Él y les hablaba maravillosamente es el Cristo y que este Cristo es Dios mismo como hombre. ¡Esto es maravilloso!

Nosotros como cristianos conocemos el número de libros del Nuevo Testamento, incluso podríamos hablar de muchos de ellos con razonable certeza, o hablar el evangelio de salvación a alguien más, no obstante debemos ver que necesitamos una visión y una visión es una revelación. Esta revelación está contenida en las escrituras. La Palabra de Dios es esta revelación, pero permanece cerrada, lo que significa que la revelación que está contenida allí no es nuestra revelación o no ha sido revelada a nosotros. ¡Necesitamos revelaciones como Pedro!

Necesitamos ver qué es ser hijo del Dios viviente, que ocurrió en la muerte de Cristo, el significado intrínseco de la iglesia y el candelero, qué ocurrió en la resurrección, la diferencia entre la divinidad entrando en la humanidad y la humanidad entrando en la divinidad, el destino final de la edificación de Dios, el Cuerpo de Cristo y muchos aspectos más que forman parte de la economía neotestamentaria de Dios.

Si no tenemos una visión genuina y real, no importa cuántos grados escolares hayamos superado y qué nivel profesional hayamos alcanzado, ni siquiera nos servirá el gran amor que Dios tiene por nosotros, Sus promesas o Su poder para tener una experiencia cabal y satisfactoria y un servicio verdadero. Si nosotros en la práctica no estamos en la posición adecuada, con la orientación apropiada y la condición correcta frente a Dios, estaremos profundamente carentes. Después que Pedro recibió la revelación del Padre habló la verdad y fue diferente, lo cual no hubiera sido posible con ningún esfuerzo humano o con las mejores de las intenciones.

Carentes

Para recibir una visión necesitamos tres cosas: Revelación (que el velo delante de nuestros ojos espirituales sea retirado), luz y vista (Efesios 1:17-18). Aún cuando el velo nos es quitado, si no tenemos luz (Salmos 36:9) no veremos (2 Corintios 4:6; 1 Juan 1:5,7).

“Cuando la luz divina resplandece sobre la revelación divina contenida en la Palabra; la revelación divina llega a ser la visión divina; cuando además de esto tenemos la vista, podemos ver la visón celestial» (Efesios 1:17-18, 3:9)

Si nuestro espíritu no es regenerado, es decir, si como el Señor le dijo a Nicodemo, no nacemos de agua y del Espíritu no podremos acceder de ningún modo a la luz divina que resplandece en nuestro espíritu, necesaria que la revelación en la Palabra llegue a ser nuestra visión. Así que hemos de ser hechos hijos de Dios, genuinos, no adoptados, para que el elemento de Dios esté en nosotros y así tengamos real acceso a Él. ¡Aleluya! Significando que Espíritu esté en nuestro espíritu. Además necesitamos ejercitar nuestro espíritu, que es contactar al Señor en nuestro espíritu, en la Palabra, para disfrutarlo como nuestras riquezas, sólo entonces serán alumbrados los ojos de nuestro corazón y sabremos cuál es la esperanza a la que hemos sido llamados, las riquezas de Su gloria, la herencia que tenemos, la supereminente grandeza de Su poder, la operación del poder de Su fuerza, la realidad de la resurrección, el reinar en vida con Cristo de una manera muy real y práctica, la victoria en Cristo, Cristo como nuestra ascensión, la consumación y final de esta era, Cristo como nuestra Cabeza, la dependencia maravillosa y necesaria, le árbol de la vida como principio rector de nuestra experiencia y práctica, el Cuerpo de Cristo como la suprema incorporación orgánica de lo divino y la humanidad regenerada, el Cristo agrandado y expandido para llegar a ser la Nueva Jerusalén (Efesios 1:17-23, Apocalipsis 21:2, 9-10). ¡Aleluya! ¡Esto es insuperable y celestial!

¡Señor, concédenos revelaciones frescas y genuinas. Que lleguemos a tener una visión. Muéstranos el panorama paso a paso. Desvela tu economía para nosotros. Nos presentamos a ti para disfrutarte y tomarte como todas las cosas. Revélate a nosotros. Límpianos y purifícanos. Gracias que por tu sabiduría y revelación disponibles. Gracias por Tu Palabra y Persona vivientes. Gracias que hoy está en nosotros. Gracias que eres accesible. Gracias que la iglesia es Tu plenitud. Gracias por tu realidad en nosotros. Gracias por tu salvación completa. Te alabamos Señor, amén!

Ref: La Palabra santa para el avivamiento matutino, La visión celestial, semana 1: La visión que rige y regula; la visión de la economía de Dios.

Necesitamos una visión celestial

DSC_0057Todos los cristianos necesitamos una visión celestial (Hechos 22:14). El apóstol Pablo, cuando era un religioso voluntarioso y muy bien educado en la ley y las normas externas, el fariseo Saulo de Tarso, tenía muchos conocimientos. Era un hombre reputado por su autodisciplina, se devoción, su consecuencia con aquello que consideraba correcto y sus obras. Este hombre excepcional perseguía a los cristianos porque pensaba que eran enemigos de Dios, que eran unos advenedizos traidores y que ponían en peligro la religión verdadera con sus creencias y prácticas erróneas, es decir, Pablo estaba equivocado absolutamente en todo. Sin embargo es comprensible que nos preguntemos cómo es posible que un hombre tan entregado a su religión, inteligente y talentoso pudiera errar de manera tan completa.

Sí, él estaba lleno de información correcta y apropiada, valoraba mucho la tradición de sus mayores y ancestros, amaba la letra de la ley entregada por Dios a Moisés, sin embargo, espiritualmente estaba ciego. Esta es la respuesta. No era capaz de ver. En la experiencia espiritual ver es entender recibiendo una revelación de Dios.

Camino a Damasco, donde Saulo se dirigía para arrestar a los cristianos y llevarlos a Jerusalén (Hechos 26:12), brillo la luz celestial y entonces escuchó la voz del Señor (Hechos 26:13), le habló al Señor, le aceptó como Señor, recibió luz con respecto a la naturaleza de aquellos a los que perseguía, ció cómo era en realidad la relación entre estos hombres y el Señor, que es la base para la realidad del Cuerpo de Cristo, fue liberado tanto de su propio pueblo como de los gentiles, le fue dada una comisión y fue dejado muy claro o inválido e incapaz que en realidad era sin Cristo.

La comisión que Pablo recibió otra vez estaba relacionada con que los hombres creyeran y fueran traídos a la luz, lo cual está en aposición, en el texto, con ser sacados de la potestad de Satanás y recibir una herencia (Hechos 26:14-19).

Pablo necesitaba una visión celestial y el Señor le proporcionó está visión. A partir de este momento él comenzó a ver, y por ende fue restringido por esta causa a seguir al Señor a la manera del Señor, a servir al Señor, a testificar del Señor apropiadamente y a tener una relación orgánica con el Señor, más allá de la relación simbólica y objetiva que tenía antes, basada en el cumplimiento de una normativa con el esfuerzo humano.

Todo y cada uno de nosotros necesitamos una visión celestial. Sin tal visión careceremos de la guía necesaria, del freno saludable (Proverbios 28:19) y de las restricciones que nos guardan. Una vez recibida la visión tenemos un panorama claro que nos cautiva, nos rige y nos regula. Esta es la visión de la economía neotestamentaria de Dios, que incluye aquello que Dios está haciendo, cómo lo está haciendo, por qué lo está haciendo y para qué. Esta visión no es más que el Cristo viviente y activo revelado a nosotros, presentado ante nosotros para que seamos salvos cada día y vitalizados para ser verdaderamente uno con Él en realidad.

Una vez que Pablo fue alumbrado y recibió a Cristo para llevar a cabo la voluntad de Dios en obediencia, él oró incesantemente por nosotros para que Dios nos diese “espíritu de sabiduría y de revelación en el pleno conocimiento de Él” y para que, alumbrados los ojos de nuestros corazones, nunca antes, sino después de este hecho, supiéramos “cuál es la esperanza a que Él [nos] ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de Su herencia en [todos nosotros”] (Efesios 1:16-18).

Pablo alumbrado

Cuando Pablo se refiere al espíritu de sabiduría y revelación estaba diciendo que nuestro espíritu que ha sido regenerado por el Espíritu de Dios al morar Dios como Espíritu en él (en nosotros). Ese espíritu regenerado, que contiene el elemento divino, nos fue dado por Dios para que tengamos sabiduría y revelación para conocerlo a Él y a Su economía. Esta sabiduría en nuestro espíritu es para conocer el misterio de Dios y la revelación viene del Espíritu que mora en nosotros para que el velo de la ignorancia de la ausencia de Dios nos sea quitado. Una vez que somos desvelados poseemos la capacidad de entender las cosas espirituales, que significa que hemos recibido la vista. Entonces el Espíritu revela estas cosas a nuestro entendimiento espiritual.

Cuánto necesitamos las revelaciones de Dios. Mucho. A veces hasta tengo la certeza que no podemos saber exactamente cuánto necesitamos en realidad las revelaciones de Dios. Después de una pequeña experiencia siempre tendemos a creer que hemos visto mucho y allí nuevamente cae le velo y se retira la luz, volviéndonos a la oscuridad y a la ceguera.

¡Señor, en realidad dependemos de ti pero nos rebelamos en nuestra ceguera. Resplandece en nosotros para que los velos caigan. Cuánto te necesitamos para que nuestros ojos sean abiertos y limpiados para que la revelación contenida en la Palabra llegue a ser nuestra. Nos entregamos a ti una vez más. Nos presentamos tal como somos. Queremos ser diligentes en hacer confesión cabal sin introspecciones, pero te necesitamos. Sálvanos de la oscuridad. Señor, no vemos. Rescátanos en la práctica de la ignorancia satánica que son sus tinieblas. Tráenos de vuelta a Ti. Preséntate a nosotros. Gracias que eres el Espíritu en nuestro espíritu. Gracias que nos has señalado de antemano para salvación. Gracias que estás. Te pedimos que tomes el control. Desconfiamos de nosotros, y aún de nuestro buen criterio. Gracias porque sabemos que necesitamos una visión celestial. Amén!

Ref: La Palabra santa para el avivamiento matutino, La visión celestial, semana 1: La visión que rige y regula; la visión de la economía de Dios.

El Señor Jesús fue un seguidor que repitió

DSC_0052«Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado» (Mateo 3:2). Así comenzó el ministerio de Juan el bautista. El reino estaba presente como elemento principal en el ministerio de Juan. La cercanía del reino era la causa de este ministerio. Podemos decir que al Nuevo testamento se le dio inicio con el reino porque Dios quiere obtener un reino para cumplir Su propósito. Juan el bautista estaba cargado con el reino. Él anunciaba, alertaba y amonestaba porque el reino de los cielos estaba muy cerca (Mateo 10:7). Era una línea muy definida. Él no improvisó ni fue original, sólo fue esa voz que clamaba en el desierto (Mateo 3:3).

Cuando el Señor comenzó a predicar no buscó ideas nuevas para proyectar una imagen de originalidad. Esto hubiera sido el fin. Anunció la cercanía del reino de los cielos (Mateo 4:17).  Si hoy alguien predicara de este modo seguro que sería el fin de la predicación del reino, porque la mayoría buscaría apartarse de este hablar en la constante búsqueda de originalidad. El Señor Jesús ciertamente no fue original, los apóstoles no fueron originales, existe una línea temática a lo largo del nuevo Testamento que es estable.

repetir y seguir

«El Señor Jesús no fue el primero en predicar el arrepentimiento por causa del reino, sino que fue el segundo». ¡Qué maravilloso que el Señor Jesús repitiera y diera continuación a la predicación de Juan el bautista».

¡Gracias, Señor, por tu reino. Gracias que nos estás abriendo este asunto. Gracias por los hermanos antes que nosotros. Gracias por aquellos a los que has dado una revelación. Gracias por el pastoreo de ellos. Danos una revelación con respecto al reino. Que veamos. Sólo podemos ver en Tu luz. Señor, resplandece y brilla. Te necesitamos. Enséñanos a repetir, continuar y seguir. Que seamos seguidores de otros apropiadamente. Amén!

Ref: “El reino” de Witness Lee.

Dios quiere obtener un reino para cumplir Su propósito

DSC_0015Dios quiere obtener un reino. «El cumplimiento de Su propósito depende en gran medida del reino» (ref. Mateo 4:23). Necesitamos luz para ver con claridad la necesidad que Dios tiene de obtener un lugar donde Él pueda ejercer Su autoridad, reinar, restaurar todas las cosas …»y entonces, vendrá el fin» (Mateo 24:14).

Cuando creímos y recibimos a Dios en Cristo como el Espíritu en nuestro espíritu, la vida de Dios entró en nuestro ser para que pudiéramos vivirle a Él. ¡Esto es misterioso y maravilloso! Hoy somos hijos de Dios precisamente como resultado de este hecho. Somos hijos de Dios engendrados por Él, no hijos adoptados. La adopción no cumpliría con los requisitos necesarios para hacer que accedamos y participemos del reino de los cielos, es decir, «ver y entrar» lo que significa ver en términos de un revelación para poder entrar, o sea estar en el reino (Juan 3:3, 5). Somos hijos nacidos del Espíritu al haber creído no por haber sido creados por Dios. ¡Aleluya que somos hijos auténticos de Dios! ¡El elemento de Dios está en nosotros! (2 Pedro 1:4) ¡Hemos sido trasladados a Su reino! (Col 1:13).

El reino es importante para Dios. Debemos ver esto. Necesitamos permanecer abiertos a Dios para recibir, no simple información contada por otros acerca de Dios, sino una revelación. necesitamos una revelación de Dios. Una vez que Dios se revele a nosotros, aún de manera básica, ya no volveremos a ser los mismos. Dios necesita un reino. ¿Es importante para nosotros que Dios precise de un reino para cumplir Su propósito? ¿Hemos comenzado a entrar en este asunto del reino? ¿Hemos orado o estamos orando con carga por este asunto? ¿Le hemos pedido a Dios que se revele a nosotros? ¿Hemos visto algo del reino? Es vital para Su economía tener un reino, un gobierno real, y eficaz, ahora.

Revelación de Dios

En Mateo 6:9-12 tenemos la oración que el Señor les indicó a Sus discípulos como una manera. Fijaos que esta oración comienza con el reino y concluye con el reino. «Venga tu reino». «Porque tuyo es el reino…»

Dios escogió a Abraham para obtener una nación. Cuando sacó a sus descendientes, el pueblo de Israel, de Egipto, les dijo: «Vosotros me seréis un reino de sacerdotes y gente santa» (Éxodo 19:6). En esta declaración tenemos «reino», «sacerdotes» y «gente santa». El objetivo de Dios, Su anhelo y necesidad es tener un reino de personas que estén bajo Su autoridad, que le sigan y obedezcan, personas que le expresen, le ministren y le muestren a todo el mundo. Personas que lleven Dios a la gente y la gente a Dios, dependiendo sólo de Dios, disfrutándole y experimentándole. Este reino compuesto por personas que estén llenos de Dios, con la vida de Dios y la luz de Dios, para que Dios pueda cumplir Su propósito. La nación de Israel era un tipo de la iglesia, un símbolo y una sombra de la realidad que es la iglesia hoy.

Hoy Dios está disponible como el Espíritu que es todo-inclusivo, procesado y consumado para residir en los creyentes y hacer Su hogar en los corazones de ellos para que seamos constituidos de Dios mismo y Cristo sea formado en nosotros, que es la edificación de Su Cuerpo, Su morada, todo lo cual alcanzará la consumación como la Nueva Jerusalén (Apocalipsis 21:2). ¡Aleluya!

¡Señor, cuánto te necesitamos. Abre nuestros ojos. Necesitamos urgentemente una revelación. Qué pequeña y escasa es nuestra visión. Preséntate a nosotros. No nos importa el tiempo que hayamos sido cristianos. Desechamos el pasado y todo lo logrado para ganarte hoy. Tú eres fresco y nuevo cada día. Levántanos, Señor. Muéstranos tu reino y tu propósito. Que tu urgencia sea la nuestra. Que tu meta sea la nuestra. Gracias, Señor. Amén!

Ref: «El reino» de Witness Lee.

Imagen, autoridad y vida divinas

DSC_0049En la creación del hombre por parte de Dios están implicados 3 asuntos muy importantes que necesitamos ver con toda claridad: La imagen de Dios, la autoridad de Dios y la vida de Dios (Génesis 1:26, 2:9)

«El hombre fue hecho a imagen de Dios a fin de expresarlo y ha recibido Su autoridad a fin de representarlo».

Si no hubiéramos sido creados a la imagen de Dios de ninguna manera podríamos expresar a Dios y sin Su autoridad dada al hombre no seríamos capaces de representarlo de ninguna forma. Podemos decir que no es posible expresar a Dios y representarlo sin Su imagen y Su autoridad. Su autoridad incluye ejercer dominio sobre la tierra y derrotar a Satanás.

El tercer elemento es la vida divina, sin la cual no podemos realizar las dos funciones anteriores en la práctica, a pesar de que potencialmente podríamos hacerlo. Para poder expresar realmente a Dios y representarlo con Su autoridad necesitamos poseer la vida de Dios, es decir, es preciso que tengamos a Dios como nuestra vida.

Imagen y autoridad de Dios

Por ello, al inicio de Génesis encontramos el árbol de la vida, en el centro del huerto (Génesis 2:9) que representa y contiene la vida divina, o sea a Dios con Su vida divina disponible para el hombre. La intención original de Dios es que el hombre comiera de este árbol y recibiera la vida eterna. El hombre necesitaba esta vida para alcanzar su plenitud tanto en existencia como en función, es decir, para poseer la plena imagen de Dios, expresando completamente a Dios y ejercer la autoridad que le fue dada para derrotar al enemigo.

La autoridad de Dios tiene que ver con Su reino, que es una esfera donde Dios ejerce Su autoridad y que todo reino esencialmente tiene que ver con un tipo de vida. El reino animal está limitado a los individuos que poseen cierta clase de vida. Un pino no podría pertenecer al reino animal porque la clase de vida que posee no es la propia de un animal. Así mismo el reino de Dios está relacionado con el ámbito de la vida divina. Por ello Dios tiene que impartir Su vida en nosotros para que podamos acceder en realidad a Su reino y que Su reino nos incluya para poder participar en la obra y el gobierno de Dios.

Este proceso fue interrumpido por Satanás cuando sedujo al hombre para comer del fruto del árbol equivocado. Este árbol no proporcionaba al hombre el elemento adecuado y previsto, sino que el hombre fue constituido por el elemento mismo de Satanás, con lo que la caída no fue sólo un simple acto exterior de desobediencia sino que además corrompió el ser mismo del hombre y en éste fue insertado (y mezclado con él) la naturaleza del pecado (que produce pecados) y la muerte. La caída del hombre cronológicamente ocurrió en un momento después de la creación de Dios y antes de que pudiera comer el fruto del árbol de la vida.

¡Señor, alumbra nuestros ojos. Danos una revelación respecto a tu vida y tu propósito. necesitamos que abras nuestros ojos. Nos presentamos a ti y nos abrimos a ti. Señor, cumple tu propósito y quita nuestros velos. Confiamos en ti, que completarás tu obra. Ten misericordia de nosotros y presérvanos para ti. Sálvanos y constitúyenos. Gracias por la vida eterna. Sigue expandiendo el evangelio del reino para la consumación de tu plan. Amén!

Ref: «El Reino«, capítulo uno, de Witness Lee.

Podemos beber a Cristo (II)

Anteriormente vimos que podíamos (y necesitábamos) beber al Señor como el agua viva. Sin embargo, ¿cómo hacer esto de una manera simple, eficaz y práctica? Regresemos a Isaías 12:3-6:

“Por tanto con regocijo sacaréis aguas de los manantiales de salvación, y diréis en aquel día: Dad gracias a Jehová; invocad Su nombre. Dad a conocer entre los pueblos Sus obras; haced recordar que Su nombre es exaltado. ¡Cantad salmos a Jehová, porque ha hecho algo majestuoso! ¡Sea sabido esto por toda la tierra! Clama y da grito resonante, oh habitante de Sión, porque grande es en medio de ti el Santo de Israel”.

Allí vemos que dar gracias a Jehová restablece y restaura, o refresca y aviva nuestra comunión con el Señor. Cuando somos agradecidos con respecto al Señor, esto indica que la obra y la Persona maravillosa de Dios han sido reveladas a nosotros y nuestra relación con Él es saludable, y que nuestra condición es contraria a los hombres egoístas y anti-Dios de 1 Timoteo 3:2. Podemos decir:

¡Gracias Señor por tu Persona! ¡Gracias por tu salvación! ¡Eres maravilloso y me has salvado! ¡Te agradezco que estés disponible! ¡Gracias por tu muerte eficaz y todo-inclusiva! ¡Gracias, Señor, aleluya!

Isaías dice que lo segundo es invocar el nombre de Señor. Esto es tan simple y profundo. Invocar el nombre el Señor no es un ritual, un procedimiento mágico o un amuleto; esto sería superstición. Dios existe, está vivo, es el Espíritu en nuestro espíritu, accesible, maravilloso, dulce, oportuno, suficiente y capaz. Es cuestión de experimentar al Señor, de clamar al Él para que nos salve. Invocar es llamar audiblemente, pero implica que tenemos la certeza de la presencia de aquel a quien llamamos y esperamos ciertamente que conteste y acuda para nuestra salvación. Durante el día, en nuestra labores cotidianas, podemos invocar Su nombre «¡Oh, Señor Jesús!». Sólo consiste en llamarle «¡Señor Jesús!». Sentirán cuán dulce es Su nombre, lo que indica que Su persona es dulce e íntima. El Señor nos escucha (2 Samuel 22:7). Cuando invocamos el Señor se hace más cercano (Lamentaciones 3:57). Todos deberíamos invocar el nombre del Señor (Sofonías 3:9). Todo el que invocare el nombre del Señor será salvó (Romanos 10:13). Ahora continuemos con las otras cuatro maneras prácticas, según Isaías 12, para beber a Cristo como agua viva:

Dar a conocer entre los pueblos Sus obras: «…¡Él ha hecho tantas cosas de las cuales podemos hablar a otros! Él vino a esta tierra y vivió una vida perfecta; Él murió por los pecados de toda la humanidad; resucitó y ascendió; vino a ser el Espíritu vivificante para darnos vida eterna y produjo a la iglesia como Su Cuerpo mediante Su muerte y resurrección». ¿Esto no es lo más maravilloso que habéis oído? Cuando compartimos estos con otros, al igual que cuando damos gracias o invocamos Su nombre, somos avivados en nuestro espíritu, porque participamos del Señor, lo tomamos, lo aplicamos, lo vivimos y estos es extraordinariamente maravilloso y práctico. Compartamos con otros aquello que le Señor es, lo que ha hecho, lo que está haciendo, la manera en que lo disfrutamos, cómo es nuestro gozo presente, por qué y para qué. Una vez que hacemos esto somos pastoreados por el Señor, infundidos consigo mismo y somos salvos. Cuando creímos y el Señor como el Espíritu vino a nuestro espíritu, nacimos de nuevo y fuimos incorporados a la familia de Dios que es la esfera del reino de Dios, siendo partes o miembros de la Casa de Dios, fue algo asombroso, inédito antes que el Señor resucitara, sin embargo, este evento está en el pasado para todos nosotros. Todos necesitamos disfrutar a Dios cada día, ser salvos cada día y permitir cada día que el Señor crezca en nosotros, se expanda en nosotros, sea infundido en nosotros, cuide de nosotros, se revele a nosotros y se forme en nosotros para ser uno orgánicamente con él y seamos madurados para la consumación del plan de Dios como la Nueva Jerusalén. ¡Aleluya! Si compartimos lo que Dios es y hace estamos identificados con Él, hablamos Sus palabras y no las nuestras, y así lo bebemos, siendo vivificados, saciados y llenos de Cristo.

¡Gracias Señor que eres nuestra agua viva! ¡Gracias Señor que nos satisfaces y nos sustentas! ¡Oh, Señor Jesús! Amigos lectores: El Señor, quien es Dios en la eternidad, se hizo carne para estar entre nosotros, introdujo la divinidad en la humanidad al encarnarse, vivió entre nosotros, nos conoció como hombre, murió sin pecado propio y resucitó hasta ascender para introducir la humanidad en la divinidad. ¡Qué maravilloso! ¡Qué único! Hoy como el Espíritu vivificante, incluye la divinidad, la humanidad, el vivir humano, la muerte, las resurrección victoriosa y la ascensión, tal como el unguento de la unción, que contenía varios ingredientes diferentes, el Señor es nuestro unguento que nos unge con Su persona para salvarnos, santificarnos, purificarnos, transformarnos, renovarnos, conformarnos y finalmente glorificarnos completos. Sólo debemos abrirnos a Él y decir: «Señor, sálvame» para ser parte de este plan único.

Hacer recordar que Su nombre es exaltado: En Filipenses 2:9 vemos que el nombre del Señor es sobre todo nombre. Cuando compartimos esto con otras personas bebemos de los manantiales de la salvación, porque estamos colaborando y siendo uno con la obra restauradora que Dios lleva a cabo desde la caída. En Colosenses 1:18 vemos que el Señor tienen la preeminencia, es decir, es lo primero. Cuando en nuestro hablar testificamos de esto estamos hablando la verdad, la realidad de Dios. Como lo primero, lo más elevado, lo exaltado por encima de todo, lo principal, el centro y el todo, estamos participando del Señor, quien es el agua viva para nosotros y lo bebemos. Muchos tenemos la experiencia de estar muy cansados, y cuando le hablamos del Señor a alguien somos inmediatamente restaurados. Siempre que ministramos a alguien este Cristo maravilloso, somos nosotros mismos los principales ministrados, porque le bebemos como agua de vida. Si usted le dice a otra persona: «¿Sabes? El nombre del Señor está por encima de cualquier otro nombre, no importa cuán importante o famoso sea. Yo invoqué este nombre un día y el Señor mismo respondió y vino a mí. Hoy lo invoco siempre. Está disponible para mí y es maravilloso». En ese momento estará bebiendo de Cristo como las aguas de la salvación.

Cantar salmos a Jehová: Cantar al Señor es maravilloso. Es otra manera de beber y es muy poderoso en términos de nuestra experiencia del Señor. Recuerdo un himno que comienza así: «Firmes y adelante, huestes de la fe…» que es poderoso y marcial, solemne y victorioso, u otro muy íntimo y cariñoso que comienza de la siguiente manera: «Mi Señor, cautivo en tu belleza, abro a ti todo mi corazón» (os recomiendo seguir ambos enlaces y escucharlos). «Efesios 5:19 nos instruye a hablar unos a otros con salmos, himnos y cánticos espirituales, y también a cantar y salmodiar al Señor en nuestros corazones. ¡Entre más cantemos al Señor con nuestros corazones durante nuestro día, más regados y refrescados seremos!» No importa qué situación tengamos, cantar al Señor es extraordinariamente eficaz para regresar a una posición en la que nuestra comunión con el Señor es real, prevaleciente, íntima y preciosa.

Clamar y dar grito resonante: Muchas veces he estado intentando orar pero mi mente está dispersa, o llena de pensamientos que no tienen nada que ver con el Señor, hasta perezosa o ansiosa, irremediablemente interpuesta entre el Señor y yo. En este caso, ¿ha probado usted gritar al Señor? ¿O invocar Su nombre en voz más alta de lo usual? Esto podríamos intentarlo cuando estemos solos en casa o en el campo, con fuerza, quizás repetidamente, sin restricciones externas. «Usted puede clamar con desesperación: “Oh Señor, ¡te necesito! ¡Te necesito ahora mismo! Estoy tan seco, y hasta muerto. Señor Jesús sé Tú mi vida. Sin Ti, no puedo salir adelante. Señor, vengo a Ti para beber. ¡Oh Señor, sacia mi sed!” También puede clamar para alabar y dar gracias al Señor y dar un grito resonante al decir en voz alta: “¡Alabado sea el Señor! ¡Jesús, eres tan bueno! ¡Te amo, Señor Jesús!” Cuando clamamos de esta manera al Señor, somos salvos de nuestros pensamientos en nuestra mente y bebemos profundamente del Espíritu vivificante como el agua de vida».

Ref: Artículo «Seis maneras de beber a Cristo como el agua viva«, blog en español de Bibles for America (Biblias para América).

Podemos beber a Cristo

DSC_0094En entrada anterior comentamos acerca de nacer de nuevo para poder acceder al reino. Habíamos visto en la Palabra que esto es una cuestión de vida (no de posición académica o filosófica respecto a un hecho). No se trata de entender algo pensando, ni de hacer ciertas cosas, ni de posición social ni de estudios. Es necesario nacer de nuevo al recibir la vida de Dios en nosotros cuando creemos para acceder al reino de Dios (Juan 3:3), que es la esfera donde Cristo reina. Él puede salvarnos. Él quiere salvarnos. Nosotros necesitamos la salvación de Dios, sin embargo hasta que no nacemos de Dios no podemos disfrutar de Su salvación efectiva (Juan 3:5-6), maravillosa y todo-inclusiva. Necesitamos abrimos a Él y pedirle que entre en nosotros. Entonces tenemos acceso libre a este Cristo maravilloso.

Cuando somos salvos, esto significa que nos encontramos en la posición adecuada para experimentar, disfrutar a Cristo. También significa que somos hijos de Dios (1 Juan 3:2), nacidos por Su vida y con Su naturaleza (2 Pedro 1:4), hijos auténticos, no adoptados. Se refiere a que Dios está en nosotros en Cristo como el Espíritu.

Una vez que creímos y fuimos hechos hijos de Dios con Su vida eterna (Juan 3:16) podemos (y debemos. ¡Es maravilloso) beber a Cristo. Esta mañana he disfrutado el post de «Bibles for America» (Biblias para América). Allí vemos que nos remite a Isaías 12: 3-6. Esta es una porción muy rica y profunda (y a menudo pasada por alto) en términos de la experiencia que el creyente tiene de Cristo.

“Por tanto con regocijo sacaréis aguas de los manantiales de salvación, y diréis en aquel día: Dad gracias a Jehová; invocad Su nombre. Dad a conocer entre los pueblos Sus obras; haced recordar que Su nombre es exaltado. ¡Cantad salmos a Jehová, porque ha hecho algo majestuoso! ¡Sea sabido esto por toda la tierra! Clama y da grito resonante, oh habitante de Sión, porque grande es en medio de ti el Santo de Israel”.

La práctica de beber a Cristo como el agua viva es simple, está claramente revelada en la Palabra y al mismo tiempo es profunda, muy beneficiosa, necesaria para conocer a nuestro Amado y vital para nuestro crecimiento y experiencia diaria de salvación. Veamos:

Dar gracias: Ser agradecidos es una actitud que indica que tenemos una relación saludable con el Señor y que vemos claramente cuánto ha hecho por nosotros. No agradecer al Señor es objetivamente una ingratitud e indica que estamos en una condición deplorable, típica de los hombres enemigos de Dios de los «postreros días» (1 Timoteo 3:2) profetizados por el apóstol Pablo. Si somos ingratos estaremos espiritualmente secos; no sentiremos el fluir y la frescura de Cristo en nosotros porque de alguna manera estaremos negando lo que Él es, ha hecho y está haciendo por nosotros. «Le podemos agradecer específicamente por todo lo que Él es y por todo lo que ha hecho. Podemos orar así: “Señor, gracias por ser la luz del mundo. Gracias, Señor, por venir a nosotros y amarnos. Gracias, Señor Jesús, por ser mi luz y mi camino. Gracias por Tu vida en mí”. Esto podemos hacerlo a lo largo del día. Cuando damos gracias al Señor sentimos Su presencia interior, somos avivados.

Invocar el nombre del Señor: Quizás esto sea nuevo para algunos hoy. Sin dudas es una práctica que se ha perdido desde los días de Isaías y aún posteriormente durante el siglo I. En Génesis 4:26 dice que «En aquel tiempo (nacimiento de Enós) los hombres comenzaron a invocar el nombre de Jehová». Mientras apedreaban a Esteban, él invocaba al Señor (Hechos 7:59). Vemos en Romanos 10:10-13 y 1 Co 1:2, y a lo largo de toda la Biblia que los hombre invocaban el nombre del Señor como parte de su práctica de disfrutarlo continuamente de una manera simple y efectiva. Cada vez que llamamos Su nombre audiblemente, estaremos bebiendo del Señor como el agua viva disponible a nosotros para saciar nuestra sed.

Hoy he visto claramente lo importante que es mantener la comunión con el Señor todo el día, mientras trabajamos, estudiamos, viajamos o esperamos en una cola podemos dar gracias al Señor aún por las cosas más pequeñas, inclusive aquellas que no son muy agradables. Esto nos coloca en una posición en la que beberemos del Señor como el agua viva al disfrutarle. También podemos invocarle: «¡Oh, Señor!» «¡Señor Jesús!» «¡Señor Jesús, te amo!»

Ref: Artículo «Seis maneras de beber a Cristo como el agua viva», del blog en español de Bibles for America (Biblias para América).