Todas las cosas son sombras de Cristo

Cristo es el cuerpo de todas las sombras.

Nuestra comida, nuestra bebida, nuestra ropa, nuestra casa, nuestro descanso y satisfacción son todos sombras de Cristo. Como nuestra sombra cuando estamos al sol, todos estos asuntos y cosas son sombras de Cristo.

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«Todos los aspectos de nuestro vivir son sombra de Cristo. Él es la comida, la bebida, el completamiento, el descanso, la luna nueva y la fiesta verdaderos. Diariamente comemos y bebemos de Él, semanalmente tenemos completamiento y descanso en Él, y durante todo el año Él es nuestro gozo y disfrute (Colosenses 1:17-18, 3:11; 1Corintios 10:3-4; Mateo 11: 28-29; Juan 1:5, 8:12)

nadie os juzgueEl Cristo que amamos es bello y maravilloso. Este Cristo atractivo es la esencia de la Biblia. «La Biblia abarca un miles de asuntos y trata un sinnúmero de doctrinas, pero tiene un sólo centro, Cristo mismo». Los cristianos deberíamos estimar todas las cosas y evaluarlas según Cristo, ni más ni menos, el cual es (y debe llegar a ser en la práctica) nuestro todo. Sería estupendo que pudiéramos llegar a trascender la tradición y asimilar la revelación que encontramos en la epístola a los colosenses, donde Cristo está presentado como la realidad de nuestra comida, bebida, descanso, disfrute… Si hacemos esto nuestra manera de vivir ya no será la misma.

Cristo experimentado es nuestro premio.

Colosenses 2:16-17, en el versículo 18, Pablo habla de un premio. Este premio precisamente consiste en disfrutar a Cristo como el cuerpo de todas las sombras. ¡Aleluya! Esta es una revelación sencillamente magnífica.  Disfrutar a Cristo es el premio mayor. Cuando alcanzamos a experimentar a Cristo, Cristo en nuestro disfrute es en sí mismo el premio. En Su disfrute nosotros estamos experimentando al Señor, que incluye todas las riquezas disponibles. Esto es incomparable; más allá de cualquier cosa que pueda ser escrita y descrita. Cuando no tenemos el disfrute de Cristo, nuestra vida está vacía, la Palabra carece de sentido, todo está gris y nos sentimos tan desanimados.

«Según [Colosenses] 1:26, la parte de la palabra de Dios que el ministerio de Pablo completó fue «el misterio que había estado oculto desde los siglos y desde las generaciones pero que ahora ha sido manifestado a Sus santos». Este misterio es Cristo en nosotros, la esperanza de gloria (v. 27). Por mucho conocimiento que tengamos de la Biblia, la revelación divina que logremos aprehender estará incompleta si no experimentamos a Cristo cada día, cada semana, cada mes y cada año… Si carecemos de la experiencia y disfrute de Cristo, también carecemos de la revelación divina. El completamiento de la revelación divina depende del Cristo que experimentemos»

La vida cristiana es un asunto de experimentar a Cristo. Cristo, quien es el Dios completo, como el Espíritu vivificante, está en nosotros. Así nuestro acceso a Él no es simbólico sino real, directo, orgánico y efectivo. Hemos de experimentar a Cristo en cada cosa que hagamos. Hemos de verlo como la sustancia de cada aspecto de nuestra vida, en le comer, en el beber, en el vestirnos… «aún el hecho de respirar debe recordarnos de nuestra necesidad de respirar a Cristo espiritualmente» (2Corintios 4:16; Filipenses 1:19-21).

Cristo debe ser disfrutado como la realidad de todo lo que necesitamos.

Cristo es nuestro aliento (Juan 20:22); Cristo es nuestra bebida (4:10, 14; 7:37-39); Cristo es nuestro alimento (6:35, 57); Cristo es nuestra luz (1:4; 8:12); Cristo es nuestra vestidura (Gálatas 3:27); Cristo es nuestra morada (Juan 15:5, 7; Salmos 90:1, 91:1).

¡Gracias, Señor, que eres la realidad de todas las cosas. Queremos experimentarte. Queremos contactar contigo y disfrutarte. Que seamos los que te disfrutan cada día, en cada cosa. Revélate a nosotros para que te veamos. Queremos ser conscientes de ti en nuestra vida diaria. Queremos tomarte y aplicarte en todo. Gracias que estás disponible. Tú eres nuestra comida y bebida; nuestro descanso y completamiento; nuestra satisfacción y alegría; nuestra casa y nuestro aire; nuestro disfrute y nuestra satisfacción. Amén!

Notas tomadas a partir de la lectura, oración y disfrute de La Palabra santa para el avivamiento matutino, La visión celestial, semana 2: La Visión de Cristo, junto con los versículos señalados y sus notas correspondientes de la Santa Biblia versión recobro, editada por Living Stream Ministry, y los fragmentos citados de y referenciados a:

Estudio-vida de Colosenses, mensajes 15, 24-25; A General Sketch of the New Testament in the Light of Christ and the Church, part 2: Romans through Philemon, cap. 19; The Collected Works of Witness Lee, 1965, t.1, «The Experience of Christ in Galatians, Ephesians, Philippians, and Colossians, cap. 1; Los cuatro elementos cruciales de la Biblia: Cristo, el Espíritu, la vida y la iglesia, páginas 53-54; Estudio- vida de Colosenses, páginas 309, 503, 506-508; estudio-vida de Colosenses, mensajes 35 y 55; El misterio de Dios y le misterio de Cristo, capítulo 2; La visión celestial, capítulo 1; Mensajes para aquellos en le entrenamiento del otoño de 1990, capítulo 18; The Collected Works of Witness Lee, 1966, tomo 1, «Christ-Our Portion», capítulo 3.

 

 

El arrepentimiento por causa del reino

Juan el bautista comenzó su predicación diciendo «Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado (Mateo 3:2). Notemos que nunca nos dice: «Arrepentíos y seréis salvos» o «arrepentíos o iréis al infierno.

«La palabra arrepentirse significa cambiar de parecer, cambiar de manera de pensar». Está relacionada con el cambio en nuestro razonamiento, «conceptos, ideas, filosofía e, incluso nuestra teología. Todos tenemos necesidad de arrepentirnos… [tenemos que arrepentirnos de todo, aún de lo que es bueno]. Tenemos que cambiar nuestra perspectiva».

¿Por qué es necesario arrepentirse por causa del reino? Porque sin importar quiénes somos, dónde estamos o cuáles son nuestros conceptos favoritos, no estamos en realidad a favor del reino. Necesitamos arrepentirnos. Podemos estar a favor del mal, del bien, de la educación, de dejar las escuelas, de las misiones, de la contemplación solitaria, de la religión, de los dones, del cristianismo, de los dones… nada de esto es el reino. Necesitamos arrepentirnos. La era neotestamentaria es la era del reino. Si no estamos en el reino y no vivimos para el reino, sin importar ninguna otra cosa, tenemos que nos arrepentirnos.

¡Señor, Tú eres nuestra luz. Brilla en nosotros para que nos arrepintamos. Un arrepentimiento cabal y profundo, de todos nuestras opiniones y preferencias. Queremos arrepentirnos de nuestros planes, de nuestras cosas buenas. Revélate a nosotros en Tu Palabra. No queremos dejarte solo. Anhelamos ser uno contigo. Queremos estar en el reino de una manera clara y práctica. Señor, hemos de aprender a permanecer y vivir para el reino. Ten misericordia de nosotros para que seamos habitantes del reino. Gracias que por nacimiento hemos hallado acceso a tu reino. Revela Tu reino a nosotros. Amén!

Ref: “El reino” de Witness Lee, capítulo 1.

Para llevar a cabo la economía de Dios necesitamos la visión celestial

Sólo llevaremos a cabo la economía de Dios, de acuerdo al deseo del corazón de Dios, haciendo la obra del Cuerpo (Efesios 3:9; Hechos 13:2) cuando seamos reconstituidos por la visión de la economía de Dios, que nos revela y nos muestra una escena extraordinaria, de manera gloriosa e interna, de Dios.

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Debemos recibir una visión para servir a Dios. Solamente existe una manera apropiada de servir a Dios y ésta no consiste en nuestros gustos, en lo que es usual, en aquello que se considera mejor o más adecuado, ni siquiera lo que es más ventajoso. Tampoco está relacionado con nuestras preferencias, acuerdos o necesidades exteriores, sino de la revelación. El verdadero servicio servicio cristiano debe ser puro en su constitución:

«Ningún elemento humano (natural) debe ser introducido en el servicio a Dios, es decir, nada de nuestro pasado, nada que sea chino [ni europeo], nada que sea viejo, ni tampoco nada que sea nuevo… La visión celestial detiene las prácticas y métodos terrenales de los siervos de Dios. La visión celestial nos corrige».

Para q s conviertan

Recientemente compartíamos que la visión celestial nos dirige o encamina a la meta de Dios, que es la edificación del Cuerpo de Cristo cuya consumación será la Nueva Jerusalén (Efesios 4:16; Apocalipsis 21:9-10). Todo el que sirve debe hacerlo con una visión (Hechos 26:19; 9:3-5; 10, 12, 15-16, 20, 22), la cual proviene de Dios, no de nuestro yo, nos muestra a Dios, nos relaciona con Dios y nos constituye (Mateo 16:17; Gálatas 1:15-16; cfr. Isaías 50:10-11). Si no tenemos una visión celestial significa que nuestros ojos espirituales internos están cerrados. En este caso no vemos a Dios y Su economía. Puede que haya velos delante de nuestros ojos, que no haya luz aunque nuestros ojos estén desvelados o abiertos o que simplemente estemos en la posición incorrecta u orientados erróneamente. Sólo el Señor puede proporcionar una visión celestial y sólo Dios es capaz de rescatarnos de nuestra condición actual.

«Existe la urgente necesidad de que algunos, al igual que Ezequiel, busquen a Dios, contacten a Dios y sean los sacerdotes de Dios que ministren delante de Dios. Si Dios obtiene tales Ezequieles en la actualidad, entonces los cielos les serán abiertos, la gente en la tierra podrá ver las visiones celestiales y las cosas celestiales se cumplirán en la tierra»

Es importante que nos demos cuenta que no todos los creyentes reciben la visión de la misma manera. Ejemplo: Pablo la recibió directamente. Timoteo la recibió mediante Pablo, en la comunión con Pablo, sin embargo ambos fueron personas que sirvieron siendo obedientes a la visión celestial (Hechos 22:14; 2Timoteo 3:14-15). Recibir la visión celestial es nuestra responsabilidad. Hay dos asuntos prácticos que incidirán en cuánto seamos capaces de ver, y esto influirá en la naturaleza de nuestro servicio. Primero, tiene que ver con la cantidad de cosas y asuntos de los que somos capaces de desprendernos. A nuestro ser natural le gusta hacer tesoro de todo. No sólo el dinero puede llegar a ser nuestro tesoro, sino nuestra carrera, nuestra posición social, nuestros planes, nuestros conceptos y opiniones, aún las buenas revelaciones del pasado pueden llegar a ser cosas de las que debamos desprendernos. Lo segundo es que hemos de abrirnos al Señor. Aún el abrirnos al Señor para contactarlo, disfrutarlo y obtenerlo de manera genuina, es algo que debemos llevar a Él. Tenemos la urgente necesidad de abrirnos al Señor para tomarlo. (Mateo 5:8; 2Timoteo 2:21; Jeremías 15:19; Deuteronomio 10: 2-3; 2Corintios 3:18). Podemos orar así: ¡Señor, sé que debo abrirme a ti, pero no sé cómo. Intuyo que me abro a ti muy poco. Señor, enséñame a abrirme de manera que puedas revelarte a mí. Me abro a ti hoy confiando en Ti. Señor, toma el control. Amén! Debemos ser obedientes a la visión celestial obedeciendo al Señor en aquello que ya hemos visto y sobretodo tomando a Cristo como nuestra vida, evitando ser distraídos de Él hacia las múltiples cosas que pertenecen al mundo, siendo diligentes en mantener el contacto actualizado, fresco y libre de obstáculos (Hechos 22:14-15; Juan 7:17; Colosenses 3:4; 1Tesalonicenses 5:17).

¡Señor, te amamos. En ti confiamos. Gracias que hoy estás disponible y expresado. Te necesitamos como nuestra luz y como nuestro todo. Abre nuestros ojos, retira los velos, ilumina para que te sirvamos apropiadamente. Traemos todas las cosas delante de ti y nos presentamos nosotros. Nos abrimos para contactarte y tomarte como nuestra vida. Danos una visión fresca. Amén!

Ref:

La visión rectora en la Biblia es la economía de Dios

El Dios Triuno, para llevar a cabo Su propósito, se forja en Su pueblo escogido y redimido para saturar todo su ser de la Trinidad Divina para producir y edificar el Cuerpo de Cristo, cuya edificación, cuya consumación será la Nueva Jerusalén (1 Timoteo 1:4; Efesios 3:9; 16-17; 4:4-6; Apocalipsis 21:2; 9-10).

El Dios Triuno, para llevar a cabo Su propósito, se forja en Su pueblo escogido y redimido para saturar todo su ser de la Trinidad Divina para producir y edificar el Cuerpo de Cristo. Para llevar a cabo Su propósito de esta manera, Dios se hizo carne, pasó por el vivir humano, murió, resucitó y llegó a ser el Espíritu vivificante (1Corintios 15:45) para poder entrar en nosotros como vida e impartirse en cada creyente para producir la iglesia, que es el Cuerpo de Cristo, que además es la Casa de Dios, el reino de Dios y el complemento de Cristo, que alcanzará Su plenitud y consumación como la Nueva Jerusalén (1 Timoteo 1:4; Efesios 3:9; 16-17; 4:4-6, 1:22-23; Apocalipsis 21:2; 9-10; Juan 1:14; Apocalipsis 21:2).

Si vemos la visión celestial de la economía de Dios y ésta llega a forjarse dentro de nosotros, el efecto será poderoso y duradero (Proverbios 29:18, Hechos 26:19). Cuando el apóstol Pablo testificaba ante el rey Agripa, todo cuanto menciona no  es una doctrina, teoría, credo religioso ni alguna teología, sino una visión celestial, en la cual el apóstol vio las cosas divinas relacionadas con la impartición del Dios Triuno en Su pueblo escogido, redimido y transformado. Todo lo que Pablo predicó en Hechos y lo que escribió en sus catorce epístolas, desde Romanos hasta Hebreos, constituye una descripción detallada de la visión celestial que él recibió.

poderoso y duradero

Nuestra verdadera transformación proviene de la operación del Dios Triuno dentro de nosotros, no de cierto sistema ético, o de simplemente tener mayores conocimientos o que nuestras intenciones sean mejores. Cuando recibimos la visión, a partir de que nuestros ojos sean abiertos, que los velos caigan y que el Señor nos ilumine, para que la revelación contenida en las Escrituras sea revelada a nosotros, nuestro ser completo cambiará. Ya no volvemos a ser los mismos. No es posible tener una visión como la que Pablo tuvo y quedarnos igual. Nuestros conceptos previos se disiparán, nuestra actitud, conversaciones, pensamientos y prioridades serán cambiadas. Sentiremos un gozo interno inefable y un sentido definido y evidente del disfrute del Señor y Su presencia (Hechos 9:3-9, 11-12, 20, 22; Filipenses 3:4-8). Antes de recibir la visión Pablo pensó que perseguía sólo hombres, sectarios peligrosos; estaba seguro que con su acción estaba corrigiendo a los equivocados, malvados y heréticos (Hechos 24:14). El creyó que sus actos eran estrictamente terrenales, sin sospechar que estos hombres estaban unidos con Dios en Cristo por su fe en Él. Finalmente ver que estaba persiguiendo a Jesús fue para él una conmoción enorme, una visión profunda, elevada y radical, que afectó a toda su persona, su futuro, sus acciones, su entendimiento, sus planes y todo.

Dios, además, le mostró el Cuerpo de una manera muy clara y práctica. Inmediatamente no le dio una tarea para que la llevara a cabo sino que le mostró que necesitaba un miembro del Cuerpo que lo iniciara en la identificación con el Cuerpo. Esta visión del Cuerpo fue clave para el posterior ministerio de Pablo y para todo el ministerio neotestamentario. Saulo vio que sus muchos conocimientos previos, sus grandes capacidades, su comprensión y entendimiento anteriores no le servían a Dios, quien lo cegó. Ahora sus ojos espirituales estaban abiertos y podía abrir los ojos de otros (Hechos 26:18). Vio que había sido llamado y elegido previamente (Gálatas 1:15). Ahora, como cautivo de Cristo en Su procesión triunfante que celebra la victoria de Cristo (2Corintios 2:14), era un ministro de Cristo.

La visión celestial nos cautiva y captura; nos reconstituye, nos rige, nos restringe, nos regula y nos resguarda (Proverbios 29:18). Para que la visión tenga un efecto duradero necesitamos que sea forjada en nosotros (Hechos 9:3, 5). Entonces somos limitados de una manera saludable a la línea central de la revelación en las Escrituras, la economía de Dios (1Timoteo 1:4), cuando la luz del evangelio de la gloria de Cristo resplandece en nosotros para la iluminación del conocimiento de la gloria de Dios (2Corintios 4:4, 6). Entonces nuestra vida llega a estar llena de sentido y propósito, y nos encontramos motivados, energizados, perseverantes (2Timoteo 1:9; Hebreos 12:1-2) y somos dirigidos a la meta de Dios (Filipenses 3:3-14; 1Timoteo 1:4). El problema con muchos cristianos hoy es que tienen su propia meta y aducen que su meta privada es para la gloria de Dios. Muchos hoy conocen y pueden hablar de su propia meta y propósito, pero no saben cuál es la meta y propósito de Dios. Para experimentar a Dios de manera apropiada debemos ver cuál es la meta de Dios. Esto implica que debemos ver cómo Dios está alcanzando esa meta, para poder formar parte de este único proceso celestial, donde somos uno con el Señor en Su mover. Este es el camino en el cual Él lleva a cabo Su propósito, y cumple Su anhelo, revelado en las Escrituras.

La visión está relacionada con el mover y el propósito de Dios. Dios se revela en Cristo como el Espíritu a nosotros, en estrecha concordancia con lo que Él está haciendo, la manera en que lo realiza y según lo que quiere llevar a cabo. Por ello, mediante la visión, nos llevará a actuar en consonancia consigo mismo (Hechos 10:1-33; 13:2). Cuando recibimos la visión de manera genuina tenemos un camino práctico para seguir adelante, Cristo es claro y visible para nosotros, tenemos el denuedo necesario para avanzar (1Timoteo 26:18-19), somos guardados en la unidad real e introducidos en la unanimidad (Efesios 1:17-18, 4:3; Hechos 1:14, 2:46, 4:24, 5:12).

¡Señor, nos abrimos a Ti para que Te reveles a nosotros. Confesamos que estamos carentes. Confesamos que somos independientes aún de Ti. Vamos a ti en este momento sólo por Tu misericordia. Danos una visión celestial de Tu economía. Revélanos Tu propósito, Tu meta, Tu deseo y Tu anhelo. Revélate a nosotros para ser uno contigo. No estamos de acuerdo con ser lo que somos hoy. Captúranos y cautívanos, ilumínanos y arrástranos. Necesitamos un nuevo comienzo. Restaura el gozo inefable en nosotros. Tú eres fresco cada día. Que tu meta sea nuestra única meta. Que tu manera sea nuestra única manera. Que Tus prioridades sean nuestras únicas prioridades. Ponemos todo en tus manos, Señor. Gracias. Amén!

Ref: La Palabra santa para el avivamiento matutino, La visión celestial, semana 1: La visión que rige y regula; la visión de la economía de Dios.