La economía de Dios también se refiere a la manera en que Dios lleva a cabo Su propósito, Su plan. Es la manera en que Dios nos bendice. Como personas somos bendecidos de manera suprema con nuestra participación en la economía de Dios. La palabra griega de la cual se traduce «economía» es «oikonomía» (Ef 1:10; 3:9 [revisar notas]). Está compuesta por dos palabras oiko, que significa casa (en referencia a una familia) y nomos, que significa ley. Tenemos pues ley doméstica, gobierno de la casa o administración familiar. Esta administración implica distribución. Cuando se administra una familia, o los bienes de una familia para sustentarla, la distribución, reparto y asignación de los bienes garantiza que la administración sea exitosa. Así que en la economía de Dios hay una distribución.
La misma raíz de la palabra «nomos» la encontramos traducida como «pastos» en Juan 10:9: «Y entrará, y saldrá, y hallará pastos«.
Estos pastos representan a Cristo como el alimento designado, perfecto, deseable y que nutre, el lugar para permanecer, permitiendo nuestro sustento y desarrollo hasta la madurez. El redil no es el objetivo para las ovejas, sino que es solamente un sitio en el que están guardadas cuando los pastos no están disponibles, como durante la noche o el invierno. Cuando hay disponibilidad de pastos verdes, el redil pierde su función, ya no hay necesidad de él. Nadie que posea ovejas las deja encerradas en el redil mientras las praderas llenas de pasto verde y jugoso, bajo el sol, esperan e invitan. Cualquier pastor se arruinaría si practica este tipo de técnica. Los pastos son algo definitivo y permanente, mientras que el redil es temporal y transitorio.
Todos los escogidos de Dios hemos de salir de nuestros rediles hacia Cristo, quien es nuestros pastos, nuestros alimentos para disfrutarle y ser alimentados. En estos consiste la economía de Dios, en que Dios se imparte a nosotros para alimentarnos. Él es nuestro sustento, nuestra nutrición equilibrada y toda-inclusiva para constituirnos consigo mismo y que crezcamos en todo en Él y así Él obtenga una casa que lo exprese (1 Ti 3:15), que es la iglesia, el Cuerpo de Cristo.
Por ello en este libro la eonomía de Dios no es compatible ni puede ser simultanea o complementaria con la ley, pues ésta era nuestro ayo, nuestro auxiliar-cuidador mientras llegaba Cristo, quien ya vino. Es como si tomáramos los exámenes del primer curso para probar que estamos listos para pasar al segundo, y ya estando en el segundo curso quisiéramos repetir los exámenes del primero sólo porque anteriormente eran correcto y en el tercero hiciéramos lo mismo. Los exámenes del primer curso nos condujeron al segundo, pero el contenido dle segundo incluye, supera, completa y avanza el primero. No es posible estar en el segundo curso intentando regresar al nivel del primero porque en ese caso estaríamos negando nuestro nivel de segundo curso, que tiene su propio contenido, su propio nivel, sus propios objetivos y meta. En el contexto, el objetivo del primer curso es prepararnos y conducirnos al segundo y el del segundo es prepararnos y conducirnos al tercero, nunca de vuelta al primero.
En Gálatas 3:2 el apóstol Pablo pregunta a los creyentes allí si ellos habían recibido el Espíritu por «oír con fe» o por «las obras de la ley«. No es compatible «el Espíritu» con el perfeccionarse «por la carne» (Ga 3:3). La ley nos guardó, nos cuidó y nos condujo a Cristo. En este respecto la ley es buena y cumple perfectamente su objetivo. Si queremos dejar a un lado a Cristo, la palabra de del evangelio oída con fe, la experiencia del Dios Triuno en nuestro espíritu, es decir, si nos olvidamos de la economía de Dios para intentar ser perfectos por las obras de la ley, hemos retrocedido, hemos salido, hemos regresado al redil y hemos hecho del redil nuestra habitación permanente. Sólo que en el redil no hay comida.
Cualquier cosa que nos entretenga, disuada y aparte del alimento nos condena a morir. Cuando se nos insta a dejar de comer y se nos convence de ello, nos conducen a la pérdida, a la muerte. Cuando a las ovejas se las aparta del pasto se las condena. Siempre que somos alejados de Cristo, sufrimos pérdida. Hemos de ser uno con la economía de Dios cuyo centro es Cristo mismo, y permanecer en ella que es lo que Dios tiene asignado para nosotros con vistas a nuestro crecimiento en vida hasta la madurez.
Referencias:
Estudio-vida de 1 y 2 Timoteo, Tito y Filemón, mensaje 1.
Estudio-vida de Gálatas, mensaje 14 (sólo disponible online en inglés).
Estudio-vida de Efesios, mensaje 19