
El sueño de Dios, nuestro sueño.
Dios tiene un sueño, que es Su anhelo, el cual cumple Su propósito. Éste consiste en obtener la Nueva Jerusalén, que es la morada eterna de Dios y Sus escogidos redimidos (Apocalipsis 21:2, 22).
El principio básico de un sueño es que en él nos ocurre algo imposible. Nuestra salvación fue un sueño, el sueño inicial de nuestra vida espiritual. Nosotros fuimos salvos aún cuando era imposible. Nuestra entrada en la vida de iglesia también fue un sueño espiritual. Todo aquel que ha entrado en la vida de iglesia ha tenido un sueño en el cual se ha producido algo imposible.
Siguiendo este principio, el sueño de Dios es no solamente algo maravilloso sino que es algo completamente imposible según nuestras percepciones y capacidades naturales. Dios tiene un sueño, y aunque es imposible para el hombre es posible para Dios. Este sueño es maravilloso y por definición es algo imposible, pero es un sueño que Dios está llevando a cabo. Este sueño consiste en la obtención y edificación de la casa de Dios, Betel.
Dios se propuso llevar a cabo una serie de pasos para cumplir el anhelo de Su corazón, para ello creó todas las cosas, y en el centro de la creación colocó al hombre. El hombre fue creado de manera sustancialmente diferente de todas las demás partes de Su creación. El hombre fue creado a Su imagen, conforme a Su semejanza, con un espíritu que generó un alma viviente, la clase de vida más elevada exceptuando la vida divina, le encomendó al hombre Su autoridad (Génesis 1:26) para que el hombre fuera capaz de contenerlo y expresarlo. ¡Aleluya! Entonces el hombre fue puesto en el huerto del Edén, frente al árbol de la vida, para que comiera del fruto de este árbol y recibiera así el elemento de Dios.
Sin embargo, el hombre, instigado por el enemigo, comió del árbol del conocimiento del bien y del mal, e ingirió el elemento letal del enemigo. Esta es la caída del hombre. Ahora el pecado y la muerte están en el hombre y constituidos en su ser.
Pero Dios aún tiene un sueño. Para su cumplimiento se hizo hombre, vivió como tal, murió sin pecados, resucitó y ascendió para regresar como el Espíritu vivificante (Juan 14:16-18; 1 Corintios 15:45; 2 Corintios 3:17-18; ) para morar en el hombre y constituirse en él. Esta es la clase de procedimiento perfectamente excelente e imposible que Dios hace posible para cumplir Su sueño de edificar Su casa. ¡Aleluya!
El elemento de la vida de Dios, que el hombre había perdido cuando cayó, vuelve a estar disponible en la práctica. Dios vuelve a ofrecerse al hombre. Dios vuelve a estar accesible. El hombre es redimido por Dios para que el hombre recobre la posición adecuada para tomar y recibir a Dios. Entonces cuando el elemento de Dios está en el hombre y el elemento del hombre está en Dios, queda establecida la base para la edificación de la morada de Dios:
La casa de Dios es el lugar para el descanso de Dios, Su satisfacción y Su expresión. Dios se siente en Su hogar cuando está en Su casa (Efesios 2:22) y es la manifestación de Dios en la carne, Dios manifestado en el hombre (1 Timoteo 3:15). Finalmente, la casa de Dios será ampliada como la Nueva Jerusalén (ver Apocalipsis 4:2-3; 21:11), Su sueño Dios tuvo un sueño, una ciudad edificada, como consumación de Su economía; esta edificación es la mutua edificación de Dios en el hombre y del hombre en Dios: El edificio de Dios es un Dios-hombre, un edificio en el cual Dios es el hogar del hombre (Salmos 90:1; 91:1, 9) y el hombre es el hogar de Dios (Isaías 66:1-2; 57:15; Juan 14:20, 23; 15:5; Apocalipsis 21:3, 22).
El sueño de Dios llega a ser nuestro sueño. La esencia de cualquier sueño espiritual genuino es la confluencia de Dios y el hombre. Nada que tenga que ver con Dios sin el hombre, o que trate del hombre excluyendo a Dios, tiene que ver con Cristo. Cristo es la escalera espiritual que trae el cielo a la tierra y une la tierra con el cielo (Juan 1:51).
El sueño de Jacob es el sueño de Dios

El sueño de Jacob fue un sueño de la meta de Dios, el sueño de Bet-el, el sueño de la casa de Dios (Génesis 28:10-22), la cual hoy es la iglesia (1 Timoteo 3:15) y cuya consumación será la Nueva Jerusalén.
Jacob fue escogido por Dios desde el vientre de su madre. Él estaba al tanto de esto, sin embargo vemos cómo actuó de manera negativa, fue un engañador, robó, mintió y fue astuto de manera inapropiada.
Dios había asignado de antemano la primogenitura para Jacob. Él mismo quería la primogenitura de una manera muy intensa. Para alcanzar su objetivo se comportó como un suplantador, mentiroso, ladrón, es decir, usó sus habilidades naturales, fue completamente independiente de Dios. El agarrar el calcañar de su hermano fue algo que hizo siempre a juzgar por la sagacidad e impureza con que actuó.
Jacob anhelaba la primogenitura y la bendición paterna, para ello fue habilidoso, usó triquiñuelas e hizo planes que más bien parecían conspiraciones. Todo esto no le llevó a obtener y disfrutar la primogenitura, sino que este fue el medio que Dios usó para tratar con él, quebrantarlo como hombre natural, y que alcanzara la madurez, para el apropiado disfrute y ejercicio de Su primogenitura. Todas estas cosas que vemos en Jacob no llegan al estándar de la justicia de Dios, y en su camino Dios tenía que cortarlas de raíz.
Ya que Jacob robó la bendición que su hermano Esaú debió haber recibido de parte de su anciano padre, tuvo que huir de la casa familiar hacia donde vivía su tío Labán con su familia. En Genesis 28 vemos que el llegó a un lugar en el desierto, un sitio inhóspito y en una situación de soledad. Allí, tomó una piedra, la puso como almohada y se quedó dormido.
Una vez que, producto de su comportamiento bajo y criticable, tuvo que huir hacia el desierto, él durmió solo y desamparado, y tuvo un sueño en el que vio una escalera que alcanzaba hasta los cielos. Vio ángeles que subían y bajaban por ella. En este sueño Dios le hizo una promesa inimaginable: Que llegaría a ser una bendición para toda la tierra. Esta promesa estaba relacionada con la simiente, la tierra y con él mismo. Esto es increíble. ¿Cómo es posible que alguien como Jacob recibiera una revelación tan elevada, importante y excelente de parte de Dios?
Al despertar dijo: Seguramente esta es la casa de Dios; este es un lugar increíble, esta es la puerta a los cielos. Y tomó la piedra-almohada y la erigió como una columna, derramando aceite sobre ella, y llamó Betel a ese lugar. Jacob, un suplantador y un engañador, fue obligado a huir de la comodidad de su casa y a vagar por el desierto y allí Dios salió a su encuentro y le proporcionó un sueño que se convertiría en lo más importante en Génesis y en toda la Biblia.
Siempre en nuestra vida, todos y cada uno de nosotros, llegamos en algún momento a un punto en que nos encontramos alejado de todas las cosas que nos son agradables y conocidas. Es allí donde Dios sale a nuestro encuentro y nos da un sueño. Dios está esperando que nos hallemos en un lugar que nos permita estar listos y ser receptivos para Su revelación a nosotros. Dios nos espera para mostrarnos Su sueño, que llega a ser nuestro propio sueño; del mismo modo en que el sueño de Dios llegó a ser el sueño de Jacob.
El sueño de Jacob se está cumpliendo hoy. La esfera en la que esto ocurre es la iglesia (1 Timoteo 3:15). Este cumplimiento es gradual. Su plenitud y consumación lo tendremos en la Nueva Jerusalén, que es la morada eterna de Dios y el hombre (ver Apocalipsis 21:3, 22).
En el Antiguo Testamento la casa de Dios era el tabernáculo y posteriormente el Templo. Hoy la casa de Dios es la iglesia. Dios mora en Su iglesia. La iglesia es donde el hombre y Dios están juntos. Es el encuentro de Dios y Sus escogidos y redimidos, la morad actual y real de Dios.
¡Dios, actualiza nuestro sueño de Ti. Muéstranos más de Ti para Tu propósito. Hoy Tu sueño está parcialmente cumplido. Revélate a nosotros. Queremos tener una experiencia nueva, fresca y rejuvenecida de Ti. Continúa madurándonos en nuestra filiación para que Tu casa esté completada. Sigue adelante con Tu edificación. Queremos ser Tu satisfacción y descanso. Sigue mezclándote con nosotros. Amén!
El sueño de Dios es la Nueva Jerusalén. Cuando pensamos en el sueño de Jacob y el sueño de Dios, si vemos la Nueva Jerusalén, la edificación de un Dios-hombre corporativo como morada mutua de Dios y el hombre, un edificio en el cual somos la morada de Dios (Isaías 66: 1-2; 57:15; Juan 14:20, 23; 15:5; Apocalipsis 21:3, 22) y Él es nuestra morada Salmos 90:1; 91:1, 9), entonces está llegando a ser nuestro propio sueño. ¡Alabado sea el Señor! Este no es un edificio material hacia el cual nos dirigimos salvando un espacio o un tiempo. La edificación de Dios produce un edificio espiritual para el cual el hombre debe ser edificado en Dios y Dios edificado en el hombre. Esto no sólo es maravilloso, sino que es la maravilla única que ocupa el corazón de Dios y satisface a Dios. Lo que cumple el propósito de Dios.
Si como creyentes nuestro sueño consiste en ser la morada de Dios y y que Dios llegue a ser nuestra morada. Si esta visión, este sueño, nos ocupa y nos cautiva, entonces es ciertamente nuestro sueño. En este caso, sin importar nuestro grado de madurez, edad física o trasfondo, podemos declarar: «¡Gracias Señor por Tu sueño que es el sueño de Jacob, que es ahora nuestro sueño, que cumple Tu propósito. Amén!«
Estas son notas de mi disfrute del Señor
- – en «La palabra santa para el avivamiento matutino, Estudio de cristalización de Génesis (5), semana 25, cuyo tema es «El sueño de Bet-el», que puedes obtener aquí y aquí,
- – en el Estudio-vida de Génesis mensajes 68 y 72,
- – en el libro «El árbol de la vida, capítulos 1 y 5,
- – junto con los versículos referidos y sus notas correspondientes de la Santa Biblia versión recobro, que puedes obtener aquí o (para los residentes en España) aquí.
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