En entrada anterior comentamos acerca de nacer de nuevo para poder acceder al reino. Habíamos visto en la Palabra que esto es una cuestión de vida (no de posición académica o filosófica respecto a un hecho). No se trata de entender algo pensando, ni de hacer ciertas cosas, ni de posición social ni de estudios. Es necesario nacer de nuevo al recibir la vida de Dios en nosotros cuando creemos para acceder al reino de Dios (Juan 3:3), que es la esfera donde Cristo reina. Él puede salvarnos. Él quiere salvarnos. Nosotros necesitamos la salvación de Dios, sin embargo hasta que no nacemos de Dios no podemos disfrutar de Su salvación efectiva (Juan 3:5-6), maravillosa y todo-inclusiva. Necesitamos abrimos a Él y pedirle que entre en nosotros. Entonces tenemos acceso libre a este Cristo maravilloso.
Cuando somos salvos, esto significa que nos encontramos en la posición adecuada para experimentar, disfrutar a Cristo. También significa que somos hijos de Dios (1 Juan 3:2), nacidos por Su vida y con Su naturaleza (2 Pedro 1:4), hijos auténticos, no adoptados. Se refiere a que Dios está en nosotros en Cristo como el Espíritu.
Una vez que creímos y fuimos hechos hijos de Dios con Su vida eterna (Juan 3:16) podemos (y debemos. ¡Es maravilloso) beber a Cristo. Esta mañana he disfrutado el post de «Bibles for America» (Biblias para América). Allí vemos que nos remite a Isaías 12: 3-6. Esta es una porción muy rica y profunda (y a menudo pasada por alto) en términos de la experiencia que el creyente tiene de Cristo.
“Por tanto con regocijo sacaréis aguas de los manantiales de salvación, y diréis en aquel día: Dad gracias a Jehová; invocad Su nombre. Dad a conocer entre los pueblos Sus obras; haced recordar que Su nombre es exaltado. ¡Cantad salmos a Jehová, porque ha hecho algo majestuoso! ¡Sea sabido esto por toda la tierra! Clama y da grito resonante, oh habitante de Sión, porque grande es en medio de ti el Santo de Israel”.
La práctica de beber a Cristo como el agua viva es simple, está claramente revelada en la Palabra y al mismo tiempo es profunda, muy beneficiosa, necesaria para conocer a nuestro Amado y vital para nuestro crecimiento y experiencia diaria de salvación. Veamos:
– Dar gracias: Ser agradecidos es una actitud que indica que tenemos una relación saludable con el Señor y que vemos claramente cuánto ha hecho por nosotros. No agradecer al Señor es objetivamente una ingratitud e indica que estamos en una condición deplorable, típica de los hombres enemigos de Dios de los «postreros días» (1 Timoteo 3:2) profetizados por el apóstol Pablo. Si somos ingratos estaremos espiritualmente secos; no sentiremos el fluir y la frescura de Cristo en nosotros porque de alguna manera estaremos negando lo que Él es, ha hecho y está haciendo por nosotros. «Le podemos agradecer específicamente por todo lo que Él es y por todo lo que ha hecho. Podemos orar así: “Señor, gracias por ser la luz del mundo. Gracias, Señor, por venir a nosotros y amarnos. Gracias, Señor Jesús, por ser mi luz y mi camino. Gracias por Tu vida en mí”. Esto podemos hacerlo a lo largo del día. Cuando damos gracias al Señor sentimos Su presencia interior, somos avivados.
– Invocar el nombre del Señor: Quizás esto sea nuevo para algunos hoy. Sin dudas es una práctica que se ha perdido desde los días de Isaías y aún posteriormente durante el siglo I. En Génesis 4:26 dice que «En aquel tiempo (nacimiento de Enós) los hombres comenzaron a invocar el nombre de Jehová». Mientras apedreaban a Esteban, él invocaba al Señor (Hechos 7:59). Vemos en Romanos 10:10-13 y 1 Co 1:2, y a lo largo de toda la Biblia que los hombre invocaban el nombre del Señor como parte de su práctica de disfrutarlo continuamente de una manera simple y efectiva. Cada vez que llamamos Su nombre audiblemente, estaremos bebiendo del Señor como el agua viva disponible a nosotros para saciar nuestra sed.
Hoy he visto claramente lo importante que es mantener la comunión con el Señor todo el día, mientras trabajamos, estudiamos, viajamos o esperamos en una cola podemos dar gracias al Señor aún por las cosas más pequeñas, inclusive aquellas que no son muy agradables. Esto nos coloca en una posición en la que beberemos del Señor como el agua viva al disfrutarle. También podemos invocarle: «¡Oh, Señor!» «¡Señor Jesús!» «¡Señor Jesús, te amo!»
Ref: Artículo «Seis maneras de beber a Cristo como el agua viva», del blog en español de Bibles for America (Biblias para América).
Pingback: ¡A Cristo comed! [Himno] | Orando-Leyendo-Salmodiando!
Pingback: Sobre cómo beber a Cristo | Halladas Tus Palabras