Todas las cosas son sombras de Cristo

Cristo es el cuerpo de todas las sombras.

Nuestra comida, nuestra bebida, nuestra ropa, nuestra casa, nuestro descanso y satisfacción son todos sombras de Cristo. Como nuestra sombra cuando estamos al sol, todos estos asuntos y cosas son sombras de Cristo.

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«Todos los aspectos de nuestro vivir son sombra de Cristo. Él es la comida, la bebida, el completamiento, el descanso, la luna nueva y la fiesta verdaderos. Diariamente comemos y bebemos de Él, semanalmente tenemos completamiento y descanso en Él, y durante todo el año Él es nuestro gozo y disfrute (Colosenses 1:17-18, 3:11; 1Corintios 10:3-4; Mateo 11: 28-29; Juan 1:5, 8:12)

nadie os juzgueEl Cristo que amamos es bello y maravilloso. Este Cristo atractivo es la esencia de la Biblia. «La Biblia abarca un miles de asuntos y trata un sinnúmero de doctrinas, pero tiene un sólo centro, Cristo mismo». Los cristianos deberíamos estimar todas las cosas y evaluarlas según Cristo, ni más ni menos, el cual es (y debe llegar a ser en la práctica) nuestro todo. Sería estupendo que pudiéramos llegar a trascender la tradición y asimilar la revelación que encontramos en la epístola a los colosenses, donde Cristo está presentado como la realidad de nuestra comida, bebida, descanso, disfrute… Si hacemos esto nuestra manera de vivir ya no será la misma.

Cristo experimentado es nuestro premio.

Colosenses 2:16-17, en el versículo 18, Pablo habla de un premio. Este premio precisamente consiste en disfrutar a Cristo como el cuerpo de todas las sombras. ¡Aleluya! Esta es una revelación sencillamente magnífica.  Disfrutar a Cristo es el premio mayor. Cuando alcanzamos a experimentar a Cristo, Cristo en nuestro disfrute es en sí mismo el premio. En Su disfrute nosotros estamos experimentando al Señor, que incluye todas las riquezas disponibles. Esto es incomparable; más allá de cualquier cosa que pueda ser escrita y descrita. Cuando no tenemos el disfrute de Cristo, nuestra vida está vacía, la Palabra carece de sentido, todo está gris y nos sentimos tan desanimados.

«Según [Colosenses] 1:26, la parte de la palabra de Dios que el ministerio de Pablo completó fue «el misterio que había estado oculto desde los siglos y desde las generaciones pero que ahora ha sido manifestado a Sus santos». Este misterio es Cristo en nosotros, la esperanza de gloria (v. 27). Por mucho conocimiento que tengamos de la Biblia, la revelación divina que logremos aprehender estará incompleta si no experimentamos a Cristo cada día, cada semana, cada mes y cada año… Si carecemos de la experiencia y disfrute de Cristo, también carecemos de la revelación divina. El completamiento de la revelación divina depende del Cristo que experimentemos»

La vida cristiana es un asunto de experimentar a Cristo. Cristo, quien es el Dios completo, como el Espíritu vivificante, está en nosotros. Así nuestro acceso a Él no es simbólico sino real, directo, orgánico y efectivo. Hemos de experimentar a Cristo en cada cosa que hagamos. Hemos de verlo como la sustancia de cada aspecto de nuestra vida, en le comer, en el beber, en el vestirnos… «aún el hecho de respirar debe recordarnos de nuestra necesidad de respirar a Cristo espiritualmente» (2Corintios 4:16; Filipenses 1:19-21).

Cristo debe ser disfrutado como la realidad de todo lo que necesitamos.

Cristo es nuestro aliento (Juan 20:22); Cristo es nuestra bebida (4:10, 14; 7:37-39); Cristo es nuestro alimento (6:35, 57); Cristo es nuestra luz (1:4; 8:12); Cristo es nuestra vestidura (Gálatas 3:27); Cristo es nuestra morada (Juan 15:5, 7; Salmos 90:1, 91:1).

¡Gracias, Señor, que eres la realidad de todas las cosas. Queremos experimentarte. Queremos contactar contigo y disfrutarte. Que seamos los que te disfrutan cada día, en cada cosa. Revélate a nosotros para que te veamos. Queremos ser conscientes de ti en nuestra vida diaria. Queremos tomarte y aplicarte en todo. Gracias que estás disponible. Tú eres nuestra comida y bebida; nuestro descanso y completamiento; nuestra satisfacción y alegría; nuestra casa y nuestro aire; nuestro disfrute y nuestra satisfacción. Amén!

Notas tomadas a partir de la lectura, oración y disfrute de La Palabra santa para el avivamiento matutino, La visión celestial, semana 2: La Visión de Cristo, junto con los versículos señalados y sus notas correspondientes de la Santa Biblia versión recobro, editada por Living Stream Ministry, y los fragmentos citados de y referenciados a:

Estudio-vida de Colosenses, mensajes 15, 24-25; A General Sketch of the New Testament in the Light of Christ and the Church, part 2: Romans through Philemon, cap. 19; The Collected Works of Witness Lee, 1965, t.1, «The Experience of Christ in Galatians, Ephesians, Philippians, and Colossians, cap. 1; Los cuatro elementos cruciales de la Biblia: Cristo, el Espíritu, la vida y la iglesia, páginas 53-54; Estudio- vida de Colosenses, páginas 309, 503, 506-508; estudio-vida de Colosenses, mensajes 35 y 55; El misterio de Dios y le misterio de Cristo, capítulo 2; La visión celestial, capítulo 1; Mensajes para aquellos en le entrenamiento del otoño de 1990, capítulo 18; The Collected Works of Witness Lee, 1966, tomo 1, «Christ-Our Portion», capítulo 3.

 

 

Para llevar a cabo la economía de Dios necesitamos la visión celestial

Sólo llevaremos a cabo la economía de Dios, de acuerdo al deseo del corazón de Dios, haciendo la obra del Cuerpo (Efesios 3:9; Hechos 13:2) cuando seamos reconstituidos por la visión de la economía de Dios, que nos revela y nos muestra una escena extraordinaria, de manera gloriosa e interna, de Dios.

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Debemos recibir una visión para servir a Dios. Solamente existe una manera apropiada de servir a Dios y ésta no consiste en nuestros gustos, en lo que es usual, en aquello que se considera mejor o más adecuado, ni siquiera lo que es más ventajoso. Tampoco está relacionado con nuestras preferencias, acuerdos o necesidades exteriores, sino de la revelación. El verdadero servicio servicio cristiano debe ser puro en su constitución:

«Ningún elemento humano (natural) debe ser introducido en el servicio a Dios, es decir, nada de nuestro pasado, nada que sea chino [ni europeo], nada que sea viejo, ni tampoco nada que sea nuevo… La visión celestial detiene las prácticas y métodos terrenales de los siervos de Dios. La visión celestial nos corrige».

Para q s conviertan

Recientemente compartíamos que la visión celestial nos dirige o encamina a la meta de Dios, que es la edificación del Cuerpo de Cristo cuya consumación será la Nueva Jerusalén (Efesios 4:16; Apocalipsis 21:9-10). Todo el que sirve debe hacerlo con una visión (Hechos 26:19; 9:3-5; 10, 12, 15-16, 20, 22), la cual proviene de Dios, no de nuestro yo, nos muestra a Dios, nos relaciona con Dios y nos constituye (Mateo 16:17; Gálatas 1:15-16; cfr. Isaías 50:10-11). Si no tenemos una visión celestial significa que nuestros ojos espirituales internos están cerrados. En este caso no vemos a Dios y Su economía. Puede que haya velos delante de nuestros ojos, que no haya luz aunque nuestros ojos estén desvelados o abiertos o que simplemente estemos en la posición incorrecta u orientados erróneamente. Sólo el Señor puede proporcionar una visión celestial y sólo Dios es capaz de rescatarnos de nuestra condición actual.

«Existe la urgente necesidad de que algunos, al igual que Ezequiel, busquen a Dios, contacten a Dios y sean los sacerdotes de Dios que ministren delante de Dios. Si Dios obtiene tales Ezequieles en la actualidad, entonces los cielos les serán abiertos, la gente en la tierra podrá ver las visiones celestiales y las cosas celestiales se cumplirán en la tierra»

Es importante que nos demos cuenta que no todos los creyentes reciben la visión de la misma manera. Ejemplo: Pablo la recibió directamente. Timoteo la recibió mediante Pablo, en la comunión con Pablo, sin embargo ambos fueron personas que sirvieron siendo obedientes a la visión celestial (Hechos 22:14; 2Timoteo 3:14-15). Recibir la visión celestial es nuestra responsabilidad. Hay dos asuntos prácticos que incidirán en cuánto seamos capaces de ver, y esto influirá en la naturaleza de nuestro servicio. Primero, tiene que ver con la cantidad de cosas y asuntos de los que somos capaces de desprendernos. A nuestro ser natural le gusta hacer tesoro de todo. No sólo el dinero puede llegar a ser nuestro tesoro, sino nuestra carrera, nuestra posición social, nuestros planes, nuestros conceptos y opiniones, aún las buenas revelaciones del pasado pueden llegar a ser cosas de las que debamos desprendernos. Lo segundo es que hemos de abrirnos al Señor. Aún el abrirnos al Señor para contactarlo, disfrutarlo y obtenerlo de manera genuina, es algo que debemos llevar a Él. Tenemos la urgente necesidad de abrirnos al Señor para tomarlo. (Mateo 5:8; 2Timoteo 2:21; Jeremías 15:19; Deuteronomio 10: 2-3; 2Corintios 3:18). Podemos orar así: ¡Señor, sé que debo abrirme a ti, pero no sé cómo. Intuyo que me abro a ti muy poco. Señor, enséñame a abrirme de manera que puedas revelarte a mí. Me abro a ti hoy confiando en Ti. Señor, toma el control. Amén! Debemos ser obedientes a la visión celestial obedeciendo al Señor en aquello que ya hemos visto y sobretodo tomando a Cristo como nuestra vida, evitando ser distraídos de Él hacia las múltiples cosas que pertenecen al mundo, siendo diligentes en mantener el contacto actualizado, fresco y libre de obstáculos (Hechos 22:14-15; Juan 7:17; Colosenses 3:4; 1Tesalonicenses 5:17).

¡Señor, te amamos. En ti confiamos. Gracias que hoy estás disponible y expresado. Te necesitamos como nuestra luz y como nuestro todo. Abre nuestros ojos, retira los velos, ilumina para que te sirvamos apropiadamente. Traemos todas las cosas delante de ti y nos presentamos nosotros. Nos abrimos para contactarte y tomarte como nuestra vida. Danos una visión fresca. Amén!

Ref:

La visión rectora en la Biblia es la economía de Dios

El Dios Triuno, para llevar a cabo Su propósito, se forja en Su pueblo escogido y redimido para saturar todo su ser de la Trinidad Divina para producir y edificar el Cuerpo de Cristo, cuya edificación, cuya consumación será la Nueva Jerusalén (1 Timoteo 1:4; Efesios 3:9; 16-17; 4:4-6; Apocalipsis 21:2; 9-10).

El Dios Triuno, para llevar a cabo Su propósito, se forja en Su pueblo escogido y redimido para saturar todo su ser de la Trinidad Divina para producir y edificar el Cuerpo de Cristo. Para llevar a cabo Su propósito de esta manera, Dios se hizo carne, pasó por el vivir humano, murió, resucitó y llegó a ser el Espíritu vivificante (1Corintios 15:45) para poder entrar en nosotros como vida e impartirse en cada creyente para producir la iglesia, que es el Cuerpo de Cristo, que además es la Casa de Dios, el reino de Dios y el complemento de Cristo, que alcanzará Su plenitud y consumación como la Nueva Jerusalén (1 Timoteo 1:4; Efesios 3:9; 16-17; 4:4-6, 1:22-23; Apocalipsis 21:2; 9-10; Juan 1:14; Apocalipsis 21:2).

Si vemos la visión celestial de la economía de Dios y ésta llega a forjarse dentro de nosotros, el efecto será poderoso y duradero (Proverbios 29:18, Hechos 26:19). Cuando el apóstol Pablo testificaba ante el rey Agripa, todo cuanto menciona no  es una doctrina, teoría, credo religioso ni alguna teología, sino una visión celestial, en la cual el apóstol vio las cosas divinas relacionadas con la impartición del Dios Triuno en Su pueblo escogido, redimido y transformado. Todo lo que Pablo predicó en Hechos y lo que escribió en sus catorce epístolas, desde Romanos hasta Hebreos, constituye una descripción detallada de la visión celestial que él recibió.

poderoso y duradero

Nuestra verdadera transformación proviene de la operación del Dios Triuno dentro de nosotros, no de cierto sistema ético, o de simplemente tener mayores conocimientos o que nuestras intenciones sean mejores. Cuando recibimos la visión, a partir de que nuestros ojos sean abiertos, que los velos caigan y que el Señor nos ilumine, para que la revelación contenida en las Escrituras sea revelada a nosotros, nuestro ser completo cambiará. Ya no volvemos a ser los mismos. No es posible tener una visión como la que Pablo tuvo y quedarnos igual. Nuestros conceptos previos se disiparán, nuestra actitud, conversaciones, pensamientos y prioridades serán cambiadas. Sentiremos un gozo interno inefable y un sentido definido y evidente del disfrute del Señor y Su presencia (Hechos 9:3-9, 11-12, 20, 22; Filipenses 3:4-8). Antes de recibir la visión Pablo pensó que perseguía sólo hombres, sectarios peligrosos; estaba seguro que con su acción estaba corrigiendo a los equivocados, malvados y heréticos (Hechos 24:14). El creyó que sus actos eran estrictamente terrenales, sin sospechar que estos hombres estaban unidos con Dios en Cristo por su fe en Él. Finalmente ver que estaba persiguiendo a Jesús fue para él una conmoción enorme, una visión profunda, elevada y radical, que afectó a toda su persona, su futuro, sus acciones, su entendimiento, sus planes y todo.

Dios, además, le mostró el Cuerpo de una manera muy clara y práctica. Inmediatamente no le dio una tarea para que la llevara a cabo sino que le mostró que necesitaba un miembro del Cuerpo que lo iniciara en la identificación con el Cuerpo. Esta visión del Cuerpo fue clave para el posterior ministerio de Pablo y para todo el ministerio neotestamentario. Saulo vio que sus muchos conocimientos previos, sus grandes capacidades, su comprensión y entendimiento anteriores no le servían a Dios, quien lo cegó. Ahora sus ojos espirituales estaban abiertos y podía abrir los ojos de otros (Hechos 26:18). Vio que había sido llamado y elegido previamente (Gálatas 1:15). Ahora, como cautivo de Cristo en Su procesión triunfante que celebra la victoria de Cristo (2Corintios 2:14), era un ministro de Cristo.

La visión celestial nos cautiva y captura; nos reconstituye, nos rige, nos restringe, nos regula y nos resguarda (Proverbios 29:18). Para que la visión tenga un efecto duradero necesitamos que sea forjada en nosotros (Hechos 9:3, 5). Entonces somos limitados de una manera saludable a la línea central de la revelación en las Escrituras, la economía de Dios (1Timoteo 1:4), cuando la luz del evangelio de la gloria de Cristo resplandece en nosotros para la iluminación del conocimiento de la gloria de Dios (2Corintios 4:4, 6). Entonces nuestra vida llega a estar llena de sentido y propósito, y nos encontramos motivados, energizados, perseverantes (2Timoteo 1:9; Hebreos 12:1-2) y somos dirigidos a la meta de Dios (Filipenses 3:3-14; 1Timoteo 1:4). El problema con muchos cristianos hoy es que tienen su propia meta y aducen que su meta privada es para la gloria de Dios. Muchos hoy conocen y pueden hablar de su propia meta y propósito, pero no saben cuál es la meta y propósito de Dios. Para experimentar a Dios de manera apropiada debemos ver cuál es la meta de Dios. Esto implica que debemos ver cómo Dios está alcanzando esa meta, para poder formar parte de este único proceso celestial, donde somos uno con el Señor en Su mover. Este es el camino en el cual Él lleva a cabo Su propósito, y cumple Su anhelo, revelado en las Escrituras.

La visión está relacionada con el mover y el propósito de Dios. Dios se revela en Cristo como el Espíritu a nosotros, en estrecha concordancia con lo que Él está haciendo, la manera en que lo realiza y según lo que quiere llevar a cabo. Por ello, mediante la visión, nos llevará a actuar en consonancia consigo mismo (Hechos 10:1-33; 13:2). Cuando recibimos la visión de manera genuina tenemos un camino práctico para seguir adelante, Cristo es claro y visible para nosotros, tenemos el denuedo necesario para avanzar (1Timoteo 26:18-19), somos guardados en la unidad real e introducidos en la unanimidad (Efesios 1:17-18, 4:3; Hechos 1:14, 2:46, 4:24, 5:12).

¡Señor, nos abrimos a Ti para que Te reveles a nosotros. Confesamos que estamos carentes. Confesamos que somos independientes aún de Ti. Vamos a ti en este momento sólo por Tu misericordia. Danos una visión celestial de Tu economía. Revélanos Tu propósito, Tu meta, Tu deseo y Tu anhelo. Revélate a nosotros para ser uno contigo. No estamos de acuerdo con ser lo que somos hoy. Captúranos y cautívanos, ilumínanos y arrástranos. Necesitamos un nuevo comienzo. Restaura el gozo inefable en nosotros. Tú eres fresco cada día. Que tu meta sea nuestra única meta. Que tu manera sea nuestra única manera. Que Tus prioridades sean nuestras únicas prioridades. Ponemos todo en tus manos, Señor. Gracias. Amén!

Ref: La Palabra santa para el avivamiento matutino, La visión celestial, semana 1: La visión que rige y regula; la visión de la economía de Dios.

Que el Señor nos lleve a un monte alto y nos libere para ver la visión

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Necesitamos orar. Es urgente entre los cristianos. Me refiero a orar de una manera específica, en una dirección definida. Hablo de una oración al Señor para que seamos conducidos a un monte alto por causa de nuestra actual condición. Como Juan, que cuando el Señor le dio la visión de Babilonia él estaba en un sitio desolado, el desierto, pero para recibir la visión de la Nueva Jerusalén, fue llevado a un monte alto, que es “una esfera trascendente, a fin de tener una visión que fuese de largo alcance, una visión excelente”.

Debo confesar que yo el primero y el más necesitado necesito el monte alto donde el Señor en Su misericordia, en Su amor y para Su economía se presente a nosotros de una manera en que seamos alumbrados de manera radical y profunda (Ap 21: 9-10; Hechos 10-16).

Hemos de aprender a venir diariamente a la Biblia cuando venimos al Señor y a venir al Señor cuando leemos la Biblia. Hacer una confesión cabal y luego no ser negligentes en este asunto ya que los pecados son un obstáculo en nuestra relación con el Señor y pudieran disminuir la eficacia en nuestra interacción con la revelación divina.

Leer la Palabra con oración es algo que nos encanta hacer. Esta práctica es muy saludable por cuanto las Escrituras, en su esencia, son Espíritu y vida. No es una herramienta nada adecuada la mente para tomar la Palabra cuando funciona ella sola, como cuando leemos un periódico. Hemos de ejercitar nuestro espíritu en la lectura de la Palabra. No sólo orar antes de leer sino leer con oración, invocando Su nombre, diciendo amén, convirtiendo la Palabra en nuestra oración para obtener el beneficio más profundo de nuestro tiempos de lectura.

Si ejercitamos nuestro espíritu al leer la Palabra obtendremos revelación de la misma porque más que absorber conocimiento, que lleva a un entendimiento natural, tendremos comunión con el Señor en Su Palabra, que lleva al disfrute de Cristo y a la revelación, lo que hará que tengamos una visión celestial. Es necesario que el Señor resplandezca sobre Su revelación para que nosotros veamos. Es simple el hecho que necesitamos una visión. A menudo descuidamos nuestra relación con el Señor y somos naturales cuando de la Palabra se trata. Pensamos que la Biblia es un libro ético, un compendio de buenas enseñanzas o un registro histórico acerca de un gran maestro religioso y otras cosas.

Este entendimiento pertenece a los rudimentos del mundo y no tiene nada que ver con un cristiano, hijo de Dios, nacido de nuevo, en el reino, miembro del Cuerpo y la familia de Dios, participante de las riquezas de Cristo para la edificación espiritual que alcanzará su final y consumación plena como la Nueva Jerusalén, que es la incorporación terminada y suprema de la unión de Dios y el hombre y la culminación del Cristo agrandado en ascensión. Todas estas cosas en realidad tienen muy poco que ver con un enfoque académico y formal de la Palabra de Dios, especialmente en lo que se refiere a la experiencia del cristiano y el ministerio del Nuevo Testamento para el propósito de Dios. Necesitamos orar para que los velos nos sean quitados, necesitamos la luz para poder tener la visión. Sin la luz no podremos ver, aunque los velos hayan sido quitados y también tendremos el entendimiento de la visión mediante la sabiduría del Espíritu.

¡Señor, tú conoces nuestra necesidad mejor que nosotros mismos. Nos ponemos en tus manos. Llévanos a un monte alto. Ya no queremos estar en el valle donde estamos. Llévanos a un monte alto y libéranos. Oramos ahora con sentido de urgencia. Señor, libéranos de la dictadura de nosotros mismos. Sácanos de nuestro yo, de nuestras propias experiencias. Incluso de aquellas buenas experiencias del pasado. Sálvanos de nuestro conocimiento, incluso de aquel bueno y bíblico. Para que podamos estar en una nueva esfera. Necesitamos estar elevados para tener un gran panorama. Necesitamos acceder a una vista trascendente de la visión gloriosa. Amén!

Esto no sólo tiene que ver con una persona, el que ora, aunque también, sino que tiene que ver con todos. Los que amamos al Señor, los que hemos sido regenerados al creer y recibir al Señor en nosotros, queremos servirle apropiadamente. Queremos funcionar de manera adecuada, tener una relación profunda y satisfactoria con el Señor pero sobre todo queremos que Dios sea satisfecho y Su propósito sea cumplido. Por ello cuando presentamos a otros la Verdad que hemos recibido, en términos espirituales, no se trata de enseñar conocimiento, procedimientos e información aprendidos. este hecho no debe ser un montón de conocimientos y procedimientos que hemos aprendido en un aula o grupo académico. Más que una “enseñanza, doctrina o conocimiento obtenido a través de una lectura, sino una visión”. Esta visión que recibimos en el espíritu bajo el resplandor de la luz divina (1 Timoteo 4:6; 1Juan 1:1-3).

Ministrar la Palabra en realidad significa que algo que hemos recibido como una visión espiritual y celestial es presentado a otros (2Timoteo 2:2, 15, 25, 1Juan 1:1-3; Apocalipsis 1:11a).

“Cuánto desearía que cada hermano tuviera esta clase de actitud y deseo, y le dijéramos al Señor: Deseo ser liberado y llevado a un lugar fuera de mí mismo, deso ser liberado de mis pecados malvados y también de mis experiencias buenas y espirituales. Aunque he tenido ya muchos logros, deseo ver una visión que sea más elevada, más grande, más profunda, más rica, y de mayor alcance y trascendencia”, la visión gloriosa de Dios.

Ref:  La Palabra santa para el avivamiento matutino, La visión celestial, semana 1: La visión que rige y regula; la visión de la economía de Dios.

Las visiones de Dios nos hacen ver las cosas divinas, espirituales y celestiales

DSC_0051Podemos aprender las ecuaciones, los nombres de los elementos químicos o ciertas habilidades sociales, sin embargo Pedro supo que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios viviente y en este caso, el Señor le dijo:

“Bienaventurado eres, Simón Barjona, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino Mi Padre que está en los cielos” (Mateo 16:16-17).

Él no aprendió nada, no cosechó una habilidad o entendimiento a partir de cierto entrenamiento o ejercicio académico, ni siquiera aplicando conocimiento previo, sino que a Él le fue revelado, dado como visión, es decir, mostrado. Él “vio” que Jesús, su maestro, el caminaba junto a Él y les hablaba maravillosamente es el Cristo y que este Cristo es Dios mismo como hombre. ¡Esto es maravilloso!

Nosotros como cristianos conocemos el número de libros del Nuevo Testamento, incluso podríamos hablar de muchos de ellos con razonable certeza, o hablar el evangelio de salvación a alguien más, no obstante debemos ver que necesitamos una visión y una visión es una revelación. Esta revelación está contenida en las escrituras. La Palabra de Dios es esta revelación, pero permanece cerrada, lo que significa que la revelación que está contenida allí no es nuestra revelación o no ha sido revelada a nosotros. ¡Necesitamos revelaciones como Pedro!

Necesitamos ver qué es ser hijo del Dios viviente, que ocurrió en la muerte de Cristo, el significado intrínseco de la iglesia y el candelero, qué ocurrió en la resurrección, la diferencia entre la divinidad entrando en la humanidad y la humanidad entrando en la divinidad, el destino final de la edificación de Dios, el Cuerpo de Cristo y muchos aspectos más que forman parte de la economía neotestamentaria de Dios.

Si no tenemos una visión genuina y real, no importa cuántos grados escolares hayamos superado y qué nivel profesional hayamos alcanzado, ni siquiera nos servirá el gran amor que Dios tiene por nosotros, Sus promesas o Su poder para tener una experiencia cabal y satisfactoria y un servicio verdadero. Si nosotros en la práctica no estamos en la posición adecuada, con la orientación apropiada y la condición correcta frente a Dios, estaremos profundamente carentes. Después que Pedro recibió la revelación del Padre habló la verdad y fue diferente, lo cual no hubiera sido posible con ningún esfuerzo humano o con las mejores de las intenciones.

Carentes

Para recibir una visión necesitamos tres cosas: Revelación (que el velo delante de nuestros ojos espirituales sea retirado), luz y vista (Efesios 1:17-18). Aún cuando el velo nos es quitado, si no tenemos luz (Salmos 36:9) no veremos (2 Corintios 4:6; 1 Juan 1:5,7).

“Cuando la luz divina resplandece sobre la revelación divina contenida en la Palabra; la revelación divina llega a ser la visión divina; cuando además de esto tenemos la vista, podemos ver la visón celestial» (Efesios 1:17-18, 3:9)

Si nuestro espíritu no es regenerado, es decir, si como el Señor le dijo a Nicodemo, no nacemos de agua y del Espíritu no podremos acceder de ningún modo a la luz divina que resplandece en nuestro espíritu, necesaria que la revelación en la Palabra llegue a ser nuestra visión. Así que hemos de ser hechos hijos de Dios, genuinos, no adoptados, para que el elemento de Dios esté en nosotros y así tengamos real acceso a Él. ¡Aleluya! Significando que Espíritu esté en nuestro espíritu. Además necesitamos ejercitar nuestro espíritu, que es contactar al Señor en nuestro espíritu, en la Palabra, para disfrutarlo como nuestras riquezas, sólo entonces serán alumbrados los ojos de nuestro corazón y sabremos cuál es la esperanza a la que hemos sido llamados, las riquezas de Su gloria, la herencia que tenemos, la supereminente grandeza de Su poder, la operación del poder de Su fuerza, la realidad de la resurrección, el reinar en vida con Cristo de una manera muy real y práctica, la victoria en Cristo, Cristo como nuestra ascensión, la consumación y final de esta era, Cristo como nuestra Cabeza, la dependencia maravillosa y necesaria, le árbol de la vida como principio rector de nuestra experiencia y práctica, el Cuerpo de Cristo como la suprema incorporación orgánica de lo divino y la humanidad regenerada, el Cristo agrandado y expandido para llegar a ser la Nueva Jerusalén (Efesios 1:17-23, Apocalipsis 21:2, 9-10). ¡Aleluya! ¡Esto es insuperable y celestial!

¡Señor, concédenos revelaciones frescas y genuinas. Que lleguemos a tener una visión. Muéstranos el panorama paso a paso. Desvela tu economía para nosotros. Nos presentamos a ti para disfrutarte y tomarte como todas las cosas. Revélate a nosotros. Límpianos y purifícanos. Gracias que por tu sabiduría y revelación disponibles. Gracias por Tu Palabra y Persona vivientes. Gracias que hoy está en nosotros. Gracias que eres accesible. Gracias que la iglesia es Tu plenitud. Gracias por tu realidad en nosotros. Gracias por tu salvación completa. Te alabamos Señor, amén!

Ref: La Palabra santa para el avivamiento matutino, La visión celestial, semana 1: La visión que rige y regula; la visión de la economía de Dios.

Necesitamos una visión celestial

DSC_0057Todos los cristianos necesitamos una visión celestial (Hechos 22:14). El apóstol Pablo, cuando era un religioso voluntarioso y muy bien educado en la ley y las normas externas, el fariseo Saulo de Tarso, tenía muchos conocimientos. Era un hombre reputado por su autodisciplina, se devoción, su consecuencia con aquello que consideraba correcto y sus obras. Este hombre excepcional perseguía a los cristianos porque pensaba que eran enemigos de Dios, que eran unos advenedizos traidores y que ponían en peligro la religión verdadera con sus creencias y prácticas erróneas, es decir, Pablo estaba equivocado absolutamente en todo. Sin embargo es comprensible que nos preguntemos cómo es posible que un hombre tan entregado a su religión, inteligente y talentoso pudiera errar de manera tan completa.

Sí, él estaba lleno de información correcta y apropiada, valoraba mucho la tradición de sus mayores y ancestros, amaba la letra de la ley entregada por Dios a Moisés, sin embargo, espiritualmente estaba ciego. Esta es la respuesta. No era capaz de ver. En la experiencia espiritual ver es entender recibiendo una revelación de Dios.

Camino a Damasco, donde Saulo se dirigía para arrestar a los cristianos y llevarlos a Jerusalén (Hechos 26:12), brillo la luz celestial y entonces escuchó la voz del Señor (Hechos 26:13), le habló al Señor, le aceptó como Señor, recibió luz con respecto a la naturaleza de aquellos a los que perseguía, ció cómo era en realidad la relación entre estos hombres y el Señor, que es la base para la realidad del Cuerpo de Cristo, fue liberado tanto de su propio pueblo como de los gentiles, le fue dada una comisión y fue dejado muy claro o inválido e incapaz que en realidad era sin Cristo.

La comisión que Pablo recibió otra vez estaba relacionada con que los hombres creyeran y fueran traídos a la luz, lo cual está en aposición, en el texto, con ser sacados de la potestad de Satanás y recibir una herencia (Hechos 26:14-19).

Pablo necesitaba una visión celestial y el Señor le proporcionó está visión. A partir de este momento él comenzó a ver, y por ende fue restringido por esta causa a seguir al Señor a la manera del Señor, a servir al Señor, a testificar del Señor apropiadamente y a tener una relación orgánica con el Señor, más allá de la relación simbólica y objetiva que tenía antes, basada en el cumplimiento de una normativa con el esfuerzo humano.

Todo y cada uno de nosotros necesitamos una visión celestial. Sin tal visión careceremos de la guía necesaria, del freno saludable (Proverbios 28:19) y de las restricciones que nos guardan. Una vez recibida la visión tenemos un panorama claro que nos cautiva, nos rige y nos regula. Esta es la visión de la economía neotestamentaria de Dios, que incluye aquello que Dios está haciendo, cómo lo está haciendo, por qué lo está haciendo y para qué. Esta visión no es más que el Cristo viviente y activo revelado a nosotros, presentado ante nosotros para que seamos salvos cada día y vitalizados para ser verdaderamente uno con Él en realidad.

Una vez que Pablo fue alumbrado y recibió a Cristo para llevar a cabo la voluntad de Dios en obediencia, él oró incesantemente por nosotros para que Dios nos diese “espíritu de sabiduría y de revelación en el pleno conocimiento de Él” y para que, alumbrados los ojos de nuestros corazones, nunca antes, sino después de este hecho, supiéramos “cuál es la esperanza a que Él [nos] ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de Su herencia en [todos nosotros”] (Efesios 1:16-18).

Pablo alumbrado

Cuando Pablo se refiere al espíritu de sabiduría y revelación estaba diciendo que nuestro espíritu que ha sido regenerado por el Espíritu de Dios al morar Dios como Espíritu en él (en nosotros). Ese espíritu regenerado, que contiene el elemento divino, nos fue dado por Dios para que tengamos sabiduría y revelación para conocerlo a Él y a Su economía. Esta sabiduría en nuestro espíritu es para conocer el misterio de Dios y la revelación viene del Espíritu que mora en nosotros para que el velo de la ignorancia de la ausencia de Dios nos sea quitado. Una vez que somos desvelados poseemos la capacidad de entender las cosas espirituales, que significa que hemos recibido la vista. Entonces el Espíritu revela estas cosas a nuestro entendimiento espiritual.

Cuánto necesitamos las revelaciones de Dios. Mucho. A veces hasta tengo la certeza que no podemos saber exactamente cuánto necesitamos en realidad las revelaciones de Dios. Después de una pequeña experiencia siempre tendemos a creer que hemos visto mucho y allí nuevamente cae le velo y se retira la luz, volviéndonos a la oscuridad y a la ceguera.

¡Señor, en realidad dependemos de ti pero nos rebelamos en nuestra ceguera. Resplandece en nosotros para que los velos caigan. Cuánto te necesitamos para que nuestros ojos sean abiertos y limpiados para que la revelación contenida en la Palabra llegue a ser nuestra. Nos entregamos a ti una vez más. Nos presentamos tal como somos. Queremos ser diligentes en hacer confesión cabal sin introspecciones, pero te necesitamos. Sálvanos de la oscuridad. Señor, no vemos. Rescátanos en la práctica de la ignorancia satánica que son sus tinieblas. Tráenos de vuelta a Ti. Preséntate a nosotros. Gracias que eres el Espíritu en nuestro espíritu. Gracias que nos has señalado de antemano para salvación. Gracias que estás. Te pedimos que tomes el control. Desconfiamos de nosotros, y aún de nuestro buen criterio. Gracias porque sabemos que necesitamos una visión celestial. Amén!

Ref: La Palabra santa para el avivamiento matutino, La visión celestial, semana 1: La visión que rige y regula; la visión de la economía de Dios.