Conocer la Palabra de Dios de manera apropiada, para recibir la revelación de Cristo

Conocer la Palabra de Dios

Debemos conocer la Palabra de Dios. Ésta puede quedar escondida o cerrada cuando nuestra experiencia de Dios es pobre o cuando recibimos la Palabra de manera inadecuada, usando únicamente nuestra mente natural, como cuando leemos un libro común, en lugar de ejercitar nuestro espíritu. Por otro lado está la cuestión técnica de las palabras, su origen y el contexto. Por último podríamos mencionar nuestro entorno. Esto lo podemos ejemplificar mediante la siguiente pregunta: “¿Cuánta revelación de la Verdad -no cuántos datos en la mente-, cuánto conocimiento de los idiomas generales y qué nivel de practicalidad apropiada tienen los creyentes a nuestro alrededor, y aquellos a los que tenemos acceso?

Estudiar la Biblia

El primer elemento para estudiar la Biblia con provecho sigue siendo que seamos las personas apropiadas. Además debemos contar con traducciones fiables, una visión espiritual, exposiciones sólidas y una práctica genuina. En este sentido el Señor se ha estado moviendo, especialmente en los últimos siglos. Muchos queridos santos, siguiendo la dirección divina, han estudiado la Biblia, la han traducido, anotado y expuesto el texto para nuestro beneficio y satisfacción de Dios en el cumplimiento de Su propósito. Necesitamos recibir la Palabra de Dios, siempre en los términos establecidos por el Autor, manteniendo el énfasis en Su énfasis, teniendo un entendimiento espiritual según Su entendimiento, para experimentarlo y para alcanzar Su meta. Nuestro discernimiento -debemos tenerlo- sólo debe conducirnos al Autor mismo, experimentarlo a Él en el curso de nuestra lectura y estudio. Debemos alejarnos de las interpretaciones privadas (2P 1:20).

A partir de nuestra lectura de la Palabra

Cuando leemos la Biblia no es admisible que produzcamos una versión personal. Tampoco debemos crear una tradición, sobre la base de aquello que Dios nos ha mostrado. En ese caso nos detendremos y estorbaremos a Dios en Su avance. Debemos conocer el texto y lo que está en Su esencia, al tener comunión con el Autor, sin caer en el peligro de creer que hemos llegado ya a la meta. 

Una advertencia

Sabemos que hoy no está de moda interpretar un texto en concordancia con el interés del autor. Esto lo digo en general, aunque también con relación a la Biblia. La cultura dominante hoy entiende que la conclusión propia de cada lector es lo importante y que la intención del autor es de valor secundario, ya que ésta está “atrapada» a menudo en un contexto cultura diferente de aquel en que se encuentra el lector actual.

Hemos de preguntar al Señor siempre: “¿Qué estás diciendo aquí? ¿Qué significa esto? ¿Cual es Tu propósito aquí?” Nunca la pregunta debe ser: “¿Qué significa esto para mi? ¿Según yo mismo -u otra persona-, qué significa este pasaje? ¿Cuál es el significado particular de esta porción para mí?” Este subjetividad conduce al relativismo. Entonces Dios queda fuera, la Palabra queda vacía y se convierte automáticamente en un asunto personal. Este no es el camino de Dios.

Todavía

Nosotros los cristianos todavía tenemos el mandamiento, la obligación y la necesidad de conocer la Palabra de Dios. ¿Cómo? Conociendo al Autor, Quien es el Origen del texto (2Ti 3:16). Dios mismo es la Palabra (Jn 1:1). Su Palabra es Espíritu y es vida (Jn 6:63). Debemos acercarnos a la Palabra de manera apropiada, en la comunión apropiada (1Jn 1:2-3; Hch 2:41-42; 2Co 3:14), con oración (Ef 6:17-18) para recibir la luz de Dios (1Jn 1:5-7) sin la cual estaremos en tinieblas, la limpieza y purificación necesarias de la sangre del Señor (1Jn 1:7), permaneciendo en el Señor (Jn 15:5) para llevar fruto y ser contados como discípulos del Señor (Jn 15:8). La Biblia es un libro único en vario sentidos. Es Espíritu y es vida, es la leche espiritual (1P 2:2), es nuestro pan de vida (Mt 4:4), nuestro alimento para comer (Jer 15:16) y es Dios mismo (Jn 1:1, 14).

Además, nuestra fe cristiana está contenida en ella. Aquí nos referimos no al acto de creer, sino al conjunto de las verdades fundamentales que recibimos y sobre las que nos sostenemos, la fe objetiva. Este es el contenido de la economía de Dios (La administración de Su Casa -Su familia-, Su dispensación), que también es el contenido del evangelio completo de Dios. Esta fe se menciona en 1 Timoteo 1:4, 19; 2:7; 3:9, 13; 4:1, 6; 5:8; 6:10, 12, 21, en 2 Timoteo 3:8; 4:7 y en Tito 1:1, 4, 13.

Nuestra experiencia espiritual adquiere forma, dirección y fundamento en las Escrituras, y aún nuestra comunión se hace real en ellas, no basta que sea entre nosotros hoy y con Dios, sino que además debe ser con los apóstoles (1Jn 1:3; Hch 2:41-42). Por ello es importante que tengamos una relación con la Palabra que sea apropiada.

A Timoteo -a nosotros

En 1Ti 4:6-9 el apóstol Pablo le dice a Timoteo que su desempeño y aprobación como ministro de Cristo Jesús depende de que exponga “estas cosas”, descritas como palabra fiel y digna, como resultado directo de estar nutrido con las palabras de la fe y de la buena enseñanza que él siguió con fidelidad, desechando los mitos y ejercitándose para la piedad. Trazar bien la palabra de verdad.

En 2Ti 2:15, el apóstol Pablo usa el término “trazar”. Éste está relacionado con la habilidad proveniente de la práctica de la verdad, el conocimiento fiel de las enseñanzas, al estar nutrido con ellas y el don recibido. ¡Hemos de comer Su Palabra!

¡Hemos de ejercitarnos para la piedad!

Todos tenemos que presentar la verdad aprendida de una manera diestra, exacta y fiel. Esto excluye los generalismos excesivos. También deja fuera el hacerlo por nosotros mismos, usando sólo ideas y conocimientos, sin estar alimentados y constituidos con la Palabra de verdad. Necesitamos presentar la verdad a la manera de ministrar el Cristo que hemos experimentado, y del cual hemos sido llenos, siguiendo Su dirección. Si esto descuidamos seremos ligeros y superficiales. No estaremos expresando a nosotros mismos. ¡Cuánto necesitamos trasmitir la verdad a la manera de revelación, ministrando a Cristo para alimentar a otros con el Pan adecuado, según el énfasis apostólico y divino para alcanzar la meta de la economía de Dios.

 Ser como Dios, expresar a Dios. La vida cristiana debe ser una vida que exprese a Dios y que tenga la semejanza de Dios en todas las cosas (Ti 2:10; 3:16; 4:7, 8; 5:4; 6:3, 5, 6, 11; 2 Ti 3:5, 12; Tit 1:1; 2:12).

La cubierta del arca del testimonio representa a Cristo

La cubierta del arca representa a Cristo

El Cristo que pastorea es el Cristo que resplandece y está entronizado entre los querubines (Sal 80:1) es el mismo Cristo que mora en nuestro espíritu. Este Cristo maravilloso está representado por la cubierta del arca, que es equivalente al trono de la gracia donde Dios nos otorga la gracia. El lugar de la propiciación, que es el propiciatorio, la cubierta del arca, representa a Cristo. Debemos tener la visión de que todos los muebles del tabernáculo apuntan a Cristo, y que Cristo es la realidad de todos ellos en Su Persona y Su obra.

  • Cristo es la cubierta de la justa ley de Dios.
  • Cristo es el lugar donde Dios se reúne con Su pueblo (Éxodo 25:22).
  • Cristo es el lugar donde Dios habla con Su pueblo.
  • Cristo es el trono de la gracia de Dios.

Según Romanos 3:25 «Dios ha presentado (a Cristo Jesús) como propiciatorio por medio de la fe en Su sangre, para la demostración de Su justicia, a causa de haber pasado por alto, en Su paciencia, los pecados pasados». De acuerdo con Hebreos 4:16 podemos acercarnos «confiadamente al trono de la gracia, para recibir misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro». Cuando nos acercamos a Cristo nos acercamos al trono de la gracia. ¡Qué gran Cristo tenemos! El trono de la gracia está en el Lugar Santísimo pues es la cubierta del arca. Este lugar increíble es Cristo mismo.

La propiciación es más que un acto

Toda la expiación, que propicia o permite la satisfacción de la justicia y gloria divinas para restaurar nuestra relación con Dios, se realizaba sobre la cubierta del arca, rociando allí sangre de los sacrificios que se hacían en el atrio (Levítico 16:14-16). Allí el sumo sacerdote accedía una vez al año, en representación de la totalidad del pueblo de Dios. Esto cubría los pecados de todos, acercaba Dios al hombre y el hombre a Dios y hacía la paz entre ellos. Este acto ritual antiguotestamentario es real solamente en Cristo. Prefigura claramente a Cristo como Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Juan 1:29). Esta propiciación es un acto, un procedimiento, pero aún más, es Cristo mismo como el lugar y la esfera donde hoy Dios y nosotros nos reunimos, tenemos comunión con Dios y tenemos paz con Dios.

Leamos Hebreos 10:19-22: «Así que, hermanos, teniendo firme confianza para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesús, entrada que El inauguró para nosotros como camino nuevo y vivo a través del velo, esto es, de Su carne, y teniendo un gran Sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos al Lugar Santísimo con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia con la aspersión de la sangre, y lavados los cuerpos con agua pura».

En Hebreo 4:16 Pablo nos comparte la revelación de la cubierta propiciatoria como el trono de la gracia. Así que la cubierta expiatoria es Cristo y es el trono de la gracia, y en Hebreos 10 tenemos que la sangre de Jesús es la sangre vigente y permanente. ¿No es esto maravilloso? El arca es Cristo incluyendo la cubierta. No debemos separar nunca el arca de Cristo

La cubierta del arca era de oro puro y contaba con dos querubines

El arca estaba hecha de madera de acacia recubierta completamente de oro pero la cubierta era de oro puro. Esto es significativo. Representa la naturaleza divina y pura de Cristo.

Referencia:

Estudio-vida de Éxodo,

Disponible en Living Stream Ministry.

Qué gran cambio el de los apóstoles

«El hito que divide a los Evangelios del libro de los Hechos es la unanimidad entre los ciento veinte”.

«Y entrados, subieron al aposento alto, donde moraban Pedro y Juan y Jacobo, y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Jacobo hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas, hermano de Jacobo (Santiago). Todos estos perseveraban unánimes en oración, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos (Hch 1:13-14)».

¿Qué ocurrió entre los apóstoles para que veamos un cambio tan radical? Antes ellos eran discutidores, contenciosos, con muchas opiniones, ansiosos, ambiciosos, individualistas, hubo traición entre ellos, faltos de fe, testarudos, confiados en sí mismos e ignorantes. Todo esto es lo opuesto de la práctica de la unanimidad en oración.

Algunos ejemplos de la situación previa:

  • Ellos discutían quién era el mayor entre ellos (Lc 22:23-24) [el término «discutían» se refiere a la afición a la rivalidad y el ansia por contender; así que en ambos casos es un comportamiento, no un hecho aislado]
  • «Mas Pedro seguía diciendo con mayor insistencia: Aunque me sea necesario morir contigo, de ninguna manera te negaré. También todos decían lo mismo (Mr 14:31)».
  • Al llegar a Getsemaní el Señor les pidió que velaran (Mr 14:34) pero no había pasado una hora y ya dormían (14:37), y volvió a ocurrir (v. 40) y una tercera vez (v. 41).
  • Cuando la transfiguración del Señor Pedro propuso conseguir tres tiendas, una para Elías, otra para Moisés y una tercera para el Señor. Él los percibía en el mismo nivel y equiparó la ley y los profetas con el Señor (Mt 19:4).

Entonces, ¿qué ocurrió que de un grupo de individuos con tendencia a contender entre ellos sin entender casi nada, se llegó a la unanimidad del grupo, recibiendo las bendiciones de Dios, es decir, los que eran salvos siendo añadidos?

La resurrección del Señor (Mt 28:6) fue lo que ocurrió y después de este acontecimiento todo cambió, no simplemente de manera externa o legal, sino en la esencia.

Nuestra posición frente a Dios ciertamente cambió, pero, y esto es lo más importante, nuestra relación con Dios cambió cualitativamente.

Sigamos el registro bíblico:

  • Se apareció primero a las mujeres (Jn 20:14-16).
  • Los discípulos son hechos hijos de Dios y hermanos de Jesús (nunca antes), en virtud no de la creacion de Dios sino por causa de la resurrección del Señor (Jn 20:17).
  • Se reunió con los discípulos corporalmente (Jn 20:19-20).
  • Los envía, exactamente como el Padre lo había enviado a Él (Jn 20:21).
  • «Sopló en ellos, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo (Jn 20:22).

El Espíritu mencionado en el último punto es el que esperaban en Juan 7:39 y del cual se afirma que no existía antes de la resurrección del Señor.

  • Este es el Espíritu que fue prometido en Juan 14:16-17, 26; 15:26 y 16:7-8, 13, al que se le llama «Consolador» (también «abogado» en 1Jn 2:1) y que el Señor dice que es el Espiritu de realidad (14:16-17) y también el Espíritu Santo (v. 26).
  • Este es el Espíritu que el Señor afirma que el mundo no puede ver ni recibir pero que Sus discipulos sí, porque después de la resurrección estará en ellos y con ellos (Jn 20:22, 14:17).
  • Este es el Espíritu al que el Señor llama Consolador pero también dice que es Él mismo (14:18).
  • Este es el Espíritu de vida en Romanos 8:2, que nos libra desde nuestro interior del pecado y la muerte, que también actúan en nosotros.
  • Este es el Espíritu vivificante, que es el Señor mismo (el postrer Adán) después de la resurrección (1Co 15:45).
  • Este Espíritu, por otro lado, no se refiere a Hechos 2:1-4, 8, donde se cumple la promesa del Padre en Lucas 24:49 (artículo posterior).

Como vemos, el Espíritu que los discípulos recibieron en su interior en Juan 20:22 es complejo. Este maravilloso Espíritu que recibimos es muchas cosas al mismo tiempo, lo incluye todo y todo lo abarca, y nos capacita para contactar a Dios, disfrutarle, vivirle, ser transformados, representarle, hacer Su obra y ser Su satisfacción. ¡Aleluya!

Es por este Espíritu de vida, el Consolador, nuestro abogado, que es Cristo mismo hecho disponible, que los discípulos llegaron a ser unánimes en oración.

Referencia y lectura adicional:

  • Entrenamiento para ancianos, libro 7: Ser unánimes para el mover del Señor.
  • Estudio-vida de Juan
  • Estudio-vida de Hechos

Disponibles en Living Stream Ministry

El reino de los cielos: Su realidad, su apariencia y su manifestación

El reino de Dios y el reino de los cielos

En Mateo 5:34 – «Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”, vemos la expresión “reino de los cielos” (Mt 3:2; 4:17; 5:10). Es una frase que únicamente encontramos en el evangelio de Mateo. Esto nos indica que es algo diferente de «reino de Dios», usada en los otros tres evangelios. El reino de Dios es el reino general de Dios, por toda la eternidad, abarcándolo todo. No tiene principio y  tampoco fin. Este reino es la esfera de Dios y está determinado por la misma existencia de Dios. Dios es eterno, Su reino, es decir, el reino de Dios, también es eterno. Siempre esta expresión alude al gobierno general de Dios en su marco más amplio. 

El reino de los cielos dentro del reino de Dios

El reino de los cielos es una sección específica dentro del reino de Dios, compuesta sólo de la iglesia y de la parte celestial del reino milenario venidero. En los otros evangelios, cuando se menciona el reino, con el significado que tiene en Mateo, siempre se usa «reino de Dios».

El reino de Dios, no el reino de los cielos

El reino de Dios, como la esfera y espacio de gobierno y revelación de Dios, ya estaba con el pueblo de Israel, según vemos en Mateo 21:43. El Señor dijo: El reino de Dios será quitado de vosotros. Esto significa que lo tenían. Sólo puede ser quitado algo que se tiene. Ahora, debemos destacar que el reino de los cielos aún no había llegado. Éste sólo se acercó cuando Juan el Bautista vino (Mt 3:1-2; 11:11-12). 

Aspectos del reino de los cielos

El reino de los cielos puede ser dividido, según vemos en las Escrituras en tres aspectos:

  1. La realidad (Mt 5-7).
  2. La apariencia (Mt 13).
  3. La manifestación (Mt 24-25).

La realidad del reino de los cielos

De acuerdo al registro bíblico en el evangelio de Mateo, en los capítulos del 5 al 7, con la promulgación de la constitución del reino, vemos su naturaleza celestial y espiritual. En estos dos capítulos encontramos la revelación acerca de la naturaleza del pueblo del reino y la influencia que éste ejerce, junto con su ley, sus obras justas y sus riquezas materiales; también los principios que sigue el pueblo del reino al tratar a otros; finalmente vemos la base de la vida y obra del pueblo del reino. Esto corresponde a la realidad del reino de los cielos.

La apariencia del reino de los cielos

En el capítulo 13, por otro lado, encontramos a Jesús que sale de la casa y se sienta junto al mar, donde se le congregaron grandes multitudes. Él entró en una barca y desde allí les habló en parábolas. En la segunda parábola, que comienza diciendo: “El reino de los cielos es (o, ha venido a ser) semejante a…” porque la venida del reino de los cielos se efectuó con el cumplimiento de esta parábola, cuando la iglesia fue edificada el día de Pentecostés (Mt 16:18-19). Desde la fundación de la iglesia, con la llegada del reino de los cielos, que estaba cerca, también llegó la cizaña, que forma la apariencia del reino de los cielos.

La cizaña se sembró junto al trigo, y son iguales en aspecto. Los creyentes falsos, entre los verdaderos creyentes, son la apariencia del reino. Apariencia es algo que parece, pero no es. Es algo que por fuera luce de un modo que engaña, pero su esencia y naturaleza contradice su apariencia. Esta cizaña es sembrada o puesta allí por el enemigo de Dios, Satanás (Mt 13:25). El destino de la cizaña en el momento de la siega (la consumación del siglo -Mt 13:39) es el fuego, el lago de fuego (Ap 20:10). La cizaña, representando a los creyentes falsos, constituyen el estado exterior y nominal del reino. Ellos nominalmente son parte del reino, pero en su naturaleza, de acuerdo a la esencia -lo que realmente son-, no. Esto es así porque los creyentes verdaderos entran a al reino y constituyen su realidad al nacer de nuevo. Es cuestión de vida. Entran al reino por nacimiento. Este no es el caso de los falsos creyentes.

La realidad del reino, que es el reino en realidad, se desarrolla, cuando crecemos en la vida divina, hasta llegar a ser la Nueva Jerusalén, la morada consumada de Dios y los hombres, por toda la eternidad. Por el contrario, la apariencia del reino se desarrolla de manera anormal. Usamos el término «anormal» como ajeno o diferente a la naturaleza propia del reino de los cielos. Presentemos este asunto desde el lado positivo: La iglesia es la corporificación del reino en la tierra. Ella es la realidad palpable y el depósito del reino, en cuanto toda realidad se encuentra en la iglesia, y la iglesia es el resultado espontáneo del reino. Podemos decir que el reino es la realidad intrínseca de la iglesia y por ende ha de ser su expresión. La iglesia es celestial y espiritual.

En términos espirituales la iglesia debe producir alimento. ¿Cómo? Siendo ella misma alimento, como una hierba comestible, saludable y disponible. Pero si el elemento cizaña prevalece entonces la naturaleza y función de la iglesia son cambiadas y ésta viene a ser un “árbol”, un nido de aves. Ya no mostaza, sino árbol. Esto es contrario a la ley de la creación de Dios, según la cual toda planta debe dar fruto de acuerdo a su género (Gn 1:11-12).

La mostaza (Mt 13:32) es una hortaliza anual, mientras que el árbol es una planta perenne. La iglesia, según su naturaleza celestial y espiritual, debe ser como la mostaza, peregrina en la tierra. Cuando su naturaleza es cambiada al mezclarse con el mundo, la iglesia se establece y echa profundas raíces en el suelo. Entonces se ramifica con las ramas de sus proyecto, actividades y operaciones, donde se alojan permanentemente muchas personas y cosas malignas; florece y da frutos correspondientemente. Este desarrollo anormal es la organización exterior de la apariencia del reino de los cielos.

Las aves que se mencionan en la primera parábola (13:4) representan al maligno, que viene y arrebata la palabra del reino sembrada en el corazón endurecido (v.19). Las aves que vuelven a mencionarse (véase Ap 18:2 para “ave inmunda») en la tercera parábola (13:32) deben corresponder a los espíritus malignos de Satanás junto con las personas y las cosas malignas relacionadas con ellos. Todos estos se alojan en las ramas del gran árbol, es decir, en los proyectos y operaciones, todos exteriores y sin realidad, de la cristiandad. Esta tercera parábola alude a la tercera iglesia en Apocalipsis 2 y 3, la iglesia en Pérgamo (Ap 2:12-17).

Pérgamo

La palabra griega significa matrimonio, que implica unión. También torre fortificada. La iglesia en Pérgamo, que era una iglesia real en la provincia romana de Asia, igualmente prefigura a la iglesia que estableció una unión matrimonial con el mundo y llegó a ser una torre fortificada y alta, equivalente en naturaleza, atributos y función al gran árbol (Mt 13:31-32). 

Satanás persiguió con violencia y saña a la iglesia por tres siglos. Esto, sin embargo, no la destruyó. Entonces su estrategia cambió y apostó por ofrecer a la iglesia seguridad, privilegios y aceptación a cambio de que aceptara ser unida con el mundo. Esto ocurrió mediante Constantino. Así surgió el cristianismo, que es el nombre de una religión, la designación admitida para una sistema humano. Las religiones tienen nombre. La iglesia con su realidad, su sana enseñanza, su práctica de vida, su evangelio, con sus naturaleza espiritual y celestial, llegó a ser el cristianismo, la religión estatal del imperio, bajo la égida del monarca del mundo occidental.

Bajo el auspicio e influencia del emperador, multitudes de incrédulos fueron bautizados dentro de la “iglesia”, y la “iglesia” se convirtió en algo enorme, como el gran árbol. La iglesia, como la casta novia de Cristo, ante los ojos de Dios, cometió fornicación espiritual. La novia debía tener la misma naturaleza, ser de la misma especie de Cristo, para estar lista para ser desposada. En este nuevo estado, esto era imposible. Si nos fijamos bien en Apocalipsis 2, Pérgamo moraba, en el trono de Satanás. A causa de la degradación se había cambiado el trono de Dios al trono de Satanás, en el mundo, que es el sitio de Satanás y la esfera donde reina. La iglesia recibió al mundo, donde está el trono de Satanás. Entre ellos, como consecuencia moraba Satanás. Morar es más que estar. Indica permanencia.

Pérgamo se apartó de la vida, la comunión de la vida divina que produce la iglesia, la edifica y cumple el propósito de Dios, y se volvió a las enseñanzas (sólo doctrinas, letra) [esto, al margen de que algunos creyentes individuales todavía permanecían en la comunión apropiada con Dios]. Esta mudanza de la experiencia de la vida divina hacia la letra muerta distrae a los creyentes de Cristo, y como consecuencia, les impide disfrutar a Cristo como su suministro de vida. La letra produce religión. Además, Pérgamo, la iglesia unida con el mundo, retenía la enseñanza de Balaam, que por un salario incitó al pueblo de Dios a cometer fornicación e idolatría (Nm 25:1-3; 31:16). Esto hacía la iglesia mundana, que por un precio se alejó de Dios y se entregó en manos del mundo y el príncipe del mundo, conduciendo a los creyentes en esta dirección.

Por último, retenía la enseñanza de los nicolaítas, lo cual destruye la función de los miembros del Cuerpo de Cristo, no sólo estableciendo una división en el Cuerpo entre sacerdotes y pueblo llano -o clérigos y laicos-, sino convirtiendo este sistema en norma. La enseñanza de Balaam quita a Cristo como la Cabeza y la de los nicolaítas destruye el Cuerpo. La iglesia ya no era más un organismo vivo, corporificación del Dios Triuno y se convirtió en una organización. Si entre nosotros la práctica y la enseñanza de los nicolaítas prevalece, aún la noción de ella, eso es un síntoma de degradación. En Éfeso vemos la obra de los nicolaítas. En Pérgamo ya la obra ha evolucionado y se ha establecido, llegando a ser enseñanza.

El emperador Constantino

Este cambio, al cual nos referimos como metamorfosis (cambio en naturaleza y función) lo vimos en la historia cuando Constantino, emperador romano, unió a la iglesia con el mundo. Esto hizo cesar las persecuciones pero introdujo el mundo en la iglesia y ésta se vio trasmutada por completo desde aquello que la iglesia debe ser hasta algo completamente diferente en que la iglesia se convirtió. La iglesia tiene que ver con la realidad del reino de los cielos y el desarrollo que vemos a partir de esta mezcla inmunda tiene que ver con la apariencia del reino de los cielos, alcanzando gradualmente su consumación en Tiatira, que prefigura a la iglesia completamente apóstata.

Cuando la iglesia se entrelazó con el mundo, recibió al mundo en su seno e introdujo a miles de creyentes falsos. Se convirtió en mundo y fue hecha una organización religiosa arraigada en el mundo profundamente como parte de él. Aquí surge el término cristiandad. Cristiandad, al contrario de lo que muchos creyentes piensan, no es la sumatoria de todos los cristianos, sino el sistema organizado, en el mundo y en el poder del mundo, que surgió como resultado de la degradación de la iglesia, que terminó completamente como la apariencia del reino de los cielos, sin realidad, por causa de la cizaña introducida. En este sentido, cristiandad no es un término positivo. Cristiandad llegó a ser el hecho, e iglesia sólo un término nominal.

Si recordamos, en Mateo 4:8-10, Satanás tentó al Señor en el desierto enseñándole todos los reinos de este mundo y la gloria de ellos, prometiéndole dárselos si el Señor se postraba y lo adoraba. En la mente natural tendemos a creer que recibir lo que viene de Satanás es la causa y adorarlo por ello es la consecuencia, como si nuestra adoración fuera el resultado -o nuestra reacción- a sus dádivas. Espiritualmente, uno se postra ante Satanás, entonces él te premia dándote sus reinos y la gloria de ellos. Los reino se refiere al sistema mundo y su gloria se refiere a estar constituidos por el mundo -ser mundo- y expresar tal cosa. Satanás no sólo te coloca en el mundo sino que te satura con lo que el mundo es, con su naturaleza.

El Rey celestial venció esta tentación en el desierto, permaneciendo fiel como Hijo del hombre. La iglesia, unos siglos después no la venció. Entró en tratos con Satanás, respondiendo a la seductora llamada de Satanás a través de los ofrecimientos del emperador romano. Hemos de saber que sólo el Señor vence. Si creemos que alguna victoria logramos aparte del Señor, es una ilusión que proviene del enemigo. Siempre que nos comportamos con astucia humana y argucias naturales, el resultado será vanidad, mentira del Engañador. Sólo Cristo es el vencedor. Nuestra victoria depende de que seamos uno con Él para tomarlo a Él, disfrutarlo a Él, vivirlo a Él, experimentarlo a Él, permanecer en Él, ser encabezados por Él, que Él sea lo primero para nosotros, ser constituidos por Él y rebosar de Él para que Él sea nuestra expresión, y nuestro todo.

Si en nuestro corazón nos rendimos a Satanás, dejándonos llevar por el hombre caído que aún está en nosotros, y corremos detrás de la gloria mundana, que es poderosa y seductora, y siempre sutil, Satanás nos premia. Pero esto es un regalo envenenado, que nos aleja de la realidad (la Verdad). En Apocalipsis vemos una regresión desde Éfeso hasta Tiatira, luego una progresión desde Sardis hasta Filadelfia y una segunda regresión hasta Laodicea. En Éfeso vemos que los creyentes habían dejado a Cristo como Aquel que es lo primero, entonces la obra de los Nicolaítas comenzó a infiltrarse. La degradación estaba en curso y en progreso, gradualmente hasta la total apostasía.

Constantino era el rey de este mundo, Pontífice Máximo como cabeza de la religión estatal del imperio, representante de Satanás, su imperio, su poder y su gloria. Él le ofreció a la iglesia un estatus oficial junto a él, compartiendo el estado y los privilegios del poder. La iglesia aceptó y el mundo entró en ella, ella entró en el mundo, se mundanalizó, cambió su naturaleza y función, se mudó al trono de Satanás, y co-reinó con él, adoptando los procedimientos de este mundo, el sistema del mundo, la lógica del mundo, la naturaleza del mundo y el mundo era su expresión, con toda su ideología, filosofía, superstición y cosas buenas y correctas sin la realidad de Cristo.

La realidad divina, que es la realidad del reino de los cielos con el trono de Dios, el Cuerpo de Cristo, el evangelio, la expresión divina, el ministerio neotestamentario, el sacerdocio neotestamentario y la edificación se desvanecieron. La Palabra de Dios fue apartada, y por ello, espiritualmente cerrada. La luz divina y celestial dejó de brillar y cualquier noción de participar de Dios para la consecución de Su Casa edificada desapareció. He orado de este modo:

Señor, sé lo primero para mí, el todo para mí. No me dejes en tinieblas. Abre mis ojos y dame una visión clara de Tu Persona y Tu propósito. Una visión clara que me rija y me dirija. Cuánto Te necesito. Sustituye mis conceptos, incluso aquellos que son correctos y muy queridos para mí. Alúmbrame. Sálvame, Señor, y cúbreme. No confío en mí sino en Ti. Sigue adelante con todos nosotros para Tu propósito. Amén.

La manifestación del reino de los cielos

La manifestación del reino de los cielos es la venida práctica del reino de los cielos en poder, como lo reveló el Rey en el monte de los Olivos en Mateo 24-25. Tanto la realidad como la apariencia del reino de los cielos están hoy en la iglesia. La realidad del reino de los cielos es la vida apropiada de iglesia (Ro. 14:17) que existe dentro de la apariencia del reino de los cielos, conocida como la cristiandad (se refiere a la organización y al sistema, no a los amados hermanos y hermanos que hoy están allí).

La manifestación del reino de los cielos es la parte celestial del reino milenario venidero, llamado el reino del Padre (Mt 13:43). Por otro lado, la parte terrenal del reino milenario es el reino mesiánico, el cual en Mateo 13:41 es llamado el reino del Hijo del Hombre, y que es el tabernáculo de David restaurado, el reino de David (Hch 15:16). En la parte celestial del reino milenario, la cual es el reino de los cielos manifestado en poder, los creyentes vencedores reinarán con Cristo por mil años (Ap 20:4, 6); en la parte terrenal del reino milenario, la cual es el reino mesiánico en la tierra, el remanente de Israel que habrá sido salvo, serán los sacerdotes. Este remanente enseñará a las naciones a adorar a Dios (Zac 8:20-23).

Si somos pobres en espíritu, el reino de los cielos es nuestro; hoy en la edad de la iglesia estamos en su realidad, y tendremos parte en su manifestación en la edad del reino. Aquí pobre no se refiere a humilde sino a vacío. Necesitamos estar vacíos de nosotros mismos, para ser llenos del Señor. Necesitamos ser llenos del Señor para tener la realidad del reino de los cielos y tener parte en su manifestación. Aún cada día necesitamos ser vaciados. Hemos de orar de esta manera al Señor. A Él le gustan estas oraciones. ¡Señor, vacíame! ¡Señor, yo no sé exactamente cómo hacer esto, pero es posible para Ti! ¡Señor, Te amo! ¡Eres maravilloso y precioso para mí! ¡Te necesito y Te anhelo! Amén.

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Ref:
disponible aquí
  • Estudio-vida de Mateo
  • El Reino
  • Estudio-vida de Apocalipsis
  • Estudio-vida de Romanos

Servir a Dios en la novedad del espíritu

Un sacerdote genuino sirve a Dios en la novedad del espíritu. Pablo servía en su espíritu. Este servicio era a la manera de adoración (Ro 1:9). Pablo era alguien que servía a Dios permaneciendo en su espíritu. Él disfrutaba al Señor en su espíritu y mantenía la comunión con el Señor. Su servicio consistía en atender al Señor allí, en su espíritu, contactando con Él y siendo infundido con la expresión de todas Sus riquezas.

Nosotros estamos libres de la ley. El Señor nos libró. ¡Hermanos, fuimos librados de la ley! Esta liberación es para -y únicamente para- que sirvamos a Dios de esta manera nueva.

En novedad del espíritu

Ahora libres de la ley podemos servir en la novedad del espíritu y no según la vejez de la letra (Ro 7:6). Debemos servir, no según la letra, no de acuerdo a ningún patrón externo, sino en la novedad del espíritu. ¿A qué nos referimos?
Esta novedad doble, de la vida (Ro 6:4) y del espíritu, están relacionados con nuestro espíritu humano regenerado. Hemos de saber que en nuestro espíritu hemos (2Ti 4:22) recibido al Espíritu vivificante (Ro 8). Por eso la novedad de la vida está relacionada con Cristo en Su resurrección, el cual es el Espíritu vivificante (1Co 15:45), que es uno con nuestro espíritu humano (1 Co 6:17). Podemos servir en la novedad del espíritu porque nuestro espíritu ha sido regenerado. ¡Aleluya!
La novedad del espíritu es consecuencia del hecho de que hemos sido librados de la ley y unidos al Cristo resucitado para servir a Dios. ¡Aleluya que nuestro espíritu ha sido renovado!
Gracias, Señor, que no somos los mismos. Gracias que Tu elemento está en nosotros. Gracias que Tu vida está en nosotros. Gracias porque has venido a nosotros a morar en nosotros como el Espíritu. Gracias que eres nuevo.

La novedad de la vida

La novedad de la vida es el resultado de nuestra identificación con el Cristo resucitado y tiene como finalidad que andemos en la vida (divina) diariamente. Toda novedad, tanto la novedad de vida, como la novedad del espíritu son el resultado de la crucifixión del viejo hombre y están relacionadas con la resurrección.

Ejercitar el espíritu

Debemos aprender a ejercitar nuestro espíritu. En la función de cualquier creyente como sacerdote debemos actuar, vivir y ser en nuestro espíritu, no en nuestra mente o nuestra alma, no según asuntos o cosas exteriores. Lo normal es que vivamos en el espíritu y de acuerdo a Él, porque todo lo que proviene del Espíritu es nuevo, ya que el Nuevo, el Novedoso, Aquel que es fresco y viviente, está en nuestro espíritu. Tanto la novedad del espíritu como la novedad de vida son resultados de la crucifixión del viejo hombre.
 

Himnos recomendados:

 
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Ref:
  • La palabra santa para el avivamiento matutino, titulada “Estudio de cristalización de Éxodo tomo 2″, semana 12: “Un reino de sacerdotes”
  • The Conclusion of the New Testament, pág 3065.

Cristo es el disfrute de los sacerdotes

Sin duda alguna, Pablo era alguien que disfrutaba al Señor y exhortaba a los otros hermanos a que estuvieran también en el gozo del Señor (Fil 3:1). Él repetía y enfatizaba esto a los santos por amor de ellos, en Cristo. Eso no era molestia para él. Ahora.. ¿Cómo no ser molestia el hacer algo una y otra vez, repetir lo mismo vez tras otra? El secreto está en el disfrute de Cristo, que nos limpia, nos anima, nos purifica y nos infunde con las riquezas de Dios.
Hemos visto anteriormente que un sacerdote es alguien que sirve a Dios al disfrutar a Dios en Cristo. El resultado de este disfrute es que podemos ministrar Cristo a los santos. Realizar esto:
  • Edifica
  • No causa división
  • Vivifica
  • Enseña apropiadamente ministrando Cristo
  • Redarguye porque revela a Cristo
  • Adiestra a los santos en la función apropiada
Cuando somos uno con Dios y disfrutamos a Cristo como Pablo, servimos con el énfasis adecuado, sin un plan propio y sin un liderazgo tendencioso. Pablo era tal sacerdote al disfrutar a Cristo.

El disfrute de Cristo es crucial

Nosotros como sacerdote debemos disfrutar a Cristo. En el disfrute de Cristo obtenemos el material necesario para la edificación. Este material es Cristo en nosotros como vida, la Palabra viviente en nosotros para transmitir. Esta transmisión debe ser la imagen de Dios en nosotros, Su expresión, producto de pasar tiempo ministrando a Cristo en nuestro espíritu, para que Dios pueda hablar y nosotros lleguemos a ser Su expresión, para llevar a delante la obra del ministerio, que es la edificación del Cuerpo de Cristo, de manera actualizada, es decir, intensificada para vencer en el entorno hostil que es el mundo. No comprometamos nuestro tiempo con el Señor de ninguna manera. Hemos de ser en general personas flexibles y adaptables, pero en cuanto a nuestro tiempo con el Señor, debemos ser muy firmes y decir «¡No!» cuando alguien o algo nos presione para eliminar ese tiempo de nuestra agenda. Si no pasamos tiempo con el Señor, no hay nada más.

El gozo del Señor es seguro

El gozo del Señor es la consecuencia de nuestro disfrute. Cuando el apóstol dice a los santos que es seguro para ellos regocijarse en el Señor, es porque este regocijo en el Señor es para ellos una salvaguardia, una seguridad. Muchas veces, siguiendo la lógica natural, la tradición heredada, el pensamiento del hombre caído, sobre la base de los rudimentos de nuestra mente no renovada, creemos en un sentido contrario. Nos imaginamos que lo más seguro es ser exigentes con los santos, en cuanto a fórmulas exteriores -entiéndase, ropa, peinado, calzado, gestos…-; o restringir, aún prohibir, a los hermanos el ir a ciertos lugares, no usar ciertas palabras, repetir ciertas «fórmulas mágicas”, hacer que guarden ciertos días o que se abstengan de comer ciertos alimentos. Esto, queridos amigos y hermanos, no es lo más seguro. Esto no pasaría la prueba del fuego.
Lo más seguro para llevar una vida apartada para el Señor, sirviéndole apropiadamente como sacerdotes, victoriosos en Cristo, es ir a nuestro espíritu regenerado, contactar al Señor y disfrutarlo. Disfrutamos a Cristo cuando estamos en el espíritu, cuando invocamos Su nombre, cuando pasamos tiempo en la Palabra con oración y súplica, abriéndonos al Señor para recibir Su infusión de vida en nosotros, permitiendo así al Señor crecer en nosotros como vida. De este modo seremos regulados por Cristo como la vida divina en nosotros, guiados por ella, ocupados en ella, llenos, saturados y rebosantes de vida. Aquí alcanzaremos ese gozo inefable, y paz. En ese momento y de ese modo, estaremos seguros del mundo, del pecado, del maligno, del yo…

Todos los santos han de servir

En el libro de Efesios, capítulo 3, versículo 8 leemos: “A mí, que soy el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar a los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo. ¡Qué gran patrón tenemos en Pablo! Era un hermano que permanecía en el Señor. Veía a Cristo y a sí mismo de una manera tan clara y sobria. Este versículo contienen varios puntos importantes, pero nuestra carga ahora va en dirección al Pablo sacerdote, cuyo funcionamiento en el Señor nos traía las inescrutables riquezas de Cristo.
Sabemos que en Cristo hay inescrutables riquezas, pero ¿había también esas inescrutables riquezas en Pablo para que él nos las pudiera transmitir a nosotros? Podemos hacernos otra pregunta: ¿Era Pablo un creyente tan único que Dios le confió y depositó en él todas Sus riquezas, de manera privativa, para que pudiera él pasarla a nosotros? Veamos, sí y no. Sí era un creyente excepcional. No era único en su especie ni recibió algo diferente de lo que los demás santos pueden recibir de Dios. Sí, hay inescrutables riquezas en Cristo. No, Pablo no era exclusivamente alguien que las recibía y las transmitía. Sí, Pablo era un sacerdote apropiado. No, no estaba solo en este honroso oficio.
Oremos mientras leemos este versículo. Abrámonos al Señor de una manera cabal y recibamos esta palabra en el espíritu para tener comunión con Él. Que la Palabra viviente nos vivifique. En el mismo versículo en que Pablo declara que anuncia las inescrutables riquezas, él dice ser “el más pequeño de todos los santos” y que la gracia (Ef 3:2) no era suya, ni producto de algún método muy efectivo, sino que le “fue dada”. ¡Aleluya! ¡No se goza usted?! Es maravilloso.
Todo los santos podemos recibir la misma gracia dada a Pablo. Es cierto que Pablo era el más pequeño y último de los apóstoles (1Co 15:9). El único que no anduvo con Cristo en Su ministerio terrenal, pero no era, en cuanto a su ministerio, inferior a éstos (2Co 11:5; 12:11). Recibimos la misma gracia que Pablo. Otra cosa es que no recibimos los mismos dones que él recibió.

Lo que Pablo anunciaba

Al contrario de lo que hoy nos pueda parecer, al margen de las impresiones que tengamos, el apóstol Pablo no anunciaba doctrinas, sino las inescrutables -insondables- riquezas de Cristo. Estas riquezas (Ef 1:7, 2:7) es lo que Cristo es para nosotros, como por ejemplo luz, vida, justicia y santidad y todo lo que tiene para nosotros. Además incluimos todo aquello que Él ha llevado a cabo, completado, logrado y obtenido para nosotros.
Debemos ver que Cristo no es solamente el hombre histórico que caminó por las tierras de Judea, Samaria y Galilea hace muchos años; ni siquiera es meramente el Cristo anunciado en los evangelios que entró al mundo de manera extraordinaria, vivió de forma impecable, realizó milagros, cautivó personas, controló los elementos y murió en la cruz sin merecerlo.
Necesitamos ver que Cristo hoy es más que eso, porque el proceso de Dios, que entró en la humanidad mediante la encarnación, vivió como el tabernáculo real, siendo la vida, continuó así fluyendo hasta pasar por la muerte, la resurrección, la ascensión, hasta Su regreso a los hombres como el Espíritu vivificante, el Consolador, abogado, Sumo sacerdote y Rey, todo-inclusivo, accesible, maravilloso y suficiente, para morar y mezclarse con nuestro espíritu y hacer Su hogar en nuestros corazones.
En el espíritu y con veracidad debemos adorarle y así servirle a Dios al disfrutarlo. Un sacerdote es alguien que disfruta a Cristo.

¿Por qué no?

La única razón por la que el disfrute de Cristo hoy no es nuestra principal -única- actividad es porque no vemos suficiente. Hay velos sobre nosotros. Debemos volver nuestros corazones al Señor de manera cabal, para que los velos sean quitados, y el maravilloso Cristo sea revelado a nosotros de manera fresca y nueva, le recibamos, vayamos a Su encuentro, lo contactemos, lo disfrutemos, seamos llenos de Él hasta rebosar, que sea nuestra vida y nuestro vivir, para llegar a ser nuestra expresión… y de este modo poder anunciar y ministrar Sus inescrutables riquezas a otros, en la completa seguridad de nuestro gozo en el Señor.
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Ref:
  • La palabra santa para el avivamiento matutino, titulada “Estudio de cristalización de Éxodo tomo 2″, semana 12: “Un reino de sacerdotes”
  • El avance del recobro del Señor hoy, caps 1-2
  • El sacerdocio, pág 54, disponibles para leer online aquí
  • The Collected Works of Witness Lee, 1965, tomo 2, págs 455, 459 y 461
  • The Collected Works of Witness Lee, tomo 2, “Functioning in Life as Gifts Given to the Body of Christ, caps 7-8

Que el Señor nos lleve a un monte alto y nos libere para ver la visión

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Necesitamos orar. Es urgente entre los cristianos. Me refiero a orar de una manera específica, en una dirección definida. Hablo de una oración al Señor para que seamos conducidos a un monte alto por causa de nuestra actual condición. Como Juan, que cuando el Señor le dio la visión de Babilonia él estaba en un sitio desolado, el desierto, pero para recibir la visión de la Nueva Jerusalén, fue llevado a un monte alto, que es “una esfera trascendente, a fin de tener una visión que fuese de largo alcance, una visión excelente”.

Debo confesar que yo el primero y el más necesitado necesito el monte alto donde el Señor en Su misericordia, en Su amor y para Su economía se presente a nosotros de una manera en que seamos alumbrados de manera radical y profunda (Ap 21: 9-10; Hechos 10-16).

Hemos de aprender a venir diariamente a la Biblia cuando venimos al Señor y a venir al Señor cuando leemos la Biblia. Hacer una confesión cabal y luego no ser negligentes en este asunto ya que los pecados son un obstáculo en nuestra relación con el Señor y pudieran disminuir la eficacia en nuestra interacción con la revelación divina.

Leer la Palabra con oración es algo que nos encanta hacer. Esta práctica es muy saludable por cuanto las Escrituras, en su esencia, son Espíritu y vida. No es una herramienta nada adecuada la mente para tomar la Palabra cuando funciona ella sola, como cuando leemos un periódico. Hemos de ejercitar nuestro espíritu en la lectura de la Palabra. No sólo orar antes de leer sino leer con oración, invocando Su nombre, diciendo amén, convirtiendo la Palabra en nuestra oración para obtener el beneficio más profundo de nuestro tiempos de lectura.

Si ejercitamos nuestro espíritu al leer la Palabra obtendremos revelación de la misma porque más que absorber conocimiento, que lleva a un entendimiento natural, tendremos comunión con el Señor en Su Palabra, que lleva al disfrute de Cristo y a la revelación, lo que hará que tengamos una visión celestial. Es necesario que el Señor resplandezca sobre Su revelación para que nosotros veamos. Es simple el hecho que necesitamos una visión. A menudo descuidamos nuestra relación con el Señor y somos naturales cuando de la Palabra se trata. Pensamos que la Biblia es un libro ético, un compendio de buenas enseñanzas o un registro histórico acerca de un gran maestro religioso y otras cosas.

Este entendimiento pertenece a los rudimentos del mundo y no tiene nada que ver con un cristiano, hijo de Dios, nacido de nuevo, en el reino, miembro del Cuerpo y la familia de Dios, participante de las riquezas de Cristo para la edificación espiritual que alcanzará su final y consumación plena como la Nueva Jerusalén, que es la incorporación terminada y suprema de la unión de Dios y el hombre y la culminación del Cristo agrandado en ascensión. Todas estas cosas en realidad tienen muy poco que ver con un enfoque académico y formal de la Palabra de Dios, especialmente en lo que se refiere a la experiencia del cristiano y el ministerio del Nuevo Testamento para el propósito de Dios. Necesitamos orar para que los velos nos sean quitados, necesitamos la luz para poder tener la visión. Sin la luz no podremos ver, aunque los velos hayan sido quitados y también tendremos el entendimiento de la visión mediante la sabiduría del Espíritu.

¡Señor, tú conoces nuestra necesidad mejor que nosotros mismos. Nos ponemos en tus manos. Llévanos a un monte alto. Ya no queremos estar en el valle donde estamos. Llévanos a un monte alto y libéranos. Oramos ahora con sentido de urgencia. Señor, libéranos de la dictadura de nosotros mismos. Sácanos de nuestro yo, de nuestras propias experiencias. Incluso de aquellas buenas experiencias del pasado. Sálvanos de nuestro conocimiento, incluso de aquel bueno y bíblico. Para que podamos estar en una nueva esfera. Necesitamos estar elevados para tener un gran panorama. Necesitamos acceder a una vista trascendente de la visión gloriosa. Amén!

Esto no sólo tiene que ver con una persona, el que ora, aunque también, sino que tiene que ver con todos. Los que amamos al Señor, los que hemos sido regenerados al creer y recibir al Señor en nosotros, queremos servirle apropiadamente. Queremos funcionar de manera adecuada, tener una relación profunda y satisfactoria con el Señor pero sobre todo queremos que Dios sea satisfecho y Su propósito sea cumplido. Por ello cuando presentamos a otros la Verdad que hemos recibido, en términos espirituales, no se trata de enseñar conocimiento, procedimientos e información aprendidos. este hecho no debe ser un montón de conocimientos y procedimientos que hemos aprendido en un aula o grupo académico. Más que una “enseñanza, doctrina o conocimiento obtenido a través de una lectura, sino una visión”. Esta visión que recibimos en el espíritu bajo el resplandor de la luz divina (1 Timoteo 4:6; 1Juan 1:1-3).

Ministrar la Palabra en realidad significa que algo que hemos recibido como una visión espiritual y celestial es presentado a otros (2Timoteo 2:2, 15, 25, 1Juan 1:1-3; Apocalipsis 1:11a).

“Cuánto desearía que cada hermano tuviera esta clase de actitud y deseo, y le dijéramos al Señor: Deseo ser liberado y llevado a un lugar fuera de mí mismo, deso ser liberado de mis pecados malvados y también de mis experiencias buenas y espirituales. Aunque he tenido ya muchos logros, deseo ver una visión que sea más elevada, más grande, más profunda, más rica, y de mayor alcance y trascendencia”, la visión gloriosa de Dios.

Ref:  La Palabra santa para el avivamiento matutino, La visión celestial, semana 1: La visión que rige y regula; la visión de la economía de Dios.

Necesitamos una visión celestial

DSC_0057Todos los cristianos necesitamos una visión celestial (Hechos 22:14). El apóstol Pablo, cuando era un religioso voluntarioso y muy bien educado en la ley y las normas externas, el fariseo Saulo de Tarso, tenía muchos conocimientos. Era un hombre reputado por su autodisciplina, se devoción, su consecuencia con aquello que consideraba correcto y sus obras. Este hombre excepcional perseguía a los cristianos porque pensaba que eran enemigos de Dios, que eran unos advenedizos traidores y que ponían en peligro la religión verdadera con sus creencias y prácticas erróneas, es decir, Pablo estaba equivocado absolutamente en todo. Sin embargo es comprensible que nos preguntemos cómo es posible que un hombre tan entregado a su religión, inteligente y talentoso pudiera errar de manera tan completa.

Sí, él estaba lleno de información correcta y apropiada, valoraba mucho la tradición de sus mayores y ancestros, amaba la letra de la ley entregada por Dios a Moisés, sin embargo, espiritualmente estaba ciego. Esta es la respuesta. No era capaz de ver. En la experiencia espiritual ver es entender recibiendo una revelación de Dios.

Camino a Damasco, donde Saulo se dirigía para arrestar a los cristianos y llevarlos a Jerusalén (Hechos 26:12), brillo la luz celestial y entonces escuchó la voz del Señor (Hechos 26:13), le habló al Señor, le aceptó como Señor, recibió luz con respecto a la naturaleza de aquellos a los que perseguía, ció cómo era en realidad la relación entre estos hombres y el Señor, que es la base para la realidad del Cuerpo de Cristo, fue liberado tanto de su propio pueblo como de los gentiles, le fue dada una comisión y fue dejado muy claro o inválido e incapaz que en realidad era sin Cristo.

La comisión que Pablo recibió otra vez estaba relacionada con que los hombres creyeran y fueran traídos a la luz, lo cual está en aposición, en el texto, con ser sacados de la potestad de Satanás y recibir una herencia (Hechos 26:14-19).

Pablo necesitaba una visión celestial y el Señor le proporcionó está visión. A partir de este momento él comenzó a ver, y por ende fue restringido por esta causa a seguir al Señor a la manera del Señor, a servir al Señor, a testificar del Señor apropiadamente y a tener una relación orgánica con el Señor, más allá de la relación simbólica y objetiva que tenía antes, basada en el cumplimiento de una normativa con el esfuerzo humano.

Todo y cada uno de nosotros necesitamos una visión celestial. Sin tal visión careceremos de la guía necesaria, del freno saludable (Proverbios 28:19) y de las restricciones que nos guardan. Una vez recibida la visión tenemos un panorama claro que nos cautiva, nos rige y nos regula. Esta es la visión de la economía neotestamentaria de Dios, que incluye aquello que Dios está haciendo, cómo lo está haciendo, por qué lo está haciendo y para qué. Esta visión no es más que el Cristo viviente y activo revelado a nosotros, presentado ante nosotros para que seamos salvos cada día y vitalizados para ser verdaderamente uno con Él en realidad.

Una vez que Pablo fue alumbrado y recibió a Cristo para llevar a cabo la voluntad de Dios en obediencia, él oró incesantemente por nosotros para que Dios nos diese “espíritu de sabiduría y de revelación en el pleno conocimiento de Él” y para que, alumbrados los ojos de nuestros corazones, nunca antes, sino después de este hecho, supiéramos “cuál es la esperanza a que Él [nos] ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de Su herencia en [todos nosotros”] (Efesios 1:16-18).

Pablo alumbrado

Cuando Pablo se refiere al espíritu de sabiduría y revelación estaba diciendo que nuestro espíritu que ha sido regenerado por el Espíritu de Dios al morar Dios como Espíritu en él (en nosotros). Ese espíritu regenerado, que contiene el elemento divino, nos fue dado por Dios para que tengamos sabiduría y revelación para conocerlo a Él y a Su economía. Esta sabiduría en nuestro espíritu es para conocer el misterio de Dios y la revelación viene del Espíritu que mora en nosotros para que el velo de la ignorancia de la ausencia de Dios nos sea quitado. Una vez que somos desvelados poseemos la capacidad de entender las cosas espirituales, que significa que hemos recibido la vista. Entonces el Espíritu revela estas cosas a nuestro entendimiento espiritual.

Cuánto necesitamos las revelaciones de Dios. Mucho. A veces hasta tengo la certeza que no podemos saber exactamente cuánto necesitamos en realidad las revelaciones de Dios. Después de una pequeña experiencia siempre tendemos a creer que hemos visto mucho y allí nuevamente cae le velo y se retira la luz, volviéndonos a la oscuridad y a la ceguera.

¡Señor, en realidad dependemos de ti pero nos rebelamos en nuestra ceguera. Resplandece en nosotros para que los velos caigan. Cuánto te necesitamos para que nuestros ojos sean abiertos y limpiados para que la revelación contenida en la Palabra llegue a ser nuestra. Nos entregamos a ti una vez más. Nos presentamos tal como somos. Queremos ser diligentes en hacer confesión cabal sin introspecciones, pero te necesitamos. Sálvanos de la oscuridad. Señor, no vemos. Rescátanos en la práctica de la ignorancia satánica que son sus tinieblas. Tráenos de vuelta a Ti. Preséntate a nosotros. Gracias que eres el Espíritu en nuestro espíritu. Gracias que nos has señalado de antemano para salvación. Gracias que estás. Te pedimos que tomes el control. Desconfiamos de nosotros, y aún de nuestro buen criterio. Gracias porque sabemos que necesitamos una visión celestial. Amén!

Ref: La Palabra santa para el avivamiento matutino, La visión celestial, semana 1: La visión que rige y regula; la visión de la economía de Dios.

Dios quiere obtener un reino para cumplir Su propósito

DSC_0015Dios quiere obtener un reino. «El cumplimiento de Su propósito depende en gran medida del reino» (ref. Mateo 4:23). Necesitamos luz para ver con claridad la necesidad que Dios tiene de obtener un lugar donde Él pueda ejercer Su autoridad, reinar, restaurar todas las cosas …»y entonces, vendrá el fin» (Mateo 24:14).

Cuando creímos y recibimos a Dios en Cristo como el Espíritu en nuestro espíritu, la vida de Dios entró en nuestro ser para que pudiéramos vivirle a Él. ¡Esto es misterioso y maravilloso! Hoy somos hijos de Dios precisamente como resultado de este hecho. Somos hijos de Dios engendrados por Él, no hijos adoptados. La adopción no cumpliría con los requisitos necesarios para hacer que accedamos y participemos del reino de los cielos, es decir, «ver y entrar» lo que significa ver en términos de un revelación para poder entrar, o sea estar en el reino (Juan 3:3, 5). Somos hijos nacidos del Espíritu al haber creído no por haber sido creados por Dios. ¡Aleluya que somos hijos auténticos de Dios! ¡El elemento de Dios está en nosotros! (2 Pedro 1:4) ¡Hemos sido trasladados a Su reino! (Col 1:13).

El reino es importante para Dios. Debemos ver esto. Necesitamos permanecer abiertos a Dios para recibir, no simple información contada por otros acerca de Dios, sino una revelación. necesitamos una revelación de Dios. Una vez que Dios se revele a nosotros, aún de manera básica, ya no volveremos a ser los mismos. Dios necesita un reino. ¿Es importante para nosotros que Dios precise de un reino para cumplir Su propósito? ¿Hemos comenzado a entrar en este asunto del reino? ¿Hemos orado o estamos orando con carga por este asunto? ¿Le hemos pedido a Dios que se revele a nosotros? ¿Hemos visto algo del reino? Es vital para Su economía tener un reino, un gobierno real, y eficaz, ahora.

Revelación de Dios

En Mateo 6:9-12 tenemos la oración que el Señor les indicó a Sus discípulos como una manera. Fijaos que esta oración comienza con el reino y concluye con el reino. «Venga tu reino». «Porque tuyo es el reino…»

Dios escogió a Abraham para obtener una nación. Cuando sacó a sus descendientes, el pueblo de Israel, de Egipto, les dijo: «Vosotros me seréis un reino de sacerdotes y gente santa» (Éxodo 19:6). En esta declaración tenemos «reino», «sacerdotes» y «gente santa». El objetivo de Dios, Su anhelo y necesidad es tener un reino de personas que estén bajo Su autoridad, que le sigan y obedezcan, personas que le expresen, le ministren y le muestren a todo el mundo. Personas que lleven Dios a la gente y la gente a Dios, dependiendo sólo de Dios, disfrutándole y experimentándole. Este reino compuesto por personas que estén llenos de Dios, con la vida de Dios y la luz de Dios, para que Dios pueda cumplir Su propósito. La nación de Israel era un tipo de la iglesia, un símbolo y una sombra de la realidad que es la iglesia hoy.

Hoy Dios está disponible como el Espíritu que es todo-inclusivo, procesado y consumado para residir en los creyentes y hacer Su hogar en los corazones de ellos para que seamos constituidos de Dios mismo y Cristo sea formado en nosotros, que es la edificación de Su Cuerpo, Su morada, todo lo cual alcanzará la consumación como la Nueva Jerusalén (Apocalipsis 21:2). ¡Aleluya!

¡Señor, cuánto te necesitamos. Abre nuestros ojos. Necesitamos urgentemente una revelación. Qué pequeña y escasa es nuestra visión. Preséntate a nosotros. No nos importa el tiempo que hayamos sido cristianos. Desechamos el pasado y todo lo logrado para ganarte hoy. Tú eres fresco y nuevo cada día. Levántanos, Señor. Muéstranos tu reino y tu propósito. Que tu urgencia sea la nuestra. Que tu meta sea la nuestra. Gracias, Señor. Amén!

Ref: «El reino» de Witness Lee.

Nacer de nuevo

Hoy he disfrutado mucho de la porción de hoy del blog de «Bibles for America» (Biblias para América) relacionada con el nuevo nacimiento de aquellos que creen en el Señor y se convierten en cristianos. Ha sido refrescante. El post inicialmente plantea algunas cuestiones para introducir el tema, que en sí mismo no es simple, pero está presentado de manera muy llana y clara, y básicamente podemos parafrasear con tres preguntas:

— ¿Nacer de nuevo significa un nuevo comienzo?

— ¿Nacer de nuevo es un voto solemne que la persona realiza en favor del bien y la moralidad?

— ¿Nacer de nuevo es necesario para todas las personas, incluso aquellas que son muy buenas?

Tenemos el capítulo 3 del evangelio de Juan un hombre llamado Nicodemo, que era un hombre notable entre los judíos. De este señor sabemos que era un hombre de elevado rango dentro del pueblo de Israel, pues leemos que era «un principal». Así que era muy importante tanto religiosamente como en la sociedad. Él dijo: «Sabemos que has venido de Dios como maestro» (Juan 3:2). Él estaba interesado en las enseñanzas, que es lo que un maestro da. Esto es algo que todas las personas pueden entender y aún encontrar lógico porque recibir enseñanzas, explicaciones y respuestas con el propósito de ser mejores y estar más informados es completamente natural, sin embargo la respuesta que le dio el el Señor es excepcional: «De cierto, de cierto te digo: Él que no nace de nuevo, no puede ver el reino de Dios» (Juan 3:3). Aquí la perplejidad de este principal judío fue grande. Él respondió: «¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?» (Juan 3:4). Las palabras del Señor fueron entendidas e interpretadas por Nicodemo de manera natural. Es normal que estuviera tan confundido. El Señor continuó: “De cierto, de cierto te digo: El que no nace de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es” (Jn. 3:5-6).

Lo que Nicodemo buscaba de manera natural resultó ser un despropósito. Era una pregunta natural y típicamente religiosa. Yo he sido muy impresionado al leer y orar hoy estos versículos. He sido pastoreado por el Señor y he sido expuesto en mis carencias al entrar en esta palabra hoy.

¡Gracias Señor porque eres luz para nosotros siempre que nos abrimos a Ti. Eres fresco y nuevo cada vez. Gracias que te revelas progresivamente a nosotros y te podemos experimentar como salvación cada día. Gracias por tu Palabra rica y abundante! Amén.

El caso de este judío que fue a ver al Señor en privado es el mismo que podemos tener nosotros, aún habiendo nacido de nuevo, cuando carecemos de la visión, y la experiencia apropiadas. Veamos, un reino consiste en una esfera de autoridad, determinada por cierta constitución, que apunta a la naturaleza intrínseca y la identidad propia de ese reino. Por ejemplo: El reino animal está compuesto por todos los animales, que por supuesto poseen la vida animal. Un animal no tiene que hacer nada para entrar en ese reino, porque lo que él es, espontáneamente determina su pertenencia. Cuando un gato nace como tal, este nacimiento determina su pertenencia. Cuando un ternero nace la identidad que tiene, en virtud de la vida que posee por nacimiento, hace que sea parte del mundo animal, es decir, del reino animal. El nacimiento es el procedimiento único, genuino y lógico de obtener la vida que nos hace pertenecer a un cierto reino. Igualmente ocurre con las plantas y los seres humanos. De nuestros padres recibimos la vida humana que nos hace ser integrantes o miembros de la esfera humana, del reino humano. ¿Nosotros tenemos la vida humana? Entonces somos humanos y estamos en el reino de los seres humanos, no en el reino animal ni en el vegetal. Así de simple. No se trata de cuánto nos esforcemos para llegar a pertenecer al reino vegetal, nunca lo lograremos porque la vida inherente a las plantas no es nuestra vida. Hemos nacido como personas y no como árboles. Por todo ello, el reino de Dios es ajeno a nosotros por la misma causa. Para ser partes del mismo necesitaríamos la vida divina, la vida de Dios, es decir, la vida eterna en nosotros. No obstante, ¿cómo podemos tener la vida de Dios, si, efectivamente, como razona Nicodemo, no podemos más que salir del vientre de nuestra madre más que una vez, y eso ya ha ocurrido? Hemos sido concebidos por nuestros padres y eso es un hecho consumado.

Cito: «Intentar parecernos a Dios o comportarnos como Él, no nos hace parte del reino de Dios. Lo más que puede hacer nuestro excelente comportamiento es ser un buen ejemplo del reino humano. La única forma de entrar en el reino de Dios es por medio de tener la vida divina de Dios. Y la única manera de tener la vida divina de Dios es por medio de creer en Cristo y nacer de nuevo» (…) Externamente, Nicodemo no tenía ningún problema moral o pecaminoso. Sin embargo, el Señor le mostró que le hacía falta una cosa bien crucial. Igual que Nicodemo, no importa cuán nobles, buenos o rectos seamos en nuestra vida humana, no poseemos la vida divina. Es necesario nacer de nuevo con la vida divina de Dios«.

Es maravilloso lo que el Señor le está declarando a Nicodemo. Está revelando no sólo el meollo del problema («no tienes la vida divina de Dios»), sino que está mostrando el camino práctico («debes llegar a tenerla»), lo que finalmente ocurrió, pues esta vida, la vida divina de Dios, antes absolutamente inalcanzable para nadie que no fuera Dios mismo, en la resurrección que consuma con la ascensión, llegó a estar disponible para el ser humano. ¡Esto es grandioso y sin precedentes!  ¡Aleluya! En 1 Pedro 1:3 el apóstol bendice al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, porque cuando creemos simplemente nos regenera mediante la resurrección del Señor.

Recordemos que la salvación de Dios para nosotros es completa y eficaz, e incluye la redención, la justificación y la regeneración. Las dos primeras nos reconcilian con Dios y la última nos vivifica, porque la vida eterna nos es impartida para que llevemos «una relación de vida, una relación orgánica con Dios». Así que nuestra relación con Dios no es lejana, simbólica o ética, sino de vida. La vida del Dios Triuno, llega a ser nuestra vida. Recibimos la vida de Dios en nuestro espíritu humano. Somos nacidos de nuevo. ¡Qué alivio! ¡Qué alegría! ¡Qué previsión y provisión de parte de Dios para nosotros! ¡Qué maravilloso plan! ¡Qué salvación tan eficaz y completa!

Para recibir la vida de Dios hoy tenemos que pedírsela a Él. ¿Cómo? Necesitamos arrepentirnos, lo que significa que debemos volver nuestro corazón a Él de manera sincera y real, si más, y creer en que lo que Él ha hecho es verdadero. Podemos sólo decir: «Señor, te necesito. Te recibo ahora mismo como mi vida«. Les aseguro que así y sólo de esta manera, entraréis en el reino de Dios, naciendo de nuevo en el reino de Dios.

El artículo del blog de «Bibles for America» concluye aludiendo a que hemos nacido de simiente incorruptible (1 Pedro 1:23). Es incorruptible esta simiente porque contiene la vida de Dios, que es lo único en todo el universo que no se llega a corromper nunca. Cuando hablamos la Palabra de Dios, esa vida es trasmitida para que otros, al creer, sean también vivificados mediante la impartición de esta vida, que es la regeneración. Cuando somos salvos, es decir, cuando nacemos de nuevo, no podemos «desnacer». El proceso es irreversible, aunque posteriormente, como con cualquier otro nacimiento, de cualquiera otra vida, es necesario la alimentación y el crecimiento.

Recomendamos la lectura del artículo completo en su fuente original: «¿Qué significa nacer de nuevo?» del blog «Bibles for America». Este post no es una reproducción ni una ampliación del mismo, sino unas breves anotaciones personales resultados del disfrute del autor al leerlo y orar.

El Padre, el Hijo y el Espíritu: Coexistentes y coinherentes

A inicios del 2011 publicamos unas citas acerca de la coexistencia y la coinherencia, sobre la experiencia y el disfrute del «Libro de lecciones nivel 2: El Dios Triuno – El Dios Triuno y la persona y obra de Cristo» contenido en la biblioteca online de la web de Living Stream Ministry.

Podemos ver ejemplos de la coexistencia en Mateo 3:16-17. Allí podemos ver claramente a los tres de la deidad, el Padre hablando del Hijo, el Hijo subiendo del agua y el Espíritu descendiendo sobre el Hijo. Un cuadro ciertamente maravilloso. Los tres existen simultáneamente, es decir, existen al mismo tiempo. Existe el padre al tiempo que existe el Hijo mientras existe el Espíritu. La existencia de ninguno de ellos niega la existencia de los otros dos. En Juan 8:26, el Señor se refiere al Padre como «Aquel que me envió». Él no se envió a Sí mismo. La existencia múltiple tiene como fin llevar a cabo la economía de Dios, que es el plan de Dios que cumple el deseo y el propósito de Dios.

Está claro que podemos diferenciar al Hijo del Padre, al Padre del Espíritu y al Espíritu del Hijo y observar claramente  a cada uno de ellos. Es posible distinguirlos y hasta contarlos. Tampoco nadie puede decir que el Padre descendió en forma de paloma o que el Espíritu fue bautizado en las aguas del río Jordán por Juan el bautista. Aquí es donde muchos se preguntan: ¿Son tres Dioses separados? La respuesta es definitivamente No. A lo largo de todas las Escrituras nunca vemos tal separación. Nadie puede aducir separación sobre una base bíblica seria. No es eso lo que está revelado en la Palabra. En realidad Dios es uno y es tres.

En Deuteronomio 6:4 dice: «Oye, Oh Israel, Jehová es nuestro Dios; Jehová uno es«. Además, en Romanos 3:30, en Gálatas 3:20 y en Jacobo (Santiago) 2:19 se menciona que Dios es uno. En el evangelio de Juan, versículo 9, después que Felipe le dijo al Señor que le mostrara al Padre, podemos leer:  «Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe?»… hablando en primera persona como el Padre, para luego cambiar inmediatamente a hablar en primera persona como el Hijo, en el mismo versículo, diciendo: «El que me ha visto a Mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre?»  Y en el versículo 10 continúa: «¿No crees que Yo estoy en el Padre, y el Padre está en Mí ? Las palabras que Yo os hablo, no las hablo por Mi propia cuenta, sino que el Padre que permanece en Mí, Él hace Sus obras«. Aquí vemos claramente que el Padre permanece (existe y mora de manera permanente) en el Hijo. Así que el Padre está en el Hijo y el Hijo está en el Padre. Podemos decir que el Padre y el hijo son coinherentes, existen el uno en el otro, además de ser coexistentes, como vimos en el párrafo anterior, basándonos en Mateo 3:16-17.

Por otro lado, consideremos Juan. 8:29. En este versículo el Señor dice: «Porque el que me envió, conmigo está; Él no me ha dejado solo, porque Yo hago siempre lo que le agrada«. «El que me envió» (el padre) está con el Hijo en este versículo. La preposición «con» no debemos entenderla como indicativo de acompañante completamente diferente que podrían ser separados, sino como que uno  es inherente al otro, habitando en el mismo espacio al mismo tiempo, a la vez que pueden ser distinguidos. Distinguibles pero inseparables. El Hijo, además, echa fuera los demonios por el Espíritu Santo (Mateo 18:28), no por Sí mismo, es decir, el Espíritu Santo mora en el Señor. Aunque es distinguible con respecto a Él, no puede ser separado del Señor.

En Juan 14:26 leemos que el Padre enviaría al Espíritu en nombre del Señor y que el Espíritu nos enseñaría todas las cosas y nos recordaría las palabras del Señor. La nota 3 de este versículo en la Biblia de Estudio «versión recobro» dice: «En 5:43 se nos dice que el Hijo vino en el nombre del Padre, y aquí que el Padre envió al Espíritu Santo en el nombre del Hijo. Esto comprueba no solamente que el Hijo y el Padre son uno (10:30), sino también que el Espíritu Santo es uno con el Padre y con el Hijo. El Espíritu Santo, quien es enviado por el Padre en el nombre del Hijo, no sólo es la realidad que procede del Padre, sino también la realidad que proviene del Hijo. Este es el Dios Triuno — el Padre, el Hijo y el Espíritu — que finalmente llega al hombre como el Espíritu». Esto es estupendo. El Dios Triuno ha venido a nosotros completo, como el Espíritu, para traernos la realidad de todo lo que Él es, todo lo que ha llegado a ser y todo lo que tiene para nuestro disfrute y salvación.

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Para guardar la fe necesitamos la fe y una buena conciencia

El encargo del apóstol.

En 1Timoteo 1:18 dice:

«Timoteo, hijo mío, te confío este encargo en conformidad con las profecías que se hicieron antes en cuanto a ti, para que por ellas milites la buena milicia»

La palabra «encargo» del versículo 18, según la usa el apóstol, incluye todos los asuntos mencionados en los versículos anteriores, del 1 al 17. Aquí vemos, por el lado positivo, la economía de Dios y las enseñanzas diferentes por el lado negativo. El encargo que Pablo le hace a Timoteo consiste en la economía de Dios y las enseñanzas diferentes.

La fe subjetiva.

Inmediatamente después que el apóstol le hace el encargo a Timoteo, explicando el medio para cumplir con el encargo y una consecuencia práctica, en el versículo 19, dice:

«Manteniendo la fe»

Aquí «fe» se refiere a la acción de creer, que surge cuando tenemos contacto con la Palabra () y Dios se infunde en nosotros por este medio y por el Espíritu. Esta fe, que es subjetiva porque está y opera en nuestro interior, uniéndonos con Dios, enfatizando el Espíritu y la vida, por ello es orgánica; es real, no simbólica; es viviente, no alegórica, quiere decir, ocurre en realidad en la esfera de la fe, por medio de la Palabra y a partir del Espíritu, que es Dios en Cristo como el Espíritu al infundirse en nosotros. Esta fe implica la acción de creer, caracteriza a los que creen en Cristo y los distingue de los que guardan la ley, que hace hincapié en la  letra, la forma de ordenanzas, la relación con la letra ¡Amén!

Vida y naturalezas divinas que nos hacen hijos de Dios.

De esta forma recibimos la vida y la naturaleza divinas que permite que seamos engendrados como hijos verdaderos de Dios, miembros del Cuerpo de Cristo y el nuevo hombre, que expresará a Dios por toda la eternidad. La fe en nuestro interior genera una unión orgánica con el Dios Triuno. Debemos militar la buena milicia por / con esta clase de fe. Ser soldados o milicianos teniendo esta clase de fe, que permite a Dios llevar a cabo Su economía en / entre nosotros para llevar a cabo Su propósito. Esta es la clase de fe con la que debemos funcionar y no intentando cumplir la ley.

Pablo era muy claro con respecto a que militar la buena milicia, es decir, la milicia que cumple el propósito de Dios, que está centrada en la economía de Dios (de la que el apóstol es modelo) es por medio de la fe y no por las obras de la ley. ¡Aleluya! La fe proviene de nuestro contacto con Dios y nos introduce en una unión orgánica con Dios.

Una buena conciencia.

«[Manteniendo…] una buena conciencia» (1Ti 1:19).

Además de la fe, necesitamos una buena conciencia. Buena en el sentido de limpia, pura, sin ofensa, tal como vemos en Hechos 24:16. Esta buena conciencia cuida y guarda nuestra fe; la preserva y la protege. Es el órgano que Dios toca una vez que hemos tenido contacto con Él por la fe. Nuestra vida cristiana necesita una conciencia sin ofensas ni impurezas. Nuestra conciencia se mantiene limpia y sensible al tener contacto con el Señor.

Cuando permanecemos en el espíritu y nuestra relación con Dios no tiene obstáculos ni impedimentos, nuestra conciencia se mantiene saludable. Nuestra vida cristiana ha de ser un vivir en continua comunión con Dios para tener una buena conciencia que salvaguarda la fe y nuestra vida cristiana. Siempre que haya alguna ofensa sin solucionar en nuestra conciencia la fe se escapará, no podrá operar apropiadamente. Sentiremos que no la tenemos, que no está. Para militar en contra de las enseñanzas diferentes en cualquier iglesia local, debemos guardar la fe, que es el contenido que es guardar la fe, debemos tener fe y buena conciencia. Sin esto sucumbiremos ante las enseñanzas diferentes. Ceder ante las enseñanzas diferentes no es dejar de pelear exteriormente, sino el perder nuestra buena conciencia, que dejará escapar nuestra fe subjetiva y de este modo dejaremos de llevar a cabo el encargo del apóstol que nos hace a todos a través de Timoteo.

La fe objetiva.

Guardar la fe es objetivo. Aquí «fe» se refiere a todo lo todo lo que creemos, al contenido del evangelio completo según la economía neotestamentaria de Dios.

Ref:

Estudio vida de 1 y 2 Timoteo, Tito y Filemón, mensaje 2, Living Stream Ministry

¡Mediante la resurrección de Cristo fuimos hechos los muchos granos, los hermanos de Cristo y los hijos de Dios!

¡Alabamos al Señor por Su maravillosa resurrección! En Isaías 53:10-11  tenemos varios términos y frases como “largos días”, “linaje” y “fruto” – al referirse a la resurrección de Cristo. En Su resurrección, Él produjo un fruto – ¡una simiente corporativa que es Su descendencia, el Cuerpo de Cristo! Él fue hecho el Hijo primogénito de Dios y nosotros los muchos creyentes regenerados somos ¡los muchos hermanos de Cristo! Igualmente, mediante Su muerte, que liberó la vida y en Su resurrección que impartió esa vida, nosotros, los muchos creyentes en Cristo – fuimos hechos los muchos granos de trigo que formamos un pan, el Cuerpo de Cristo. Nosotros formamos parte de este Cuerpo, y este Cuerpo es el que proclamamos y anunciamos en las reuniones de la Mesa del Señor. El Cuerpo de Cristo es la simiente corporativa producida por Cristo en Su resurrección… Leer más en «Un Dios-hombre es un Cristiano Normal» Read in English the full article in «A God-man is a normal Christian»

¡En Su ascensión Cristo nos llevó en un séquito de enemigos vencidos y nos hizo dones para el Cuerpo de Cristo!

Con la ayuda de la Biblia completa, podemos ver mucho más de lo que Isaías escribió acerca de esos asuntos. Esas palabras, como ya hemos visto anteriormente, son: LINAJE (refiriéndose a Su SIMIENTE), LARGOS DÍAS (refiriéndose a la PROLONGACIÓN de Sus días) y DESPOJOS (refiriéndose al BOTÍN obtenido) (Isaías 53:12)…
Leer más en «Un Dios-hombre es un cristiano normal»
Full Article available in English in «A God-man is a normal Christian»

Jesucristo fue hecho un pacto para nosotros: ¡Él es el Mediador y el Ejecutor del nuevo pacto!

Jesucristo fue hecho pacto para nosotros. ¡Él es la garantía de Dios, el fiador de Dios, pues Él es la herencia para Su pueblo! Este pacto es más sólido que una mera promesa. ¡Es algo validado y promulgado, es decir, anunciado y puesto en vigor por la sangre derramada de Cristo (Mt 26:28)! Cristo promulgó el nuevo pacto (el cual finalmente llegó a ser testamento nuevo) con Su sangre, para la redención de las transgresiones del pueblo de Dios. Él redimió al hombre de vuelta a Dios e hizo al hombre apto para heredar todo de Dios. Ahora Dios es nuestra herencia. ¡El Espíritu es las arras de nuestra herencia (Ef 1.14) y Cristo es el fiador del nuevo pacto! (Heb 7:22). ¡Los atributos divinos de Dios han llegado a ser las inescrutables riquezas de Cristo, que nosotros heredamos, y el Dios Triuno completo es la garantía y las arras que nos asegura y nos adelantan que esto efectivamente está ocurriendo! Cristo es el nuevo pacto que Dios nos entrega. Él es la garantía, la seguridad del nuevo pacto. Él promulgó el nuevo pacto y en Su resurrección Él llegó a ser todo nuestro legado (herencia) según este nuevo pacto y Él es también el Mediador, el Ejecutor, para llevar a cabo este nuevo testamento (Heb 9:15-17)… Leer más en «Un Dios-hombre es un cristiano normal» Full Article in English on «A God-man is a normal Christian»