Anteriormente vimos que en 1 Timoteo la economía de Dios estaba en contraposición con ciertas “enseñanzas diferentes”, que consistían en mitos, genealogías interminables, en lo cual están involucradas fábulas judaicas, historias, falsas o verdaderas, todo lo cual es vana palabrería, pues no están llenas de Cristo, sino de contención, competencia y falsedad. Nada tienen que ver con el pastoreo y la administración apropiados, no edifican el Cuerpo de Cristo, pues no son Palabras de vida y no trasmiten Cristo, así que desvían a los santos de la economía de Dios, pues no están basadas en un amor nacido de un corazón puro, una buena conciencia y una fe que no presume.
En 1 Timoteo 1:7 dice:
“Queriendo ser maestros de la ley, sin entender ni lo que hablan ni lo que afirman con tanta seguridad”.
Este versículo está precedido por el v.6 que habla de la vana palabrería producto de un desvío. Este desvío se basa en querer ser maestros de la ley. Cuando nos desviamos perdemos la autoridad de Dios pues dejamos de hablar por Dios y dejamos de experimentar a Dios. Nuestra autoridad depende y proviene de Dios. Cuando permanecemos en comunión con Cristo en la esfera de la enseñanza de los apóstoles, entonces nuestra autoridad es realmente Cristo. Esta autoridad no proviene de ciertas fórmulas o arreglos externos sino que es Cristo en nosotros, un Cristo experimentado, disfrutado, constituido y real en nosotros. Cuando nos apartamos hacia la vana palabrería, entonces afirmamos con mucha seguridad algo que no es nada seguro, de hecho es algo completamente vacío.
Esta misma falsa seguridad de los que se hacen maestros de la ley es lo contraria de la seguridad verdadera que Pablo muestra en Tito 3: 3-7 cuando habla de cuando la bondad y el amor de Dios se manifestó en nosotros y nos salvó, conforme a Su misericordia, mediante el lavamiento de la regeneración y la renovación del Espíritu Santo, que se derramó en nosotros abundantemente. Entonces fuimos hecho justos por Su gracia para ser herederos de acuerdo a la esperanza de la vida eterna.
¿Por qué una falsa seguridad de parte de los falsos maestros de la ley que enseñan cosas diferentes y la seguridad real y divina de Pablo? Porque estos que se hacen maestros de la ley enseñan lo que hay que hacer y lo que no, lo que es políticamente correcto y lo que no, lo que es conveniente y lo que no, imponen regulaciones externas, llevan a los santos por un camino diferente de Cristo, que exalta algo diferente de Cristo e infunde algo distinto de Cristo… sin embargo, los genuinos ministros de Cristo ministran las riquezas de Cristo a otros (1 Timoteo 4:6).
La ley no fue dada a justos sino a injustos (1Timoteo 1:8-10), que se oponen precisamente a la sana enseñanza (sana doctrina según algunas versiones). Para ellos fue dada la ley, que sólo es buena si se usa con legitimidad. Popularmente se comprende esta frase desde un punto de vista filosófico, griego, como aquello que es formalmente correcto, cierto y acertado según algún sistema previamente establecido de un bien y un mal relativos. No obstante, en el contexto “sana” tiene que ver con la vida. La «sana enseñanza» concuerda con el evangelio de la gloria de Dios, aquel que expresa y trasmite a Dios en las riquezas de Cristo a los hombres, por ello ministra vida, nutriéndolos o sanándolos y llevando a los creyentes a Dios, al centro del propósito de Dios, a la experiencia de Cristo y al disfrute genuino de Cristo. Este es la comisión y el ministerio que el apóstol recibió del Señor. Este evangelio debe ser comúnmente enseñado y predicado en todas las iglesias.
Esta enseñanza sana, que no es vana sino llena de Cristo, que no desvía, sino centra en Dios y Su economía, que no es falsa sino que es la verdad del evangelio, que no divide sino que edifica, que no es la ley (o cierta ley) sino el propósito y meta de Dios expresado, es sana no por correcta (que sin dudas lo es) sino por trasmitir las riquezas de Cristo para ser nuestra salvación completa.
Cualquier enseñanza que sea sana debe trasmitir vida, no métodos ni tradición; debe llevarnos sin vacilaciones al centro y la meta de la economía de Dios y al Cristo todo-inclusivo en nuestro espíritu no a discusiones sobre preferencias, doctrinas específicas, maneras, asuntos culturales y demás enseñanzas divisivas, destructivas y vanas que siembran semillas de muerte y veneno.
Referencias: Estudio- vida de 1 y 2 Timoteo, Tito y Filemón, mensaje 1.
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