En la semana 9 del Avivamiento matutino sobre las cuatro columnas del recobro del Señor, día 3, he sido muy impresionado y refrescado por la declaración de que el evangelio de Pablo es una revelación del Dios Triuno, quién se procesó para llegar a ser el Espíritu todo-inclusivo y vivificante.
En 1 Corintios 15:45, dice:
«Así también está escrito: ‘Fue hecho el primer Adán alma viviente, el postrer Adán Espíritu vivificante».
Mediante la creación, Adán llegó a ser un hombre con un alma, un ser viviente. Adán es el producto de la creación de Dios y es natural. Lo era aún antes de la caída, no importa cuánta pureza tuviera este primer hombre.
Después de la caída, la creación llegó entonces a ser la vieja creación. Este único Adán en Génesis 2, ya no es el único. Después de la encarnación, fue el primero, según vemos en 1 Corintios. El otro tipo de hombre, el segundo, el postrer Adán fue Jesús, el Cristo, que en Su resurrección llegó a ser Espíritu vivificante para impartir la vida divina (Jn 10:10).
El Señor obtuvo un cuerpo material en la encarnación y un cuerpo espiritual en la resurrección. Hoy el Señor es el Espíritu vivificante con un cuerpo espiritual y está listo y disponible para ser recibido por los creyentes para impartirles la vida divina en el interior de ellos. ¡Aleluya! Hoy podemos recibir al Señor en nosotros porque Él es el Espíritu vivificante quien puede residir en nuestro espíritu humano de manera permanente. ¡Alabado sea el Señor! ¡Esto ha sido tan claro y determinante para mí hoy! Puedo declarar, ¡Dios se hizo hombre en la persona de Jesús, y en Su resurrección llegó a ser el Espíritu vivificante, no para generar disputas, hipótesis filosóficas ni para que lo entendamos con nuestra mente, sino, y maravillosamente, para entrar en mí y en todos los que crean! Podemos decirles a todos: ¡Dios vive en mí, en Cristo como el Espíritu para mi disfrute y experiencia!
En 2 Corintios 3:17 dice claramente que el Señor es el Espíritu y que donde está el Espíritu hay libertad. ¡El espíritu está en mí! ¡En mí está el Señor! ¡La libertad está en el Señor y la puedo experimentar en mí! ¡Señor, te amamos por tu plan maravilloso! ¡Gracias por mezclarte con nosotros! ¡Gracias porque podemos recibirte al creer y podemos disfrutarte, aprehenderte, experimentarte y participar de ti en nuestro espíritu! Hemos recibido este Espíritu maravilloso al oír con fe. Esto es estupendo. No es algo que podamos clasificar como indefinido el hecho de recibir al Señor al oír con fe y no realizando las buenas obras de la ley, porque si así fuera, ninguno podría hoy recibir el Espíritu. El apóstol Pablo aún nos interpela directamente a cada uno de nosotros, con una palabra muy sobria y directa: «¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley o por el oír por fe?» Nos dice que definitivamente por el oír por fe.
Recibir el Dios Triuno en nosotros es nuestra mayor bendición. ¡Gracias, Señor por esta bendición!
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