Dios quiere obtener un reino para cumplir Su propósito

DSC_0015Dios quiere obtener un reino. «El cumplimiento de Su propósito depende en gran medida del reino» (ref. Mateo 4:23). Necesitamos luz para ver con claridad la necesidad que Dios tiene de obtener un lugar donde Él pueda ejercer Su autoridad, reinar, restaurar todas las cosas …»y entonces, vendrá el fin» (Mateo 24:14).

Cuando creímos y recibimos a Dios en Cristo como el Espíritu en nuestro espíritu, la vida de Dios entró en nuestro ser para que pudiéramos vivirle a Él. ¡Esto es misterioso y maravilloso! Hoy somos hijos de Dios precisamente como resultado de este hecho. Somos hijos de Dios engendrados por Él, no hijos adoptados. La adopción no cumpliría con los requisitos necesarios para hacer que accedamos y participemos del reino de los cielos, es decir, «ver y entrar» lo que significa ver en términos de un revelación para poder entrar, o sea estar en el reino (Juan 3:3, 5). Somos hijos nacidos del Espíritu al haber creído no por haber sido creados por Dios. ¡Aleluya que somos hijos auténticos de Dios! ¡El elemento de Dios está en nosotros! (2 Pedro 1:4) ¡Hemos sido trasladados a Su reino! (Col 1:13).

El reino es importante para Dios. Debemos ver esto. Necesitamos permanecer abiertos a Dios para recibir, no simple información contada por otros acerca de Dios, sino una revelación. necesitamos una revelación de Dios. Una vez que Dios se revele a nosotros, aún de manera básica, ya no volveremos a ser los mismos. Dios necesita un reino. ¿Es importante para nosotros que Dios precise de un reino para cumplir Su propósito? ¿Hemos comenzado a entrar en este asunto del reino? ¿Hemos orado o estamos orando con carga por este asunto? ¿Le hemos pedido a Dios que se revele a nosotros? ¿Hemos visto algo del reino? Es vital para Su economía tener un reino, un gobierno real, y eficaz, ahora.

Revelación de Dios

En Mateo 6:9-12 tenemos la oración que el Señor les indicó a Sus discípulos como una manera. Fijaos que esta oración comienza con el reino y concluye con el reino. «Venga tu reino». «Porque tuyo es el reino…»

Dios escogió a Abraham para obtener una nación. Cuando sacó a sus descendientes, el pueblo de Israel, de Egipto, les dijo: «Vosotros me seréis un reino de sacerdotes y gente santa» (Éxodo 19:6). En esta declaración tenemos «reino», «sacerdotes» y «gente santa». El objetivo de Dios, Su anhelo y necesidad es tener un reino de personas que estén bajo Su autoridad, que le sigan y obedezcan, personas que le expresen, le ministren y le muestren a todo el mundo. Personas que lleven Dios a la gente y la gente a Dios, dependiendo sólo de Dios, disfrutándole y experimentándole. Este reino compuesto por personas que estén llenos de Dios, con la vida de Dios y la luz de Dios, para que Dios pueda cumplir Su propósito. La nación de Israel era un tipo de la iglesia, un símbolo y una sombra de la realidad que es la iglesia hoy.

Hoy Dios está disponible como el Espíritu que es todo-inclusivo, procesado y consumado para residir en los creyentes y hacer Su hogar en los corazones de ellos para que seamos constituidos de Dios mismo y Cristo sea formado en nosotros, que es la edificación de Su Cuerpo, Su morada, todo lo cual alcanzará la consumación como la Nueva Jerusalén (Apocalipsis 21:2). ¡Aleluya!

¡Señor, cuánto te necesitamos. Abre nuestros ojos. Necesitamos urgentemente una revelación. Qué pequeña y escasa es nuestra visión. Preséntate a nosotros. No nos importa el tiempo que hayamos sido cristianos. Desechamos el pasado y todo lo logrado para ganarte hoy. Tú eres fresco y nuevo cada día. Levántanos, Señor. Muéstranos tu reino y tu propósito. Que tu urgencia sea la nuestra. Que tu meta sea la nuestra. Gracias, Señor. Amén!

Ref: «El reino» de Witness Lee.

El Padre, el Hijo y el Espíritu: Coexistentes y coinherentes

A inicios del 2011 publicamos unas citas acerca de la coexistencia y la coinherencia, sobre la experiencia y el disfrute del «Libro de lecciones nivel 2: El Dios Triuno – El Dios Triuno y la persona y obra de Cristo» contenido en la biblioteca online de la web de Living Stream Ministry.

Podemos ver ejemplos de la coexistencia en Mateo 3:16-17. Allí podemos ver claramente a los tres de la deidad, el Padre hablando del Hijo, el Hijo subiendo del agua y el Espíritu descendiendo sobre el Hijo. Un cuadro ciertamente maravilloso. Los tres existen simultáneamente, es decir, existen al mismo tiempo. Existe el padre al tiempo que existe el Hijo mientras existe el Espíritu. La existencia de ninguno de ellos niega la existencia de los otros dos. En Juan 8:26, el Señor se refiere al Padre como «Aquel que me envió». Él no se envió a Sí mismo. La existencia múltiple tiene como fin llevar a cabo la economía de Dios, que es el plan de Dios que cumple el deseo y el propósito de Dios.

Está claro que podemos diferenciar al Hijo del Padre, al Padre del Espíritu y al Espíritu del Hijo y observar claramente  a cada uno de ellos. Es posible distinguirlos y hasta contarlos. Tampoco nadie puede decir que el Padre descendió en forma de paloma o que el Espíritu fue bautizado en las aguas del río Jordán por Juan el bautista. Aquí es donde muchos se preguntan: ¿Son tres Dioses separados? La respuesta es definitivamente No. A lo largo de todas las Escrituras nunca vemos tal separación. Nadie puede aducir separación sobre una base bíblica seria. No es eso lo que está revelado en la Palabra. En realidad Dios es uno y es tres.

En Deuteronomio 6:4 dice: «Oye, Oh Israel, Jehová es nuestro Dios; Jehová uno es«. Además, en Romanos 3:30, en Gálatas 3:20 y en Jacobo (Santiago) 2:19 se menciona que Dios es uno. En el evangelio de Juan, versículo 9, después que Felipe le dijo al Señor que le mostrara al Padre, podemos leer:  «Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe?»… hablando en primera persona como el Padre, para luego cambiar inmediatamente a hablar en primera persona como el Hijo, en el mismo versículo, diciendo: «El que me ha visto a Mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre?»  Y en el versículo 10 continúa: «¿No crees que Yo estoy en el Padre, y el Padre está en Mí ? Las palabras que Yo os hablo, no las hablo por Mi propia cuenta, sino que el Padre que permanece en Mí, Él hace Sus obras«. Aquí vemos claramente que el Padre permanece (existe y mora de manera permanente) en el Hijo. Así que el Padre está en el Hijo y el Hijo está en el Padre. Podemos decir que el Padre y el hijo son coinherentes, existen el uno en el otro, además de ser coexistentes, como vimos en el párrafo anterior, basándonos en Mateo 3:16-17.

Por otro lado, consideremos Juan. 8:29. En este versículo el Señor dice: «Porque el que me envió, conmigo está; Él no me ha dejado solo, porque Yo hago siempre lo que le agrada«. «El que me envió» (el padre) está con el Hijo en este versículo. La preposición «con» no debemos entenderla como indicativo de acompañante completamente diferente que podrían ser separados, sino como que uno  es inherente al otro, habitando en el mismo espacio al mismo tiempo, a la vez que pueden ser distinguidos. Distinguibles pero inseparables. El Hijo, además, echa fuera los demonios por el Espíritu Santo (Mateo 18:28), no por Sí mismo, es decir, el Espíritu Santo mora en el Señor. Aunque es distinguible con respecto a Él, no puede ser separado del Señor.

En Juan 14:26 leemos que el Padre enviaría al Espíritu en nombre del Señor y que el Espíritu nos enseñaría todas las cosas y nos recordaría las palabras del Señor. La nota 3 de este versículo en la Biblia de Estudio «versión recobro» dice: «En 5:43 se nos dice que el Hijo vino en el nombre del Padre, y aquí que el Padre envió al Espíritu Santo en el nombre del Hijo. Esto comprueba no solamente que el Hijo y el Padre son uno (10:30), sino también que el Espíritu Santo es uno con el Padre y con el Hijo. El Espíritu Santo, quien es enviado por el Padre en el nombre del Hijo, no sólo es la realidad que procede del Padre, sino también la realidad que proviene del Hijo. Este es el Dios Triuno — el Padre, el Hijo y el Espíritu — que finalmente llega al hombre como el Espíritu». Esto es estupendo. El Dios Triuno ha venido a nosotros completo, como el Espíritu, para traernos la realidad de todo lo que Él es, todo lo que ha llegado a ser y todo lo que tiene para nuestro disfrute y salvación.

Photo credit: Photo Pin

Debemos tomar la iniciativa de permanecer firmes sobre el terreno único de la iglesia

El buen depósito – Cuando hablamos del terreno único de la iglesia, nos referimos al terreno genuino de la unidad de la iglesia. En el segundo capítulo de 2 Corintios vemos a la iglesia en Corinto. Es interesante que el apóstol no se dirige a una de las iglesias en la ciudad de Corinto ni a la asamblea de las iglesias en esa ciudad, sino a la iglesia en Corinto. ¿Qué relevancia tiene esto? La localidad es importante por cuanto es el medio práctico para  que la iglesia exista de manera concreta en cierto lugar. Sabemos que la iglesia está compuesta por la totalidad de los redimidos y salvos en todo lugar y en todo tiempo, pero al ser criaturas sujetas al tiempo y al espacio, no podemos reunirnos todos, ya sea por la barrera del tiempo, ¿podríamos reunirnos hoy con Martin Lutero? o el espacio ¿podríamos reunirnos aquí con los hermanos que viven en Asia?

El aspecto de la localidad es importante para la existencia, la expresión y la práctica de las iglesias de un modo tangible y práctico. La iglesia en Corinto, es decir el total de todos lo santos en esa ciudad, existía en esa ciudad griega en un momento determinado. El testimonio de Cristo entre ellos se establecía y manifestaba en ese lugar y no en otro, por la razón simple de que ellos habitaban allí. Ellos edificaban el Cuerpo de Cristo en esa locación, sin que su ubicación estorbara este propósito. El Cristo que experimentaban y ministraban es el mismo Cristo de los hermanos en Roma o en Tesalónica, sólo que era expresado en un sitio diferente de aquellos. Esto no solamente es posible sino recomendable, pues el Cristo que disfrutamos es para ser mostrado, dado, modelado, enseñado y entregado a otros.

Leer también: Para guardar la fe, necesitamos la fe y una buena conciencia

Por otro lado, la predicación del evangelio, la oración, la proclamación y enseñanza de la verdad y las reuniones se desarrollaban en la ciudad sin que por esto podamos decir que ellos eran sectarios. ¡No lo eran! No lo eran por la sencilla razón de que ellos habitaban en Corinto y no en otro sitio, pero su testimonio, la verdad que conocían y practicaban, las enseñanzas que recibían y la salvación que llevaban a cabo era única y una, la misma de todos los demás cristianos en otras ciudades del imperio y en otros tiempos.

Vemos en hechos 8:1, 13:1 y en Apocalipsis 1:11 que en cada lugar existían una iglesia local. La localidad revelada para que la iglesia exista está determinada por la ciudad, que es la unidad práctica mínima, no una calle, un barrio, o un grupo específico menor que la totalidad de los hermanos. Según las Escrituras los límites de la ciudad son los límites básicos de la iglesia allí, no más cerca, no más lejos.

Cuando nos reunimos sobre el terreno de la ciudad, sin tomar ningún otro parámetro, favorecemos que el pueblo de Dios se mantenga siendo uno, al seguir las indicaciones de Dios en la Palabra, sin divisiones artificiales, basadas en consideraciones culturales, doctrinales o de barrios (Sal 133; Jn 17:11, 21-23; 1Co 1:10; Ef 4:3-4). En segundo lugar, el único nombre en el que el pueblo de Dios debe reunirse es el de nuestro Señor, cuya realidad es el Espíritu; denominarnos usando cualquier otra consideración, buena o mala, es dividirnos según las perspectiva divina, es cometer fornicación espiritual (Mt 18:20; 1Co 1:12; 12:3).

Debemos mencionar dos puntos más en relación a este asunto que es de vital importancia: En el Nuevo Testamento, la habitación de Dios, Su morada está en nuestro espíritu, previamente regenerado por el Espíritu Santo que vino a vivir en la parte más profunda de nuestro ser, nuestro espíritu, cuando creímos. Reunirnos para adorar a Dios es ejercitar nuestro espíritu regenerado, contactando a Dios, disfrutando a Dios, experimentando a dios, cuando estamos juntos. Esta es la reunión cristiana, cuando ejercitamos nuestro espíritu para entregarnos a Dios, disfrutar a Dios y permanecer en Él, haciendo todas las cosas en / para Dios Jn 3:6; Ro 8:16; 2Ti 4:22, Ef 2:22; Jn 4:24; 1Co 14:15).

Por último, en relación a nuestra adoración a Dios (no sólo estando reunidos) lo normal sería experimentar la aplicación práctica de la cruz de Cristo, representada por el altar (Dt 12:5-6, 27), al rechazar la carne, el yo y la vida natural y adorar a Dios única y exclusivamente con Cristo (Mt 16:24; Ga 2:20). Cualquier otra cosa podría ser más cómodo, más fácil, más de acuerdo a consideraciones naturales pero no sería apropiado y no sería la adoración apropiada que Dios anhela y necesita y que lleva a cabo Su propósito en esta tierra hoy.

Ref: ‘Tomar la iniciativa como ancianos y hermanos responsables‘, semana 7: Tomar la iniciativa de estar firmes sobre el terreno único de la iglesia, de permanecer sujetos a la limitación del Cuerpo de Cristo y de ser conscientes del Cuerpo en unanimidad, día 1 y 2.

La economía de Dios se lleva a cabo en la esfera de la fe

Habíamos compartido que la economía de Dios se funda en la fe, pues es por fe que Dios se imparte en nosotros. Cualquier otro enfoque es radicalmente no escritural y está alejado de una comprensión sobria, profunda y equilibrada de la Palabra. Si permanecemos en la luz de Dios y recibimos revelación con respecto a lo que Dios desea, hace y anhela completar, entonces veremos que Su economía, esto es, Su gestión administrativa, Su plan, que consiste en impartirse a Sí mismo en Su pueblo escogido, se realiza en la esfera, es decir, el contexto de la fe, dentro de la fe, y en el elemento de la fe, lo que significa que todo cuanto Dios lleva a cabo es en la fe y por fe.

Lo que es ajeno a la fe no tiene relación alguna con la economía de Dios (Ga 3:23-26).

Según el Nuevo Testamento, la fe es Dios mismo como la Palabra que nos ha sido hablada. Dios en Cristo llega hasta nosotros por medio de la Palabra de Dios y mediante el Espíritu de Dios. En Juan 1:1 vemos que la Palabra es Dios. Mucho se ha escrito sobre este tema, sin embargo, si recibimos y exponemos la Palabra, según la Palabra misma y no de acuerdo a un sistema previo, veremos que la Palabra no sólo es Espíritu y es vida, sino que por ser Espíritu y ser vida es Dios. Esta Palabra se hizo carne. El apóstol Juan, a pesar de lo profundo y solemne del asunto, usa frases muy directas y breves. Nuestra mente natural no es directa ni breve, sino que cavila, tirita y se opone continuamente a la Palabra revelada, dando opciones razonadas y estorbadas continuamente por nuestras tradiciones.

«La Palabra de hizo carne y fijó tabernáculo entre nosotros» (Juan 1:1, 14). El Dios Triuno, el Dios completo, el Dios creador, el Dios misterioso y viviente se encarnó en una persona humana, real, temporal y definida, Jesús.

Luego de vivir una vida humana normal, aquel que es hombre perfecto y Dios completo, que estaba en la carne en semejanza de pecado fue a la muerte y muerte en cruz sin haber pecado jamás, murió de manera vicaria por todos nosotros, y resucitó al tercer día, para finalmente ser ascendido, para reinar como Cristo y Señor de todos.

Jesús dijo: «Las Palabras que os he hablado son Espíritu y son vida». Una vez más decimos siguiendo fielmente la Palabra de Dios. Las Palabras que el Señor habló son Espíritu y son vida. Las Palabras que nos explicaron, mostraron y desvelaron el reino, el propósito de Dios, la naturaleza humana, la fe, la redención, la persona de Cristo, la naturaleza de Dios, la iglesia, la piedad… son Espíritu y son vida.

Además nos ha sido revelado que el Señor es el Espíritu (2 Co 3:17), pues fue hecho el Espíritu en resurrección (1Co 15:45) para morar en nosotros. Todo esto es real y maravilloso.

Todas las cosas que tienen que ver con la economía de Dios ocurren, se realizan y se llevan a cabo en fe. El fundamento de la economía de Dios es la fe. ¡Aleluya! Por la Palabra y por el Espíritu Dios en Cristo ha llegado a nosotros, para habitar en nosotros, para mezclarse con nosotros para nuestra salvación completa. ¡Amén! Todas estas realidades llegan a ser nuestras por fe. ¡Aleluya!

Revelación cuádruple de la economía de Dios con respecto a la iglesia en 1 Timoteo 3

Muchos cristianos, cuando se les pregunta acerca del tercer capítulo de la primera epístola a Timoteo dicen que…

«Es un capítulo que trata de las características de los ancianos, los que vigilan en la iglesia, o que es sobre la moralidad de los líderes, o que contiene disposiciones eclesiales, requisitos sacerdotales…»

En cierta medida y cada una de las descripciones, en sus contextos, es cierta, pero no tocan el corazón de la revelación de Dios en esta epístola y en este capítulo. En 1 Timoteo 3 se revela la economía de Dios en cuatro frases «Grande es el misterio de la piedad»; «Dios fue manifestado en la carne»; «la iglesia es la casa del Dios viviente» y «la iglesia es columna y fundamento de la verdad». Aquí vemos la función de la iglesia, ser casa del Dios viviente, y ser columna y fundamento de la verdad.

La iglesia es la casa de Dios. «Casa» se refiere a familia. Casa y familia aquí son lo mismo. La familia de Dios es la casa de Dios. Dios tiene Su casa en la asamblea de los creyentes (Ef 2:19; He 3:6). La realidad de que esta casa es la morada, la habitación de Dios está en nuestro espíritu (Ef 2:22). Tenemos que ejercitar nuestro espíritu para aumentar nuestra capacidad de ir a y permanecer en nuestro espíritu, vivir en él, actuar en él y por él, para que en esta casa, Dios sea manifestado como el Dios viviente.

Hemos de ver que Dios es un Dios viviente. No es una abstracción mental, no es el resultado de una derivación filosófica. No es el Dios tradicional, del cual sabemos por lejanas historias en el Antiguo Testamento. Dios es un Dios viviente y subjetivo. Hemos de tocarlo, contactarlo, experimentarlo y conocerlo en nuestro espíritu para que pueda manifestarse. El Dios morador, de Quien somos familia y habitación, habita en nosotros, quiere manifestarse en nosotros. La familia de Dios, Su casa, es viviente en el Dios viviente, y es viviente porque Él lo es. ¡Aleluya! ¡Proclamemos esto con alegría, triunfalmente! ¡Somos vivientes porque el Dios viviente vive en nosotros! ¡Soy verdaderamente viviente porque el Dios viviente vive en mí! ¡Alabado sea el Señor!

Cuando disfrutamos al Dios viviente en nosotros, Él se manifiesta en nosotros. Cuando la iglesia disfruta y experimenta al Dios viviente, Dios se manifiesta en la iglesia. Por ello, la iglesia es la manifestación del Dios viviente. La iglesia es la manifestación del Dios viviente en la carne. Somos la manifestación del Dios viviente en la carne. Somos la manifestación del Dios viviente no por causa de nuestra carne sino a pesar de ella. ¡Dios se ha manifestado en la carne! Cuando proclamamos esto, estamos anunciando algo acerca de nosotros mismos también». ¡Esto es maravilloso! El hombre en Dios y Dios en el hombre es la maravilla más grande del universo.

La casa de Dios, la iglesia, es columna y fundamento de la verdad. Con esta metáfora se muestra que, como columna sostiene el edificio de Dios, donde habita Dios, y como fundamento, sostiene las columnas. Todo edificio se sostiene sobre un buen fundamento y con fuertes columnas. La verdad, la realidad del Dios Triuno hoy, es sostenida por la iglesia, donde está la realidad del Dios Triuno. Dios yace en Su casa, la iglesia. Esta es la manifestación de Dios en la carne, por ello es columna y fundamento de la verdad. La verdad se sostiene, se valida y es constatable en la realidad de la iglesia. Aquí verdad se refiere a todas las cosas verdaderas acerca de Cristo y la iglesia reveladas en el Nuevo Testamento, según la economía neotestamentaria de Dios. ¡Amén!

Pablo era ministro de Dios, según la economía de Dios, para nosotros, para completar la Palabra de Dios

En el artículo anterior hablamos del Dios Triuno, en Cristo, como el Espíritu vivificante que mora en nosotros y que recibimos al oír con fe y no por las obras de la ley, como nuestra mayor bendición.

«De [la iglesia] fui hecho ministro, según la mayordomía de Dios que me fue dada para con vosotros, para completar la palabra de Dios.»

Este es Colosenses 1:25. En este verso Pablo dice que Dios, según Su administración (oikonomia), le había designado y constituido como alguien que sirve. Pablo era alguien que servía. La palabra traducida «ministro» es la misma que se usa en el versículo 23, en Efesios 3:7 y en 2 Corintios 3:6 y es la palabra griega que también se usa para «diácono«, es decir, uno que presta un servicio. Así que Pablo era diácono de Dios para servir a los santos. Este servicio era el resultado de la revelación de Dios en Pablo y su propósito era el completamiento de la palabra de Dios. ¿Qué había de ser completado?

Antes del Nuevo Testamento, la revelación divina no estaba completa según todo aquello que Dios es, todo lo que se propone hacer, todo lo que hace y hará y Su meta. Esta revelación con respecto a Cristo, que es el misterio de Dios (Col 1:26) ha sido dada a conocer mediante los apóstoles, principalmente Pablo, en esta era, a los santos. El cuadro con respecto a la naturaleza de Dios, Su propósito, Su anhelo, Su administración divina, todo lo cual implica un plan, estaba oculto a los hombres. Esta economía, que estaba escondida desde los siglos en Dios fue hablada, finalmente desvelada en Pablo, por eso el versículo dice que él fue hecho ministro según esa economía, para que esa economía fuera abierta y trasmitida, y la palabra fuera completada.

La mayordomía de Pablo consistía en el completamiento de la Palabra de Dios. Pablo recibió la revelación de Cristo como el misterio de Dios. Este misterio fue expuesto de esta manera por primera vez por el apóstol y consiste en que el Dios Triuno habita de manera plena, completa (y corporalmente) en Cristo (Col 2:9). Este Cristo, que por ser el Dios completo y el hombre perfecto, es un misterio, puede y debe ser revelado a cada uno de nosotros de manera completa. Hemos de abrirnos a Dios de manera completa para que Él revele a nosotros, no una parte de Cristo, no un Cristo superficial, anecdótico, objetivo o simple, sino de manera completa, en todo lo que Él es, todo cuanto ha logrado, todo lo que está llevando a cabo, todo lo que se propone y hacia dónde se dirige. Hemos de tener la experiencia, el conocimiento íntimo y subjetivo de este Cristo que no es pasado ni es un simple historia, sino que está vivo, es actual, es el Espíritu vivificante para impartirnos vida, es práctico, es suficiente y es absolutamente maravilloso y todo inclusivo. Hemos de permanecer abiertos a Dios para que Él se revele a nosotros y se constituya en nosotros (Col 2:2) como el Cristo completo que hoy cohabita con nosotros y está mezclado con nosotros. ¡Aleluya! Esta era la mayordomía de Pablo, el servicio, la porción importantísima de Pablo según la economía de Dios.

Sin embargo ¿Cómo conocer a Cristo como la corporificación de Dios? ¿Cómo alcanzar este pleno conocimiento? ¿Existe un método de estudio teológico que me lleve a este resultado? ¿Cuánto tiempo debo dedicar a esto cada día para lograr esto? ¿Cuán inteligente debo ser? ¿Cuánto esfuerzo debo emplear? Este definitivamente no es el camino. Oremos en la Palabra para que el Señor nos revele el sitio, la manera, el procedimiento y el camino para finalmente llegar al «pleno conocimiento del misterio de Dios, es decir Cristo».

«Si hemos de conocer a Cristo en realidad como la corporificación de Dios, es necesario que lo experimentemos como el Espíritu vivificante«. En el versículo 2 Pablo menciona tres asuntos previos.

1) Ser consolados en nuestros corazones mediante el cuidado tierno, el pastoreo amoroso de la enseñanza y la revelación del apóstol;

2) Ser entrelazados en amor los unos con los otros

3) Y como resultado o consecuencia el alcanzar el pleno conocimiento de Cristo.

Hemos de ver que en Cristo se encuentran toda la sabiduría y el conocimiento. Cristo es el Espíritu vivificante para impartirnos la vida divina con todas sus riquezas. Fuera de Cristo no existe nada. No busquemos nada fuera de Él. Pablo nos previene en contra de las palabras persuasivas que son engaño, las sutilezas y la filosofía que nunca nos llevarán a Cristo, ni las tradiciones o la ley. Todo esto es el rudimento del mundo. Sin experimentar al Dios Triuno, en Cristo como el Espíritu vivificante en nuestro espíritu (2Corintios 3:17) no llegaremos a cumplir con la carga de la mayordomía de Dios que a Pablo fue asignada según la economía de Dios.

«Si no vemos que Cristo es el Espíritu vivificante, el hecho de que Cristo es la corporificación de Dios será solamente una doctrina o una teoría, será solamente una enseñanza objetiva completamente ajena a nuestra experiencia cristiana. Si este es el caso, la teoría no puede convertirse en realidad. La realidad de Cristo como corporificación de Dios se haya en Cristo como el Espíritu vivificante «.

Señor, no te conozco bien pero me abro a ti. Gracias por la mayordomía asignada a Pablo. Gracias que esta mayordomía es para nosotros y que completa Tu Palabra. Gracias que somos los grandes beneficiarios del servicio de Pablo. Cumple tu voluntad en nosotros. ¡Cuánto te anhelamos! ¡Cuánto te necesitamos! Gracias que eres el Espíritu vivificante. Gracias que podemos acceder a Ti. Amén.

Inspirado por el Estudio-vida de Colosenses. Living Stream Ministry, capítulo 13, completar la Palabra de Dios; Colosenses 1, con sus notas, Nuevo Testamento versión recobro.

¡El Dios Triuno en Cristo como el Espíritu vivificante mora en nosotros!

En la semana 9 del Avivamiento matutino sobre las cuatro columnas del recobro del Señor, día 3, he sido muy impresionado y refrescado por la declaración de que el evangelio de Pablo es una revelación del Dios Triuno, quién se procesó para llegar a ser el Espíritu todo-inclusivo y vivificante.

En 1 Corintios 15:45, dice:

«Así también está escrito: ‘Fue hecho el primer Adán alma viviente, el postrer Adán Espíritu vivificante».

Mediante la creación, Adán llegó a ser un hombre con un alma, un ser viviente. Adán es el producto de la creación de Dios y es natural. Lo era aún antes de la caída, no importa cuánta pureza tuviera este primer hombre.

Después de la caída, la creación llegó entonces a ser la vieja creación. Este único Adán en Génesis 2, ya no es el único. Después de la encarnación, fue el primero, según vemos en 1 Corintios. El otro tipo de hombre, el segundo, el postrer Adán fue Jesús, el Cristo, que en Su resurrección llegó a ser Espíritu vivificante para impartir la vida divina (Jn 10:10).

El Señor obtuvo un cuerpo material en la encarnación y un cuerpo espiritual en la resurrección. Hoy el Señor es el Espíritu vivificante con un cuerpo espiritual y está listo y disponible para ser recibido por los creyentes para impartirles la vida divina en el interior de ellos. ¡Aleluya! Hoy podemos recibir al Señor en nosotros porque Él es el Espíritu vivificante quien puede residir en nuestro espíritu humano de manera permanente. ¡Alabado sea el Señor! ¡Esto ha sido tan claro y determinante para mí hoy! Puedo declarar, ¡Dios se hizo hombre en la persona de Jesús, y en Su resurrección llegó a ser el Espíritu vivificante, no para generar disputas, hipótesis filosóficas ni para que lo entendamos con nuestra mente, sino, y maravillosamente, para entrar en mí y en todos los que crean! Podemos decirles a todos: ¡Dios vive en mí, en Cristo como el Espíritu para mi disfrute y experiencia!

En 2 Corintios 3:17 dice claramente que el Señor es el Espíritu y que donde está el Espíritu hay libertad. ¡El espíritu está en mí! ¡En mí está el Señor! ¡La libertad está en el Señor y la puedo experimentar en mí! ¡Señor, te amamos por tu plan maravilloso! ¡Gracias por mezclarte con nosotros! ¡Gracias porque podemos recibirte al creer y podemos disfrutarte, aprehenderte, experimentarte y participar de ti en nuestro espíritu! Hemos recibido este Espíritu maravilloso al oír con fe. Esto es estupendo. No es algo que podamos clasificar como indefinido el hecho de recibir al Señor al oír con fe y no realizando las buenas obras de la ley, porque si así fuera, ninguno podría hoy recibir el Espíritu. El apóstol Pablo aún nos interpela directamente a cada uno de nosotros, con una palabra muy sobria y directa: «¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley o por el oír por fe?» Nos dice que definitivamente por el oír por fe.

Recibir el Dios Triuno en nosotros es nuestra mayor bendición. ¡Gracias, Señor por esta bendición!