Qué gran cambio el de los apóstoles

«El hito que divide a los Evangelios del libro de los Hechos es la unanimidad entre los ciento veinte”.

«Y entrados, subieron al aposento alto, donde moraban Pedro y Juan y Jacobo, y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Jacobo hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas, hermano de Jacobo (Santiago). Todos estos perseveraban unánimes en oración, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos (Hch 1:13-14)».

¿Qué ocurrió entre los apóstoles para que veamos un cambio tan radical? Antes ellos eran discutidores, contenciosos, con muchas opiniones, ansiosos, ambiciosos, individualistas, hubo traición entre ellos, faltos de fe, testarudos, confiados en sí mismos e ignorantes. Todo esto es lo opuesto de la práctica de la unanimidad en oración.

Algunos ejemplos de la situación previa:

  • Ellos discutían quién era el mayor entre ellos (Lc 22:23-24) [el término «discutían» se refiere a la afición a la rivalidad y el ansia por contender; así que en ambos casos es un comportamiento, no un hecho aislado]
  • «Mas Pedro seguía diciendo con mayor insistencia: Aunque me sea necesario morir contigo, de ninguna manera te negaré. También todos decían lo mismo (Mr 14:31)».
  • Al llegar a Getsemaní el Señor les pidió que velaran (Mr 14:34) pero no había pasado una hora y ya dormían (14:37), y volvió a ocurrir (v. 40) y una tercera vez (v. 41).
  • Cuando la transfiguración del Señor Pedro propuso conseguir tres tiendas, una para Elías, otra para Moisés y una tercera para el Señor. Él los percibía en el mismo nivel y equiparó la ley y los profetas con el Señor (Mt 19:4).

Entonces, ¿qué ocurrió que de un grupo de individuos con tendencia a contender entre ellos sin entender casi nada, se llegó a la unanimidad del grupo, recibiendo las bendiciones de Dios, es decir, los que eran salvos siendo añadidos?

La resurrección del Señor (Mt 28:6) fue lo que ocurrió y después de este acontecimiento todo cambió, no simplemente de manera externa o legal, sino en la esencia.

Nuestra posición frente a Dios ciertamente cambió, pero, y esto es lo más importante, nuestra relación con Dios cambió cualitativamente.

Sigamos el registro bíblico:

  • Se apareció primero a las mujeres (Jn 20:14-16).
  • Los discípulos son hechos hijos de Dios y hermanos de Jesús (nunca antes), en virtud no de la creacion de Dios sino por causa de la resurrección del Señor (Jn 20:17).
  • Se reunió con los discípulos corporalmente (Jn 20:19-20).
  • Los envía, exactamente como el Padre lo había enviado a Él (Jn 20:21).
  • «Sopló en ellos, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo (Jn 20:22).

El Espíritu mencionado en el último punto es el que esperaban en Juan 7:39 y del cual se afirma que no existía antes de la resurrección del Señor.

  • Este es el Espíritu que fue prometido en Juan 14:16-17, 26; 15:26 y 16:7-8, 13, al que se le llama «Consolador» (también «abogado» en 1Jn 2:1) y que el Señor dice que es el Espiritu de realidad (14:16-17) y también el Espíritu Santo (v. 26).
  • Este es el Espíritu que el Señor afirma que el mundo no puede ver ni recibir pero que Sus discipulos sí, porque después de la resurrección estará en ellos y con ellos (Jn 20:22, 14:17).
  • Este es el Espíritu al que el Señor llama Consolador pero también dice que es Él mismo (14:18).
  • Este es el Espíritu de vida en Romanos 8:2, que nos libra desde nuestro interior del pecado y la muerte, que también actúan en nosotros.
  • Este es el Espíritu vivificante, que es el Señor mismo (el postrer Adán) después de la resurrección (1Co 15:45).
  • Este Espíritu, por otro lado, no se refiere a Hechos 2:1-4, 8, donde se cumple la promesa del Padre en Lucas 24:49 (artículo posterior).

Como vemos, el Espíritu que los discípulos recibieron en su interior en Juan 20:22 es complejo. Este maravilloso Espíritu que recibimos es muchas cosas al mismo tiempo, lo incluye todo y todo lo abarca, y nos capacita para contactar a Dios, disfrutarle, vivirle, ser transformados, representarle, hacer Su obra y ser Su satisfacción. ¡Aleluya!

Es por este Espíritu de vida, el Consolador, nuestro abogado, que es Cristo mismo hecho disponible, que los discípulos llegaron a ser unánimes en oración.

Referencia y lectura adicional:

  • Entrenamiento para ancianos, libro 7: Ser unánimes para el mover del Señor.
  • Estudio-vida de Juan
  • Estudio-vida de Hechos

Disponibles en Living Stream Ministry

En una relación maravillosa con el Señor

Según Mateo 28:19, Juan 3:16, Hechos 2:38, 1Corintios 1:2 y 6:17; Gálatas 3:27 y Fil 1:29:

  • Estamos bautizados EN el nombre del Dios Triuno, un solo nombre.
  • Creemos EN el Hijo Unigénito
  • Estamos bautizados, después de arrepentirnos, EN el nombre de Jesucristo, para perdón de nuestros pecados para recibir el don del Espíritu Santo
  • Somos santificados EN Cristo Jesús
  • Estamos UNIDOS al Señor al ser un espíritu con Él
  • Estamos bautizados EN Cristo y de Él estamos revestidos
  • Creemos EN Él y padecemos por Él

Bautizados en el Dios Triuno

Fuimos enviados por el Señor a hacer discípulos a todas las naciones, bautizando a los nuevos creyentes en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Mt 28:19). Aquí la preposición griega eis está traducida a la preposición española «en», que indica unión, tal como en Romanos 6:3 y en Gálatas 3:27. Hemos sido bautizados en el Nombre (singular) del Dios Triuno (el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo). Aquí el nombre es la totalidad del Ser Divino y equivale a Su Persona. Es decir, hemos sido sumergidos dentro de todo lo que Él es, lo cual significa que estamos unidos de manera espiritual y mística con Dios.

La misma preposición griega es usada en Hechos 8:16; 19:5 y en 1 Corintios 1:13, 15. Según estos versículos, estamos bautizados en el nombre del Señor Jesús [ser bautizados en el nombre de Jesús equivale a ser bautizados en la Persona de Cristo y también equivale a ser bautizados en el Nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo], y ciertamente no en el de Pablo. Claramente la Palabra nos muestra que hemos sido bautizados en Dios, identificados con Él en todo. Hemos sido introducidos en una unión de vida con Él. Esto es ciertamente maravilloso. Como resultado de esta unión, estamos unidos con Cristo en Su muerte y en Su resurrección. El bautismo, espiritualmente hablando, no es una mera formalidad ni un rito vacío; representa nuestra identificación con Cristo. Mediante el bautismo somos sumergidos en Cristo. Porque hemos sido bautizados en Él, hemos sido unidos a Él.

Nosotros todos nacimos en la esfera de Adán (1Co 15:45, 47) porque él es nuestro primer ascendiente, por ello decimos “en Adán” (1Co 15:22), el primer [tipo de] hombre, pero a través del bautismo hemos sido trasladados a la esfera de Cristo (1Co 1:30; Ga 3:27), que es el segundo hombre. Fuimos mudados del primer hombre, con el que estábamos completamente identificados, hacia el segundo hombre, Jesús, la corporificación del Dios Triuno.  Somos unidos a Cristo, entramos en Él y Él en nosotros (Ro 8:10-11). Pablo interpeló a los romanos, y hoy nos interpela a nosotros en 6:3-4 para que no ignoremos que estamos identificados con Cristo en Su muerte y resurrección. Si Cristo murió, nosotros morimos; si Cristo resucitó, nosotros resucitamos para vivir en la vida de resurrección, novedad de vida, o vida nueva.

Ya que Cristo es nuestro nuevo “medio ambiente”, nuestra nueva esfera, dentro de Quien estamos, entonces podemos decir que de Él estamos vestidos (Ga 3:27). Él es nuestras vestiduras. Ya no estamos cubiertos de Adán, estamos cubiertos de Cristo. Por ello la preposición eis en Mateo 28:19 es tan importante al describir la verdadera relación con Cristo, como nacidos de nuevo, y discípulos. Somos discípulos de Cristo porque  estamos en Cristo, es decir, unidos y plenamente identificados con Él, en una unión espiritual y mística con Él. Esta verdad es eterna. Debe llegar a ser nuestra experiencia.  

Creer en Él

Por otro lado, Juan 3:16 es uno de los versículos más citados de la Biblia y al mismo tiempo quizás uno de los menos entendidos. Dice así: «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no perezca, mas tenga vida eterna.» Creer en el Señor no es lo mismo que creerle al Señor (Jn 6:30). Creer al Señor indica aceptar que Él es verdadero y real. Incluso significa asentir con respecto a Su existencia o ser conscientes de que habla, o saber acerca de Su Palabra. Esto alude a algo objetivo, algo que vemos exteriormente y conocemos por fuera. Creer en el Señor es recibirle y estar unidos a Él. Creer es recibir. Creer al Señor es algo exterior; creer en el Señor alude a ser introducidos en el Señor en una unión orgánica (de vida) con Él y equivale a recibir al Señor.

Cuando estamos unidos a Cristo (ser uno con Cristo) no pereceremos. Participando de Cristo, disfrutando a Cristo, experimentando a Cristo y compartiendo a Cristo a la manera de ministrarlo a otros, accedemos a la realidad de estar unidos con Él en Su muerte y Su resurrección. Debemos vivir una vida crucificada. ¿Cómo? En el poder de resurrección. ¿Dónde accedemos a esta experiencia? En nuestro espíritu regenerado, donde mora el Señor como el Espíritu vivificante.

Hermanos y amigos: Tener vida eterna -para no complicar mucho el asunto con deducciones, alegorías inapropiadas ni paralelismo incorrectos- es simplemente eso. Cuando fuimos introducidos en Él y unidos orgánicamente con Él, Su vida eterna, es nuestra vida eterna (Jn 3:36), y llega a ser -mediante el experimentar a Cristo- nuestro vivir verdadero. La única vida que es eterna es la vida divina en Cristo, que nosotros recibimos al creer en Él (Jn 6:40), es decir, cuando lo recibimos a Él.

Tener una relación objetiva con Cristo, desde fuera, sólo siguiendo pautas doctrinales, en nuestra propia opinión y para nuestro propio reconocimiento, sin experimentarlo ni ser encabezado por Él en la práctica, nos condena a que Él no apruebe lo que somos y lo que hacemos, por ende, que no nos conozca (Mt 7:23). Sólo la obra que se lleva a cabo en Él, usando los materiales apropiados y aprobados: Oro y piedras preciosas sobre terreno sólido (Mt 7:27), pasarán la prueba del fuego y en “aquel día”, el día del tribunal de Cristo (1Co 3:13; 4:5; 2Co 5:10), el Señor nos apartará de Él y nos llamará inicuos, a pesar de toda la obra que hubiéramos hecho.

Creer y ser bautizado

Cuando creímos en Él fuimos lo recibimos a Él y fuimos unidos e identificados con Él. Cuando fuimos bautizados en Él, fuimos unidos e identificados con Él. Por ello, todo aquel que crea y sea bautizado será salvo, al ser uno con el Señor Jesús (Mr 16:16). ¡Aleluya! Cuando recibimos al Señor (Jn 1:12) obtenemos perdón de pecados (Hch 10:43), fuimos regenerados (1P 1:21, 23), llegando a ser hijos de Dios (Jn 1:12-13) y miembros de Cristo (Ef 5:30) en una unión orgánica con el Dios Triuno (Mt 28:19).

Cuando somos bautizados afirmamos esto de manera pública. Mediante el bautismo ponemos fin a la vieja creación por medio de la muerte del Señor y somos introducidos, al salir de las aguas de muerte, en Su resurrección, juntamente con Él. Cuando experimentamos al Señor y somos constituidos gradualmente con Él, esto llega a ser una realidad en nuestra experiencia. Esto es mucho más profundo y avanzado que el bautismo inicial que vemos con Juan el Bautista y predicado por él. Creer y ser bautizado son dos partes de un paso único y completo mediante el cual recibimos la plena salvación de Dios.

Ser bautizado sin antes haber creído es un procedimiento carente de sentido y vacío. Creer sin ser bautizado, pudiendo hacerlo, carece de la afirmación exterior de la salvación interior. Ambos deben ir a la par, sin tener en cuenta la lógica de nuestra mente, ni nuestra opinión. La condenación, por otro lado, sólo está relacionada con la incredulidad y no tiene nada que ver con el bautismo. ¿Cuando somos condenados? Cuando no creemos, no obstante, una vez que hemos creído, si esto es genuino, en la comunión apropiada, entonces debemos ser bautizados. Nuestro bautismo nos identifica con el Señor juntamente con Su obra, de manera espiritual y real. Nuestra confesión externa de aquello que ha ocurrido en nuestro interior debe ser cabal, completa y apropiada. 

Bautizados en el nombre de Jesucristo

Sopló el Espíritu en ellos / Revestidos en el Espíritu

Cuando el Señor resucitó sopló el Espíritu en los discípulos (Jn 20:22), ellos dejaron de ser solamente Sus amigos (Jn 15:14-15). Por primera vez fueron llamados Sus hermanos (Jn 20:17). Este era el Espíritu que se esperaba en Juan 7:39 y que fue prometido en Juan 14:16-17, 26; 15:26; 16:7-8, 13. Este es el espíritu de vida (Ro 8:2, 9; 1Jn 5:6, 20), el Espíritu de realidad para que Cristo fuese real en los creyentes. Mediante este infundir del Espíritu se cumplió la promesa referente al Consolador (Jn 14:16-17). Esto es diferente de la promesa del Padre, cumplida en Pentecostés (Hch 2:1-4 -de Lucas 24:49), donde fueron revestidos de poder de lo alto, para la obra.

Aquí el Espíritu como aliento fue infundido como vida en los discípulos para el vivir de ellos, y que fluye como ríos de agua viva desde los creyentes (Jn 7:38-39). Cuando el Señor infundió, con Su soplo, el Espíritu en ellos, fue Él mismo como vida y como todas las cosas el que se infundió en los creyentes. Este es uno de los momentos claves del registro divino en la Biblia. Entonces el contenido de los capítulos 14-16 se cumplió.

En cuanto al aspecto del poder, en Pentecostés, recordemos que el apóstol Pedro y los demás, luego de pasar varios días orando juntos, después de la resurrección del Señor y después de haber recibido el Espíritu (Jn 20:22) en ellos, reciben el poder de lo alto para realizar la obra. Entonces Pedro habla: «Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo (Hch. 2:38). Aquí la preposición traducida “en” significa literalmente “sobre”. De hecho el Nuevo Testamento usa tres preposiciones diferentes para describir la relación que existe entre el bautismo y el Señor:

  1. El griego en, traducida «en» – Hechos 10:48: «Y mandó bautizarles en el nombre de Jesucristo. Entonces le rogaron que se quedase por algunos días”. Aquí ser bautizado en el nombre de Jesucristo equivale a ser bautizado en la esfera del nombre de Jesucristo, dentro del cual está la realidad del bautismo.
  2. El griego eis, traducida «en» – Mateo 28:19; Hechos 8:16; 19:5; Romanos 6:3 y Gálatas 3:27). Ser bautizado en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, o en el nombre del Señor Jesús, significa ser introducido en una unión espiritual con el Cristo todo-inclusivo, quien es la corporificación del Dios Triuno. Véanse las notas 162 del cap. 8 y 194 de Mt. 28.
  3. El griego epi, traducida «sobre» – Hechos 2:38: «Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.» Ser bautizado sobre el nombre de Jesucristo equivale a ser bautizado sobre la base de lo que representa el nombre de Jesucristo. Representa todo lo que la persona de Jesucristo es y todo lo que ha efectuado, lo cual constituye la fe de la economía neotestamentaria de Dios. Los que creen en Cristo son bautizados sobre esta base.

Así que nuestro bautismo nos introduce en la esfera del nombre de Jesucristo, dentro de la cual está la realidad del bautismo; somos introducidos en una unión espiritual con Cristo, Quién es la corporificación del Dios Triuno y sobre la base de todo lo que la Persona de Jesucristo es y todo lo que ha logrado. Su persona, Su obra y Sus logros es nuestra fe (no el acto de creer, sino las verdades fundamentales en las cuales creemos, nos sostenemos y defendemos.

Bautizados en una identificación completa

¡Aleluya, hemos sido bautizados en una manera maravillosa! El bautismo, según la revelación de la Palabra pura de la Biblia nos pone en Cristo, nos une orgánicamente con Cristo, participando de Su Persona y todo lo que ha logrado, nos coloca dentro de Cristo como nuestra esfera, así que de Cristo estaos revestidos, y como si todo esto fuera poco, también nos hace estar sobre Cristo, tomando a Cristo como nuestra solida base. Ver esto es tan fino, tan elevado, tan glorioso. Creer y ser bautizados nos coloca en una relación multiforme, todo-inclusiva, todo-suficiente, maravillosa, inesperada, gloriosa, más allá de nuestra más atrevida imaginación, con el Cristo, Quién es la corporificación del Dios Triuno, para el cumplimiento de la economía eterna de Dios. ¡Aleluya! ¡Aleluya!

Anotaciones finales

Colocaremos algunos versículos adicionales que añadirán más a la visión de Dios y Su plan que debemos tener. Recomiendo que todos estos apuntes no sean leídos por sí mismos o por sí solos, porque como apuntes y breves comentarios no son exhaustivos. Debemos ir  a la Palabra en todo momento. Leer cuidadosamente las notas, las referencias paralelas y las referencias adicionales señaladas al final de esta entrada. Leer con oración es mi enfática sugerencia. De ninguna manera venir a estos apuntes de manera teológica tratando de entender exterior y filosóficamente, ni tampoco para satisfacer la curiosidad por los datos y explicaciones.

Hch 2:38; 2:41; 8:12, 36, 38; 9:18; 10:47- 48; 16:15, 33; 19:5 . Véanse la nota 1 de Mt 3:6, la nota 3 de Mt 28:19 , la nota 2 de Mr 1:5 y la nota 1 de Mr 16:16. Además 1Co 1:2; 6:17; 15:45; Ro 11:17, 19; 6:5; Jn 15:4-5; 3:15-16; 3:6, 19; Ro 8:16; 2 Co. 3:17; 2 Ti 4:22; Gá 3:27 y Fil 1:29. 

Oh, Señor, sabes lo que hay en nuestros corazones. Nos abrimos a Ti para Tu revelación. ¡Cuánto Te necesitamos! Revélate a nosotros. Queremos ser uno contigo. Anhelamos Tu presencia para disfrutarte. Gracias, Señor, que has venido para la edificación de Ti Casa. Gracias que nos has preparado lugar contigo. Abre nuestros ojos y oídos. Sigue adelante con nosotros, Señor. Continúa transformándonos. Queremos ser absolutamente uno contigo. Gracias por habernos escogido. Queremos ser aquellos que colaboran fielmente contigo. Aquellos que permanecen en Tu reino, Tu sacerdocio real que edifica y es edificado. Brilla en nosotros, Señor. Vamos a Tu Palabra en Ti. Contamos contigo para seguir adelante. Es Tu obra y es Tu Palabra. Gracias por Tu salvación. Gracias que abres Tu Verdad a nosotros. Gracias por nuestra consagración y perseverancia. Mir por nosotros, Señor. Te entregamos todas las cosas y todo el tiempo. Gracias por lo que nos has dado para compartir. Amén.

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  • Estudio-vida de Mateo
  • Estudio-vida de Hechos
  • Estudio-vida de Juan
  • Estudio-vida de 1 Corintios
  • Estudio-vida de Gálatas
  • Estudio-vida de Filipenses

Libros disponibles aquí

Debemos encender las lámparas en el Santuario de Dios

Conseguir que las lámparas ardieran (Ex 27:20-21) en el tabernáculo era un servicio sacerdotal. Hacer arder las lámparas era una labor santa, en un sitio santo. Así que Dios necesitaba personas santas que hagan eso. 

Hoy los cristianos deben reunirse para ministrar Cristo a otros mediante su brillar. Esto es un servicio santo que requiere santidad. Los cristianos necesitamos un funcionar adecuado, que consiste en permanecer en nuestro espíritu, para contactar a Dios, recibir a Dios, disfrutar y experimentar a Dios, Quien es Espíritu (Juan 2:24) y ministrar Cristo a los demás. Este funcionar apropiado de todos y cada uno de los santos hará que las lámparas sigan ardiendo en el santuario (Lc 11:33) hoy, que es la iglesia.

Espíritu y vida

Es crucial que los cristianos entendamos la tipología («las lámparas ardiendo son un tipo de…»), en lugar de conocer sólo el hecho antiguotestamentario («las lámparas ardían de este modo y…»). La tipología nos indica el significado espiritual y la aplicación en nuestra experiencia. Esto es muy práctico. Solamente tener la información no nos ayuda mucho, serían datos en nuestra mente, como cuando aprendemos el ancho del Atlántico en kilómetros por el ecuador.

Letra y Espíritu

No es lo mismo tener la letra, como si las Escrituras fueran un compendio de relatos históricos, un anecdotario o una colección de poesía, que tener la comunión divina a partir de nuestra lectura de la Biblia. En el caso de leer la Biblia usando nuestra mente como un libro de texto o un periódico, el resultado, en el mejor de los casos la adquisición de muchos datos, en el peor de los casos muerte espiritual; sin embargo en cuanto a tomar (recibir) las Escrituras apropiadamente, mientras tenemos comunión con el Señor en nuestro espíritu, el resultado será revelación, vida y edificación. Seremos avivados y también retendremos la información, sólo que de manera adecuada.

La Palabra de Dios proviene de Dios. La Palabra de Dios es primordialmente Espíritu y vida. Eso es lo que necesitamos recibir mientras leemos y estudiamos, mientras nos familiarizamos con los hechos de la Biblia. La herramienta que los creyentes deben usar para tomar y asimilar la Palabra con provecho -creciendo en vida y siendo edificados- es su espíritu. Por supuesto que la mente debe ser usada, pero el entorno es el Espíritu, el Espíritu de nuestra mente ().

Funcionar

Necesitamos funcionar en la reunión de la iglesia. ¡Seamos aquellos que ministran a Cristo! ¿Cómo? Hemos de ir a Él habitualmente, recibirlo para ser llenos de Él, y luego poder expresarlo. Si el Señor llega a ser nuestra vida y nuestro vivir, Él será nuestra expresión. Esta es la vida cristiana normal, la que vivimos con Cristo, mediante Cristo y para Cristo, en nuestro espíritu regenerado, para ministrar Cristo a otros. Esta es la vida de un sacerdote auténtico. Entiendo que la vida cristiana normal no es la vida cristiana habitual hoy. Aquí hemos de separar lo habitual de lo que es normal, desde la perspectiva divina.

¿Qué expresamos?

Es seguro que siempre expresaremos algo, aunque también es posible que esta expresión sea nuestro conocimiento o alguna idea propia. En ambos casos nos estaríamos expresando a nosotros mismos. Nosotros estaríamos muy crecidos y el Señor completamente menguado. Este tipo de expresión -la expresión propia, sin Cristo- equivale a que las lámparas del santuario estén apagadas mientras nosotros introducidos en la tienda de reunión una antorcha construida por nosotros.

Cuando nos reunimos, hemos de llevar algo. Este es el principio que encontramos en 1 Corintios 14. Siempre llevar algo. ¿Algo? Sí, hemos de llevar aquello que de Dios hemos recibido en nuestro tiempo personal con Él. Ninguna otra cosa es permitida. Veamos: La diferencia entre la luz apropiada de la las lámparas que arden -Cristo brillando en nosotros- y todo lo demás -la expresión de cualquier otra cosa- es absoluta, completa, total. Si lo que llevamos es Cristo, esa es la luz adecuada.

Como sacerdotes que somos debemos ministrar a Cristo. Él, como el Espíritu, está en nuestro espíritu. Debemos contactarlo, disfrutarlo, tomarlo, aplicarlo, ser llenos de Él, entonces algo, queridos hermanos y amigos, será producido en nosotros. Algo fluirá. Este fluir como una fuente de agua de vida, es la luz de la vida. Si estamos llenos de Cristo, como sacerdotes que laboran de manera apropiada, es decir, como creyentes que funcionan, entonces brillaremos.

Estaremos manteniendo la lámpara de nuestro espíritu llena de aceite y brillando. Entonces la reunión brillará. ¡Aleluya! Seremos luminares (Filipenses 2:15) y la iglesia será un candelero (Ap 1:20) con lámparas que brillan, muchas lámparas que brillan.

Orar, cantar, alabar, proclamar, profetizar…

Todos los santos debemos practicar orar, cantar, alabar y profetizar (hablar de parte de Dios, compartir aquello que hemos recibido de Dios) en las reuniones para «que la luz santa ascienda.»

Un sacerdote es alguien que está absolutamente dedicado a Dios y completamente poseído por Dios (1P 2:5, 9). Dios necesita personas santas que enciendan la lámparas santas en el Lugar Santo (Ex 27:20-21; 30:7-8).

Cuando estamos apartados para Dios y permanecemos en Él, llenos de Él y revestidos con Él, seremos aquellos que encienden las lámparas. Entonces todas nuestras acciones serán “encendedores de lámparas”. Cuando cantamos, encendemos la lámpara porque emitimos la luz de la vida que experimentamos y vivimos. Cuando hablamos la Palabra, la luz es emitida. Alabamos al Señor y lo estamos expresando como luz. Esta luz es santa, es Dios mismo brillando (Jn 1:9; 1 Jn 1:5; Ap 21:23-24a).

Laboremos en la Palabra con oración. Dediquemos tiempo a permanecer en la comunión divina para que el Señor pueda saturarnos y espontáneamente fluir de nosotros. De este modo lo expresaremos. Si no expresamos a Cristo no habrá luz en la reunión. La luz es más intensa cuando todos llevamos lo que el Señor nos ha entregado al ministrarle. Si llevamos nuestro rebosar de Cristo, la luz ascenderá y Dios será satisfecho.

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Ref:
  • La palabra santa para el avivamiento matutino titulado “El recobro del sacerdocio con miras al edificio de Dios”, semana 4, “Hacer arder las lámparas y quemar el incienso”
  • Estudio-vida de Éxodo, pág 1278-1280, 1268-1269
  • Estudio-vida de Éxodo, mens. 114-115

Adorar a Dios, Quien es Espíritu, en nuestro espíritu y con veracidad

Dios necesita ser adorado en espíritu y con veracidad, porque Él es Espíritu

Juan 4:24 es un versículo muy profundo, que sin embargo transmite Su contenido de manera muy directa y rica. Si nos abrimos al Señor, a Su comunión de vida, mientras tomamos la Palabra, disfrutaremos de una oración sólida, elevada y profunda. La luz de Dios brillará en nosotros.

Dios, Espíritu, adoración, espíritu, veracidad, necesidad

«Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y con veracidad es necesario que adoren.»

Hay varias cosas sorprendentes en cuanto a esta porción, habla de muchos asuntos serios y cruciales, con sentido de urgencia. Al mismo tiempo es tan breve. Aquí encontramos a Dios, Su naturaleza, el lugar apropiado para adorarlo, la única manera de hacerlo y la necesidad de Dios, para el cumplimiento de Su propósito. Es como una mini Biblia completa en modo muy concentrado.

Dios es Espíritu

Aquí empieza con la rotundidad de “Dios es Espíritu”. Este es el Dios completo, el Dios Triuno: Padre, Hijo y Espíritu. Este Dios entero es Espíritu. ¿Qué significa esto? Espíritu es la naturaleza de Dios. Dios no es material, Él es Espíritu. En términos de referirse a la naturaleza de algo, un equivalente sería: “La verja es de acero”. Esto indica que el material que compone la verja es el acero y el acero aporta sus características esenciales a la verja, porque es la esencia de la verja. No sólo está hecha con acero, sino más específicamente la naturaleza intrínseca de la verja es el acero. Es diferente de afirmar que la verja es dura, o es útil. Aquí denota la naturaleza de Dios. Dios es Espíritu.

En modo negativo, no se refiere al Señor Espíritu (1Co 3:18), que es un título compuesto asignado a nuestro Señor, Quien claramente es el Espíritu (comprobar 1Co 15:45; 2 Co 3:17). Decir que Dios es Espíritu describe la naturaleza del Dios Triuno, no Su función, obra o impacto, tampoco de Sus atributos derivados. Aquí no se habla del Señor Espíritu que tenemos en 2 Corintios 3:18, que se refiere a la Persona de nuestro Señor, Quien es el Espíritu vivificante, que mora en nosotros para impartirnos todas las riquezas de Dios e infundirnos consigo mismo para nuestra transformación, santificación (1Co 1:1) y constitución, para la obra del ministerio, que es la edificación del Cuerpo de Cristo (Ef 4:12). Dios es Espíritu.

Adoración y nuestro espíritu

En Juan 4:24 Jesús hablaba a la mujer samaritana para instruirla -y a nosotros- acerca de la necesidad de ejercitar su espíritu para acceder a Dios, Quien es Espíritu, para así poder beber – también nosotros- el agua viva, que satisface nuestra sed verdaderamente. Este beber es la verdadera adoración. El apóstol Pablo adoraba de este modo (adorando al tocar a Dios y beber de Él como el agua viva) en el lugar indicado por Dios, su espíritu (Ro 1:9).

Nuestro espíritu es el lugar

Dios estableció un lugar específico para ser adorado y una manera determinada. El sitio elegido para establecer Su Habitación (ref: Dt 11:5, 11, 13-14, 18). Dios mismo indica dónde y cómo Él debe ser, quiere ser y necesita ser adorado. En relación con la adoración y el servicio de Dios lo más importante es escuchar Su hablar, recibir Su revelación, porque la adoración en todos los casos es iniciada por Dios y establecida por Él para lograr Su propósito. Es algo significativo que cuando perdemos la presencia de Dios, perdemos Su hablar. A partir de allí comienzan nuestras «buenas ideas»: El becerro de oro, el clero profesional que prima sobre los demás creyentes, el igualar edificio físico con iglesia, el creer que Dios no puede ser tres porque es uno, el creer que los Tres de la Deidad son sólo manifestaciones temporales del único Dios, judaizar, creer que la preeminencia de Dios puede ser sustituida por obras buenas, intentar cumplir la ley por uno mismo, creer que el tabernáculo simboliza un lugar material… Son innumerables los ejemplos.

Nuestro espíritu es el lugar escogido por Dios para establecer Su Casa espiritual, para realizar la edificación, para hablar, para moverse, para alcanzarnos al mezclarse con nosotros…. El espíritu humano es el sitio donde debemos permanecer, servir a Dios, seguir a Dios, disfrutar a Dios, adorar a Dios, alabar a Dios y predicar el evangelio, conocer a Dios. Es el lugar escogido por Dios para que lo experimentemos y donde lo ministremos a otros para que sean salvos, edificados y lleguen a ser edificadores al ejercitar Su espíritu en comunión, como sacerdocio santo y real. En nuestro espíritu humano se lleva a cabo la edificación de la iglesia (ver Efesios 2:22, nota 4).

Dios debe ser adorado en Su lugar y con las ofrendas

El lugar que Él escogió, el tabernáculo (Lv 1-6), para establecer Su Habitación, tipifica el espíritu humano, donde nosotros somos juntamente edificados para morada de Dios (Ef 2:22). Las ofrendas todas tipifican a Cristo. Cristo es el cumplimiento y la realidad de todas ellas, que en el Antiguo Testamento eran sombras de lo que habría de venir. Eso que habría de venir, ya está aquí mediante la encarnación, el vivir humano, la muerte, la resurrección, la ascensión y el regreso como el Espíritu vivificante que está en nosotros desde el momento en que creímos. ¡El Señor está en nosotros y nosotros en el Señor! ¡Aleluya! l Señor fue claro con la mujer samaritana. Ella debía ir a su espíritu y contactar a Dios, Quien es Espíritu, justo allí -como nosotros hoy- y no yendo a lugares físicos y usando ofrendas materiales. Nuestro ir a adorar ya no es una cuestión geográfica. Ya no es un viaje a través del espacio físico. En términos absolutos, es un viaje a nuestro espíritu regenerado.

Veracidad

Jn. 4:245 veracidad

Hay versiones bíblicas que dicen: «en espíritu y en verdad». Esto podría ser una versión aceptable. Sin embargo, asomémonos a este versículo cuidadosamente y explico brevemente por qué usamos el adjetivo «veracidad» en lugar de la conocida y elegante frase «en verdad». Preferimos el adjetivo porque creemos que transmite mejor el contenido del versículo. Aquí se refiere a la manera en que nosotros, los creyentes, debemos adorar. Hay dos nociones en este versículo que nos introducen en las pautas apropiadas para adorar: 1- El lugar y 2- la manera. En cuanto a la ubicación, la respuesta del Señor es: Debemos adorar a Dios en espíritu -en nuestro espíritu humano-. En cuánto al cómo, vemos que Su Palabra dice: De una manera veraz, auténtica y sincera (con veracidad). Estas son cualidades que las personas pueden tener.

Ahora, en un sentido intrínseco, las cualidades -o cualidad- necesarias y propias de la adoración a la que se refiere el apóstol Juan no son naturales. Esto no coincidiría con el contexto de este capítulo y con el contexto de la revelación contenida en este libro completo. Esta veracidad o «cualidad de ser genuino y verdaderamente sinceros» tiene su origen en la realidad divina en nosotros, que mediante el proceso de transformación y santificación, llega a ser nuestras virtudes humanas, no las buenas cosas que hay en nosotros naturalmente, sino el resultado del obrar de Dios en nuestro interior.

Veracidad, tal como lo hemos presentado, es la cualidad necesaria para llevar a cabo una adoración verdadera de Dios, y es lo contrario a la hipocresía de la samaritana inmoral, adoradora falsa y desorientada de Dios (vs 16-18). Esta samaritana adoraba a Dios objetivamente, según tradiciones ancestrales, sin conocerle, sin la revelación, en una esfera natural y cultural. Jesús, al mismo tiempo que la expuso en su pecado e ignorancia, le señaló el camino: Su espíritu, y la manera: Mediante la cualidad resultante de la santificación y la transformación. Una presentación extraordinaria y una revelación preciosa y completa. En cuanto a escuchar a Dios, debemos todos colocarnos en los zapatos de la samaritana. Quizás hayamos sido cristianos por muchos años y no nos sentimos cómodos con la sugerencia de identificarnos con una pecadora, sin embargo, en un sentido -como ella- todos necesitamos que Cristo nos revele el lugar y el camino, nos exponga, abra nuestros ojos, nos alumbre y nos refresque con Su revelación. Todos necesitamos actualizar nuestra visión y nuestra revelación.

La realidad divina es Cristo (quien es la realidad, 14:6) como la realidad de todas las ofrendas del Antiguo Testamento con las cuales se adora a Dios (1:29; 3:14) y como la fuente de agua viva, el Espíritu vivificante (vs. 7-15), del cual participan y beben Sus creyentes, para que sea la realidad subjetiva de ellos. Finalmente ésta llega a ser la autenticidad y sinceridad con las cuales adoran a Dios de la manera que El quiere. (Véase la nota 66 de 1 Jn. 1; Ro. 3:7, y la nota 82 de Ro. 15).

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Ref:
  • Levítico, principalmente Lv 1:1-6 y Juan 4:24, con los demás versículos aquí señalados, y sus notas correspondientes, de la Biblia versión recobro, publicada por Living Stream Ministry

 

Un sacerdote tiene contacto con Dios

Un sacerdote es alguien que vive únicamente por los intereses de Dios y le sirve a Él (Ex 19:6; Ro 14:7-8; 2Co 5:15). Para llevar a cabo este servicio a Dios, es necesario que el sacerdote esté lleno, saturado e impregnado de Dios, para que Dios fluya desde su interior, entonces llegan a ser una expresión viva de Dios (1P 2:5, 9).

Contacto con Dios en la mezcla con Dios

Un sacerdote es alguien que tiene contacto con Dios en la mezcla con Dios. En 1 Corintios 6:17 leemos que el que se une al Señor, es un solo espíritu con Él. Tenemos en la Palabra un registro de nuestra unión con el Señor en Romanos 11:17, 19, en 6:5 y en Juan 15:4-5.En Romanos 8:4-6 se hace referencia a este espíritu mezclado. El Señor se hizo Espíritu vivificante por medio de la resurrección (1 Co 15:45; 2 Co 3:17) y está con nuestro espíritu (2 Ti 4:22). De este modo es hecho real, accesible y subjetivo para nosotros. ¡Qué bendición!
Esta unión se refiere a la unión que comienza al creer -recibir- en el Señor (Jn 3:15-16). Aquí las Escrituras no habla de una unión simbólica, sino orgánica, según vemos en Juan 15:4-5 en la figura de los pámpanos y la vid. El Señor pudo escoger una manera distinta de representar esta realidad pero allí vemos una relación (unión) con Dios que es orgánica, es decir relacionada con la vida divina. Los pámpanos y la vid no están unidos por la semántica ni los rituales. Su relación es llana y simplemente una cuestión de vida y en la vida. Así nosotros con el Señor. Este tipo de unión con el Señor resucitado sólo se puede realizar en nuestro espíritu. Cuando hablamos de mezcla con Dios hablamos las dos naturalezas, la humana y la divina, de manera inseparable, pero ciertamente distinguible.
El Señor, como el Espíritu se mezcla con nuestro espíritu. Nuestro espíritu fue regenerado por el Espíritu de Dios (Jn 3:6), el cual está ahora en nosotros (Jn 3:19), es decir, es uno con nuestro espíritu (Ro 8:16). Esta frase «es uno» puede resultar inusual para muchos. Ser uno significa que el Espíritu con nuestro espíritu se ha mezclado. Es imposible de separar. Incluso en gran parte del nuevo Testamento es muy difícil determinar si se habla de uno u otro, siempre que se refiere a la experiencia que el creyente tiene de Dios.
Gracias, Señor, que estás en nuestro interior. Gracias que Tu Espíritu ha regenerado nuestro espíritu, mezclándose con éste. Gracias que hemos nacido de nuevo por Tu vida. Gracias por esta mezcla maravillosa. Gracias que hoy te contactamos en nuestro espíritu. Gracias que vamos a Ti en nuestro interior. Gracias que eres accesible y siempre disponible a nosotros en nuestro espíritu. Señor, Te amamos y nos mezclamos contigo para ser salvos cada día, siendo llenos de Ti. Amén.

Servicio en la mezcla con Dios

El hecho de que el sacerdote pase por el lugar santo y entre en el lugar santísimo equivale a su contacto con Dios, y esto no se realiza en él mismo sino en una mezcla. El contacto que un sacerdote tiene con Dios tiene lugar en Dios (He 10:9). Cuando contactamos a Dios no lo hacemos solo de manera objetiva sino subjetiva (en nuestro interior). No contactamos a Dios aparte de Dios, sino que contactamos a Dios en Dios, es decir, en la mezcla con Dios (Jn 15:4-5). Nuestro contacto con Dios tiene lugar en la esfera de Dios. En nuestro espíritu está el Dios completo en el Hijo como el Espíritu vivificante, mezclado con nuestro espíritu, que ha sido de este modo regenerado.
Un sacerdote es alguien que está absoluta y cabalmente mezclado con Dios (Juan 14:20). El propósito de Dios consiste en mezclarse con nosotros para llegar a ser nuestra vida, naturaleza y contenido, y para que lleguemos a ser Su expresión corporativa (Ef 3:16-21; 4:4-6, 16). Esta mezcla de Dios y el hombre es una unión intrínseca de los elementos de la humanidad y la divinidad para formar una sola entidad orgánica, pero los elementos permanecen distintos en la unión (Lc 1:35 nota 2 de la Biblia versión recobro).
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Ref:
  • La palabra santa para el avivamiento matutino, titulada “El recobro del sacerdocio con miras al edificio de Dios″, semana 2: “La definición de lo que es un sacerdote”
  • El Sacerdocio, pág 11El Cristo crucificado, pág 25La Experiencia de vida, pág 171
  • Estudio-Vida de los Salmos, pág 345
  • Vivir en el espíritu, pág 17- 18, 36 y cap 5.
  • El resultado de la unión del Espíritu consumado del Dios Triuno y el espíritu regenerado de los creyentes, pág 30, 34
  • Lecciones de vida, tomo 3, lección 30
  • La esfera divina y mística, pág 54
  • Mensajes para aquellos en el entrenamiento del otoño de 1990, págs 69- 70
  • Servir en le espíritu humano, caps 5, 8
  • The Priesthood and God’s Building caps 9-10
  • The Collected Works of Witness Lee, tomo 2, págs 456-457.
  • The Collected Works of Witness Lee, tomo 2, «Functioning in Life as Gifts Given to the Body of Christ», caps 7-8
  • The Collected Works of Witness Lee, 1978, tomo 1, «Basic Training», págs 314-315.
  • The Collected Works of Witness Lee, 1970, tomo 3, «The Ministry of the New Covenant and the Spirit», cap 1
  • The Priesthood and God’s Building, caps 1, 8-15
  • Experiencing the Mingling of God, with Man for the Oneness of the Body of Christ, págs 34, 93 y caps 4-5
  • The Central Line of the Divine Revelation, pág 193
  • A Living of Mutual Abiding with the Lord in Spirit, caps 4-5
  • The Practical Way to Live in the Mingling of God with Man, cap 3.

Servir a Dios en la novedad del espíritu

Un sacerdote genuino sirve a Dios en la novedad del espíritu. Pablo servía en su espíritu. Este servicio era a la manera de adoración (Ro 1:9). Pablo era alguien que servía a Dios permaneciendo en su espíritu. Él disfrutaba al Señor en su espíritu y mantenía la comunión con el Señor. Su servicio consistía en atender al Señor allí, en su espíritu, contactando con Él y siendo infundido con la expresión de todas Sus riquezas.

Nosotros estamos libres de la ley. El Señor nos libró. ¡Hermanos, fuimos librados de la ley! Esta liberación es para -y únicamente para- que sirvamos a Dios de esta manera nueva.

En novedad del espíritu

Ahora libres de la ley podemos servir en la novedad del espíritu y no según la vejez de la letra (Ro 7:6). Debemos servir, no según la letra, no de acuerdo a ningún patrón externo, sino en la novedad del espíritu. ¿A qué nos referimos?
Esta novedad doble, de la vida (Ro 6:4) y del espíritu, están relacionados con nuestro espíritu humano regenerado. Hemos de saber que en nuestro espíritu hemos (2Ti 4:22) recibido al Espíritu vivificante (Ro 8). Por eso la novedad de la vida está relacionada con Cristo en Su resurrección, el cual es el Espíritu vivificante (1Co 15:45), que es uno con nuestro espíritu humano (1 Co 6:17). Podemos servir en la novedad del espíritu porque nuestro espíritu ha sido regenerado. ¡Aleluya!
La novedad del espíritu es consecuencia del hecho de que hemos sido librados de la ley y unidos al Cristo resucitado para servir a Dios. ¡Aleluya que nuestro espíritu ha sido renovado!
Gracias, Señor, que no somos los mismos. Gracias que Tu elemento está en nosotros. Gracias que Tu vida está en nosotros. Gracias porque has venido a nosotros a morar en nosotros como el Espíritu. Gracias que eres nuevo.

La novedad de la vida

La novedad de la vida es el resultado de nuestra identificación con el Cristo resucitado y tiene como finalidad que andemos en la vida (divina) diariamente. Toda novedad, tanto la novedad de vida, como la novedad del espíritu son el resultado de la crucifixión del viejo hombre y están relacionadas con la resurrección.

Ejercitar el espíritu

Debemos aprender a ejercitar nuestro espíritu. En la función de cualquier creyente como sacerdote debemos actuar, vivir y ser en nuestro espíritu, no en nuestra mente o nuestra alma, no según asuntos o cosas exteriores. Lo normal es que vivamos en el espíritu y de acuerdo a Él, porque todo lo que proviene del Espíritu es nuevo, ya que el Nuevo, el Novedoso, Aquel que es fresco y viviente, está en nuestro espíritu. Tanto la novedad del espíritu como la novedad de vida son resultados de la crucifixión del viejo hombre.
 

Himnos recomendados:

 
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Ref:
  • La palabra santa para el avivamiento matutino, titulada “Estudio de cristalización de Éxodo tomo 2″, semana 12: “Un reino de sacerdotes”
  • The Conclusion of the New Testament, pág 3065.

Cristo es el alimento de los sacerdotes

En el Éxodo los hijos de Israel comían maná cada día. Por otro lado, el alimento de los sacerdotes consistía en las ofrendan para Jehová. Es decir, ellos comían, por ejemplo, una parte de…

  • La ofrenda de harina (Lev 2:3)
  • La ofrenda de paz (Lev 7:14, 31-34)
  • La ofrenda por las transgresiones (Lev 6:26; 7:6-7)
  • El pan de la proposición (Lev 24:9)

Aspectos de Cristo

Cada una de estas ofrendas representa un aspecto de Cristo para nosotros. Hoy, cuando un sacerdote ministra al Señor, se alimenta de Él. De hecho, si cualquier creyente no pasa tiempo con el Señor, estará hambriento y morirá. Cristo es nuestro único suministro, de igual modo que estas ofrendas eran el único suministro para Aarón y sus hijos.

Las subsistencia de los sacerdotes

Las ofrendas fueron destinadas para la subsistencia de los sacerdotes, pero consumidas de manera regulada, en ciertos lugares y en momentos específicos.
Actualmente la mayoría de los creyentes descuidan mucho a Cristo, al no pasar tiempo con Cristo en su espíritu regenerado, y si van al Señor lo hacen a menudo de manera irregular, descuidada y poco apropiada. Ni siquiera “disfrutar” sería un término que aplicarían a su experiencia con el Señor… no digamos ya “comer”.
Ejemplo 1: Los panes de la proposición
Tomemos como muestra los panes de la proposición. Esta era una típica comida sacerdotal y representa a Cristo como nuestra vida y nuestro suministro de vida. Para gestionar a Cristo como el pan de la proposición y ministrarlo a otros, primero debemos comerlo y disfrutarlo. En otras palabras, necesitamos experimentar a Cristo como la vida y el suministro de vida, al comerlo en nuestro interior.
Podemos orar,
«Oh, Señor, Te amo. Me abro a Ti para recibirte. Señor, límpiame y purifícame. Me presento delante de Ti en mi condición actual. Sé que eres mi contenido real. Ocupa cada parte de mi ser. Perdonas mis pecados. Infúndeme con Tu Persona. Cuánto Te necesito. ¡Oh, Señor Jesús! Eres tan disfrutable. Tú eres mi vida. Eres mi porción asignada. Eres suficiente y tan subjetivo para mí. ¡Aleluya! Te tomo en este momento como mi salvación. Tú eres el suministro divino en mi ser…”
Yendo de este modo al Señor nos presentamos a Él, lo contactamos, lo disfrutamos, recibimos Su impartición. Este es el comer que necesitamos como sacerdotes cada día. Si invertimos el tiempo necesario en el Señor, nos abrimos al Señor de manera completa, también tomando la Palabra con oración y teniendo comunión con Él en ella, seremos llenos de Él, saturados de Él y constituidos con Él. La realidad y la autoridad de Su hablar estarán en nosotros. Él llegará a ser nuestra vida y como consecuencia espontánea, nuestra expresión, es decir, Dios fluirá de nosotros.
Ejemplo 2: Ofrenda por las transgresiones
En su totalidad ésta era para los sacerdotes. Esta es la razón por la que hay un disfrute tan rico de Cristo -Cristo como alimento abundante- cuando conducimos a otros a la salvación. Cuando presentamos este Cristo a otro, el alimento es aún más abundante y somos nutridos. Esto significa que cuando ministramos a Cristo como el Salvador a los perdidos, no sólo ellos alcanzarán la salvación, sino que, nosotros los sacerdotes seremos alimentados con Cristo. Por otro lado, Cristo no es nuestro alimento cuando nosotros somos cristianos doctrinales. Él es nuestro alimento solamente cuando Cristo es nuestro ministerio. El Cristo real, disfrutado, experimentado es el alimento. El ministrar Cristo a otros, que traemos a la salvación, es nuestro alimento.
El Cristo que nos llena, hasta rebosar en nosotros, que nos constituye, el que es real, accesible, íntimo, subjetivo, viviente y rico para nosotros es nuestro alimento. El Cristo que ministramos a otros de manera viviente y como resultado de conocerlo, es nuestro alimento. El Cristo que contactamos en nuestro espíritu y que recibimos es nuestro alimento. ¡Aleluya, Cristo es maravilloso! ¡Cristo es tan dulce, tan nutritivo! ¡Él es todo para nosotros! ¡El es tan vasto, tan elevado, tan amplio, tan profundo!   Como sacerdotes, debemos comer a Cristo, el Pan de vida (Juan 6:35).

Himno sugerido:

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Ref:
  • La palabra santa para el avivamiento matutino, titulada “El recobro del sacerdocio con miras al edificio de Dios″, semana 3: “Cristo como alimento, vestimenta y morada de los sacerdotes”
  • El sacerdocio, págs 83-84 y cap. 9, disponible para leer online aquí
  • The Collected Works of Witness Lee, tomo 2, “Functioning in Life as Gifts Given to the Body of Christ, cap 7

Cristo es el renuevo doble para el cumplimiento del propósito de Dios como Sumo Sacerdote y Rey

Cristo es el renuevo de Jehová y de David

¡Cristo es el renuevo de Jehová y es el renuevo de David! (Isaías 4:2; 11:1). Me encanta esta frase. Contiene e implica lo divino, lo humano, el proceso y fluir de Dios, la encarnación, la salvación, el sacerdocio, la economía de Dios, el propósito divino, Cristo, nuestra experiencia de Cristo, el reino de Dios…

Renuevo de Jehová y de David

Esto es un misterio y al mismo tiempo una maravilla. ¿Jehová necesitaba ser renovado? Estas es una pregunta genuina. Jehová Dios no tenía -ni tiene- ningún problema en cuanto a Su naturaleza o Su condición. El no envejece. Él siempre es el mismo, permanentemente fresco y nuevo.
No hay corrupción ni deterioro en Dios. El Dios de entonces esencialmente es el mismo Dios de ahora, sin embargo Dios tiene un deseo y un propósito. Para cumplir el primero y llevar a cabo el segundo Él necesitaba fluir, es decir, extenderse hacia la humanidad, entrar en la humanidad. ¡Esto ocurrió! ¡Ya ocurrió!
Este renovar fue llevado a cabo mediante la encarnación (Juan 1:1, 14). ¡Dios se encarnó! ¡Cristo es el renuevo de Jehová y el renuevo de David! ¡Aleluya! ¿Podemos describir técnicamente esto? ¿Aún podemos entenderlo como entendemos, por ejemplo, la fotosíntesis? La respuesta es «no» a ambas preguntas. Como hemos comentado, este es un misterio de Dios. El hecho claro es que Dios se hizo carne, se introdujo en la humanidad, y llegó a ser un hombre perfecto en la persona de Jesús.
“Renuevo de Jehová» se refiere a Su procedencia divina y “renuevo de David» tiene que ver con Su procedencia humana.
Entonces Cristo como renuevo de Jehová proviene, desciende de Dios, y Él es Dios; y como renuevo de David, desciende, proviene de David, quien es hombre, y Él mismo es hombre.

Cristo Sumo Sacerdote y Rey; y consejo de paz habrá entre ambos

Cristo es el Sumo sacerdote Real

En Zacarías 6:12 vemos que el profeta le habló a Josué, el sumo sacerdote de entonces, diciendo que Cristo sería el Renuevo de Jehová para edificar el templo de Jehová, como sumo sacerdote y Rey. Leemos “llevará majestad y se sentará y regirá en su trono; será sumo sacerdote en su trono”. Nuestro sumo sacerdote y nuestro Rey -Cristo- ocupa ambos cargos con absoluta y perfecta armonía para la edificación de Su Casa, como vemos en Zacarías 6:13: “ y consejo de paz habrá entre ambos”. “Ambos” habla del sacerdocio y el reinado de Cristo.

Cristo es el único capacitado para desempeñar ambos cargos, el cargo y oficio sacerdotal, y la dignidad de Rey, un sacerdote real y un rey sacerdotal, porque Él es Dios-hombre. Cristo desempeña ambos cargos para la edificación de la iglesia como templo de Dios.

El sacerdocio real, el aarónico y el divino

El sacerdocio aarónico resuelve el asunto del pecado. Una vez resuelto el asunto del pecado, queda la cuestión de la muerte. La muerte, producida por el pecado (Ro 5) y sus resultados debían ser resueltos también. Los resultados de la muerte, según Romanos 8 son la vanidad, la corrupción, la esclavitud, el deterioro y el gemir… Es por causa de estos resultados de la muerte que necesitamos el sacerdocio divino, que está lleno de vida y nos proporciona vida.
Cristo es el sacerdote perfecto y todo-inclusivo. Él también es Rey. Cristo es el sacerdote real o Rey sacerdotal, en perfecta armonía y unión, sin ningún conflicto entre ambos, para derrotar a Su enemigo y edificar la Casa espiritual. Recordemos también a Hageo 1:1-2 donde el gobernador y el sumo sacerdote se mencionan juntos.

Ministerios terrenal y celestial de Cristo

Mientras Él estuvo en la tierra, durante Su ministerio terrenal, Cristo fue sacerdote según el orden de Aarón. El sacerdocio del orden de Aarón presenta las ofrendas de parte de los hombres ante Dios para para resolver el asunto de sus pecados. Era necesario que el pecado fuera quitado de en medio, por ello Cristo en Su etapa terrenal se ofreció a Dios como ofrenda por nosotros para quitar el pecado de en medio, y nos llevó consigo (He 9:14, 26).
Sin embargo, en Su resurrección y ascensión, después de Su muerte, Él trascendió el sistema de ofrendas del orden de Aarón y fue designado Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec (5:6, 10), ya no para ofrecer sacrificios por el pecado, ya resuelto mediante la ofrenda única y exitosa en la cruz, sino para ministrarnos -servirnos, presentarnos y que tomemos- el pan y el vino celestiales (Ref: Mateo 26:26-28).
¿Qué significa esto? Este pan y este vino representan nuestra alimentación completa y suministro celestiales. Ellos consisten en el mismo Dios, que está disponible como el Espíritu vivificante que recibimos al creer para nuestra completa salvación. Esta maravillosa disponibilidad de parte de Dios es posible como resultado del proceso de encarnación, vivir humano con su ofrenda única y aceptada, su crucifixión, y la resurrección culminada en la ascensión, para nutrirnos, refrescarnos, sostenernos, consolarnos y fortalecernos (He 7:25). ¡Esto es maravilloso!

Hebreos 7: Sumo sacerdote y rey

El libro de Hebreos trata acerca del Cristo celestial. Dentro de este asunto lo principal es que Él es el Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec -Rey de justicia y Rey de paz-, lo cual incluye el reinado, con poder y autoridad (2:17; 4.14; 5:6, 10; 6:20; 7:1-3, 28; 8:1-2; 9:11: Sal 110:1-4).
El ministerio celestial de Cristo en Su ascensión incluye Su reinado, en el cual Él gobierna sobre la tierra y administra nuestros asuntos; también incluye Su sacerdocio, donde Él intercede por nosotros, llevando nuestro caso delante de Dios y ministrándonos a Dios mismo a nosotros. Esto es para la edificación de la iglesia como templo de Jehová, el templo de Dios.

Objetivos del sacerdocio real

Este sacerdocio real, con todos sus resultados y efectos, tiene 2 objetivos principales: Combatir contra los enemigos de Dios para traer justicia y paz, con el propósito de que Dios pueda ministrarnos al Dios Triuno procesado, del que hablamos anteriormente, disponible como el Espíritu que da vida, para que sea nuestro disfrute y suministro diarios (vs 1-2; Gn 14:18-20).
Cada día necesitamos al Dios Triuno -recordemos el maná- para ser alimentados, avivados, y suministrados por Él. Cada día normal para un creyente normal incluye ser lleno del Señor para disfrutar de una salvación real y plena ese día -no en un futuro lejano ni en un pasado remoto-. Esto es espiritual y al mismo tiempo algo muy práctico y experimentable, además es nuestra necesidad evidente.
Aquí llegamos al segundo objetivo del sacerdocio real, que es nuestra salvación en Su vida hasta la glorificación de todos los elementos derivados de la muerte y relacionados con ella. Este sacerdocio divino equivale a la ausencia de muerte y la presencia de vida (He 7:25, 28; Ro 5:10; 8:19, 21, 23, 30).

Todas las cosas son sombras de Cristo

Cristo es el cuerpo de todas las sombras.

Nuestra comida, nuestra bebida, nuestra ropa, nuestra casa, nuestro descanso y satisfacción son todos sombras de Cristo. Como nuestra sombra cuando estamos al sol, todos estos asuntos y cosas son sombras de Cristo.

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«Todos los aspectos de nuestro vivir son sombra de Cristo. Él es la comida, la bebida, el completamiento, el descanso, la luna nueva y la fiesta verdaderos. Diariamente comemos y bebemos de Él, semanalmente tenemos completamiento y descanso en Él, y durante todo el año Él es nuestro gozo y disfrute (Colosenses 1:17-18, 3:11; 1Corintios 10:3-4; Mateo 11: 28-29; Juan 1:5, 8:12)

nadie os juzgueEl Cristo que amamos es bello y maravilloso. Este Cristo atractivo es la esencia de la Biblia. «La Biblia abarca un miles de asuntos y trata un sinnúmero de doctrinas, pero tiene un sólo centro, Cristo mismo». Los cristianos deberíamos estimar todas las cosas y evaluarlas según Cristo, ni más ni menos, el cual es (y debe llegar a ser en la práctica) nuestro todo. Sería estupendo que pudiéramos llegar a trascender la tradición y asimilar la revelación que encontramos en la epístola a los colosenses, donde Cristo está presentado como la realidad de nuestra comida, bebida, descanso, disfrute… Si hacemos esto nuestra manera de vivir ya no será la misma.

Cristo experimentado es nuestro premio.

Colosenses 2:16-17, en el versículo 18, Pablo habla de un premio. Este premio precisamente consiste en disfrutar a Cristo como el cuerpo de todas las sombras. ¡Aleluya! Esta es una revelación sencillamente magnífica.  Disfrutar a Cristo es el premio mayor. Cuando alcanzamos a experimentar a Cristo, Cristo en nuestro disfrute es en sí mismo el premio. En Su disfrute nosotros estamos experimentando al Señor, que incluye todas las riquezas disponibles. Esto es incomparable; más allá de cualquier cosa que pueda ser escrita y descrita. Cuando no tenemos el disfrute de Cristo, nuestra vida está vacía, la Palabra carece de sentido, todo está gris y nos sentimos tan desanimados.

«Según [Colosenses] 1:26, la parte de la palabra de Dios que el ministerio de Pablo completó fue «el misterio que había estado oculto desde los siglos y desde las generaciones pero que ahora ha sido manifestado a Sus santos». Este misterio es Cristo en nosotros, la esperanza de gloria (v. 27). Por mucho conocimiento que tengamos de la Biblia, la revelación divina que logremos aprehender estará incompleta si no experimentamos a Cristo cada día, cada semana, cada mes y cada año… Si carecemos de la experiencia y disfrute de Cristo, también carecemos de la revelación divina. El completamiento de la revelación divina depende del Cristo que experimentemos»

La vida cristiana es un asunto de experimentar a Cristo. Cristo, quien es el Dios completo, como el Espíritu vivificante, está en nosotros. Así nuestro acceso a Él no es simbólico sino real, directo, orgánico y efectivo. Hemos de experimentar a Cristo en cada cosa que hagamos. Hemos de verlo como la sustancia de cada aspecto de nuestra vida, en le comer, en el beber, en el vestirnos… «aún el hecho de respirar debe recordarnos de nuestra necesidad de respirar a Cristo espiritualmente» (2Corintios 4:16; Filipenses 1:19-21).

Cristo debe ser disfrutado como la realidad de todo lo que necesitamos.

Cristo es nuestro aliento (Juan 20:22); Cristo es nuestra bebida (4:10, 14; 7:37-39); Cristo es nuestro alimento (6:35, 57); Cristo es nuestra luz (1:4; 8:12); Cristo es nuestra vestidura (Gálatas 3:27); Cristo es nuestra morada (Juan 15:5, 7; Salmos 90:1, 91:1).

¡Gracias, Señor, que eres la realidad de todas las cosas. Queremos experimentarte. Queremos contactar contigo y disfrutarte. Que seamos los que te disfrutan cada día, en cada cosa. Revélate a nosotros para que te veamos. Queremos ser conscientes de ti en nuestra vida diaria. Queremos tomarte y aplicarte en todo. Gracias que estás disponible. Tú eres nuestra comida y bebida; nuestro descanso y completamiento; nuestra satisfacción y alegría; nuestra casa y nuestro aire; nuestro disfrute y nuestra satisfacción. Amén!

Notas tomadas a partir de la lectura, oración y disfrute de La Palabra santa para el avivamiento matutino, La visión celestial, semana 2: La Visión de Cristo, junto con los versículos señalados y sus notas correspondientes de la Santa Biblia versión recobro, editada por Living Stream Ministry, y los fragmentos citados de y referenciados a:

Estudio-vida de Colosenses, mensajes 15, 24-25; A General Sketch of the New Testament in the Light of Christ and the Church, part 2: Romans through Philemon, cap. 19; The Collected Works of Witness Lee, 1965, t.1, «The Experience of Christ in Galatians, Ephesians, Philippians, and Colossians, cap. 1; Los cuatro elementos cruciales de la Biblia: Cristo, el Espíritu, la vida y la iglesia, páginas 53-54; Estudio- vida de Colosenses, páginas 309, 503, 506-508; estudio-vida de Colosenses, mensajes 35 y 55; El misterio de Dios y le misterio de Cristo, capítulo 2; La visión celestial, capítulo 1; Mensajes para aquellos en le entrenamiento del otoño de 1990, capítulo 18; The Collected Works of Witness Lee, 1966, tomo 1, «Christ-Our Portion», capítulo 3.

 

 

Que el Señor nos lleve a un monte alto y nos libere para ver la visión

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Necesitamos orar. Es urgente entre los cristianos. Me refiero a orar de una manera específica, en una dirección definida. Hablo de una oración al Señor para que seamos conducidos a un monte alto por causa de nuestra actual condición. Como Juan, que cuando el Señor le dio la visión de Babilonia él estaba en un sitio desolado, el desierto, pero para recibir la visión de la Nueva Jerusalén, fue llevado a un monte alto, que es “una esfera trascendente, a fin de tener una visión que fuese de largo alcance, una visión excelente”.

Debo confesar que yo el primero y el más necesitado necesito el monte alto donde el Señor en Su misericordia, en Su amor y para Su economía se presente a nosotros de una manera en que seamos alumbrados de manera radical y profunda (Ap 21: 9-10; Hechos 10-16).

Hemos de aprender a venir diariamente a la Biblia cuando venimos al Señor y a venir al Señor cuando leemos la Biblia. Hacer una confesión cabal y luego no ser negligentes en este asunto ya que los pecados son un obstáculo en nuestra relación con el Señor y pudieran disminuir la eficacia en nuestra interacción con la revelación divina.

Leer la Palabra con oración es algo que nos encanta hacer. Esta práctica es muy saludable por cuanto las Escrituras, en su esencia, son Espíritu y vida. No es una herramienta nada adecuada la mente para tomar la Palabra cuando funciona ella sola, como cuando leemos un periódico. Hemos de ejercitar nuestro espíritu en la lectura de la Palabra. No sólo orar antes de leer sino leer con oración, invocando Su nombre, diciendo amén, convirtiendo la Palabra en nuestra oración para obtener el beneficio más profundo de nuestro tiempos de lectura.

Si ejercitamos nuestro espíritu al leer la Palabra obtendremos revelación de la misma porque más que absorber conocimiento, que lleva a un entendimiento natural, tendremos comunión con el Señor en Su Palabra, que lleva al disfrute de Cristo y a la revelación, lo que hará que tengamos una visión celestial. Es necesario que el Señor resplandezca sobre Su revelación para que nosotros veamos. Es simple el hecho que necesitamos una visión. A menudo descuidamos nuestra relación con el Señor y somos naturales cuando de la Palabra se trata. Pensamos que la Biblia es un libro ético, un compendio de buenas enseñanzas o un registro histórico acerca de un gran maestro religioso y otras cosas.

Este entendimiento pertenece a los rudimentos del mundo y no tiene nada que ver con un cristiano, hijo de Dios, nacido de nuevo, en el reino, miembro del Cuerpo y la familia de Dios, participante de las riquezas de Cristo para la edificación espiritual que alcanzará su final y consumación plena como la Nueva Jerusalén, que es la incorporación terminada y suprema de la unión de Dios y el hombre y la culminación del Cristo agrandado en ascensión. Todas estas cosas en realidad tienen muy poco que ver con un enfoque académico y formal de la Palabra de Dios, especialmente en lo que se refiere a la experiencia del cristiano y el ministerio del Nuevo Testamento para el propósito de Dios. Necesitamos orar para que los velos nos sean quitados, necesitamos la luz para poder tener la visión. Sin la luz no podremos ver, aunque los velos hayan sido quitados y también tendremos el entendimiento de la visión mediante la sabiduría del Espíritu.

¡Señor, tú conoces nuestra necesidad mejor que nosotros mismos. Nos ponemos en tus manos. Llévanos a un monte alto. Ya no queremos estar en el valle donde estamos. Llévanos a un monte alto y libéranos. Oramos ahora con sentido de urgencia. Señor, libéranos de la dictadura de nosotros mismos. Sácanos de nuestro yo, de nuestras propias experiencias. Incluso de aquellas buenas experiencias del pasado. Sálvanos de nuestro conocimiento, incluso de aquel bueno y bíblico. Para que podamos estar en una nueva esfera. Necesitamos estar elevados para tener un gran panorama. Necesitamos acceder a una vista trascendente de la visión gloriosa. Amén!

Esto no sólo tiene que ver con una persona, el que ora, aunque también, sino que tiene que ver con todos. Los que amamos al Señor, los que hemos sido regenerados al creer y recibir al Señor en nosotros, queremos servirle apropiadamente. Queremos funcionar de manera adecuada, tener una relación profunda y satisfactoria con el Señor pero sobre todo queremos que Dios sea satisfecho y Su propósito sea cumplido. Por ello cuando presentamos a otros la Verdad que hemos recibido, en términos espirituales, no se trata de enseñar conocimiento, procedimientos e información aprendidos. este hecho no debe ser un montón de conocimientos y procedimientos que hemos aprendido en un aula o grupo académico. Más que una “enseñanza, doctrina o conocimiento obtenido a través de una lectura, sino una visión”. Esta visión que recibimos en el espíritu bajo el resplandor de la luz divina (1 Timoteo 4:6; 1Juan 1:1-3).

Ministrar la Palabra en realidad significa que algo que hemos recibido como una visión espiritual y celestial es presentado a otros (2Timoteo 2:2, 15, 25, 1Juan 1:1-3; Apocalipsis 1:11a).

“Cuánto desearía que cada hermano tuviera esta clase de actitud y deseo, y le dijéramos al Señor: Deseo ser liberado y llevado a un lugar fuera de mí mismo, deso ser liberado de mis pecados malvados y también de mis experiencias buenas y espirituales. Aunque he tenido ya muchos logros, deseo ver una visión que sea más elevada, más grande, más profunda, más rica, y de mayor alcance y trascendencia”, la visión gloriosa de Dios.

Ref:  La Palabra santa para el avivamiento matutino, La visión celestial, semana 1: La visión que rige y regula; la visión de la economía de Dios.

Necesitamos una visión celestial

DSC_0057Todos los cristianos necesitamos una visión celestial (Hechos 22:14). El apóstol Pablo, cuando era un religioso voluntarioso y muy bien educado en la ley y las normas externas, el fariseo Saulo de Tarso, tenía muchos conocimientos. Era un hombre reputado por su autodisciplina, se devoción, su consecuencia con aquello que consideraba correcto y sus obras. Este hombre excepcional perseguía a los cristianos porque pensaba que eran enemigos de Dios, que eran unos advenedizos traidores y que ponían en peligro la religión verdadera con sus creencias y prácticas erróneas, es decir, Pablo estaba equivocado absolutamente en todo. Sin embargo es comprensible que nos preguntemos cómo es posible que un hombre tan entregado a su religión, inteligente y talentoso pudiera errar de manera tan completa.

Sí, él estaba lleno de información correcta y apropiada, valoraba mucho la tradición de sus mayores y ancestros, amaba la letra de la ley entregada por Dios a Moisés, sin embargo, espiritualmente estaba ciego. Esta es la respuesta. No era capaz de ver. En la experiencia espiritual ver es entender recibiendo una revelación de Dios.

Camino a Damasco, donde Saulo se dirigía para arrestar a los cristianos y llevarlos a Jerusalén (Hechos 26:12), brillo la luz celestial y entonces escuchó la voz del Señor (Hechos 26:13), le habló al Señor, le aceptó como Señor, recibió luz con respecto a la naturaleza de aquellos a los que perseguía, ció cómo era en realidad la relación entre estos hombres y el Señor, que es la base para la realidad del Cuerpo de Cristo, fue liberado tanto de su propio pueblo como de los gentiles, le fue dada una comisión y fue dejado muy claro o inválido e incapaz que en realidad era sin Cristo.

La comisión que Pablo recibió otra vez estaba relacionada con que los hombres creyeran y fueran traídos a la luz, lo cual está en aposición, en el texto, con ser sacados de la potestad de Satanás y recibir una herencia (Hechos 26:14-19).

Pablo necesitaba una visión celestial y el Señor le proporcionó está visión. A partir de este momento él comenzó a ver, y por ende fue restringido por esta causa a seguir al Señor a la manera del Señor, a servir al Señor, a testificar del Señor apropiadamente y a tener una relación orgánica con el Señor, más allá de la relación simbólica y objetiva que tenía antes, basada en el cumplimiento de una normativa con el esfuerzo humano.

Todo y cada uno de nosotros necesitamos una visión celestial. Sin tal visión careceremos de la guía necesaria, del freno saludable (Proverbios 28:19) y de las restricciones que nos guardan. Una vez recibida la visión tenemos un panorama claro que nos cautiva, nos rige y nos regula. Esta es la visión de la economía neotestamentaria de Dios, que incluye aquello que Dios está haciendo, cómo lo está haciendo, por qué lo está haciendo y para qué. Esta visión no es más que el Cristo viviente y activo revelado a nosotros, presentado ante nosotros para que seamos salvos cada día y vitalizados para ser verdaderamente uno con Él en realidad.

Una vez que Pablo fue alumbrado y recibió a Cristo para llevar a cabo la voluntad de Dios en obediencia, él oró incesantemente por nosotros para que Dios nos diese “espíritu de sabiduría y de revelación en el pleno conocimiento de Él” y para que, alumbrados los ojos de nuestros corazones, nunca antes, sino después de este hecho, supiéramos “cuál es la esperanza a que Él [nos] ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de Su herencia en [todos nosotros”] (Efesios 1:16-18).

Pablo alumbrado

Cuando Pablo se refiere al espíritu de sabiduría y revelación estaba diciendo que nuestro espíritu que ha sido regenerado por el Espíritu de Dios al morar Dios como Espíritu en él (en nosotros). Ese espíritu regenerado, que contiene el elemento divino, nos fue dado por Dios para que tengamos sabiduría y revelación para conocerlo a Él y a Su economía. Esta sabiduría en nuestro espíritu es para conocer el misterio de Dios y la revelación viene del Espíritu que mora en nosotros para que el velo de la ignorancia de la ausencia de Dios nos sea quitado. Una vez que somos desvelados poseemos la capacidad de entender las cosas espirituales, que significa que hemos recibido la vista. Entonces el Espíritu revela estas cosas a nuestro entendimiento espiritual.

Cuánto necesitamos las revelaciones de Dios. Mucho. A veces hasta tengo la certeza que no podemos saber exactamente cuánto necesitamos en realidad las revelaciones de Dios. Después de una pequeña experiencia siempre tendemos a creer que hemos visto mucho y allí nuevamente cae le velo y se retira la luz, volviéndonos a la oscuridad y a la ceguera.

¡Señor, en realidad dependemos de ti pero nos rebelamos en nuestra ceguera. Resplandece en nosotros para que los velos caigan. Cuánto te necesitamos para que nuestros ojos sean abiertos y limpiados para que la revelación contenida en la Palabra llegue a ser nuestra. Nos entregamos a ti una vez más. Nos presentamos tal como somos. Queremos ser diligentes en hacer confesión cabal sin introspecciones, pero te necesitamos. Sálvanos de la oscuridad. Señor, no vemos. Rescátanos en la práctica de la ignorancia satánica que son sus tinieblas. Tráenos de vuelta a Ti. Preséntate a nosotros. Gracias que eres el Espíritu en nuestro espíritu. Gracias que nos has señalado de antemano para salvación. Gracias que estás. Te pedimos que tomes el control. Desconfiamos de nosotros, y aún de nuestro buen criterio. Gracias porque sabemos que necesitamos una visión celestial. Amén!

Ref: La Palabra santa para el avivamiento matutino, La visión celestial, semana 1: La visión que rige y regula; la visión de la economía de Dios.

Dios quiere obtener un reino para cumplir Su propósito

DSC_0015Dios quiere obtener un reino. «El cumplimiento de Su propósito depende en gran medida del reino» (ref. Mateo 4:23). Necesitamos luz para ver con claridad la necesidad que Dios tiene de obtener un lugar donde Él pueda ejercer Su autoridad, reinar, restaurar todas las cosas …»y entonces, vendrá el fin» (Mateo 24:14).

Cuando creímos y recibimos a Dios en Cristo como el Espíritu en nuestro espíritu, la vida de Dios entró en nuestro ser para que pudiéramos vivirle a Él. ¡Esto es misterioso y maravilloso! Hoy somos hijos de Dios precisamente como resultado de este hecho. Somos hijos de Dios engendrados por Él, no hijos adoptados. La adopción no cumpliría con los requisitos necesarios para hacer que accedamos y participemos del reino de los cielos, es decir, «ver y entrar» lo que significa ver en términos de un revelación para poder entrar, o sea estar en el reino (Juan 3:3, 5). Somos hijos nacidos del Espíritu al haber creído no por haber sido creados por Dios. ¡Aleluya que somos hijos auténticos de Dios! ¡El elemento de Dios está en nosotros! (2 Pedro 1:4) ¡Hemos sido trasladados a Su reino! (Col 1:13).

El reino es importante para Dios. Debemos ver esto. Necesitamos permanecer abiertos a Dios para recibir, no simple información contada por otros acerca de Dios, sino una revelación. necesitamos una revelación de Dios. Una vez que Dios se revele a nosotros, aún de manera básica, ya no volveremos a ser los mismos. Dios necesita un reino. ¿Es importante para nosotros que Dios precise de un reino para cumplir Su propósito? ¿Hemos comenzado a entrar en este asunto del reino? ¿Hemos orado o estamos orando con carga por este asunto? ¿Le hemos pedido a Dios que se revele a nosotros? ¿Hemos visto algo del reino? Es vital para Su economía tener un reino, un gobierno real, y eficaz, ahora.

Revelación de Dios

En Mateo 6:9-12 tenemos la oración que el Señor les indicó a Sus discípulos como una manera. Fijaos que esta oración comienza con el reino y concluye con el reino. «Venga tu reino». «Porque tuyo es el reino…»

Dios escogió a Abraham para obtener una nación. Cuando sacó a sus descendientes, el pueblo de Israel, de Egipto, les dijo: «Vosotros me seréis un reino de sacerdotes y gente santa» (Éxodo 19:6). En esta declaración tenemos «reino», «sacerdotes» y «gente santa». El objetivo de Dios, Su anhelo y necesidad es tener un reino de personas que estén bajo Su autoridad, que le sigan y obedezcan, personas que le expresen, le ministren y le muestren a todo el mundo. Personas que lleven Dios a la gente y la gente a Dios, dependiendo sólo de Dios, disfrutándole y experimentándole. Este reino compuesto por personas que estén llenos de Dios, con la vida de Dios y la luz de Dios, para que Dios pueda cumplir Su propósito. La nación de Israel era un tipo de la iglesia, un símbolo y una sombra de la realidad que es la iglesia hoy.

Hoy Dios está disponible como el Espíritu que es todo-inclusivo, procesado y consumado para residir en los creyentes y hacer Su hogar en los corazones de ellos para que seamos constituidos de Dios mismo y Cristo sea formado en nosotros, que es la edificación de Su Cuerpo, Su morada, todo lo cual alcanzará la consumación como la Nueva Jerusalén (Apocalipsis 21:2). ¡Aleluya!

¡Señor, cuánto te necesitamos. Abre nuestros ojos. Necesitamos urgentemente una revelación. Qué pequeña y escasa es nuestra visión. Preséntate a nosotros. No nos importa el tiempo que hayamos sido cristianos. Desechamos el pasado y todo lo logrado para ganarte hoy. Tú eres fresco y nuevo cada día. Levántanos, Señor. Muéstranos tu reino y tu propósito. Que tu urgencia sea la nuestra. Que tu meta sea la nuestra. Gracias, Señor. Amén!

Ref: «El reino» de Witness Lee.

Nacer de nuevo

Hoy he disfrutado mucho de la porción de hoy del blog de «Bibles for America» (Biblias para América) relacionada con el nuevo nacimiento de aquellos que creen en el Señor y se convierten en cristianos. Ha sido refrescante. El post inicialmente plantea algunas cuestiones para introducir el tema, que en sí mismo no es simple, pero está presentado de manera muy llana y clara, y básicamente podemos parafrasear con tres preguntas:

— ¿Nacer de nuevo significa un nuevo comienzo?

— ¿Nacer de nuevo es un voto solemne que la persona realiza en favor del bien y la moralidad?

— ¿Nacer de nuevo es necesario para todas las personas, incluso aquellas que son muy buenas?

Tenemos el capítulo 3 del evangelio de Juan un hombre llamado Nicodemo, que era un hombre notable entre los judíos. De este señor sabemos que era un hombre de elevado rango dentro del pueblo de Israel, pues leemos que era «un principal». Así que era muy importante tanto religiosamente como en la sociedad. Él dijo: «Sabemos que has venido de Dios como maestro» (Juan 3:2). Él estaba interesado en las enseñanzas, que es lo que un maestro da. Esto es algo que todas las personas pueden entender y aún encontrar lógico porque recibir enseñanzas, explicaciones y respuestas con el propósito de ser mejores y estar más informados es completamente natural, sin embargo la respuesta que le dio el el Señor es excepcional: «De cierto, de cierto te digo: Él que no nace de nuevo, no puede ver el reino de Dios» (Juan 3:3). Aquí la perplejidad de este principal judío fue grande. Él respondió: «¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?» (Juan 3:4). Las palabras del Señor fueron entendidas e interpretadas por Nicodemo de manera natural. Es normal que estuviera tan confundido. El Señor continuó: “De cierto, de cierto te digo: El que no nace de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es” (Jn. 3:5-6).

Lo que Nicodemo buscaba de manera natural resultó ser un despropósito. Era una pregunta natural y típicamente religiosa. Yo he sido muy impresionado al leer y orar hoy estos versículos. He sido pastoreado por el Señor y he sido expuesto en mis carencias al entrar en esta palabra hoy.

¡Gracias Señor porque eres luz para nosotros siempre que nos abrimos a Ti. Eres fresco y nuevo cada vez. Gracias que te revelas progresivamente a nosotros y te podemos experimentar como salvación cada día. Gracias por tu Palabra rica y abundante! Amén.

El caso de este judío que fue a ver al Señor en privado es el mismo que podemos tener nosotros, aún habiendo nacido de nuevo, cuando carecemos de la visión, y la experiencia apropiadas. Veamos, un reino consiste en una esfera de autoridad, determinada por cierta constitución, que apunta a la naturaleza intrínseca y la identidad propia de ese reino. Por ejemplo: El reino animal está compuesto por todos los animales, que por supuesto poseen la vida animal. Un animal no tiene que hacer nada para entrar en ese reino, porque lo que él es, espontáneamente determina su pertenencia. Cuando un gato nace como tal, este nacimiento determina su pertenencia. Cuando un ternero nace la identidad que tiene, en virtud de la vida que posee por nacimiento, hace que sea parte del mundo animal, es decir, del reino animal. El nacimiento es el procedimiento único, genuino y lógico de obtener la vida que nos hace pertenecer a un cierto reino. Igualmente ocurre con las plantas y los seres humanos. De nuestros padres recibimos la vida humana que nos hace ser integrantes o miembros de la esfera humana, del reino humano. ¿Nosotros tenemos la vida humana? Entonces somos humanos y estamos en el reino de los seres humanos, no en el reino animal ni en el vegetal. Así de simple. No se trata de cuánto nos esforcemos para llegar a pertenecer al reino vegetal, nunca lo lograremos porque la vida inherente a las plantas no es nuestra vida. Hemos nacido como personas y no como árboles. Por todo ello, el reino de Dios es ajeno a nosotros por la misma causa. Para ser partes del mismo necesitaríamos la vida divina, la vida de Dios, es decir, la vida eterna en nosotros. No obstante, ¿cómo podemos tener la vida de Dios, si, efectivamente, como razona Nicodemo, no podemos más que salir del vientre de nuestra madre más que una vez, y eso ya ha ocurrido? Hemos sido concebidos por nuestros padres y eso es un hecho consumado.

Cito: «Intentar parecernos a Dios o comportarnos como Él, no nos hace parte del reino de Dios. Lo más que puede hacer nuestro excelente comportamiento es ser un buen ejemplo del reino humano. La única forma de entrar en el reino de Dios es por medio de tener la vida divina de Dios. Y la única manera de tener la vida divina de Dios es por medio de creer en Cristo y nacer de nuevo» (…) Externamente, Nicodemo no tenía ningún problema moral o pecaminoso. Sin embargo, el Señor le mostró que le hacía falta una cosa bien crucial. Igual que Nicodemo, no importa cuán nobles, buenos o rectos seamos en nuestra vida humana, no poseemos la vida divina. Es necesario nacer de nuevo con la vida divina de Dios«.

Es maravilloso lo que el Señor le está declarando a Nicodemo. Está revelando no sólo el meollo del problema («no tienes la vida divina de Dios»), sino que está mostrando el camino práctico («debes llegar a tenerla»), lo que finalmente ocurrió, pues esta vida, la vida divina de Dios, antes absolutamente inalcanzable para nadie que no fuera Dios mismo, en la resurrección que consuma con la ascensión, llegó a estar disponible para el ser humano. ¡Esto es grandioso y sin precedentes!  ¡Aleluya! En 1 Pedro 1:3 el apóstol bendice al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, porque cuando creemos simplemente nos regenera mediante la resurrección del Señor.

Recordemos que la salvación de Dios para nosotros es completa y eficaz, e incluye la redención, la justificación y la regeneración. Las dos primeras nos reconcilian con Dios y la última nos vivifica, porque la vida eterna nos es impartida para que llevemos «una relación de vida, una relación orgánica con Dios». Así que nuestra relación con Dios no es lejana, simbólica o ética, sino de vida. La vida del Dios Triuno, llega a ser nuestra vida. Recibimos la vida de Dios en nuestro espíritu humano. Somos nacidos de nuevo. ¡Qué alivio! ¡Qué alegría! ¡Qué previsión y provisión de parte de Dios para nosotros! ¡Qué maravilloso plan! ¡Qué salvación tan eficaz y completa!

Para recibir la vida de Dios hoy tenemos que pedírsela a Él. ¿Cómo? Necesitamos arrepentirnos, lo que significa que debemos volver nuestro corazón a Él de manera sincera y real, si más, y creer en que lo que Él ha hecho es verdadero. Podemos sólo decir: «Señor, te necesito. Te recibo ahora mismo como mi vida«. Les aseguro que así y sólo de esta manera, entraréis en el reino de Dios, naciendo de nuevo en el reino de Dios.

El artículo del blog de «Bibles for America» concluye aludiendo a que hemos nacido de simiente incorruptible (1 Pedro 1:23). Es incorruptible esta simiente porque contiene la vida de Dios, que es lo único en todo el universo que no se llega a corromper nunca. Cuando hablamos la Palabra de Dios, esa vida es trasmitida para que otros, al creer, sean también vivificados mediante la impartición de esta vida, que es la regeneración. Cuando somos salvos, es decir, cuando nacemos de nuevo, no podemos «desnacer». El proceso es irreversible, aunque posteriormente, como con cualquier otro nacimiento, de cualquiera otra vida, es necesario la alimentación y el crecimiento.

Recomendamos la lectura del artículo completo en su fuente original: «¿Qué significa nacer de nuevo?» del blog «Bibles for America». Este post no es una reproducción ni una ampliación del mismo, sino unas breves anotaciones personales resultados del disfrute del autor al leerlo y orar.

En Cantar de los Cantares

Hoy he vuelto a leer Cantar de los Cantares. Una gran historia de amor. Siempre que regreso a este libro veo cosas nuevas.

La vida cristiana es en realidad un romance divino entre nosotros y el Señor. Podemos tener una visión más adusta y doctrinaria pero eso nos llevaría a perder el significado intrínseco de la vida cristiana que es la relación íntima, profunda, real, afectiva con nuestro Amado, y ciertamente erraríamos el blanco. Nos quedaríamos secos, sin sal, sensibles al mundo y ajenos a Dios, hagamos lo que hagamos y sin importar lo que digamos. Cuando nuestra relación con el Señor es restablecida, refrescada y reiniciada, entonces estamos llenos del Señor. Tenemos entonces esa convicción profunda de Su presencia y de Su obra. Es real y cercano para nosotros, lo experimentamos y lo conocemos. Gustamos de Él y le damos espacio para que Él obre en nosotros. Tenemos paz, no tranquilidad de tipo sicológica o circunstancial. Tenemos esa paz misteriosa e indescriptible que va más allá de todo entendimiento.

He visto que en Cantar de los Cantares hay una progresión continua en la experiencia de los creyentes y como resultado, un incremento en el nivel de madurez de los creyentes, representados (todos) por la Sulamita, que es directamente proporcional a la profundidad de la relación que ésta tiene con su Amado, nuestro Amado, que va siempre en dirección ascendente a lo largo del libro.

En el primer capítulo, la Sulamita anhela ansiosamente y de manera desesperada el contacto íntimo con Su amado. Aquí vemos que la que ama a Cristo ha logrado experimentar cierta medida de Su amor pero quiere algo más profundo. En este primer capítulo ella es una persona fuerte y natural, aunque ama al rey (mucho según se puede leer) pero aún se encuentra en el mundo, esclavizada por este sistema satánico y necesitada aún de transformación. El rey le dice en el versículo 9: «Te comparo, mi amor, a una yegua entre los carros del faraón.» Aquí tres elementos a tener en cuenta, «yegua», animal noble y hermoso, pero brioso y a menudo independiente, «entre los carros los carros», refiriéndose a que está firmemente sujeta. ¿Dónde? Pues finalmente la referencia a Faraón da a entender que está en el mundo. Cuando creemos y recibimos al Señor, lo amamos tiernamente y a menudo no tenemos problemas para testificar de este amor recién descubierto, pero todavía hay poca transformación interior todavía, poca madurez. Así comienza este libro, que continúa en varias etapas:

Llamada a ser liberada del yo mediante la unidad con la cruz; llamada a vivir en ascensión como nueva creación en resurrección; llamada con mayor intensidad a vivir detrás del velo mediante la cruz después de la resurrección; participando en la obra del Señor y finalmente abrigando la esperanza de ser arrebatada. Todos estos niveles nos contienen y representan a nosotros en nuestra experiencia gradual con nuestro Señor.

Finalmente, en el último versículo del último capítulo dice: «Apresúrate, amado mío, y sé semejante a la gacela o al cervatillo sobre los montes de especias.» Aquí tenemos la poderosa oración de la que ama a Cristo para que regrese en el poder de su resurrección (gacela o cervatillo) para establecer Su reino dulce y hermoso (montes de especias) que abarcará y llenará toda la tierra, según vemos en Apocalipsis 11:1 y Daniel 2:35. Es estupendo ver el cambio (no sólo externo) de la que ama, a lo largo del libro.

«Señor, que tengamos una relación normal contigo. Anhelamos una relación personal profunda, de carácter ascendente. Anhelamos experimentarte en el disfrute de tu persona maravillosa. No queremos quedarnos igual. Necesitamos conocerte para madurar y crecer en ti. Gracias Señor por tu disponibilidad a nosotros. Amén.»

¡Por la sangre de Cristo somos redimidos, perdonados y disfrutamos a Dios en el lugar Santísimo!

Esta mañana he valorado mucho más la sangre de Cristo Jesús – ¡una sangre eterna(ya que Él se ofreció a Dios mediante el Espíritu eterno), una sangre eficaz, una sangre prevaleciente! Su sangre habla mucho más que la sangre de Abel (la cual clamó desde el suelo por venganza) – ¡Su sangre habla de “perdón” y “purificación”! Cuando el Señor Jesús murió en la cruz, Él cumplió los tipos de todas las ofrendas – Él se ofreció a Dios como sacrificio todo-inclusivo en la cruz para hacer frente a las cosas negativas en el mundo. En la cruz Él derramó Su sangre – la cual es para nuestra redención, para nuestro perdón y para tantas cosas más. A continuación, algunos aspectos que he disfrutado acerca de la sangre derramada por el Señor Jesús en la cruz: … Leer más en «Un Dios-hombre es un cristiano normal»

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¡En Su resurrección Cristo llegó a ser el Espíritu vivificante –ahora el Señor Jesús es el Espíritu!

En Su resurrección Cristo, como el postrer Adán, fue hecho el espíritu vivificante (1Co 15:45). ¡Este es una  verdad de suma importancia que puede verse a todo lo largo de la Biblia! Dios se hizo hombre en la persona de Jesucristo; vivió una vida humana perfecta en la tierra (en la cual Él expresó a Dios, aún bajo persecución y oposición… Mediante Su resurrección… Cristo fue hecho el Espíritu vivificantefue engendrado como el primogénito de Diosregeneró a los creyentes para Su Cuerpo; fue el primogénito de entre los muertos; llegó a ser la Cabeza del Cuerpo, y como el grano de trigo, produjo los muchos granos que son Su aumento y Su multiplicación y obtuvo la preeminencia sobre todas las cosas en los cielos y en la tierra… Leer más en «Un Dios-hombre es un cristiano normal»

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¡En Su ascensión Cristo nos llevó en un séquito de enemigos vencidos y nos hizo dones para el Cuerpo de Cristo!

Con la ayuda de la Biblia completa, podemos ver mucho más de lo que Isaías escribió acerca de esos asuntos. Esas palabras, como ya hemos visto anteriormente, son: LINAJE (refiriéndose a Su SIMIENTE), LARGOS DÍAS (refiriéndose a la PROLONGACIÓN de Sus días) y DESPOJOS (refiriéndose al BOTÍN obtenido) (Isaías 53:12)…
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Jesucristo fue hecho un pacto para nosotros: ¡Él es el Mediador y el Ejecutor del nuevo pacto!

Jesucristo fue hecho pacto para nosotros. ¡Él es la garantía de Dios, el fiador de Dios, pues Él es la herencia para Su pueblo! Este pacto es más sólido que una mera promesa. ¡Es algo validado y promulgado, es decir, anunciado y puesto en vigor por la sangre derramada de Cristo (Mt 26:28)! Cristo promulgó el nuevo pacto (el cual finalmente llegó a ser testamento nuevo) con Su sangre, para la redención de las transgresiones del pueblo de Dios. Él redimió al hombre de vuelta a Dios e hizo al hombre apto para heredar todo de Dios. Ahora Dios es nuestra herencia. ¡El Espíritu es las arras de nuestra herencia (Ef 1.14) y Cristo es el fiador del nuevo pacto! (Heb 7:22). ¡Los atributos divinos de Dios han llegado a ser las inescrutables riquezas de Cristo, que nosotros heredamos, y el Dios Triuno completo es la garantía y las arras que nos asegura y nos adelantan que esto efectivamente está ocurriendo! Cristo es el nuevo pacto que Dios nos entrega. Él es la garantía, la seguridad del nuevo pacto. Él promulgó el nuevo pacto y en Su resurrección Él llegó a ser todo nuestro legado (herencia) según este nuevo pacto y Él es también el Mediador, el Ejecutor, para llevar a cabo este nuevo testamento (Heb 9:15-17)… Leer más en «Un Dios-hombre es un cristiano normal» Full Article in English on «A God-man is a normal Christian»