Debemos encender las lámparas en el Santuario de Dios

Conseguir que las lámparas ardieran (Ex 27:20-21) en el tabernáculo era un servicio sacerdotal. Hacer arder las lámparas era una labor santa, en un sitio santo. Así que Dios necesitaba personas santas que hagan eso. 

Hoy los cristianos deben reunirse para ministrar Cristo a otros mediante su brillar. Esto es un servicio santo que requiere santidad. Los cristianos necesitamos un funcionar adecuado, que consiste en permanecer en nuestro espíritu, para contactar a Dios, recibir a Dios, disfrutar y experimentar a Dios, Quien es Espíritu (Juan 2:24) y ministrar Cristo a los demás. Este funcionar apropiado de todos y cada uno de los santos hará que las lámparas sigan ardiendo en el santuario (Lc 11:33) hoy, que es la iglesia.

Espíritu y vida

Es crucial que los cristianos entendamos la tipología («las lámparas ardiendo son un tipo de…»), en lugar de conocer sólo el hecho antiguotestamentario («las lámparas ardían de este modo y…»). La tipología nos indica el significado espiritual y la aplicación en nuestra experiencia. Esto es muy práctico. Solamente tener la información no nos ayuda mucho, serían datos en nuestra mente, como cuando aprendemos el ancho del Atlántico en kilómetros por el ecuador.

Letra y Espíritu

No es lo mismo tener la letra, como si las Escrituras fueran un compendio de relatos históricos, un anecdotario o una colección de poesía, que tener la comunión divina a partir de nuestra lectura de la Biblia. En el caso de leer la Biblia usando nuestra mente como un libro de texto o un periódico, el resultado, en el mejor de los casos la adquisición de muchos datos, en el peor de los casos muerte espiritual; sin embargo en cuanto a tomar (recibir) las Escrituras apropiadamente, mientras tenemos comunión con el Señor en nuestro espíritu, el resultado será revelación, vida y edificación. Seremos avivados y también retendremos la información, sólo que de manera adecuada.

La Palabra de Dios proviene de Dios. La Palabra de Dios es primordialmente Espíritu y vida. Eso es lo que necesitamos recibir mientras leemos y estudiamos, mientras nos familiarizamos con los hechos de la Biblia. La herramienta que los creyentes deben usar para tomar y asimilar la Palabra con provecho -creciendo en vida y siendo edificados- es su espíritu. Por supuesto que la mente debe ser usada, pero el entorno es el Espíritu, el Espíritu de nuestra mente ().

Funcionar

Necesitamos funcionar en la reunión de la iglesia. ¡Seamos aquellos que ministran a Cristo! ¿Cómo? Hemos de ir a Él habitualmente, recibirlo para ser llenos de Él, y luego poder expresarlo. Si el Señor llega a ser nuestra vida y nuestro vivir, Él será nuestra expresión. Esta es la vida cristiana normal, la que vivimos con Cristo, mediante Cristo y para Cristo, en nuestro espíritu regenerado, para ministrar Cristo a otros. Esta es la vida de un sacerdote auténtico. Entiendo que la vida cristiana normal no es la vida cristiana habitual hoy. Aquí hemos de separar lo habitual de lo que es normal, desde la perspectiva divina.

¿Qué expresamos?

Es seguro que siempre expresaremos algo, aunque también es posible que esta expresión sea nuestro conocimiento o alguna idea propia. En ambos casos nos estaríamos expresando a nosotros mismos. Nosotros estaríamos muy crecidos y el Señor completamente menguado. Este tipo de expresión -la expresión propia, sin Cristo- equivale a que las lámparas del santuario estén apagadas mientras nosotros introducidos en la tienda de reunión una antorcha construida por nosotros.

Cuando nos reunimos, hemos de llevar algo. Este es el principio que encontramos en 1 Corintios 14. Siempre llevar algo. ¿Algo? Sí, hemos de llevar aquello que de Dios hemos recibido en nuestro tiempo personal con Él. Ninguna otra cosa es permitida. Veamos: La diferencia entre la luz apropiada de la las lámparas que arden -Cristo brillando en nosotros- y todo lo demás -la expresión de cualquier otra cosa- es absoluta, completa, total. Si lo que llevamos es Cristo, esa es la luz adecuada.

Como sacerdotes que somos debemos ministrar a Cristo. Él, como el Espíritu, está en nuestro espíritu. Debemos contactarlo, disfrutarlo, tomarlo, aplicarlo, ser llenos de Él, entonces algo, queridos hermanos y amigos, será producido en nosotros. Algo fluirá. Este fluir como una fuente de agua de vida, es la luz de la vida. Si estamos llenos de Cristo, como sacerdotes que laboran de manera apropiada, es decir, como creyentes que funcionan, entonces brillaremos.

Estaremos manteniendo la lámpara de nuestro espíritu llena de aceite y brillando. Entonces la reunión brillará. ¡Aleluya! Seremos luminares (Filipenses 2:15) y la iglesia será un candelero (Ap 1:20) con lámparas que brillan, muchas lámparas que brillan.

Orar, cantar, alabar, proclamar, profetizar…

Todos los santos debemos practicar orar, cantar, alabar y profetizar (hablar de parte de Dios, compartir aquello que hemos recibido de Dios) en las reuniones para «que la luz santa ascienda.»

Un sacerdote es alguien que está absolutamente dedicado a Dios y completamente poseído por Dios (1P 2:5, 9). Dios necesita personas santas que enciendan la lámparas santas en el Lugar Santo (Ex 27:20-21; 30:7-8).

Cuando estamos apartados para Dios y permanecemos en Él, llenos de Él y revestidos con Él, seremos aquellos que encienden las lámparas. Entonces todas nuestras acciones serán “encendedores de lámparas”. Cuando cantamos, encendemos la lámpara porque emitimos la luz de la vida que experimentamos y vivimos. Cuando hablamos la Palabra, la luz es emitida. Alabamos al Señor y lo estamos expresando como luz. Esta luz es santa, es Dios mismo brillando (Jn 1:9; 1 Jn 1:5; Ap 21:23-24a).

Laboremos en la Palabra con oración. Dediquemos tiempo a permanecer en la comunión divina para que el Señor pueda saturarnos y espontáneamente fluir de nosotros. De este modo lo expresaremos. Si no expresamos a Cristo no habrá luz en la reunión. La luz es más intensa cuando todos llevamos lo que el Señor nos ha entregado al ministrarle. Si llevamos nuestro rebosar de Cristo, la luz ascenderá y Dios será satisfecho.

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Ref:
  • La palabra santa para el avivamiento matutino titulado “El recobro del sacerdocio con miras al edificio de Dios”, semana 4, “Hacer arder las lámparas y quemar el incienso”
  • Estudio-vida de Éxodo, pág 1278-1280, 1268-1269
  • Estudio-vida de Éxodo, mens. 114-115

Los que encienden las lámparas en el Tabernáculo de Dios

Habíamos compartido acerca de hacer arder las lámparas en el santuario de Dios. Este es un servicio sacerdotal (Ex 27:20-21). Sólo los sacerdotes podían hacer eso. Que la luz de las lámparas subiera representa la manera en que los cristianos deben reunirse, ya que el Tabernáculo, la Tienda de Reunión, que contenía las lámparas en el Lugar Santo, era el lugar de encuentro de Dios con Su pueblo y donde se encontraba el hablar de Dios (Lv 1:1), y es un tipo de la iglesia, porque ella es el lugar donde Dios habla hoy, y donde Dios y el hombre están reunidos. No me refiero a un edificio físico sino a los creyentes corporativamente hablando.

Por otro lado, esta iluminación indica la manera apropiada en que los cristianos deben reunirse. La manera es emitir luz (Lc 11:33). En la reunión todo cuanto hagamos -orar, canta, alabar y profetizar (no productivamente, sino hablar de parte de Dios, ver 1Co 14:26) deberá hacer que la luz ascienda. Este iluminar es el patrón. No se trata de ningún asunto externo ni táctica de organización humana.

Personas santas, lámparas santas en el Lugar Santo

Por todo ello es necesario -hoy probablemente más que nunca antes- que las lámparas sean encendidas por personas santas, para brillar. Estas son las lámparas santas en el Lugar Santo (Ex 27:20-21; 30:7-8). Aquellos que encienden las lámparas hoy y brillan son personas santas.

Los creyentes

Los sacerdotes son necesarios para producir este brillar, esta luz. ¿De qué tipo de creyente hablamos, que se necesitan para brillar y hacer brillar? Personas redimidas por la sangre del Cordero, que estén absolutamente poseídas por Dios (1P 2:5), que vivan completamente para Dios y estén disponibles de manera completa para Dios. Su único interés debe ser Dios (Ap 1:6; 5:9-10). Todas sus acciones, movimientos, tiempo, posesiones y todo deben estar en Dios.

Hablamos de personas que vivan de acuerdo a su espíritu regenerado, guiados y dirigidos por Dios. Hermanos y hermanas que estén llenos de Dios, plenamente identificados con Dios en Cristo. Deben comer, vivir, respirar y ser dentro del mezclar de vida, en su espíritu. Personas cuya vida es Dios, cuyo vivir es Dios y que Su expresión es Dios. Estos representan adecuadamente a Dios porque ejercen el dominio de Dios al permanecer espontáneamente bajo la autoridad de Dios. Decimos que son uno con Dios. Son apartados y llenos de Dios, es decir, consagrados a Dios de modo total.

Aquel que enciende la lámpara debe estar saturado de Dios, constituido por Dios y aún rebosante de Dios. Debe estar dedicada a Él, y Él debe ser el todo de esta persona. En la práctica, todo lo que esa persona haga o diga equivale a encender las lámparas. Estos son los sacerdotes santos que componen el sacerdocio santo. Cuando los sacerdotes santos, hermanos y hermanas, hablan en la reunión, la luz asciende y el santuario se llena de luz (1Co 14:19; Mt 5:15-16; Mr 4:21).

Todos los creyentes, es decir, todos aquellos que han nacido de nuevo del Espíritu, poseen la vida de Dios en su espíritu. La entrada al sacerdocio es este nacimiento. Todos los santos deben ser los que enciendan la luz de las lámparas y brillen en la reunión. Para ello nos gustaría, brevemente, sugerir una pauta quíntuple, que es algo muy práctico. No es algo completo, sino más bien un camino inicial.

Necesitamos ser aquellos que van al espíritu -aún que permanecen, viven allí y actúan de acuerdo a nuestro espíritu-, para disfrutar al Señor y ser llenos de Él hasta rebosar. Debemos ser constituidos con el Señor mismo como la realidad de Dios en nosotros, hasta ser constituidos por Él, a ser aquellos que pertenecen en Su Palabra, en la comunión de la vida. Necesitamos recibir una visión acerca de Su propósito, Su mover y Su anhelo. Una visión que nos regule y nos controle, la visión de la economía neotestamentaria de Dios, para la edificación de Su morada. Debemos funcionar apropiadamente en las reuniones de la iglesia, ejercitando nuestro espíritu al hablar de parte de Dios, cantar a Dios, proclamar a Dios, alabarlo… según 1Co 14:26.

Todos creceremos en la vida divina si permanecemos abiertos al infundir y al impartir de Dios. Dios necesita, no solamente, que nazcamos de nuevo, sino que maduremos. Necesitamos ser aquellos que sirven en el espíritu al adorar a Dios allí (Ro1:9) permanentemente y con veracidad (Jn 2:24). ¡Si todos llegamos a la estatura de la plenitud de Cristo, la edificación será consumada!

Dios necesita hombres santos que enciendan las lámparas santas en el Lugar Santo. Ese es Su testimonio. ¡Amén!

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Ref:
  • La palabra santa para el avivamiento matutino”, titulado “El recobro del sacerdocio con miras al edificio de Dios”, semana 4, “Hacer arder las lámparas y quemar el incienso”
  • Estudio-vida de Éxodo, pág 1269, 1272-1274
  • Libro «El sacerdocio», cap 16
  • The Priesthood and God’s Building, cap 10

El trono y el río de agua de vida hablan de Cristo, el Rey-Sacerdote

El trono y el río de agua de vida que se mencionan en Apocalipsis 22:1 se refieren a Cristo, quien es Rey y Sacerdote. Este versículo dice:

Y me mostró un río de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero, en medio de la calle.

El trono y el río

Según lo que tenemos en las Escrituras acerca de la Nueva Jerusalén, en su cuadro amplio, tomando en cuenta toda la revelación bíblica, el trono tiene que ver con la autoridad y poder reales de Cristo, Quien es la corporificación de Dios, como nuestra Cabeza. Está relacionado con Su gobierno, Su reino, la esfera donde Él rige (Rey). Esto representa Su dominio, Su sacerdocio real (Ap 22:9).
Por otro lado, el río de agua de vida, es el fluir de la vida. Esta vida es la vida divina, que es la comunión divina para que seamos llenos y completamente saturados de Dios para Su sacerdocio santo (1P 2:5) que ostenta Su imagen, es decir Su expresión. Recordemos que cuando decimos que el sacerdocio santo porta la imagen de Dios, es que Dios es la imagen, es decir la expresión, de este sacerdocio. Aquí hablamos de los redimidos, no de la función sacerdotal.

Los sacerdotes hoy

Todos los creyentes son -han de ser- sacerdotes. Cuando creemos en -recibimos a- Cristo, recibimos la entrada al sacerdocio y obtenemos toda la cualificación y el material necesario para ser en realidad sacerdotes. No existe ni una letra en las Escrituras -sí en la lógica natural- que apunten a que Dios quiere que una parte de Su pueblo escogido y redimido sea sacerdote, mientras que la otra parte forme un grupo de sacerdotes-dependientes (laicado) para acceder a Dios.
Los sacerdotes se acercan al trono de Dios en el lugar Santísimo, que está en el espíritu de cada creyente regenerado, para tocarlo. Al disfrutar de este modo a Dios, ser llenos de Dios, saturados de Dios, constituidos de Dios y rebosar de Dios, entonces Dios fluye a través de ellos hacia los demás. Esto, hermanos y amigos, es lo más maravilloso. Dios fluye. Cada creyente consagrado y sirviendo apropiadamente a Dios en su espíritu tiene una fuente en su interior que mana, que fluye, con la vida de Dios, la vida eterna, para producir vida eterna. Sólo la vida de Dios produce vida eterna en las personas caídas que viven una vida humana finita, mortal y limitada (Juan 7:37,39). ¡Aleluya! La edificación genuina de la iglesia se produce desde el trono de Dios, mediante Su fluir en nosotros, hacia otros.

En Hebreos

Hemos publicado un himno que habla de lo que Cristo es para nosotros, tal como está revelado en el libro de Hebreos. Cristo nos introduce en el Lugar Santísimo, en la comunión con Dios (He 2:17, 3:1, 4:14, 5:6, 7:1). Él fue hecho semejante en todo a nosotros, Sus hermanos, para ser nuestro misericordioso y fiel Sumo Sacerdote, que nos comprende y entiende en todo, para destruir al diablo en la carne y resolver el asunto de nuestro pecado frente a Dios, al satisfacer todos los requisitos de la justicia de Dios, haciendo la paz para que la gracia nos fuera dada. Hoy participamos del llamamiento celestial como hermanos santos, completamente separados para Dios, sin importar nuestro trasfondo.
Hemos de retener nuestra confesión -se refiere a la fe-, pues tenemos un gran Sumo Sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec, que nos bendice y que traspasó los cielos. Ahora esta sentado en el trono a la diestra de Dios. Él despojó completamente a los principados y potestades (Col 2:15) y se levantó victorioso del Hades (Hechos 2:24-27). El libro de Hebreos habla de la edificación de una Ciudad (11:9-10; 16:12:22)

En Mateo

Cristo como Rey es Emanuel, Dios con nosotros. Aquel que une a Dios con el hombre y trae la autoridad de Dios al hombre (Mt 1:1, 23, 2:6). Mientras que en Hebreos hemos visto la edificación de una ciudad, aquí vemos la edificación de la iglesia (v. 16:8). No son dos eventos separados. Dios lleva a cabo una sola edificación. Es lo que Dios está haciendo. La edificación de la Ciudad es la edificación de la iglesia. Dios edifica la iglesia porque está edificando la Ciudad. Dicho de otro modo, Él está edificando la Ciudad en la eternidad y por la eternidad mediante la edificación de la iglesia que tenemos hoy. Nosotros hemos de edificar la iglesia para que la edificación de Dios de la Ciudad Eterna sea llevada a cabo y finamente consumada. Debemos ser edificados y ser edificadores. ¡Amén!
Cristo es tanto Sacerdote como Rey. En Él están la comunión del sacerdocio y la autoridad real por causa de la edificación. La meta del sacerdocio y el reinado es el Edificio de Dios, aquello que Dios está edificando, lo que Dios quiere edificar.
Por un lado, de Cristo fluye la comunión de vida a nosotros para que lo expresemos (Su imagen), por el otro, Él nos coloca bajo Su autoridad, que es la autoridad del Trono, para que ejerzamos esa autoridad (Su dominio). Hay un principio importante aquí, que observamos que se nos escapa con facilidad. Cualquier autoridad que tengamos en Cristo proviene de Él, no de nosotros. La autoridad del Trono es ejercida a través de nosotros cuando nosotros estamos bajo Su autoridad sin fisuras. Sólo podemos permanecer bajo Su autoridad por Su gracia y en Su vida, no por ningún tipo de voto o juramento que hagamos, que siempre provienen de  hombres, así como nuestros esfuerzos propios. Cuando tomamos la resolución en nuestro corazón de colocarnos bajo la autoridad de Dios, debemos llevarlo y entregarlo al Señor, para que Él haga la obra, con / en nosotros. Desde luego, nuestra iniciativa es crucial.

La autoridad de Dios en nosotros

En la práctica es difícil dilucidar cuando lo hacemos nosotros y cuando lo hace Dios. Discutir esto a la manera de la doctrina técnica, a la manera de la filosofía, es decir, ejerciendo nuestro entendimiento natural y usando nuestra mente no renovada, fuera de la comunión divina, ha hecho perder mucho tiempo a los hijos de Dios a través de los años.
Dios lo causa, nosotros tomamos la iniciativa, nosotros lo hacemos, Dios lo hace, nosotros en Dios, dependiendo de Dios, Dios lo realiza, permanecemos en Dios, adquirimos Su imagen, cuando lo experimentamos y ejercemos Su dominio, cuando con / juntamente con / en Él estamos, llenos de Él, constituidos y rebosantes. No podemos dejar el misterio atrás. hay muchas cosas en las Escrituras que no son para que las describamos, sino para que las experimentemos.
La autoridad de Dios es única en el universo. El ejercicio de esta autoridad, cuando es auténtico y real, es completamente diferente de cualquier lógica, resorte, mecanismo natural y mental. Los creyentes que ejercen el dominio de Dios, están bajo Su dominio. Toda autoridad de Dios que esté identificada con nosotros, depositada en nosotros y mostrada a través de nosotros proviene del Trono. En Cristo sólo los esclavos fieles son reyes. ¡Aleluya! Sólo podemos ser reyes-mayordomos ejerciendo la autoridad y el poder de nuestro Señor Rey-Sacerdote. Este es un dilema como el de Gálatas 2:20. ¿Ejercemos la autoridad? Sí. ¿La ejerce Cristo en nosotros? Sí. ¿Reinamos en vida? Sí. Cristo es el que reina en /mediante nosotros? Sí. ¿Reinamos con Cristo? Sí. ¡Aleluya!

Reyes y sacerdotes

Según 1 Pedro 2:9 los redimidos son un sacerdocio real, con la posición y autoridad propias de un rey (representado por el Trono) y el agua de vida (representado por el río de agua de vida). Como un reino de sacerdotes (Ex 19:4,6; Ap 5:10) tenemos simultáneamente el reinado y el sacerdocio. Para presentar las verdades podemos distinguir entre ambas, sin embargo el objetivo de Dios es primordialmente nuestra experiencia espiritual, en la cual somos sacerdotes y reyes. Somos sacerdotes para ser reyes, y del reinado proviene el sacerdocio. Una vez más, están estrechamente relacionados e interconectados.
Para nuestra práctica, debemos ir a nuestro espíritu y disfrutar a Cristo allí, como el Espíritu mezclado con nuestro espíritu. En nuestro espíritu están todas las respuestas. Allí, en Cristo, está todo lo necesario para nosotros. Mientras más tiempo pasemos con el Señor, más del Señor tendremos. Entonces espontáneamente algo saldrá de nosotros para entregar a otros. Dios fluirá de nosotros. Este fluir está relacionado con la autoridad -y el sacerdocio- real en nosotros.
Cuando somos llenos, constituidos… y Cristo rebosa de nosotros, seremos encabezados por el Señor. Estaremos bajo Su autoridad y viviendo en ella, en la esfera de Su dominio. Sólo entonces, el ejercicio del dominio, que se nos encomendó inicialmente en Génesis, será nuestro en realidad.
Ambas, la autoridad del trono y el fluir del río edifican la Ciudad Santa. Esto corresponde con Zacarías 6:12-13, donde vemos el cargo del sacerdocio relacionado con Josué y el del reinado, relacionado con Zorobabel. Ambos son tipos de Cristo. Ambos convergen en la realidad del Señor como Rey y Sacerdote para la edificación del Templo (Zac 6:11-15). Aleluya por el Señor, Quien es Dios y hombre, Rey y Sacerdote. Quien reina y fluye como la comunión de la vida divina, para la edificación de Su Morada eterna.
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Ref:
  • La palabra santa para el avivamiento matutino, titulado “El recobro del sacerdocio con miras al edificio de Dios”,  semana 1, “El sacerdocio y el reinado con miras al edificio de Dios”
  • El sacerdocio, págs 38-41,  aquí
  • The Priesthood and God’s Building, pág 32 y caps 1-2

Un sacerdote tiene contacto con Dios

Un sacerdote es alguien que vive únicamente por los intereses de Dios y le sirve a Él (Ex 19:6; Ro 14:7-8; 2Co 5:15). Para llevar a cabo este servicio a Dios, es necesario que el sacerdote esté lleno, saturado e impregnado de Dios, para que Dios fluya desde su interior, entonces llegan a ser una expresión viva de Dios (1P 2:5, 9).

Contacto con Dios en la mezcla con Dios

Un sacerdote es alguien que tiene contacto con Dios en la mezcla con Dios. En 1 Corintios 6:17 leemos que el que se une al Señor, es un solo espíritu con Él. Tenemos en la Palabra un registro de nuestra unión con el Señor en Romanos 11:17, 19, en 6:5 y en Juan 15:4-5.En Romanos 8:4-6 se hace referencia a este espíritu mezclado. El Señor se hizo Espíritu vivificante por medio de la resurrección (1 Co 15:45; 2 Co 3:17) y está con nuestro espíritu (2 Ti 4:22). De este modo es hecho real, accesible y subjetivo para nosotros. ¡Qué bendición!
Esta unión se refiere a la unión que comienza al creer -recibir- en el Señor (Jn 3:15-16). Aquí las Escrituras no habla de una unión simbólica, sino orgánica, según vemos en Juan 15:4-5 en la figura de los pámpanos y la vid. El Señor pudo escoger una manera distinta de representar esta realidad pero allí vemos una relación (unión) con Dios que es orgánica, es decir relacionada con la vida divina. Los pámpanos y la vid no están unidos por la semántica ni los rituales. Su relación es llana y simplemente una cuestión de vida y en la vida. Así nosotros con el Señor. Este tipo de unión con el Señor resucitado sólo se puede realizar en nuestro espíritu. Cuando hablamos de mezcla con Dios hablamos las dos naturalezas, la humana y la divina, de manera inseparable, pero ciertamente distinguible.
El Señor, como el Espíritu se mezcla con nuestro espíritu. Nuestro espíritu fue regenerado por el Espíritu de Dios (Jn 3:6), el cual está ahora en nosotros (Jn 3:19), es decir, es uno con nuestro espíritu (Ro 8:16). Esta frase «es uno» puede resultar inusual para muchos. Ser uno significa que el Espíritu con nuestro espíritu se ha mezclado. Es imposible de separar. Incluso en gran parte del nuevo Testamento es muy difícil determinar si se habla de uno u otro, siempre que se refiere a la experiencia que el creyente tiene de Dios.
Gracias, Señor, que estás en nuestro interior. Gracias que Tu Espíritu ha regenerado nuestro espíritu, mezclándose con éste. Gracias que hemos nacido de nuevo por Tu vida. Gracias por esta mezcla maravillosa. Gracias que hoy te contactamos en nuestro espíritu. Gracias que vamos a Ti en nuestro interior. Gracias que eres accesible y siempre disponible a nosotros en nuestro espíritu. Señor, Te amamos y nos mezclamos contigo para ser salvos cada día, siendo llenos de Ti. Amén.

Servicio en la mezcla con Dios

El hecho de que el sacerdote pase por el lugar santo y entre en el lugar santísimo equivale a su contacto con Dios, y esto no se realiza en él mismo sino en una mezcla. El contacto que un sacerdote tiene con Dios tiene lugar en Dios (He 10:9). Cuando contactamos a Dios no lo hacemos solo de manera objetiva sino subjetiva (en nuestro interior). No contactamos a Dios aparte de Dios, sino que contactamos a Dios en Dios, es decir, en la mezcla con Dios (Jn 15:4-5). Nuestro contacto con Dios tiene lugar en la esfera de Dios. En nuestro espíritu está el Dios completo en el Hijo como el Espíritu vivificante, mezclado con nuestro espíritu, que ha sido de este modo regenerado.
Un sacerdote es alguien que está absoluta y cabalmente mezclado con Dios (Juan 14:20). El propósito de Dios consiste en mezclarse con nosotros para llegar a ser nuestra vida, naturaleza y contenido, y para que lleguemos a ser Su expresión corporativa (Ef 3:16-21; 4:4-6, 16). Esta mezcla de Dios y el hombre es una unión intrínseca de los elementos de la humanidad y la divinidad para formar una sola entidad orgánica, pero los elementos permanecen distintos en la unión (Lc 1:35 nota 2 de la Biblia versión recobro).
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Ref:
  • La palabra santa para el avivamiento matutino, titulada “El recobro del sacerdocio con miras al edificio de Dios″, semana 2: “La definición de lo que es un sacerdote”
  • El Sacerdocio, pág 11El Cristo crucificado, pág 25La Experiencia de vida, pág 171
  • Estudio-Vida de los Salmos, pág 345
  • Vivir en el espíritu, pág 17- 18, 36 y cap 5.
  • El resultado de la unión del Espíritu consumado del Dios Triuno y el espíritu regenerado de los creyentes, pág 30, 34
  • Lecciones de vida, tomo 3, lección 30
  • La esfera divina y mística, pág 54
  • Mensajes para aquellos en el entrenamiento del otoño de 1990, págs 69- 70
  • Servir en le espíritu humano, caps 5, 8
  • The Priesthood and God’s Building caps 9-10
  • The Collected Works of Witness Lee, tomo 2, págs 456-457.
  • The Collected Works of Witness Lee, tomo 2, «Functioning in Life as Gifts Given to the Body of Christ», caps 7-8
  • The Collected Works of Witness Lee, 1978, tomo 1, «Basic Training», págs 314-315.
  • The Collected Works of Witness Lee, 1970, tomo 3, «The Ministry of the New Covenant and the Spirit», cap 1
  • The Priesthood and God’s Building, caps 1, 8-15
  • Experiencing the Mingling of God, with Man for the Oneness of the Body of Christ, págs 34, 93 y caps 4-5
  • The Central Line of the Divine Revelation, pág 193
  • A Living of Mutual Abiding with the Lord in Spirit, caps 4-5
  • The Practical Way to Live in the Mingling of God with Man, cap 3.

Cristo es el disfrute de los sacerdotes

Sin duda alguna, Pablo era alguien que disfrutaba al Señor y exhortaba a los otros hermanos a que estuvieran también en el gozo del Señor (Fil 3:1). Él repetía y enfatizaba esto a los santos por amor de ellos, en Cristo. Eso no era molestia para él. Ahora.. ¿Cómo no ser molestia el hacer algo una y otra vez, repetir lo mismo vez tras otra? El secreto está en el disfrute de Cristo, que nos limpia, nos anima, nos purifica y nos infunde con las riquezas de Dios.
Hemos visto anteriormente que un sacerdote es alguien que sirve a Dios al disfrutar a Dios en Cristo. El resultado de este disfrute es que podemos ministrar Cristo a los santos. Realizar esto:
  • Edifica
  • No causa división
  • Vivifica
  • Enseña apropiadamente ministrando Cristo
  • Redarguye porque revela a Cristo
  • Adiestra a los santos en la función apropiada
Cuando somos uno con Dios y disfrutamos a Cristo como Pablo, servimos con el énfasis adecuado, sin un plan propio y sin un liderazgo tendencioso. Pablo era tal sacerdote al disfrutar a Cristo.

El disfrute de Cristo es crucial

Nosotros como sacerdote debemos disfrutar a Cristo. En el disfrute de Cristo obtenemos el material necesario para la edificación. Este material es Cristo en nosotros como vida, la Palabra viviente en nosotros para transmitir. Esta transmisión debe ser la imagen de Dios en nosotros, Su expresión, producto de pasar tiempo ministrando a Cristo en nuestro espíritu, para que Dios pueda hablar y nosotros lleguemos a ser Su expresión, para llevar a delante la obra del ministerio, que es la edificación del Cuerpo de Cristo, de manera actualizada, es decir, intensificada para vencer en el entorno hostil que es el mundo. No comprometamos nuestro tiempo con el Señor de ninguna manera. Hemos de ser en general personas flexibles y adaptables, pero en cuanto a nuestro tiempo con el Señor, debemos ser muy firmes y decir «¡No!» cuando alguien o algo nos presione para eliminar ese tiempo de nuestra agenda. Si no pasamos tiempo con el Señor, no hay nada más.

El gozo del Señor es seguro

El gozo del Señor es la consecuencia de nuestro disfrute. Cuando el apóstol dice a los santos que es seguro para ellos regocijarse en el Señor, es porque este regocijo en el Señor es para ellos una salvaguardia, una seguridad. Muchas veces, siguiendo la lógica natural, la tradición heredada, el pensamiento del hombre caído, sobre la base de los rudimentos de nuestra mente no renovada, creemos en un sentido contrario. Nos imaginamos que lo más seguro es ser exigentes con los santos, en cuanto a fórmulas exteriores -entiéndase, ropa, peinado, calzado, gestos…-; o restringir, aún prohibir, a los hermanos el ir a ciertos lugares, no usar ciertas palabras, repetir ciertas «fórmulas mágicas”, hacer que guarden ciertos días o que se abstengan de comer ciertos alimentos. Esto, queridos amigos y hermanos, no es lo más seguro. Esto no pasaría la prueba del fuego.
Lo más seguro para llevar una vida apartada para el Señor, sirviéndole apropiadamente como sacerdotes, victoriosos en Cristo, es ir a nuestro espíritu regenerado, contactar al Señor y disfrutarlo. Disfrutamos a Cristo cuando estamos en el espíritu, cuando invocamos Su nombre, cuando pasamos tiempo en la Palabra con oración y súplica, abriéndonos al Señor para recibir Su infusión de vida en nosotros, permitiendo así al Señor crecer en nosotros como vida. De este modo seremos regulados por Cristo como la vida divina en nosotros, guiados por ella, ocupados en ella, llenos, saturados y rebosantes de vida. Aquí alcanzaremos ese gozo inefable, y paz. En ese momento y de ese modo, estaremos seguros del mundo, del pecado, del maligno, del yo…

Todos los santos han de servir

En el libro de Efesios, capítulo 3, versículo 8 leemos: “A mí, que soy el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar a los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo. ¡Qué gran patrón tenemos en Pablo! Era un hermano que permanecía en el Señor. Veía a Cristo y a sí mismo de una manera tan clara y sobria. Este versículo contienen varios puntos importantes, pero nuestra carga ahora va en dirección al Pablo sacerdote, cuyo funcionamiento en el Señor nos traía las inescrutables riquezas de Cristo.
Sabemos que en Cristo hay inescrutables riquezas, pero ¿había también esas inescrutables riquezas en Pablo para que él nos las pudiera transmitir a nosotros? Podemos hacernos otra pregunta: ¿Era Pablo un creyente tan único que Dios le confió y depositó en él todas Sus riquezas, de manera privativa, para que pudiera él pasarla a nosotros? Veamos, sí y no. Sí era un creyente excepcional. No era único en su especie ni recibió algo diferente de lo que los demás santos pueden recibir de Dios. Sí, hay inescrutables riquezas en Cristo. No, Pablo no era exclusivamente alguien que las recibía y las transmitía. Sí, Pablo era un sacerdote apropiado. No, no estaba solo en este honroso oficio.
Oremos mientras leemos este versículo. Abrámonos al Señor de una manera cabal y recibamos esta palabra en el espíritu para tener comunión con Él. Que la Palabra viviente nos vivifique. En el mismo versículo en que Pablo declara que anuncia las inescrutables riquezas, él dice ser “el más pequeño de todos los santos” y que la gracia (Ef 3:2) no era suya, ni producto de algún método muy efectivo, sino que le “fue dada”. ¡Aleluya! ¡No se goza usted?! Es maravilloso.
Todo los santos podemos recibir la misma gracia dada a Pablo. Es cierto que Pablo era el más pequeño y último de los apóstoles (1Co 15:9). El único que no anduvo con Cristo en Su ministerio terrenal, pero no era, en cuanto a su ministerio, inferior a éstos (2Co 11:5; 12:11). Recibimos la misma gracia que Pablo. Otra cosa es que no recibimos los mismos dones que él recibió.

Lo que Pablo anunciaba

Al contrario de lo que hoy nos pueda parecer, al margen de las impresiones que tengamos, el apóstol Pablo no anunciaba doctrinas, sino las inescrutables -insondables- riquezas de Cristo. Estas riquezas (Ef 1:7, 2:7) es lo que Cristo es para nosotros, como por ejemplo luz, vida, justicia y santidad y todo lo que tiene para nosotros. Además incluimos todo aquello que Él ha llevado a cabo, completado, logrado y obtenido para nosotros.
Debemos ver que Cristo no es solamente el hombre histórico que caminó por las tierras de Judea, Samaria y Galilea hace muchos años; ni siquiera es meramente el Cristo anunciado en los evangelios que entró al mundo de manera extraordinaria, vivió de forma impecable, realizó milagros, cautivó personas, controló los elementos y murió en la cruz sin merecerlo.
Necesitamos ver que Cristo hoy es más que eso, porque el proceso de Dios, que entró en la humanidad mediante la encarnación, vivió como el tabernáculo real, siendo la vida, continuó así fluyendo hasta pasar por la muerte, la resurrección, la ascensión, hasta Su regreso a los hombres como el Espíritu vivificante, el Consolador, abogado, Sumo sacerdote y Rey, todo-inclusivo, accesible, maravilloso y suficiente, para morar y mezclarse con nuestro espíritu y hacer Su hogar en nuestros corazones.
En el espíritu y con veracidad debemos adorarle y así servirle a Dios al disfrutarlo. Un sacerdote es alguien que disfruta a Cristo.

¿Por qué no?

La única razón por la que el disfrute de Cristo hoy no es nuestra principal -única- actividad es porque no vemos suficiente. Hay velos sobre nosotros. Debemos volver nuestros corazones al Señor de manera cabal, para que los velos sean quitados, y el maravilloso Cristo sea revelado a nosotros de manera fresca y nueva, le recibamos, vayamos a Su encuentro, lo contactemos, lo disfrutemos, seamos llenos de Él hasta rebosar, que sea nuestra vida y nuestro vivir, para llegar a ser nuestra expresión… y de este modo poder anunciar y ministrar Sus inescrutables riquezas a otros, en la completa seguridad de nuestro gozo en el Señor.
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Ref:
  • La palabra santa para el avivamiento matutino, titulada “Estudio de cristalización de Éxodo tomo 2″, semana 12: “Un reino de sacerdotes”
  • El avance del recobro del Señor hoy, caps 1-2
  • El sacerdocio, pág 54, disponibles para leer online aquí
  • The Collected Works of Witness Lee, 1965, tomo 2, págs 455, 459 y 461
  • The Collected Works of Witness Lee, tomo 2, “Functioning in Life as Gifts Given to the Body of Christ, caps 7-8

Un sacerdote sirve por medio de Cristo como realidad de las ofrendas

Un sacerdote sirve por medio de Cristo. Este principio es fundamental. No servimos por medio de nuestras capacidades naturales, o por medio del apoyo familiar, o por medio de nuestras buenas intenciones, ni siquiera por medio de un ideal elevado que tengamos. Servimos por medio de Cristo. Si quitamos a Cristo de la ecuación, nuestro servicio sacerdotal desaparece, espontáneamente se esfuma.

En 1Pedro 2:5

En la primera epístola de Pedro, vemos en el capítulo 2, versículo 5 cuatro entidades o asuntos que son verdaderamente asombrosos: 1) Piedras vivas; 2) edificados como casa espiritual; 3) sacerdocio santo y 4) sacrificios (espirituales) aceptables por medio de Jesucristo. Esto se refiere a nosotros.

Al creer, el Señor viene a nosotros como espíritu vivificante cuando creemos y somos vivificados gradualmente por Él, quien es el sacerdote divino, en Su sacerdocio lleno de vida para vivificarnos y solucionar el problema de la muerte y sus resultados (Ro 8). Ya no somos ladrillos polvorientos, barro con forma, sino piedras de edificación y piedras vivas, vivientes, igual que Cristo. Por medio de la regeneración recibimos la simiente de vida, que crece en nosotros para nuestra transformación de barro en piedras, y piedras vivas. Cuando nosotros los creyentes nos alimentamos de Cristo tomando la leche nutritiva de la Palabra de Dios crecemos en vida y somos edificados (1P 2:52; 1Co 3:9; Ef 2:20-22, 4:16; Col 2:7). El crecimiento tiene como fin la edificación de Su Casa (Gn 28:19, 22; 1Ti 3:15; 1P 4:17).

El sacerdocio santo

Aquí se refiere al grupo de sacerdotes, no a la función u oficio sacerdotal. El sacerdocio santo es la casa espiritual. En el Nuevo Testamento se usan tres palabras griegas con relación al sacerdocio: ierosúne, en He. 7:12, se refiere al oficio sacerdotal; ieratéia, en He. 7:5, se refiere al servicio sacerdotal; y ieráteuma, aquí y en el v. 9, se refiere a la asamblea de los sacerdotes, el cuerpo de sacerdotes, un sacerdocio. El cuerpo coordinado de sacerdotes, constituidos de Cristo es la casa espiritual edificada. Aunque Pedro no dirigió sus dos epístolas a la iglesia, ni usó el término iglesia en este versículo al recalcar la vida corporativa de los creyentes, sí usó las expresiones casa espiritual y sacerdocio santo, para referirse a la vida de la iglesia. No es la vida espiritual vivida de una manera individualista sino de una manera corporativa, la que puede cumplir el propósito de Dios y satisfacer Su deseo. Él desea una casa espiritual que sea Su morada, un cuerpo de sacerdotes, un sacerdocio, para Su servicio. La perspectiva de Pedro con respecto al servicio corporativo de los creyentes en coordinación es la misma que la de Pablo en Ro. 12. Este servicio nace de tres pasos vitales en la vida espiritual: el nuevo nacimiento (v. 2a), el crecimiento en vida al ser nutrido con Cristo (v. 2b) y la edificación con los creyentes.

La mayoría de nuestras Biblias dicen: “edificados como casa espiritual hasta ser un sacerdocio santo” o “casa espiritual y sacerdocio santo” o “casa espiritual, sacerdocio santo”. En cualquiera de los casos lo que la Palabra transmite es que la casa espiritual es el sacerdocio santo. ¿Somos edificados como casa espiritual? ¡Sí! ¿Somos edificados como un sacerdocio santo? ¡Sí! ¿Dios lleva a cabo dos edificaciones paralelas? ¡No! Entonces la casa espiritual es para el sacerdocio santo y el sacerdocio santo es para la casa espiritual. Más claramente, la casa espiritual es el sacerdocio santo y el sacerdocio santo es la casa espiritual. Si la casa espiritual está siendo edificada es que el sacerdocio santo está siendo edificado. Cuando es edificado uno es edificada la otra. La Casa es el sacerdocio y el sacerdocio es la Casa. ¡Aleluya! Esta es una visión asombrosa. Somos liberados cuando Dios quita los velos de nuestros ojos. Recuerdo el himno que dice: “¡Cuando el corazón se vuelve al Señor el velo quitado será!”. Que seamos todos aquellos que no tenemos velos delante de nuestros ojos para ver que la edificación del sacerdocio santo es la única edificación que Dios lleva a cabo hoy.

La casa es espiritual porque es santa, porque el término espiritual denota la capacidad de la vida divina de vivir y crecer. Santo denota la capacidad de la vida divina para separar y santificar. La Casa de Dios subsiste principalmente  por la vida divina, por ello es espiritual. El sacerdocio subsiste principalmente por la naturaleza divina, por eso es santo. ¡Oh, el sacerdocio es santo, no simbólicamente, no ritualmente, sino en realidad, en la vida y naturaleza divinas y santas!

Sacrificios espirituales

Los sacrificios espirituales que los creyentes ofrecen en la era neotestamentaria, que son aceptables (Is. 56:7; Ro. 12:1; 15:16) ante Dios, conforme a la economía de Dios son: (1) Cristo como la realidad de todos los sacrificios de los tipos antiguotestamentarios (Lv 1-7), tales como el holocausto, la ofrenda de harina, la ofrenda de paz, la ofrenda por el pecado y la ofrenda por la transgresión (Lv. 1— 5); (2) los pecadores que son salvos mediante nuestra predicación evangélica, ofrecidos como miembros de Cristo (Ro. 15:16); y (3) nuestro cuerpo, nuestras alabanzas y lo que hacemos para Dios (Ro. 12:1; He. 13:15-16; Fil. 4:18)”. Nosotros como sacerdotes hemos de ejercer nuestro oficio mediante Cristo como la realidad de todas las ofrendas.

Señor, queremos un servicio apropiado para el cumplimiento de Tu propósito. Señor, atráenos a Ti. Necesitamos ir a Ti para tomarte como la realidad de las ofrendas. Nos abrimos a Ti para recibirte. Sigue infundiéndote en nosotros para que Te sirvamos por medio de Ti mismo como la realidad de todas nuestras ofrendas.

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Este post contiene algunos apuntes del autor, en las porciones que ha disfrutado,
en su lectura, oración y estudio de La palabra santa para el avivamiento matutino,
titulada “Estudio de cristalización de Éxodo tomo 2″,
semana 12: “Un reino de sacerdotes”,
disponible en versión kindle aquí, y en versión impresa aquí,
con los versículos señalados y notas correspondientes de la Biblia versión recobro,
disponible para comprar en España aquípublicado por Living Stream Ministry,
además de los libros:

  • El avance del recobro del Señor hoy, caps 1-2
  • El sacerdocio, pág 54, disponibles para leer online aquí.
Referencias en ingles, disponible aquí:
  • The Collected Works of Witness Lee, 1965, tomo 2, págs 455, 459 y 461
  • The Collected Works of Witness Lee, tomo 2, “Functioning in Life as Gifts Given to the Body of Christ, caps 7-8.

Un sacerdote genuino sirve a Dios cuando disfruta a Dios en Cristo

En la entrada anterior compartimos una relación abreviada de lo que es -y hace- un sacerdote auténtico. Lo primero que debe hacer un sacerdote es disfrutar a Dios en Cristo mediante el Espíritu en su espíritu regenerado. Esto es lo normal. A veces parece que ser sacerdote es algo muy complejo. En términos de lo profundo y elevado que este asunto es, debemos admitir que es complejo, sin embargo, como toda revelación de Dios, el punto central y práctico es nuestra experiencia.

Somos sacerdotes

Somos sacerdotes para experimentar a Dios y experimentamos a Dios para ser sacerdotes. Dios necesita sacerdotes que edifiquen. Cuando esto ocurre, ellos son edificados como Casa espiritual, que es la morada mutua y eterna de Dios y los hombres.

¿Cómo saber si soy llamado para servir?

Todos los creyentes deben servir a Dios. ¿Cómo servirlo? Primeramente yendo a Dios, contactando a Dios y disfrutando a Dios para estar lleno de Dios y que Dios rebose en nosotros. Entonces Dios llegará a ser nuestra constitución, nuestra vida y nuestra expresión. Todos debemos aprender esta «habilidad espiritual básica», para que Dios pueda expresarse mediante nosotros.

Dios nuestra imagen, nuestra expresión

Dios se expresará a través de nosotros cuando pueda fluir desde nosotros. Dios se quiere forjar en nosotros para expresarse en nosotros y así nosotros llegamos a ser la expresión de Dios. Es crucial para Dios forjarse en el hombre para la edificación de Su Casa. Espero que muchos de nosotros recibamos esta carga y nos abramos al Señor de manera urgente para que Dios nos revele lo que está en Su corazón.

Disfrutar a Dios en Cristo

Un sacerdote es alguien que sirve a Dios cuando disfruta a Dios en Cristo. No es casual que el primer punto del desempeño práctico de un sacerdote que abordamos aquí sea el disfrute de Dios. Toda la experiencia, naturaleza, condición y función sacerdotal dependen directamente de nuestro disfrute de Dios. Disfrutamos a Dios cuando lo adoramos, lo recibimos, permanecemos con Él, sentimos Su presencia, somos contagiados de Su persona maravillosa cuando somos infundidos por Él, llenos de Él.

Pablo servía en su espíritu

En Romanos 1:9 vemos que Pablo servía a Dios en su espíritu, en el evangelio de Su Hijo. Notemos que nunca dice que lo servía de acuerdo a la idea bíblica del evangelio, o siguiendo el plan doctrinal del evangelio a través de muchos esfuerzos. Tampoco dice que él servía en el Espíritu Santo. La palabra griega “servir” significa servir en adoración. «Esta palabra está también usada en Mt 4:10; 2 Ti 1:3; Fil 3:3; Lc 2:37.

La predicación de Pablo era su adoración a Dios

Pablo consideraba su predicación del evangelio como adoración y servicio a Dios, no meramente como una obra”. Pablo servía en su espíritu en el evangelio. Necesitamos leer este versículo con oración, para tener la luz necesaria, y en Su gracia, siendo muy sobrios delante de Dios, recibir la Palabra pura de manera apropiada. Pablo servía en su espíritu, el espíritu regenerado de Pablo, el espíritu humano de Pablo que había sido ocupado por el Espíritu vivificante y mezclado con Él. Aquí no nos referimos al «Espíritu de Dios, sino al espíritu regenerado de Pablo. 

Espíritu, corazón, alma, mente, emoción…

El espíritu es diferente del corazón, del alma, de la mente, de la parte emotiva, de la voluntad y de la vida natural. Cristo y el Espíritu están con los creyentes en el espíritu humano regenerado de ellos (2 Ti. 4:22; Ro. 8:16). En este libro Pablo recalcó que todo lo que somos (2:29; 8:5, 6, 9), todo lo que tenemos (8:10, 16), y todo lo que hacemos para Dios (v.9; 7:6; 8:4, 13; 12:11) debe darse en este espíritu. Él no servía a Dios en su alma por el poder y capacidad del alma, sino en en su espíritu regenerado por medio del Cristo que moraba en él, el Espíritu vivificante. Este es el primer punto importante de su predicación del evangelio.

El Espíritu y el fruto del Espíritu

Por otro lado, Gálatas 5:22 habla del fruto del Espíritu (Espíritu con mayúscula), en nueve aspectos, que son expresiones diferentes del Espíritu, Quien es vida en nosotros. De la misma manera que la carne es la expresión del viejo Adán, el Espíritu es Cristo (1Co 15:45) hecho real para nosotros. En realidad, a Cristo se le vive como el Espíritu en nuestro espíritu.

Los aspectos del fruto del Espíritu presentado por puntos son las misma características de Cristo. Cuando uno disfruta el Espíritu, esto ocurre en nuestro espíritu. Cuando disfruta al Espíritu, disfruta al Hijo, Quien es el Dios completo y el hombre perfecto hecho disponible, accesible y subjetivo para nosotros como el Espíritu. Al Espíritu recibimos cuando creímos y regenera nuestro espíritu. Amén. Pablo servía en su espíritu, en adoración. Nosotros, como sacerdotes hemos de hacer lo mismo. ¡Aleluya!

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Ref:
  • La palabra santa para el avivamiento matutino,“Estudio de cristalización de Éxodo tomo 2″, semana 12: “Un reino de sacerdotes”
  • El avance del recobro del Señor hoy, caps 1-2
  • El sacerdocio, pág 54
  • The Collected Works of Witness Lee, 1965, tomo 2, págs 455, 459 y 461
  • The Collected Works of Witness Lee, tomo 2, “Functioning in Life as Gifts Given to the Body of Christ, caps 7-8.

Un sacerdote es alguien especial que tiene ciertas funciones

Entramos al sacerdocio por la redención

La redención

Nadie puede convertirse en sacerdote de Dios por elección o decisión propia. La única puerta de entrada al sacerdocio es la redención. Todos los redimidos pueden -deben- ser sacerdotes de Dios. Es posible que el número de redimidos sea mayor que el número de sacerdotes que están viviendo y funcionando como tal, pero el número de sacerdotes nunca puede ser mayor que el de los redimidos. A Dios le corresponde seleccionarnos, elegirnos, redimirnos, salvarnos y capacitarnos para el sacerdocio. No existe una vía alternativa. El sacerdocio es de Dios, por Dios y para Dios, con nosotros y para nosotros.

Clase intermedia

El único caso en que aparecerá una clase de servidores de Dios, que van a la presencia de Dios, ministran a los hombres y participan en todos los asuntos de la administración divina, que es distinta de otra parte de los creyentes enseñada a depender de los primeros para contactar, recibir y disfrutar a Dios, entonces estamos ante un panorama de degradación de la iglesia. La única manera en que el propósito de Dios se cumplirá es que todos los santos sean sacerdotes activos y apropiados.

Un sacerdote es alguien que sirve a Dios…

  • Cuando disfruta a Dios en Cristo (Ro 1:9; Ga 5:22)
  • Por medio de Cristo como realidad de las ofrendas (1P 2:5)
  • Con Cristo, mediante Cristo, por Cristo (Fil 1:8, Col 1:27-28; 2:9-10).

Un sacerdote es alguien que tiene una relación íntima con Cristo.

  • Disfruta a Cristo (Fil 3:1; Ef 3:8).
  • Vive por Cristo -Cristo es su comida, su vestido y su morada (Jn 6:57b; Ga 3:27; Jn 15:4).

Un sacerdote es alguien que contacta y se mezcla con Dios.

  • Contacta a Dios al mezclarse con Dios (1 Co 6:17)
  • Está absolutamente y completamente mezclado con Dios (Jn 14:20).

Un sacerdote es alguien que está vinculado de manera única con la morada de Dios.

  • Llega a ser parte de la morada de Dios, la casa de Dios (1P 2:5).
  • Edifica la morada de Dios (Ef 2:21-22).

Un sacerdote es alguien que testifica de Dios.

  • Porta en sí mismo el testimonio de Dios (Ap 1:2, 9).

Un sacerdote es alguien que ministra…

  • Cristo mismo a los demás (Ro 15:16; 2Co 4:5).

Un sacerdote es alguien que introduce la comunión de Dios y el hombre.

  • Introduce al hombre en comunión con Dios y que introduce a Dios en comunión con el hombre (1Jn 1:3).

Un sacerdote es alguien que labora.

  • Es un sacerdote del evangelio de Dios (Ro 15;16).

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Ref:
  • La palabra santa para el avivamiento matutino,“Estudio de cristalización de Éxodo tomo 2″, semana 12: “Un reino de sacerdotes”
  • El avance del recobro del Señor hoy, caps 1-2
  • El sacerdocio, pág 54
  • The Collected Works of Witness Lee, 1965, tomo 2, págs 455, 459 y 461
  • The Collected Works of Witness Lee, tomo 2, «Functioning in Life as Gifts Given to the Body of Christ, caps 7-8.

Un reino solamente de sacerdotes

Un reino de sacerdotes, apartados para Dios.

En Éxodo 19:6 dice: «Vosotros me seréis un reino de sacerdotes«. Dios escogió a Israel para que fuese un pueblo distinto. Dios nunca tuvo el propósito de que Israel fuera como las demás naciones. La intención de Dios nunca fue hacer que Su pueblo escogido fuera igual que el resto, sino un pueblo distinto, un pueblo enteramente formado de sacerdotes. Esto marcaría una distancia entre Israel y las naciones.

El deseo de Dios es que la nación completa fuera un grupo de sacerdotes -todos apartados y santificados para Dios. Ellos sin duda serían diferentes de las otras naciones.
“Dios se deleita en separar a los hombres de la tierra para Su servicio, y se complace en ver [que todos] vivan dedicados a Sus asuntos”

Israel perdió el sacerdocio

La situación en Israel se deterioró. Durante mucho tiempo sólo los levitas tenían acceso al tabernáculo. Las restantes tribus estaban excluidas. Esto es un panorama de lo más triste. Sólo un pequeño grupo dentro del total podía ejercer como sacerdote. El resto dependía de los de la tribu de Leví. Su acceso estaba por ello muy limitado. Pedro en su primera epístola nos dice que “somos real sacerdocio” (2:9). Juan, poco antes de morir nos dice que somos un reino, sacerdotes para nuestro Dios y Padre (Ap 1:6). El sacerdocio universal, universalmente asumido, recibido, respondido y practicado es una gran victoria de Dios. Una clase intermedia de sacerdotes, por encima del resto de los creyentes, constituye un fracaso para Dios hoy, y un deleite para el enemigo. Sólo cuando caemos, retrocedemos, somos tibios, corruptos o estamos degradados, necesitamos que otro asuma el papel de contactar a Dios en nuestro lugar. Hemos de decir “¡No!” de manera firme a cualquier clase de intermediación.

Recobro mediante la iglesia

El Antiguo Testamento es sólo un cuadro, la realidad de esto se haya en el Nuevo Testamento. La realidad del sacerdocio está en la iglesia hoy. Esta misma intención de Dios se ha trasladado completamente a la iglesia hoy: Obtener un sacerdocio. Israel, mediante su pecado, anuló e imposibilitó el deseo original de Dios de establecer una nación sacerdotal. Esto está siendo recobrado hoy mediante la iglesia. Por ello el llamado de Dios es que todos los hijos de Dios hoy deben ser sacerdotes, que vivan apartados del mundo para Dios, aparte de los asuntos mundanos e inmundos y dedicados a los intereses de Dios para el propósito de Dios.
Los redimidos son una nación completamente destinada a esperar, seguir y servir sólo a Dios (Ro 1:9) donde todos sean estos sacerdotes, que van a Dios, reciben a Dios, son llenos de Dios y están dedicados por completo a Dios. El Señor nos introdujo en el sacerdocio mediante Su obra redentora (Ap 5:10) para que todos los llamados -no algunos de ellos, no los más capacitados, no los más dotados..-, sean sacerdotes. Si somos sobrios y tenemos una visión clara, podemos responder a la siguiente pregunta de la siguiente manera:
¿Cuántos sacerdotes debe haber? Exactamente el número de los redimidos por la sangre del Cordero.

En la presencia del Señor

Cuando permanecemos -y aún vivimos- en la presencia del Señor, entonces llegamos a ser un reino de sacerdotes para Dios. Allí hay un disfrute mutuo difícilmente descriptible y ciertamente imposible de encontrar en otro sitio. Dios es nuestra porción, para nuestro suministro adecuado y suficiente. Nosotros somos Su tesoro. ¡Aleluya, esto es maravilloso!

 ¿Qué somos?

En cuanto a nuestra persona somos hijos de Dios y en cuanto a nuestra ocupación somos sacerdotes. Así que hemos sido llamados para recibir al Dios Triuno como el Espíritu, Quien es el Hijo con el Padre, y esa es la vida divina disponible mediante la cual somos regenerados para llegar a ser hijos verdaderos de Dios, engendrados, no adoptados (Ef 1:5; He 2:10), cuya única ocupación sea el sacerdocio (Ap 1:5-6; 5:10).

Un sacerdote

¿Qué es un sacerdote? No es propiamente un cura tradicional o alguien que trabaje para Dios, ni siquiera alguien profesional que de manera continua reciba un salario.
«Para entender lo que es un sacerdote, necesitamos ver el plan eterno de Dios (Ef. 3:11; Gn. 1:26): El plan de Dios consiste en forjarse a Sí mismo en un grupo de personas a fin de ser la vida de ellas y que ellas puedan ser Su expresión (Ef. 3:16-17a, 21; Col. 3:4)”.
El hombre está diseñado y creado para recibir a Dios, ser lleno de Dios, saturado de Dios, empapado, constituido y absolutamente ocupado y poseído por Dios, y para que, como resultado, Dios fluya de él. Cuando Dios fluye de nosotros, estamos expresando a Dios, es decir, Dios mismo llega a ser nuestra expresión, como resultado de ser nuestra vida y nuestro vivir.
La Biblia de principio a fin nos muestra que Dios quiere obtener un sacerdocio. Todas las cosas gloriosas en la Biblia están relacionadas con el sacerdocio (Ap. 21:11; 22:3b). El hombre fue destinado y creado para recibir a Dios, para ser lleno, saturado y empapado de Dios, y para que Dios fluyera de su interior a fin de ser una expresión viva de Dios; ésta -dice- es una breve definición de lo que es un sacerdote.
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Ref:
  • La palabra santa para el avivamiento matutino, “El recobro del sacerdocio con miras al edificio de Dios”, semana 2, “La definición de lo que es un sacerdocio”
  • Estudio de cristalización de Éxodo, tomo 2
  • Mensajes para edificar a los nuevos creyentes, de Watchman Nee, tomo 3, págs 952-953
  • The Collected Works of Watchmen Nee, tomo 57, págs 199-200
  • The Collected Works of Watchmen Nee, tomo 57, pág 201

El sacerdocio y el reinado producen la imagen y el dominio de Dios

Nuestro Señor es maravilloso. Su plan es maravilloso. Cuando vamos a Él y tenemos comunión con Él, es tan dulce, tan indescriptiblemente satisfactorio. Las personas que prefieren entretenimientos y conductas independientes de Dios es porque no han probado la exquisita y absolutamente superior experiencia de recibirlo, disfrutarlo, ser llenos de Él, sostenidos por Él y guiados por Él. No se trata de explicaciones, ni de religión, ni de hacer cosas u observar determinados preceptos, está relacionado con ser llenos del Dios disponible cada día, para que el nos suministre con todo de una manera tan disfrutable. La comunión interior con Dios, el fluir de Dios en nosotros es simplemente lo más excelente y magnífico que podamos tener, lo cual proporciona la extraña certeza de peso y coherencia que de otra manera no se siente. ¡Señor, e amamos, te recibimos, atesoramos tu presencia y tu comunión! ¡No queremos perder tu comunión en nuestro interior! ¡Sigue fluyendo desde nuestro interior, sigue regándonos y llenándoos durante todo el día! ¡Eres tan precioso para mí! Gracias, Señor.

Ya habiamos compartimos los aspectos principales de Cristo, como renuevo doble, de Jehová y de David, para cumplir el propósito de Dios, siendo nuestro Sumo Sacerdote Real. Vimos que todos los tipos de sacerdocio en el registro bíblico están incluidos en Cristo para llevar a cabo la economía de Dios, comenzando por resolver el asunto de nuestro pecado al ofrecerse como Ofrenda ante Dios, aceptada por Dios, derrotar al enemigo de Dios, y llegar a ser el Espíritu vivificante, al cual recibimos al creer, para ser suministrados con todas las riquezas de Dios, y ser salvos por completo del mundo, el pecado, el yo, la muerte y los resultados de la muerte. En este proceso, que incluye la encarnación, el vivir humano, la crucifixión, la resurrección, la ascensión y el regreso como el Espíritu, para traer al Dios Triuno a nosotros, para poder llenarnos Consigo mismo hasta rebozar, constituirnos, ocupar y poseer todo nuestro ser, para cumplir el deseo del corazón de Dios, para que nosotros seamos los sacerdotes reales hoy y nación santa, y anunciemos las virtudes de Aquel que nos llamó de las tinieblas a Su luz admirable, y así muchos puedan recibir a Dios, al ser convictos de pecado y juicio, recibir al Señor y funcionar apropiadamente como los sacerdotes de hoy, con vistas a la edificación de Su Casa.

Imagen y dominio

Fuimos creados a Su imagen para ejercer dominio

«El sacerdocio y el reinado tienen como finalidad la imagen de Dios y Su dominio. El sacerdocio hace que el hombre tenga la imagen de Dios y el reinado hace que el hombre tenga el dominio de Dios” para llevar a cabo la intención original de Dios.

En Génesis 1:26 vemos 2 aspectos principales relacionados con la creación del hombre: Imagen y dominio. «La imagen tiene como objetivo la expresión de Dios y el dominio tiene como objetivo la representación de Dios, a fin de derrotar a Su enemigo”. Cuando el hombre fue creado, a la imagen de Dios fue creado. Dios quiere expresarse a través del hombre. Cuando recibimos al Señor y nos abrimos a Él y lo disfrutamos, Él se expresa en nosotros. «La imagen tiene como objetivo la expresión de Dios».
Fuimos creado para ejercer dominio. Ninguna otra criatura fue creada para ejercer dominio. Cuando Dios nos hizo, esto fue una etapa muy especial de la creación, porque colocó un espíritu dentro de nosotros, lo cual generó un alma, que es la clase de vida superior -más compleja y elevada- en la creación. Fuimos colocadas en el centro del Edén, frente al árbol de la vida, cuyo fruto representa y contiene la vida divina. «[Este ] dominio tiene como objetivo la representación de Dios a fin de derrotar a Su enemigo”.

Imagen y sacerdocio

“El sacerdocio tiene como objetivo la imagen -la expresión- de Dios”. ¿Cómo es esto? Es probable que algunos ni siquiera han visto nunca esta relación entre el sacerdocio y la imagen de Dios. Un sacerdote es aquella persona elegida y escogida por Dios para intermediar entre Dios y los hombres, y servir. Esta intermediación, siguiendo el registro bíblico, tiene 2 órdenes diferentes, el de Aarón y el de Melquisedec. El sacerdote de Aarón presenta las ofrendas de los hombres frente a Dios para resolver el pecado de los hombres. El de Melquisedec, más elevado, consiste en venir de parte de Dios, con la autoridad y el poder de Dios, para impartirnos Dios a nosotros.
El sacerdote que va a Dios en representación de los hombres resuelve el problema del pecado de los hombres y es para beneficio de los hombres. El sacerdote que ha ido a Dios y que ha sido lleno de Dios, saturado de Dios y rebozando de Dios, adquiere el poder y la autoridad de Dios, la autoridad real que tiene que ver con el reinado, para suplir al hombre. Recordemos a Melquisedec, cuando sale al encuentro de Abram. Él era un rey y sacerdote del altísimo, es un tipo de Cristo y representa el sacerdocio divino, que -a diferencia del de Aarón- no está relacionado con las ofrendas de los pecadores hacia Dios, sino con el suministro de Dios a los hombres para la salvación completa de ellos. ¡Aleluya!
¡Todos, en la práctica, debemos ser estos sacerdotes! Dios sólo puede ser apropiadamente expresado cuando el hombre va a Dios y le permite fluir por medio de él. Esto ocurre cuando contactamos a Dios, nos mezclamos con Dios y somos así transformados y conformados a la imagen de Cristo. Como un reino de sacerdotes, o un sacerdocio real, somos la expresión de Dios, Su manifestación hoy, Su habitación y morada. «Somos Su Casa espiritual como el sacerdocio santo». Por ello el sacerdocio tiene como objetivo la expresión de Dios, lo que está relacionado con Su imagen.

Reinado y dominio

Después de considerar el sacerdocio como la vía que usa Dios para alcanzar Su expresión -la línea del sacerdocio es la de la de la imagen-, veamos que “El reinado tiene como objetivo la autoridad del Señor, Su dominio. Los reyes representan a Dios junto con Su autoridad y poder para derrotar a Su enemigo (Mt 28:19-20; Ro 16:20)». Así que la línea del reinado es la del dominio.
Un rey recibe poder y autoridad para reinar de parte de Dios. Los creyentes que reinan en la vida de Dios, son aquellos que han recibido de Dios el poder y la autoridad, al ir a Dios, mezclarse con Dios, ser llenos de Dios, aún repletos de Dios hasta rebozar, y más todavía, constituidos con Dios, regidos completamente por Dios, siendo absolutamente uno con Dios y de este modo poseen la autoridad y el poder de Dios. Esto no ocurre por nuestros esfuerzos heroicos sino por la gracia de Dios que nos ha sido designada e impartida (Ro 5:17, 21).

La redención, el milenio y los creyentes derrotados

La sangre de Cristo nos redimió e “hizo de nosotros un reino, sacerdotes para Su Dios y Padre” (Ap 1:5-6).
En el milenio los vencedores serán sacerdotes que se acercan a Dios y a Cristo. Ellos serán reyes también, gobernando sobre las naciones juntamente con Cristo (Ap 2:26-27; 20:4, 6).
Por otro lado, aquellos creyentes que sean derrotados perderán esta maravillosa recompensa. Aún queda esperanza para ellos: Después del castigo en el milenio, en la Nueva Jerusalén, en los cielos nuevos y la tierra nueva, servirán a Dios como sacerdotes y representarán a Dios en el reinado (22: 3, 5). ¡Amén!
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Ref:

Cristo es el renuevo doble para el cumplimiento del propósito de Dios como Sumo Sacerdote y Rey

Cristo es el renuevo de Jehová y de David

¡Cristo es el renuevo de Jehová y es el renuevo de David! (Isaías 4:2; 11:1). Me encanta esta frase. Contiene e implica lo divino, lo humano, el proceso y fluir de Dios, la encarnación, la salvación, el sacerdocio, la economía de Dios, el propósito divino, Cristo, nuestra experiencia de Cristo, el reino de Dios…

Renuevo de Jehová y de David

Esto es un misterio y al mismo tiempo una maravilla. ¿Jehová necesitaba ser renovado? Estas es una pregunta genuina. Jehová Dios no tenía -ni tiene- ningún problema en cuanto a Su naturaleza o Su condición. El no envejece. Él siempre es el mismo, permanentemente fresco y nuevo.
No hay corrupción ni deterioro en Dios. El Dios de entonces esencialmente es el mismo Dios de ahora, sin embargo Dios tiene un deseo y un propósito. Para cumplir el primero y llevar a cabo el segundo Él necesitaba fluir, es decir, extenderse hacia la humanidad, entrar en la humanidad. ¡Esto ocurrió! ¡Ya ocurrió!
Este renovar fue llevado a cabo mediante la encarnación (Juan 1:1, 14). ¡Dios se encarnó! ¡Cristo es el renuevo de Jehová y el renuevo de David! ¡Aleluya! ¿Podemos describir técnicamente esto? ¿Aún podemos entenderlo como entendemos, por ejemplo, la fotosíntesis? La respuesta es «no» a ambas preguntas. Como hemos comentado, este es un misterio de Dios. El hecho claro es que Dios se hizo carne, se introdujo en la humanidad, y llegó a ser un hombre perfecto en la persona de Jesús.
“Renuevo de Jehová» se refiere a Su procedencia divina y “renuevo de David» tiene que ver con Su procedencia humana.
Entonces Cristo como renuevo de Jehová proviene, desciende de Dios, y Él es Dios; y como renuevo de David, desciende, proviene de David, quien es hombre, y Él mismo es hombre.

Cristo Sumo Sacerdote y Rey; y consejo de paz habrá entre ambos

Cristo es el Sumo sacerdote Real

En Zacarías 6:12 vemos que el profeta le habló a Josué, el sumo sacerdote de entonces, diciendo que Cristo sería el Renuevo de Jehová para edificar el templo de Jehová, como sumo sacerdote y Rey. Leemos “llevará majestad y se sentará y regirá en su trono; será sumo sacerdote en su trono”. Nuestro sumo sacerdote y nuestro Rey -Cristo- ocupa ambos cargos con absoluta y perfecta armonía para la edificación de Su Casa, como vemos en Zacarías 6:13: “ y consejo de paz habrá entre ambos”. “Ambos” habla del sacerdocio y el reinado de Cristo.

Cristo es el único capacitado para desempeñar ambos cargos, el cargo y oficio sacerdotal, y la dignidad de Rey, un sacerdote real y un rey sacerdotal, porque Él es Dios-hombre. Cristo desempeña ambos cargos para la edificación de la iglesia como templo de Dios.

El sacerdocio real, el aarónico y el divino

El sacerdocio aarónico resuelve el asunto del pecado. Una vez resuelto el asunto del pecado, queda la cuestión de la muerte. La muerte, producida por el pecado (Ro 5) y sus resultados debían ser resueltos también. Los resultados de la muerte, según Romanos 8 son la vanidad, la corrupción, la esclavitud, el deterioro y el gemir… Es por causa de estos resultados de la muerte que necesitamos el sacerdocio divino, que está lleno de vida y nos proporciona vida.
Cristo es el sacerdote perfecto y todo-inclusivo. Él también es Rey. Cristo es el sacerdote real o Rey sacerdotal, en perfecta armonía y unión, sin ningún conflicto entre ambos, para derrotar a Su enemigo y edificar la Casa espiritual. Recordemos también a Hageo 1:1-2 donde el gobernador y el sumo sacerdote se mencionan juntos.

Ministerios terrenal y celestial de Cristo

Mientras Él estuvo en la tierra, durante Su ministerio terrenal, Cristo fue sacerdote según el orden de Aarón. El sacerdocio del orden de Aarón presenta las ofrendas de parte de los hombres ante Dios para para resolver el asunto de sus pecados. Era necesario que el pecado fuera quitado de en medio, por ello Cristo en Su etapa terrenal se ofreció a Dios como ofrenda por nosotros para quitar el pecado de en medio, y nos llevó consigo (He 9:14, 26).
Sin embargo, en Su resurrección y ascensión, después de Su muerte, Él trascendió el sistema de ofrendas del orden de Aarón y fue designado Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec (5:6, 10), ya no para ofrecer sacrificios por el pecado, ya resuelto mediante la ofrenda única y exitosa en la cruz, sino para ministrarnos -servirnos, presentarnos y que tomemos- el pan y el vino celestiales (Ref: Mateo 26:26-28).
¿Qué significa esto? Este pan y este vino representan nuestra alimentación completa y suministro celestiales. Ellos consisten en el mismo Dios, que está disponible como el Espíritu vivificante que recibimos al creer para nuestra completa salvación. Esta maravillosa disponibilidad de parte de Dios es posible como resultado del proceso de encarnación, vivir humano con su ofrenda única y aceptada, su crucifixión, y la resurrección culminada en la ascensión, para nutrirnos, refrescarnos, sostenernos, consolarnos y fortalecernos (He 7:25). ¡Esto es maravilloso!

Hebreos 7: Sumo sacerdote y rey

El libro de Hebreos trata acerca del Cristo celestial. Dentro de este asunto lo principal es que Él es el Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec -Rey de justicia y Rey de paz-, lo cual incluye el reinado, con poder y autoridad (2:17; 4.14; 5:6, 10; 6:20; 7:1-3, 28; 8:1-2; 9:11: Sal 110:1-4).
El ministerio celestial de Cristo en Su ascensión incluye Su reinado, en el cual Él gobierna sobre la tierra y administra nuestros asuntos; también incluye Su sacerdocio, donde Él intercede por nosotros, llevando nuestro caso delante de Dios y ministrándonos a Dios mismo a nosotros. Esto es para la edificación de la iglesia como templo de Jehová, el templo de Dios.

Objetivos del sacerdocio real

Este sacerdocio real, con todos sus resultados y efectos, tiene 2 objetivos principales: Combatir contra los enemigos de Dios para traer justicia y paz, con el propósito de que Dios pueda ministrarnos al Dios Triuno procesado, del que hablamos anteriormente, disponible como el Espíritu que da vida, para que sea nuestro disfrute y suministro diarios (vs 1-2; Gn 14:18-20).
Cada día necesitamos al Dios Triuno -recordemos el maná- para ser alimentados, avivados, y suministrados por Él. Cada día normal para un creyente normal incluye ser lleno del Señor para disfrutar de una salvación real y plena ese día -no en un futuro lejano ni en un pasado remoto-. Esto es espiritual y al mismo tiempo algo muy práctico y experimentable, además es nuestra necesidad evidente.
Aquí llegamos al segundo objetivo del sacerdocio real, que es nuestra salvación en Su vida hasta la glorificación de todos los elementos derivados de la muerte y relacionados con ella. Este sacerdocio divino equivale a la ausencia de muerte y la presencia de vida (He 7:25, 28; Ro 5:10; 8:19, 21, 23, 30).