En una relación maravillosa con el Señor

Según Mateo 28:19, Juan 3:16, Hechos 2:38, 1Corintios 1:2 y 6:17; Gálatas 3:27 y Fil 1:29:

  • Estamos bautizados EN el nombre del Dios Triuno, un solo nombre.
  • Creemos EN el Hijo Unigénito
  • Estamos bautizados, después de arrepentirnos, EN el nombre de Jesucristo, para perdón de nuestros pecados para recibir el don del Espíritu Santo
  • Somos santificados EN Cristo Jesús
  • Estamos UNIDOS al Señor al ser un espíritu con Él
  • Estamos bautizados EN Cristo y de Él estamos revestidos
  • Creemos EN Él y padecemos por Él

Bautizados en el Dios Triuno

Fuimos enviados por el Señor a hacer discípulos a todas las naciones, bautizando a los nuevos creyentes en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Mt 28:19). Aquí la preposición griega eis está traducida a la preposición española «en», que indica unión, tal como en Romanos 6:3 y en Gálatas 3:27. Hemos sido bautizados en el Nombre (singular) del Dios Triuno (el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo). Aquí el nombre es la totalidad del Ser Divino y equivale a Su Persona. Es decir, hemos sido sumergidos dentro de todo lo que Él es, lo cual significa que estamos unidos de manera espiritual y mística con Dios.

La misma preposición griega es usada en Hechos 8:16; 19:5 y en 1 Corintios 1:13, 15. Según estos versículos, estamos bautizados en el nombre del Señor Jesús [ser bautizados en el nombre de Jesús equivale a ser bautizados en la Persona de Cristo y también equivale a ser bautizados en el Nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo], y ciertamente no en el de Pablo. Claramente la Palabra nos muestra que hemos sido bautizados en Dios, identificados con Él en todo. Hemos sido introducidos en una unión de vida con Él. Esto es ciertamente maravilloso. Como resultado de esta unión, estamos unidos con Cristo en Su muerte y en Su resurrección. El bautismo, espiritualmente hablando, no es una mera formalidad ni un rito vacío; representa nuestra identificación con Cristo. Mediante el bautismo somos sumergidos en Cristo. Porque hemos sido bautizados en Él, hemos sido unidos a Él.

Nosotros todos nacimos en la esfera de Adán (1Co 15:45, 47) porque él es nuestro primer ascendiente, por ello decimos “en Adán” (1Co 15:22), el primer [tipo de] hombre, pero a través del bautismo hemos sido trasladados a la esfera de Cristo (1Co 1:30; Ga 3:27), que es el segundo hombre. Fuimos mudados del primer hombre, con el que estábamos completamente identificados, hacia el segundo hombre, Jesús, la corporificación del Dios Triuno.  Somos unidos a Cristo, entramos en Él y Él en nosotros (Ro 8:10-11). Pablo interpeló a los romanos, y hoy nos interpela a nosotros en 6:3-4 para que no ignoremos que estamos identificados con Cristo en Su muerte y resurrección. Si Cristo murió, nosotros morimos; si Cristo resucitó, nosotros resucitamos para vivir en la vida de resurrección, novedad de vida, o vida nueva.

Ya que Cristo es nuestro nuevo “medio ambiente”, nuestra nueva esfera, dentro de Quien estamos, entonces podemos decir que de Él estamos vestidos (Ga 3:27). Él es nuestras vestiduras. Ya no estamos cubiertos de Adán, estamos cubiertos de Cristo. Por ello la preposición eis en Mateo 28:19 es tan importante al describir la verdadera relación con Cristo, como nacidos de nuevo, y discípulos. Somos discípulos de Cristo porque  estamos en Cristo, es decir, unidos y plenamente identificados con Él, en una unión espiritual y mística con Él. Esta verdad es eterna. Debe llegar a ser nuestra experiencia.  

Creer en Él

Por otro lado, Juan 3:16 es uno de los versículos más citados de la Biblia y al mismo tiempo quizás uno de los menos entendidos. Dice así: «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no perezca, mas tenga vida eterna.» Creer en el Señor no es lo mismo que creerle al Señor (Jn 6:30). Creer al Señor indica aceptar que Él es verdadero y real. Incluso significa asentir con respecto a Su existencia o ser conscientes de que habla, o saber acerca de Su Palabra. Esto alude a algo objetivo, algo que vemos exteriormente y conocemos por fuera. Creer en el Señor es recibirle y estar unidos a Él. Creer es recibir. Creer al Señor es algo exterior; creer en el Señor alude a ser introducidos en el Señor en una unión orgánica (de vida) con Él y equivale a recibir al Señor.

Cuando estamos unidos a Cristo (ser uno con Cristo) no pereceremos. Participando de Cristo, disfrutando a Cristo, experimentando a Cristo y compartiendo a Cristo a la manera de ministrarlo a otros, accedemos a la realidad de estar unidos con Él en Su muerte y Su resurrección. Debemos vivir una vida crucificada. ¿Cómo? En el poder de resurrección. ¿Dónde accedemos a esta experiencia? En nuestro espíritu regenerado, donde mora el Señor como el Espíritu vivificante.

Hermanos y amigos: Tener vida eterna -para no complicar mucho el asunto con deducciones, alegorías inapropiadas ni paralelismo incorrectos- es simplemente eso. Cuando fuimos introducidos en Él y unidos orgánicamente con Él, Su vida eterna, es nuestra vida eterna (Jn 3:36), y llega a ser -mediante el experimentar a Cristo- nuestro vivir verdadero. La única vida que es eterna es la vida divina en Cristo, que nosotros recibimos al creer en Él (Jn 6:40), es decir, cuando lo recibimos a Él.

Tener una relación objetiva con Cristo, desde fuera, sólo siguiendo pautas doctrinales, en nuestra propia opinión y para nuestro propio reconocimiento, sin experimentarlo ni ser encabezado por Él en la práctica, nos condena a que Él no apruebe lo que somos y lo que hacemos, por ende, que no nos conozca (Mt 7:23). Sólo la obra que se lleva a cabo en Él, usando los materiales apropiados y aprobados: Oro y piedras preciosas sobre terreno sólido (Mt 7:27), pasarán la prueba del fuego y en “aquel día”, el día del tribunal de Cristo (1Co 3:13; 4:5; 2Co 5:10), el Señor nos apartará de Él y nos llamará inicuos, a pesar de toda la obra que hubiéramos hecho.

Creer y ser bautizado

Cuando creímos en Él fuimos lo recibimos a Él y fuimos unidos e identificados con Él. Cuando fuimos bautizados en Él, fuimos unidos e identificados con Él. Por ello, todo aquel que crea y sea bautizado será salvo, al ser uno con el Señor Jesús (Mr 16:16). ¡Aleluya! Cuando recibimos al Señor (Jn 1:12) obtenemos perdón de pecados (Hch 10:43), fuimos regenerados (1P 1:21, 23), llegando a ser hijos de Dios (Jn 1:12-13) y miembros de Cristo (Ef 5:30) en una unión orgánica con el Dios Triuno (Mt 28:19).

Cuando somos bautizados afirmamos esto de manera pública. Mediante el bautismo ponemos fin a la vieja creación por medio de la muerte del Señor y somos introducidos, al salir de las aguas de muerte, en Su resurrección, juntamente con Él. Cuando experimentamos al Señor y somos constituidos gradualmente con Él, esto llega a ser una realidad en nuestra experiencia. Esto es mucho más profundo y avanzado que el bautismo inicial que vemos con Juan el Bautista y predicado por él. Creer y ser bautizado son dos partes de un paso único y completo mediante el cual recibimos la plena salvación de Dios.

Ser bautizado sin antes haber creído es un procedimiento carente de sentido y vacío. Creer sin ser bautizado, pudiendo hacerlo, carece de la afirmación exterior de la salvación interior. Ambos deben ir a la par, sin tener en cuenta la lógica de nuestra mente, ni nuestra opinión. La condenación, por otro lado, sólo está relacionada con la incredulidad y no tiene nada que ver con el bautismo. ¿Cuando somos condenados? Cuando no creemos, no obstante, una vez que hemos creído, si esto es genuino, en la comunión apropiada, entonces debemos ser bautizados. Nuestro bautismo nos identifica con el Señor juntamente con Su obra, de manera espiritual y real. Nuestra confesión externa de aquello que ha ocurrido en nuestro interior debe ser cabal, completa y apropiada. 

Bautizados en el nombre de Jesucristo

Sopló el Espíritu en ellos / Revestidos en el Espíritu

Cuando el Señor resucitó sopló el Espíritu en los discípulos (Jn 20:22), ellos dejaron de ser solamente Sus amigos (Jn 15:14-15). Por primera vez fueron llamados Sus hermanos (Jn 20:17). Este era el Espíritu que se esperaba en Juan 7:39 y que fue prometido en Juan 14:16-17, 26; 15:26; 16:7-8, 13. Este es el espíritu de vida (Ro 8:2, 9; 1Jn 5:6, 20), el Espíritu de realidad para que Cristo fuese real en los creyentes. Mediante este infundir del Espíritu se cumplió la promesa referente al Consolador (Jn 14:16-17). Esto es diferente de la promesa del Padre, cumplida en Pentecostés (Hch 2:1-4 -de Lucas 24:49), donde fueron revestidos de poder de lo alto, para la obra.

Aquí el Espíritu como aliento fue infundido como vida en los discípulos para el vivir de ellos, y que fluye como ríos de agua viva desde los creyentes (Jn 7:38-39). Cuando el Señor infundió, con Su soplo, el Espíritu en ellos, fue Él mismo como vida y como todas las cosas el que se infundió en los creyentes. Este es uno de los momentos claves del registro divino en la Biblia. Entonces el contenido de los capítulos 14-16 se cumplió.

En cuanto al aspecto del poder, en Pentecostés, recordemos que el apóstol Pedro y los demás, luego de pasar varios días orando juntos, después de la resurrección del Señor y después de haber recibido el Espíritu (Jn 20:22) en ellos, reciben el poder de lo alto para realizar la obra. Entonces Pedro habla: «Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo (Hch. 2:38). Aquí la preposición traducida “en” significa literalmente “sobre”. De hecho el Nuevo Testamento usa tres preposiciones diferentes para describir la relación que existe entre el bautismo y el Señor:

  1. El griego en, traducida «en» – Hechos 10:48: «Y mandó bautizarles en el nombre de Jesucristo. Entonces le rogaron que se quedase por algunos días”. Aquí ser bautizado en el nombre de Jesucristo equivale a ser bautizado en la esfera del nombre de Jesucristo, dentro del cual está la realidad del bautismo.
  2. El griego eis, traducida «en» – Mateo 28:19; Hechos 8:16; 19:5; Romanos 6:3 y Gálatas 3:27). Ser bautizado en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, o en el nombre del Señor Jesús, significa ser introducido en una unión espiritual con el Cristo todo-inclusivo, quien es la corporificación del Dios Triuno. Véanse las notas 162 del cap. 8 y 194 de Mt. 28.
  3. El griego epi, traducida «sobre» – Hechos 2:38: «Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.» Ser bautizado sobre el nombre de Jesucristo equivale a ser bautizado sobre la base de lo que representa el nombre de Jesucristo. Representa todo lo que la persona de Jesucristo es y todo lo que ha efectuado, lo cual constituye la fe de la economía neotestamentaria de Dios. Los que creen en Cristo son bautizados sobre esta base.

Así que nuestro bautismo nos introduce en la esfera del nombre de Jesucristo, dentro de la cual está la realidad del bautismo; somos introducidos en una unión espiritual con Cristo, Quién es la corporificación del Dios Triuno y sobre la base de todo lo que la Persona de Jesucristo es y todo lo que ha logrado. Su persona, Su obra y Sus logros es nuestra fe (no el acto de creer, sino las verdades fundamentales en las cuales creemos, nos sostenemos y defendemos.

Bautizados en una identificación completa

¡Aleluya, hemos sido bautizados en una manera maravillosa! El bautismo, según la revelación de la Palabra pura de la Biblia nos pone en Cristo, nos une orgánicamente con Cristo, participando de Su Persona y todo lo que ha logrado, nos coloca dentro de Cristo como nuestra esfera, así que de Cristo estaos revestidos, y como si todo esto fuera poco, también nos hace estar sobre Cristo, tomando a Cristo como nuestra solida base. Ver esto es tan fino, tan elevado, tan glorioso. Creer y ser bautizados nos coloca en una relación multiforme, todo-inclusiva, todo-suficiente, maravillosa, inesperada, gloriosa, más allá de nuestra más atrevida imaginación, con el Cristo, Quién es la corporificación del Dios Triuno, para el cumplimiento de la economía eterna de Dios. ¡Aleluya! ¡Aleluya!

Anotaciones finales

Colocaremos algunos versículos adicionales que añadirán más a la visión de Dios y Su plan que debemos tener. Recomiendo que todos estos apuntes no sean leídos por sí mismos o por sí solos, porque como apuntes y breves comentarios no son exhaustivos. Debemos ir  a la Palabra en todo momento. Leer cuidadosamente las notas, las referencias paralelas y las referencias adicionales señaladas al final de esta entrada. Leer con oración es mi enfática sugerencia. De ninguna manera venir a estos apuntes de manera teológica tratando de entender exterior y filosóficamente, ni tampoco para satisfacer la curiosidad por los datos y explicaciones.

Hch 2:38; 2:41; 8:12, 36, 38; 9:18; 10:47- 48; 16:15, 33; 19:5 . Véanse la nota 1 de Mt 3:6, la nota 3 de Mt 28:19 , la nota 2 de Mr 1:5 y la nota 1 de Mr 16:16. Además 1Co 1:2; 6:17; 15:45; Ro 11:17, 19; 6:5; Jn 15:4-5; 3:15-16; 3:6, 19; Ro 8:16; 2 Co. 3:17; 2 Ti 4:22; Gá 3:27 y Fil 1:29. 

Oh, Señor, sabes lo que hay en nuestros corazones. Nos abrimos a Ti para Tu revelación. ¡Cuánto Te necesitamos! Revélate a nosotros. Queremos ser uno contigo. Anhelamos Tu presencia para disfrutarte. Gracias, Señor, que has venido para la edificación de Ti Casa. Gracias que nos has preparado lugar contigo. Abre nuestros ojos y oídos. Sigue adelante con nosotros, Señor. Continúa transformándonos. Queremos ser absolutamente uno contigo. Gracias por habernos escogido. Queremos ser aquellos que colaboran fielmente contigo. Aquellos que permanecen en Tu reino, Tu sacerdocio real que edifica y es edificado. Brilla en nosotros, Señor. Vamos a Tu Palabra en Ti. Contamos contigo para seguir adelante. Es Tu obra y es Tu Palabra. Gracias por Tu salvación. Gracias que abres Tu Verdad a nosotros. Gracias por nuestra consagración y perseverancia. Mir por nosotros, Señor. Te entregamos todas las cosas y todo el tiempo. Gracias por lo que nos has dado para compartir. Amén.

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Dios quiere obtener un reino para cumplir Su propósito

DSC_0015Dios quiere obtener un reino. «El cumplimiento de Su propósito depende en gran medida del reino» (ref. Mateo 4:23). Necesitamos luz para ver con claridad la necesidad que Dios tiene de obtener un lugar donde Él pueda ejercer Su autoridad, reinar, restaurar todas las cosas …»y entonces, vendrá el fin» (Mateo 24:14).

Cuando creímos y recibimos a Dios en Cristo como el Espíritu en nuestro espíritu, la vida de Dios entró en nuestro ser para que pudiéramos vivirle a Él. ¡Esto es misterioso y maravilloso! Hoy somos hijos de Dios precisamente como resultado de este hecho. Somos hijos de Dios engendrados por Él, no hijos adoptados. La adopción no cumpliría con los requisitos necesarios para hacer que accedamos y participemos del reino de los cielos, es decir, «ver y entrar» lo que significa ver en términos de un revelación para poder entrar, o sea estar en el reino (Juan 3:3, 5). Somos hijos nacidos del Espíritu al haber creído no por haber sido creados por Dios. ¡Aleluya que somos hijos auténticos de Dios! ¡El elemento de Dios está en nosotros! (2 Pedro 1:4) ¡Hemos sido trasladados a Su reino! (Col 1:13).

El reino es importante para Dios. Debemos ver esto. Necesitamos permanecer abiertos a Dios para recibir, no simple información contada por otros acerca de Dios, sino una revelación. necesitamos una revelación de Dios. Una vez que Dios se revele a nosotros, aún de manera básica, ya no volveremos a ser los mismos. Dios necesita un reino. ¿Es importante para nosotros que Dios precise de un reino para cumplir Su propósito? ¿Hemos comenzado a entrar en este asunto del reino? ¿Hemos orado o estamos orando con carga por este asunto? ¿Le hemos pedido a Dios que se revele a nosotros? ¿Hemos visto algo del reino? Es vital para Su economía tener un reino, un gobierno real, y eficaz, ahora.

Revelación de Dios

En Mateo 6:9-12 tenemos la oración que el Señor les indicó a Sus discípulos como una manera. Fijaos que esta oración comienza con el reino y concluye con el reino. «Venga tu reino». «Porque tuyo es el reino…»

Dios escogió a Abraham para obtener una nación. Cuando sacó a sus descendientes, el pueblo de Israel, de Egipto, les dijo: «Vosotros me seréis un reino de sacerdotes y gente santa» (Éxodo 19:6). En esta declaración tenemos «reino», «sacerdotes» y «gente santa». El objetivo de Dios, Su anhelo y necesidad es tener un reino de personas que estén bajo Su autoridad, que le sigan y obedezcan, personas que le expresen, le ministren y le muestren a todo el mundo. Personas que lleven Dios a la gente y la gente a Dios, dependiendo sólo de Dios, disfrutándole y experimentándole. Este reino compuesto por personas que estén llenos de Dios, con la vida de Dios y la luz de Dios, para que Dios pueda cumplir Su propósito. La nación de Israel era un tipo de la iglesia, un símbolo y una sombra de la realidad que es la iglesia hoy.

Hoy Dios está disponible como el Espíritu que es todo-inclusivo, procesado y consumado para residir en los creyentes y hacer Su hogar en los corazones de ellos para que seamos constituidos de Dios mismo y Cristo sea formado en nosotros, que es la edificación de Su Cuerpo, Su morada, todo lo cual alcanzará la consumación como la Nueva Jerusalén (Apocalipsis 21:2). ¡Aleluya!

¡Señor, cuánto te necesitamos. Abre nuestros ojos. Necesitamos urgentemente una revelación. Qué pequeña y escasa es nuestra visión. Preséntate a nosotros. No nos importa el tiempo que hayamos sido cristianos. Desechamos el pasado y todo lo logrado para ganarte hoy. Tú eres fresco y nuevo cada día. Levántanos, Señor. Muéstranos tu reino y tu propósito. Que tu urgencia sea la nuestra. Que tu meta sea la nuestra. Gracias, Señor. Amén!

Ref: «El reino» de Witness Lee.