Nuestro espíritu es vida pues fue regenerado por el Espíritu de Dios

En Romanos 8:2 podemos leer:

«Porque la ley del Espíritu de vida me ha librado en Cristo Jesús de la ley del pecado y de la muerte.”

Esta vida, la vida espiritual…

…revelada en este capítulo de Romanos, tiene cuatro aspectos:

  1. La vida divina en el Espíritu (v.2); que llegó a ser
  2. la vida en nuestro espíritu cuando fuimos regenerados (v.10); de nuestro espíritu satura nuestra mente para la transformación de nuestra alma y llegar a ser
  3. la vida de nuestra alma (v. 6); gradualmente impregnará nuestro cuerpo hasta ser
  4. la vida de nuestro cuerpo (v.11) para completar en la redención del cuerpo (v.23), su transfiguración (Fil 3:21).

Esta vida que fluye es un fluir maravilloso, a menudo oculto de nuestros ojos. Aquí la vida divina, contenida en el Espíritu, fluyó hasta nuestro espíritu humano para vivificarlo, mediante la regeneración de nuestro espíritu, siendo vida en nuestro espíritu. De allí sigue adelante hacia nuestra alma, que incluye las partes o funciones de los sentimientos / emociones, la voluntad y la mente.

Nuestra alma es transformada gradualmente y nuestra mente es renovada en virtud de esa misma vida, en un proceso que también implica la santificación de nuestro ser. Finalmente, siguiendo la ruta revelada a Pablo y que él nos trasmite, llega a ser vida para nuestro cuerpo, hasta la transfiguración o glorificación, del mismo. Esta vida divina, que estaba sólo en Dios, vino a nosotros para vivificarnos y de este modo, salvarnos de una manera completa, desde la regeneración de nuestro espíritu hasta la glorificación de nuestro cuerpo.

En el versículo 10 dice:

“Pero si Cristo está en vosotros, aunque el cuerpo está muerto a causa del pecado, el espíritu es vida a causa de la justicia.”

Esto no se refiere al Espíritu de Dios, porque aquí el “espíritu” es vida sólo con la condición de que Cristo esté en nosotros, con lo cual es nuestro espíritu humano, vivificado sólo mediante su regeneración con el Espíritu de vida de Dios (v.2). El Espíritu de Dios es vida incondicionalmente. Él simplemente es vida.

Por otro lado, nuestro espíritu regenerado NO SÓLO ha recibido la vida en él, NO SÓLO ha sido vivificado (que también), sino que también ha llegado a ser vida. Esto sólo se explica por el hecho de que ambos, el Espíritu de vida de Dios y nuestro espíritu, aunque seguimos distinguiéndolos, en la práctica han sido hecho uno (1Co 6:17). Esta es una unión orgánica y no simbólica. Lo vemos en los pámpanos y la vid (Jn 15:4-5). La relación entre la vida y sus pámpanos no es alegórica, sino orgánica. Tiene que ver con la vida.

«El Señor como Espíritu se mezcla con nuestro espíritu. Nuestro espíritu fue regenerado por el Espíritu de Dios (Jn. 3:6), el cual ahora está en nosotros (v. 19) y es uno con nuestro espíritu (Ro. 8:16). Esta es la manera en que el Señor, quien se hizo el Espíritu vivificante por medio de la resurrección (15:45; 2 Co 3:17) y Quien está ahora con nuestro espíritu (2 Ti 4:22), es hecho real para nosotros. En las epístolas de Pablo, por ejemplo en Romanos 8:4-6, frecuentemente se hace referencia a este espíritu mezclado.»

En Romanos 8:6 encontramos:

Porque la mente puesta en la carne es muerte, pero la mente puesta en el espíritu es vida y paz. La mente puesta en la carne es literalmente la mente de la carne. Veamos: La mente dirige el alma. El alma es nuestra personalidad. La mente representa lo que somos. En este capítulo la mente es neutral entre el espíritu regenerado y mezclado y el cuerpo caído, la carne.

La mente puede colocarnos en el espíritu o en la carne según vemos en este capítulo y en el anterior. Si nuestra mente depende de nuestro espíritu y le síguenos introducirá en el espíritu y en el disfrute de Dios al disfrutar el Espíritu divino, actuando entonces la ley del Espíritu de vida. Por el contrario, nos meterá en la carne y en la enemistad con Dios.

El resultado aquí es vida (Ro. 5:10, 17, 18, 21) y paz (Ro. 1:7; 5:1; 14:17; 16:20) porque no hay desacuerdo o discrepancias entre nosotros y Dios, ya que nuestro exterior y nuestro interior armonizan. El resultado de que nuestra mente dependa y se adhiera a la carne, siendo carne, es la muerte. Nos sentimos -y estamos- separados de Dios y Su disfrute. Que la sensación de muerte nos advierta de la separación con Dios, no importa quiénes seamos, lo que hagamos y en el lugar en que estemos.

Ahora, la mente puesta en el espíritu es literalmente la mente del espíritu. Equivale a ocuparse de los asuntos del Espíritu (v. 5).  El v. 6 y los vs 7-13 muestran que hoy en día Cristo no sólo es la vida de Dios en el Espíritu divino (v. 2), sino que además mora en Su pueblo, ya que el Espíritu de vida de Dios ha llegado a ser el Espíritu que mora en nosotros. En estos dos aspectos este Espíritu es Cristo.

Adorar a Dios, Quien es Espíritu, en nuestro espíritu y con veracidad

Dios necesita ser adorado en espíritu y con veracidad, porque Él es Espíritu

Juan 4:24 es un versículo muy profundo, que sin embargo transmite Su contenido de manera muy directa y rica. Si nos abrimos al Señor, a Su comunión de vida, mientras tomamos la Palabra, disfrutaremos de una oración sólida, elevada y profunda. La luz de Dios brillará en nosotros.

Dios, Espíritu, adoración, espíritu, veracidad, necesidad

«Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y con veracidad es necesario que adoren.»

Hay varias cosas sorprendentes en cuanto a esta porción, habla de muchos asuntos serios y cruciales, con sentido de urgencia. Al mismo tiempo es tan breve. Aquí encontramos a Dios, Su naturaleza, el lugar apropiado para adorarlo, la única manera de hacerlo y la necesidad de Dios, para el cumplimiento de Su propósito. Es como una mini Biblia completa en modo muy concentrado.

Dios es Espíritu

Aquí empieza con la rotundidad de “Dios es Espíritu”. Este es el Dios completo, el Dios Triuno: Padre, Hijo y Espíritu. Este Dios entero es Espíritu. ¿Qué significa esto? Espíritu es la naturaleza de Dios. Dios no es material, Él es Espíritu. En términos de referirse a la naturaleza de algo, un equivalente sería: “La verja es de acero”. Esto indica que el material que compone la verja es el acero y el acero aporta sus características esenciales a la verja, porque es la esencia de la verja. No sólo está hecha con acero, sino más específicamente la naturaleza intrínseca de la verja es el acero. Es diferente de afirmar que la verja es dura, o es útil. Aquí denota la naturaleza de Dios. Dios es Espíritu.

En modo negativo, no se refiere al Señor Espíritu (1Co 3:18), que es un título compuesto asignado a nuestro Señor, Quien claramente es el Espíritu (comprobar 1Co 15:45; 2 Co 3:17). Decir que Dios es Espíritu describe la naturaleza del Dios Triuno, no Su función, obra o impacto, tampoco de Sus atributos derivados. Aquí no se habla del Señor Espíritu que tenemos en 2 Corintios 3:18, que se refiere a la Persona de nuestro Señor, Quien es el Espíritu vivificante, que mora en nosotros para impartirnos todas las riquezas de Dios e infundirnos consigo mismo para nuestra transformación, santificación (1Co 1:1) y constitución, para la obra del ministerio, que es la edificación del Cuerpo de Cristo (Ef 4:12). Dios es Espíritu.

Adoración y nuestro espíritu

En Juan 4:24 Jesús hablaba a la mujer samaritana para instruirla -y a nosotros- acerca de la necesidad de ejercitar su espíritu para acceder a Dios, Quien es Espíritu, para así poder beber – también nosotros- el agua viva, que satisface nuestra sed verdaderamente. Este beber es la verdadera adoración. El apóstol Pablo adoraba de este modo (adorando al tocar a Dios y beber de Él como el agua viva) en el lugar indicado por Dios, su espíritu (Ro 1:9).

Nuestro espíritu es el lugar

Dios estableció un lugar específico para ser adorado y una manera determinada. El sitio elegido para establecer Su Habitación (ref: Dt 11:5, 11, 13-14, 18). Dios mismo indica dónde y cómo Él debe ser, quiere ser y necesita ser adorado. En relación con la adoración y el servicio de Dios lo más importante es escuchar Su hablar, recibir Su revelación, porque la adoración en todos los casos es iniciada por Dios y establecida por Él para lograr Su propósito. Es algo significativo que cuando perdemos la presencia de Dios, perdemos Su hablar. A partir de allí comienzan nuestras «buenas ideas»: El becerro de oro, el clero profesional que prima sobre los demás creyentes, el igualar edificio físico con iglesia, el creer que Dios no puede ser tres porque es uno, el creer que los Tres de la Deidad son sólo manifestaciones temporales del único Dios, judaizar, creer que la preeminencia de Dios puede ser sustituida por obras buenas, intentar cumplir la ley por uno mismo, creer que el tabernáculo simboliza un lugar material… Son innumerables los ejemplos.

Nuestro espíritu es el lugar escogido por Dios para establecer Su Casa espiritual, para realizar la edificación, para hablar, para moverse, para alcanzarnos al mezclarse con nosotros…. El espíritu humano es el sitio donde debemos permanecer, servir a Dios, seguir a Dios, disfrutar a Dios, adorar a Dios, alabar a Dios y predicar el evangelio, conocer a Dios. Es el lugar escogido por Dios para que lo experimentemos y donde lo ministremos a otros para que sean salvos, edificados y lleguen a ser edificadores al ejercitar Su espíritu en comunión, como sacerdocio santo y real. En nuestro espíritu humano se lleva a cabo la edificación de la iglesia (ver Efesios 2:22, nota 4).

Dios debe ser adorado en Su lugar y con las ofrendas

El lugar que Él escogió, el tabernáculo (Lv 1-6), para establecer Su Habitación, tipifica el espíritu humano, donde nosotros somos juntamente edificados para morada de Dios (Ef 2:22). Las ofrendas todas tipifican a Cristo. Cristo es el cumplimiento y la realidad de todas ellas, que en el Antiguo Testamento eran sombras de lo que habría de venir. Eso que habría de venir, ya está aquí mediante la encarnación, el vivir humano, la muerte, la resurrección, la ascensión y el regreso como el Espíritu vivificante que está en nosotros desde el momento en que creímos. ¡El Señor está en nosotros y nosotros en el Señor! ¡Aleluya! l Señor fue claro con la mujer samaritana. Ella debía ir a su espíritu y contactar a Dios, Quien es Espíritu, justo allí -como nosotros hoy- y no yendo a lugares físicos y usando ofrendas materiales. Nuestro ir a adorar ya no es una cuestión geográfica. Ya no es un viaje a través del espacio físico. En términos absolutos, es un viaje a nuestro espíritu regenerado.

Veracidad

Jn. 4:245 veracidad

Hay versiones bíblicas que dicen: «en espíritu y en verdad». Esto podría ser una versión aceptable. Sin embargo, asomémonos a este versículo cuidadosamente y explico brevemente por qué usamos el adjetivo «veracidad» en lugar de la conocida y elegante frase «en verdad». Preferimos el adjetivo porque creemos que transmite mejor el contenido del versículo. Aquí se refiere a la manera en que nosotros, los creyentes, debemos adorar. Hay dos nociones en este versículo que nos introducen en las pautas apropiadas para adorar: 1- El lugar y 2- la manera. En cuanto a la ubicación, la respuesta del Señor es: Debemos adorar a Dios en espíritu -en nuestro espíritu humano-. En cuánto al cómo, vemos que Su Palabra dice: De una manera veraz, auténtica y sincera (con veracidad). Estas son cualidades que las personas pueden tener.

Ahora, en un sentido intrínseco, las cualidades -o cualidad- necesarias y propias de la adoración a la que se refiere el apóstol Juan no son naturales. Esto no coincidiría con el contexto de este capítulo y con el contexto de la revelación contenida en este libro completo. Esta veracidad o «cualidad de ser genuino y verdaderamente sinceros» tiene su origen en la realidad divina en nosotros, que mediante el proceso de transformación y santificación, llega a ser nuestras virtudes humanas, no las buenas cosas que hay en nosotros naturalmente, sino el resultado del obrar de Dios en nuestro interior.

Veracidad, tal como lo hemos presentado, es la cualidad necesaria para llevar a cabo una adoración verdadera de Dios, y es lo contrario a la hipocresía de la samaritana inmoral, adoradora falsa y desorientada de Dios (vs 16-18). Esta samaritana adoraba a Dios objetivamente, según tradiciones ancestrales, sin conocerle, sin la revelación, en una esfera natural y cultural. Jesús, al mismo tiempo que la expuso en su pecado e ignorancia, le señaló el camino: Su espíritu, y la manera: Mediante la cualidad resultante de la santificación y la transformación. Una presentación extraordinaria y una revelación preciosa y completa. En cuanto a escuchar a Dios, debemos todos colocarnos en los zapatos de la samaritana. Quizás hayamos sido cristianos por muchos años y no nos sentimos cómodos con la sugerencia de identificarnos con una pecadora, sin embargo, en un sentido -como ella- todos necesitamos que Cristo nos revele el lugar y el camino, nos exponga, abra nuestros ojos, nos alumbre y nos refresque con Su revelación. Todos necesitamos actualizar nuestra visión y nuestra revelación.

La realidad divina es Cristo (quien es la realidad, 14:6) como la realidad de todas las ofrendas del Antiguo Testamento con las cuales se adora a Dios (1:29; 3:14) y como la fuente de agua viva, el Espíritu vivificante (vs. 7-15), del cual participan y beben Sus creyentes, para que sea la realidad subjetiva de ellos. Finalmente ésta llega a ser la autenticidad y sinceridad con las cuales adoran a Dios de la manera que El quiere. (Véase la nota 66 de 1 Jn. 1; Ro. 3:7, y la nota 82 de Ro. 15).

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Ref:
  • Levítico, principalmente Lv 1:1-6 y Juan 4:24, con los demás versículos aquí señalados, y sus notas correspondientes, de la Biblia versión recobro, publicada por Living Stream Ministry

 

Un sacerdote tiene contacto con Dios

Un sacerdote es alguien que vive únicamente por los intereses de Dios y le sirve a Él (Ex 19:6; Ro 14:7-8; 2Co 5:15). Para llevar a cabo este servicio a Dios, es necesario que el sacerdote esté lleno, saturado e impregnado de Dios, para que Dios fluya desde su interior, entonces llegan a ser una expresión viva de Dios (1P 2:5, 9).

Contacto con Dios en la mezcla con Dios

Un sacerdote es alguien que tiene contacto con Dios en la mezcla con Dios. En 1 Corintios 6:17 leemos que el que se une al Señor, es un solo espíritu con Él. Tenemos en la Palabra un registro de nuestra unión con el Señor en Romanos 11:17, 19, en 6:5 y en Juan 15:4-5.En Romanos 8:4-6 se hace referencia a este espíritu mezclado. El Señor se hizo Espíritu vivificante por medio de la resurrección (1 Co 15:45; 2 Co 3:17) y está con nuestro espíritu (2 Ti 4:22). De este modo es hecho real, accesible y subjetivo para nosotros. ¡Qué bendición!
Esta unión se refiere a la unión que comienza al creer -recibir- en el Señor (Jn 3:15-16). Aquí las Escrituras no habla de una unión simbólica, sino orgánica, según vemos en Juan 15:4-5 en la figura de los pámpanos y la vid. El Señor pudo escoger una manera distinta de representar esta realidad pero allí vemos una relación (unión) con Dios que es orgánica, es decir relacionada con la vida divina. Los pámpanos y la vid no están unidos por la semántica ni los rituales. Su relación es llana y simplemente una cuestión de vida y en la vida. Así nosotros con el Señor. Este tipo de unión con el Señor resucitado sólo se puede realizar en nuestro espíritu. Cuando hablamos de mezcla con Dios hablamos las dos naturalezas, la humana y la divina, de manera inseparable, pero ciertamente distinguible.
El Señor, como el Espíritu se mezcla con nuestro espíritu. Nuestro espíritu fue regenerado por el Espíritu de Dios (Jn 3:6), el cual está ahora en nosotros (Jn 3:19), es decir, es uno con nuestro espíritu (Ro 8:16). Esta frase «es uno» puede resultar inusual para muchos. Ser uno significa que el Espíritu con nuestro espíritu se ha mezclado. Es imposible de separar. Incluso en gran parte del nuevo Testamento es muy difícil determinar si se habla de uno u otro, siempre que se refiere a la experiencia que el creyente tiene de Dios.
Gracias, Señor, que estás en nuestro interior. Gracias que Tu Espíritu ha regenerado nuestro espíritu, mezclándose con éste. Gracias que hemos nacido de nuevo por Tu vida. Gracias por esta mezcla maravillosa. Gracias que hoy te contactamos en nuestro espíritu. Gracias que vamos a Ti en nuestro interior. Gracias que eres accesible y siempre disponible a nosotros en nuestro espíritu. Señor, Te amamos y nos mezclamos contigo para ser salvos cada día, siendo llenos de Ti. Amén.

Servicio en la mezcla con Dios

El hecho de que el sacerdote pase por el lugar santo y entre en el lugar santísimo equivale a su contacto con Dios, y esto no se realiza en él mismo sino en una mezcla. El contacto que un sacerdote tiene con Dios tiene lugar en Dios (He 10:9). Cuando contactamos a Dios no lo hacemos solo de manera objetiva sino subjetiva (en nuestro interior). No contactamos a Dios aparte de Dios, sino que contactamos a Dios en Dios, es decir, en la mezcla con Dios (Jn 15:4-5). Nuestro contacto con Dios tiene lugar en la esfera de Dios. En nuestro espíritu está el Dios completo en el Hijo como el Espíritu vivificante, mezclado con nuestro espíritu, que ha sido de este modo regenerado.
Un sacerdote es alguien que está absoluta y cabalmente mezclado con Dios (Juan 14:20). El propósito de Dios consiste en mezclarse con nosotros para llegar a ser nuestra vida, naturaleza y contenido, y para que lleguemos a ser Su expresión corporativa (Ef 3:16-21; 4:4-6, 16). Esta mezcla de Dios y el hombre es una unión intrínseca de los elementos de la humanidad y la divinidad para formar una sola entidad orgánica, pero los elementos permanecen distintos en la unión (Lc 1:35 nota 2 de la Biblia versión recobro).
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Ref:
  • La palabra santa para el avivamiento matutino, titulada “El recobro del sacerdocio con miras al edificio de Dios″, semana 2: “La definición de lo que es un sacerdote”
  • El Sacerdocio, pág 11El Cristo crucificado, pág 25La Experiencia de vida, pág 171
  • Estudio-Vida de los Salmos, pág 345
  • Vivir en el espíritu, pág 17- 18, 36 y cap 5.
  • El resultado de la unión del Espíritu consumado del Dios Triuno y el espíritu regenerado de los creyentes, pág 30, 34
  • Lecciones de vida, tomo 3, lección 30
  • La esfera divina y mística, pág 54
  • Mensajes para aquellos en el entrenamiento del otoño de 1990, págs 69- 70
  • Servir en le espíritu humano, caps 5, 8
  • The Priesthood and God’s Building caps 9-10
  • The Collected Works of Witness Lee, tomo 2, págs 456-457.
  • The Collected Works of Witness Lee, tomo 2, «Functioning in Life as Gifts Given to the Body of Christ», caps 7-8
  • The Collected Works of Witness Lee, 1978, tomo 1, «Basic Training», págs 314-315.
  • The Collected Works of Witness Lee, 1970, tomo 3, «The Ministry of the New Covenant and the Spirit», cap 1
  • The Priesthood and God’s Building, caps 1, 8-15
  • Experiencing the Mingling of God, with Man for the Oneness of the Body of Christ, págs 34, 93 y caps 4-5
  • The Central Line of the Divine Revelation, pág 193
  • A Living of Mutual Abiding with the Lord in Spirit, caps 4-5
  • The Practical Way to Live in the Mingling of God with Man, cap 3.