Lo principal en el Tabernáculo

Hemos compartido algunas consideraciones sobre las lámparas y su función en el Tabernáculo:

  • Es un servicio sacerdotal estrictamente sacerdotal.
  • Representa la manera en que debemos reunirnos como cristianos (emitiendo la luz divina al tener la imagen -expresión- de Dios en realidad).
  • El Tabernáculo, contenedor de las lámparas, tipifica la iglesia, como lugar de reunión de Dios y el hombre.
  • El Tabernáculo, contenedor de las lámparas, tipifica la iglesia, como sitio y esfera de Su hablar.
  • Las lámparas que arden son santas por estar en el Lugar Santo.
  • Para encender las lámparas santas se necesitan personas santas, total, completa y absolutamente consagradas para Dios.
  • Los que encienden las lámparas en el Tabernáculo representan, en realidad y función, a aquellos cristianos que, no importa qué hagan, encienden las lámparas hoy en las reuniones cristianas al vivir a Cristo y estar constituidos por Él.
  • La luz emitida por las lámparas no es artificial o natural, sino divina, santa y verdadera. Es Dios mismo siendo expresado y fluyendo desde y en los creyentes.
  • La luz divina de las lámparas ilumina y produce la edificación y conduce a ella. La luz natural divide y destruye.

La principal comisión sacerdotal. El asunto central y primero

Por otro lado hoy entramos a la cuestión del incienso. Éste constituía la comisión principal de los sacerdotes en el Tabernáculo. Quemar el incienso es el asunto central de todo lo que hay en el Tabernáculo, la morada de Dios. Tratar este asunto y entenderlo, como los demás anteriormente, puede ser muy fácil doctrinalmente. Lo verdaderamente difícil es aplicarlos en nuestra vida diaria. Esto requiere de experiencia. Los que somos más jóvenes, de manera general, necesitamos pasar tiempo con el Señor en Su Palabra, con mucha oración y prestando atención a las notas correspondientes. Los mensajes del estudio-vida son una herramienta incomparable. De manera gradual, en la comunión apropiada, llegaremos a experimentar (conocer intrínsecamente) al Señor como todos los tipos.

El mueble que se menciona último en Éxodo es el altar dorado para el incienso. Una vez que todo está presentado: El arca, la mesa, el candelero, la edificación del Tabernáculo, el altar de bronce, el atrio, las vestiduras y comida sacerdotales y la santificación de los sacerdotes, es que tenemos el altar del incienso. Es significativo, espiritualmente, que el altar del incienso aparezca inmediatamente después de las vestiduras y comida sacerdotales, y su consagración.

Al final del capítulo 29 los sacerdotes están vestidos, saciados y sus manos están llenas; el Tabernáculo igualmente está listo. Entonces es que comienza el servicio santo. El servicio santo comienza en el segundo altar (el primero es el del holocausto). Según nuestro entendimiento natural, el servicio debía comenzar por el primer altar, pero no. En realidad comienza por el altar del incienso, que representa nuestras oraciones.

Arder y quemar

Notemos que el incienso está estrechamente relacionado con hacer arder las lámparas (Ex 30:7-8). Cuando las lámparas ardían el incienso estaba siendo quemado. Siempre que el incienso se quemaba, las lámparas producían luz. Aquí las lámparas ardiendo representan que leemos la Palabra y el incienso siendo quemado representa nuestra oración. Este es una representación poderosa. Espontáneamente la oración nos conduce a la Palabra y la Palabra a la oración, sin embargo debemos ser confrontados por Dios de manera que seamos impresionados por el asunto del incienso en el Tabernáculo y su relación con las lámparas ardiendo.

Cuando oramos estamos quemando el incienso (Salmos 141:2; Lc 1:10-11; Ap 1:8; 8:3-4). Cuando leemos la Palabra estamos prendiendo las lámparas. En la experiencia ritual del Tabernáculo existía una dependencia entre ambas cosas. Si sólo viéramos el humo del incienso sabríamos que la luz de las lámparas está ascendiendo en ese preciso momento. Si sólo viéramos las lámparas encendidas podríamos afirmar que el incienso está siendo quemado.

La Palabra y la oración

Nuestra oración y nuestra lectura de la Palabra no pueden ser separadas en la práctica. Ahora, no tomemos este principio como una norma religiosa. Aquí no estamos describiendo una rutina exterior, sino un principio espiritual. Usted podrá decir: «La Palabra es la Palabra y a oración es la oración». Eso es cierto, pero recomendamos, siguiendo la interpretación de los tipos antiguotestamentarios, la enseñanza de los apóstoles, nuestra práctica actual y nuestra experiencia, que la Palabra y la oración deben ir juntas, como para caminar, que necesitamos dos pies. También podríamos desplazarnos con solo uno, pero no sería lo óptimo. La Palabra y la oración son distinguibles pero no deben estar separadas. Debemos ver esto en su sentido más profundo y amplio, aunque también desde su perspectiva más práctica. Cuando leemos, debemos ejercitar nuestro espíritu y tener comunión con el Señor, entonces estaremos orando. Cuando oramos, las palabras que usamos son las de las Escrituras, entonces además de orar estaremos leyendo. Nos dirigimos al Dios de la Palabra en Su Palabra y lo disfrutamos en la oración. Si existe la noción entre nosotros de que la oración y la lectura de la Palabra están esencialmente separadas, tenemos una dificultad con nuestra percepción y experiencia espirituales. La relación entre ambas no debe ser, en ningún caso, desconocida.

La oración apropiada es aquella que se hace en la luz divina. Esta luz divina está contenida en la Palabra y proviene de ella. Recuerdo el testimonio de Mueller, que decía que temprano en la mañana cuando se levantaba a orar, primero leía una porción de la Palabra. Así se enciende la llama de la lámpara, se hace la luz espiritual y la oración fluye, es decir, la lámpara arde y se prende el incienso. ¡Un verdadero Tabernáculo en realidad!

Cuando quemamos el incienso

Nuestra oración está llena de realidad y sentido cuando permanecemos en el Cristo resucitado y ascendido, y con Él. Cuando oramos en Cristo de este modo quemamos el incienso. Son las palabras de Cristo, llenas de Cristo, en resurrección y ascensión. Ascendemos entonces a Dios en Cristo como nuestro único camino. Necesitamos tener una experiencia elevada de subir hasta Dios mediante la oración, una oración trascendente, que sea olor fragante para Dios (Sal 141:3).

El humo del incienso

Necesitamos la impartición de la gracia de Dios y la ejecución de la administración divina. Esta oración ofrecida en Cristo como esfera, y con Cristo como instrumento y medio, asciende. Eso es lo que determina esta impartición y esta ejecución en términos prácticos. ¡Cuánto necesitamos orar de este modo! Vayamos a la Palabra, tomémosla con oración, ejercitando nuestro espíritu apropiadamente.

Espíritu y vida

Recuerden que la Palabra es Espíritu y es vida. El órgano apropiado para recibir la Palabra es nuestro espíritu regenerado, que incluye el espíritu de nuestra mente (nuestra mente renovada -la mente puesta en el espíritu- gr: La mente del espíritu). Recibamos y disfrutemos a Cristo en nuestra lectura. Permanezcamos en el río de agua de vida de la comunión divina cuando leamos la Palabra, entonces tendremos luz y seremos introducidos en la oración rica, profunda y elevada, que se encuentra en el Cristo resucitado y ascendido. Con Él subiremos a Dios, como olor grato y aceptable, para recibir más de Él como gracia y permanecer bajo Su gobierno. ¡Esto es maravilloso!

Ex 30:7-8

Un sacerdote quema incienso en su interior para contactar al Señor. Esto hemos de aprender, de una manera fina, para ofrecer a Dios olor grato. Al orar expresando a Cristo, oramos nosotros y ora Cristo. Cristo y nosotros somos uno en esa oración. Entonces oramos incienso dulce que asciende a Él.

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Hola grupo!

Me gustaría recordar a todos que el contenido de este blog no es exhaustivo y no tiene el propósito de ser un manual de teología sistemática.

Son solo notas tomadas por el autor al leer, estudiar y orar la Palabra o los materiales de referencia que se señalan, principalmente para animar a unos, alcanzar a otros y propiciar la comunión y el intercambio.

Que el Señor sea con todos.

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Ref:

  • La palabra santa para el avivamiento matutino El recobro del sacerdocio con miras al edificio de Dios”, semana 4, “Hacer arder las lámparas y quemar el incienso”
  • El sacerdocio, pág 146, 156, 158-159, 165, cap 15
  • Lecciones acerca de la oración, cap 15
  • Estudio-vida de Éxodo, pág 1569
  • Estudio-vida de Éxodo, caps 81-83, 92-94, 147-152

Revelación cuádruple de la economía de Dios con respecto a la iglesia en 1 Timoteo 3

Muchos cristianos, cuando se les pregunta acerca del tercer capítulo de la primera epístola a Timoteo dicen que…

«Es un capítulo que trata de las características de los ancianos, los que vigilan en la iglesia, o que es sobre la moralidad de los líderes, o que contiene disposiciones eclesiales, requisitos sacerdotales…»

En cierta medida y cada una de las descripciones, en sus contextos, es cierta, pero no tocan el corazón de la revelación de Dios en esta epístola y en este capítulo. En 1 Timoteo 3 se revela la economía de Dios en cuatro frases «Grande es el misterio de la piedad»; «Dios fue manifestado en la carne»; «la iglesia es la casa del Dios viviente» y «la iglesia es columna y fundamento de la verdad». Aquí vemos la función de la iglesia, ser casa del Dios viviente, y ser columna y fundamento de la verdad.

La iglesia es la casa de Dios. «Casa» se refiere a familia. Casa y familia aquí son lo mismo. La familia de Dios es la casa de Dios. Dios tiene Su casa en la asamblea de los creyentes (Ef 2:19; He 3:6). La realidad de que esta casa es la morada, la habitación de Dios está en nuestro espíritu (Ef 2:22). Tenemos que ejercitar nuestro espíritu para aumentar nuestra capacidad de ir a y permanecer en nuestro espíritu, vivir en él, actuar en él y por él, para que en esta casa, Dios sea manifestado como el Dios viviente.

Hemos de ver que Dios es un Dios viviente. No es una abstracción mental, no es el resultado de una derivación filosófica. No es el Dios tradicional, del cual sabemos por lejanas historias en el Antiguo Testamento. Dios es un Dios viviente y subjetivo. Hemos de tocarlo, contactarlo, experimentarlo y conocerlo en nuestro espíritu para que pueda manifestarse. El Dios morador, de Quien somos familia y habitación, habita en nosotros, quiere manifestarse en nosotros. La familia de Dios, Su casa, es viviente en el Dios viviente, y es viviente porque Él lo es. ¡Aleluya! ¡Proclamemos esto con alegría, triunfalmente! ¡Somos vivientes porque el Dios viviente vive en nosotros! ¡Soy verdaderamente viviente porque el Dios viviente vive en mí! ¡Alabado sea el Señor!

Cuando disfrutamos al Dios viviente en nosotros, Él se manifiesta en nosotros. Cuando la iglesia disfruta y experimenta al Dios viviente, Dios se manifiesta en la iglesia. Por ello, la iglesia es la manifestación del Dios viviente. La iglesia es la manifestación del Dios viviente en la carne. Somos la manifestación del Dios viviente en la carne. Somos la manifestación del Dios viviente no por causa de nuestra carne sino a pesar de ella. ¡Dios se ha manifestado en la carne! Cuando proclamamos esto, estamos anunciando algo acerca de nosotros mismos también». ¡Esto es maravilloso! El hombre en Dios y Dios en el hombre es la maravilla más grande del universo.

La casa de Dios, la iglesia, es columna y fundamento de la verdad. Con esta metáfora se muestra que, como columna sostiene el edificio de Dios, donde habita Dios, y como fundamento, sostiene las columnas. Todo edificio se sostiene sobre un buen fundamento y con fuertes columnas. La verdad, la realidad del Dios Triuno hoy, es sostenida por la iglesia, donde está la realidad del Dios Triuno. Dios yace en Su casa, la iglesia. Esta es la manifestación de Dios en la carne, por ello es columna y fundamento de la verdad. La verdad se sostiene, se valida y es constatable en la realidad de la iglesia. Aquí verdad se refiere a todas las cosas verdaderas acerca de Cristo y la iglesia reveladas en el Nuevo Testamento, según la economía neotestamentaria de Dios. ¡Amén!